36. Entre pasillos.
Tomás
Aunque la gente no lo haya imaginado, siempre quise encontrar alguien que no fuera pasajera, sino alguien con quién salir eventualmente, reírnos, comprar cosas juntos, que me apapachen y que esté sólo para mí, que compartiéramos el mismo estilo para vestir, que me celara y que incluso me presumiera en sus redes sociales como tantas parejas felices había visto. Pero conocer a Massiel me hizo darme cuenta que eso no era lo que buscaba, no necesitaba solo su atención o que me tuviera como un trofeo. Necesitaba a alguien que viera más allá de mi apariencia, más allá de un simple trapo de ropa. Ella era mucho más grande que todas mis expectativas del amor, porque daba tanto por mi, como yo por ella, estaba ahí en las buenas y en las malas, me escuchaba, me hacía sentir bien, trataba de verme feliz y yo era feliz si podía estar con ella.
Para ser sincero no podría precisar el momento en que me enamoré, ¿Cómo podría? Si cada vez que la veía, su mirada detenía el tiempo, su sonrisa me hacía sentir cosquilleos de pies a cabeza y su voz era música para mis oídos. ¿Cómo podría saberlo si todo lo que veía en ella me hacía sentir en las nubes? No sabía si estaba enamorado porque su carácter me atraía como a un enigma, quizás porque ocultaba su personalidad bajo el mal humor o porque una mirada bastaba para ver el intenso vigor en sus profundos ojos verdes. No sabía si me había enamorado porque sus labios encajaban con los míos mejor que un rompecabezas o porque su cercanía me transmitía la calidez que siempre había buscado. No lo sabía, pero estaba enamorado hasta el último micrón de su esencia.
Tampoco supe si fue el enamoramiento o la curiosidad que me llevó a seguirla por la universidad. Era miércoles 30, sabía exactamente qué fecha era porque llevabamos 8 días de noviazgo con mi chica, es decir el martes 22 de octubre, Massiel y yo nos habíamos vuelto novios y ese momento quedaría marcado en mi memoria para siempre. Según el horario que mi amada me había enviado por Whatsapp, sabía con certeza que sólo tenía clases en la mañana y no durante la tarde. Su actitud notablemente sospechosa me convenció de que no debía anunciar mi nombre, y que debía mantenerme en silencio.
Alguna que otra vez vi en las películas que usar lentes oscuros sirve para camuflarse y no llamar la atención de las personas. Sin embargo, siendo más realista, cualquier persona sabría que llevar lentes de sol solo capta las miradas de quién te vea y no sirve como disfraz. Motivo por el que me causaba tanta gracia ver a Massiel llevar lentes de sol y un pañuelo rojo sobre su cabello atado bajo su mentón. Desde mi poco conocimiento, creo que haber usado ropa más casual servía para pasar más desapercibida, pero ella hacía las cosas a su manera y era mejor no entrar en discusión en cuanto a sus métodos.
Estaba en una ventana —en recreo— pasando el tiempo con unos amigos, cuando de pronto vi su fina silueta pasar por el pasillo, inmediatamente el paño rojo en su cabeza me sacó de onda, ella habitualmente no usa esas cosas y normalmente, tampoco debería estar por aquí. Cualquiera que conocía a Massiel sabía que apenas terminaban sus clases se iba corriendo para llegar rápido a casa, y si tenía que estudiar o hacer algún trabajo para la facultad, siempre elegía algún rincón de la biblioteca, pero jamás se quedaba con la intención de solamente socializar.
En un principio casi no reconocí su apariencia, pero al ver la mochila negra Jansport con el logo de la banda que llevaba puesta, confirmé que se trataba de ella. Espontáneamente me inventé la excusa de que debía ir al baño para salir de la conversación, y cuando ya perdía de vista a mi grupo, la seguí sigilosamente.
Caminaba a una distancia prudente de 7 metros, íbamos por el pasillo de las letras dentro de la universidad, donde además de haber asientos por las orillas, cada tanto, habían entradas para las salas. Lo que me favorecía en gran medida porque en caso de sentir mi presencia podía escabullirme rápidamente.
Ella daba pasos largos y silenciosos, al parecer también se encontraba siguiendo a otra persona. ¿Quién? Solo ella sabía porque no éramos los únicos que transitaban por ahí, aunque éramos los únicos que caminaban de una manera peculiar.
A medida que avanzabamos, íbamos perdiendo la presencia de los universitarios y el pasillo terminó por reducirse a una salida casi oculta que nos dirigía al subterráneo, donde había más pasillos. Cuando ya no había nadie además de Massiel, yo y una chica, tuve que empezar a caminar más despacio y con más delicadeza. Apenas apoyaba la punta de mis zapatillas para no hacer ruido, porque cualquier movimiento extraño haría que llamara la atención de ellas.
La distancia no me permitía reconocer a quién estaba siguiendo, pero lo averiguaría de algún modo. De un instante a otro mi novia se paró en seco, y tuve que detenerme al mismo tiempo en que ella lo hacía. La chica había ingresado en una de las puertas, por lo que deduje que esperaría a que saliera.
Estuve escondido detrás de un pilar tan quieto como una estatua por no más de 30 segundos, y luego decidí acercarme a Massiel para preguntarle qué estaba tramando. Antes de dar un paso, asomé mi cabeza y examiné que no hubiera nadie además de ella.
Caminé dando pasos ligeros pero exageradamente largos para acercarme, estaba exactamente a sólo un paso más de llegar y con un movimiento frenético se volvió hacia mí, sorprendiéndome.
—¿Qué mierda haces aquí? —Abrió los ojos con sorpresa y con un susurro demasiado bajo me reprochó.
—Lo mismo me gustaría preguntar —murmuré.
Sus cejas no estaban fruncidas pero su mirada era más que suficiente para demostrar cuán enojada estaba. Nos miramos fijamente intentando pensar qué hacer, mientras el resto de nuestros sentidos estaba en alerta.
Escuchamos un par de voces provenientes de la puerta en que la chica había ingresado y nos miramos una vez más tratando de pensar en cómo reaccionar.
Sin razonar demasiado, la giré rápidamente hacia mi y la acorralé con cuidado hacia la pared. Al principio se molestó, pero luego pareció entender mi idea. Le indiqué con mi dedo que guardara silencio y nos acercamos lo suficiente para besarnos. Cualquiera que nos viera simplemente pensaría que nos estábamos besando a escondidas.
Ambos teníamos los ojos abiertos para ver quién saldría por la puerta. Sentí las pisadas pasar tras de mí y desaparecieron con velocidad. Una vez que pasó detrás de mi espalda, Massiel y yo tomamos distancia para hacer algo al respecto.
Mientras ella se acercaba a la entrada de la sala, yo me fijaba en la persona que había salido de ahí, era un sujeto alto vestido con la ropa deportiva de la universidad, nada inusual para mí.
—¿Pero qué mierda? —le exclamó Massiel a la chica que estaba al interior del salón.
—Puedo explicarlo, pero por favor no le digas a nadie —comentó la chica con cierta desesperación. Su voz se me hacía muy familiar pero en mi cerebro todavía no había un aspecto para ella.
Me acerqué con poca sutileza y entré para ver de quién se trataba.
—¿Sofía? —dije confundido.
—¿Tomás? ¿Qué haces aquí? —se expresó con la misma sorpresa que yo.
—Lo siento, no sé cómo me descubrió, pero me siguió hasta aquí.
—¿Hablas en serio? Con esa cosa roja te pueden ver hasta los marcianos —Massiel rió en negación al oír mi respuesta.
—Es que le pedí a Vicente algo de sus cosas para camuflarme y el muy tarado no tenía nada menos llamativo.
—Vicente siendo Vicente —acoté.
—En fin, ¿En qué estábamos, Sofía? —inquirió mi novia.
La tensión que poseía Massiel era más que evidente, tenía la mandíbula apretada mientras fingía una sonrisa casi cínica. Si yo fuera Sofía, solo correría.
Su amiga se quedó en silencio sin decir nada, y sus movimientos robóticos poco naturales me permitieron descifrar que estaba incómoda y que yo sobraba en esa conversación. Finalmente una mirada de Massiel que me indicaba la salida, ratificó que mi presencia estorbaba.
Salí de mala gana y esperé cerca para oír de qué se trataba la discusión. Obviamente me hice parte de eso hace rato, por lo tanto, como mínimo debía saber de qué trataba el conflicto.
El subterráneo estaba prácticamente vacío y era muy silencioso, de manera que sus voces eran lo único que se podía escuchar y en resumidas cuentas me enteré de todo.
—Explícame Sofía, quiero entender qué está pasando contigo. Prometo que no te juzgaré, pero le debes más que una explicación a Vicente. Hay rumores de que lo estás engañando, ¿Eso es verdad?
—¿Cómo? —respondió con angustia—No, no se trata de eso, no lo estoy engañando. Es un asunto complicado y vergonzoso, por eso he estado evitando a Vicente.
—No soy quién para decirte qué hacer, «como me dijo un pajarito», pero necesitas estar en sus zapatos. Yo aprendí que para que una relación funcione debe haber confianza y comunicación. Está bien si no quieres contarme por qué recibiste tanto dinero del tipo, pero sí deberías contarle a tu pareja por qué tomaste distancia. ¿Siquiera le respondes sus mensajes?
¿Dinero? Oh, por Dios, ¿Estará metida en la droga?
—Sí, lo sé, pero no es fácil para mí tampoco —Hubo un largo silencio y luego continuó—Pero está bien, tienes razón, ustedes son mis amigos y debí contarles lo que estaba sucediendo.
»Desde hace un tiempo mi familia empezó a tener problemas económicos, mi papá fue estafado por una empresa en la que había hecho una gran inversión, esa inversión era el último recurso para poder evitar que cayéramos en quiebra, pues las ventas de vino empezaron a disminuir a comienzos del año pasado. No sabemos el motivo aún, pero se están llevando a cabo varias investigaciones. Y en teoría estamos quebradísimos, endeudados hasta el último peso. Lo que más me preocupa es la universidad... Así como estamos no sé si podamos seguir pagándola. Encontré un trabajo como cajera en un supermercado, pero el sueldo no es suficiente, así que empecé a vender tareas y trabajos universitarios. Tú sabes cuánto odio que la gente se copie o que pague para que les hagan sus tareas, pero fue mi último recurso y te sorprendería cuánto están dispuestos a pagar, sobre todo los deportistas —suspiró con la voz quebrada.
»No duermo más de 4 horas por día, mírame cómo estoy, parezco un zombie, un mapache, estoy demacrada, pero el tiempo no me alcanza y no sé cómo hacerlo para seguir con esto... Yo-yo no quise lastimarlo y todavía no sé cómo decírselo, no encuentro el momento indicado —terminó sollozando.
—Ay, Sofía, por qué no me dijiste, podría haberte ayudado —comentó Massiel—Ven para darte un abrazo. Yo estaba pensando algo peor, discúlpame por haberte tratado así, me pongo muy impulsiva cuando se trata de defender a mis amigos. De verdad, lo siento tanto, y por no haber estado ahí.
—No, no es tu culpa, es que tu sabes que mi mamá preferiría estar muerta antes de que la gente se entere que estamos en bancarrota.
—Pero no es justo, mírate, estás desgastándote física y mentalmente. Tienes que tomarte un descanso.... Se me ocurre una idea, podemos apresurarnos para firmar un contrato, y antes de eso, podemos hacer un concierto con entradas pagadas, te puedes quedar con el dinero y chan chan, así lo vamos solucionando.
—¿Qué? No, no, eso sería demasiado, no podría abusar de ustedes.
—Los chicos lo entenderán, y también Vicente, no te preocupes, todo saldrá bien.
¿Había alguien con una mejor polola que yo? Pues no lo creo.
Al rato salieron y me sorprendieron con la oreja pegada a la pared.
—¿Cómo es que no sabes que escuchar conversaciones ajenas es de mala educación? —me retó Massiel.
—Amm...
—No te preocupes, de todas formas se iba a enterar —comentó Sofía con una pequeña sonrisa.
—Más te vale, cariño, ya sé por Vicente que no sabes guardar secretos.
—¿Te refieres a cuando sin querer le dije que nosotros... —me interrumpió antes de terminar.
—Sí, ya no lo digas, amor, qué vergüenza —reclama dándome un codazo.
—¿Ah, cuando se acostaron? No se preocupen, Vicente tampoco se amarra mucho la lengua —Sofía rió a carcajadas.
En ese momento sentí vergüenza y tanto mis mejillas como las de Massiel ardían volviéndose cada vez más coloradas. Estoy seguro que ninguno de los dos podíamos dejar de pensar en "Trágame tierra".
Comenzamos a caminar de regreso a la superficie con desacomodo, incluso para mi, su comentario fue demasiado embarazoso.
»¿Por qué se callaron? El sexo es normal —añadió agregándole más incomodidad al momento. El hecho no fue lo que dijo, sino quién lo dijo y cómo lo dijo. Habría sido diferente si yo hubiera dicho un comentario de ese estilo.
—Ya no tienes pelos en la lengua, eh —comentó Massiel, quien entrelazaba su mano con la mía. Ese tipo de acciones me encantaban.
—Mucha mala junta, Vicente te está corrompiendo —comenté riendo para bajar la tensión.
—Sí, bueno, estar con él me ha vuelto más extrovertida, no es que siempre haya sido introvertida, sino que me siento más cómoda conmigo misma —confirmó divertida.
Continuamos caminando hasta llegar al piso uno, Sofía también tenía clases, pero se quedó atrás para pasar al baño, mientras que yo acompañé a Massiel hasta la estación del metro.
—Eso fue intenso, ¿No?
Asintió con un suspiro.
—Si que lo fue, ¿Crees que estuvo bien lo que dije?
—Claro, mi amor, no podrías haber dicho algo mejor. Estoy orgulloso de ti.
—¿Orgulloso? —frunció el ceño.
—Sí, eres una gran persona, no tengo dudas de eso.
Sonrió con dulzura y me besó la mejilla.
—Hemos llegado —comentó mientras me abrazaba.
—¿Nos vemos esta tarde a las 7? Tengo una sorpresa para ti.
—¿Más sorpresas? Pero Tomás, ya me has dado suficiente —reclamó acomodando la ropa de mi cuello—. ¿Dónde nos vemos?
—Pasaré por ti, ¿Está bien?
—Claro, estaré en casa de Vicente.
Alcé las cejas tomando un poco de distancia entre mi rostro y el de ella para ver su reacción.
—¿Qué? ¿Por qué me miras así? No creo que sean celos ¿O sí?
—¿Celos? ¿Por qué estaría celoso? Si mi novia duerme en la casa de su mejor amigo por varios días, y yo confío en ella... Pero podrías quedarte conmigo, mi mamá tiene que ir a Talca y no volverá durante la semana.
Si no ha pasado nada entre ellos durante años, no tendría por qué preocuparme, y mucho menos ahora que éramos novios. Además tenía más que claro que ambos eran demasiado sinceros, su amistad era puramente genuina, y a mi me daba gusto que Massiel tuviera en quién confiar y en quién apoyarse. Es hora de normalizar las amistades entre personas del sexo opuesto.
En un principio su rostro se mostró feliz, pero el brillo de sus ojos fue desapareciendo poco a poco, dándome señales de que su respuesta sería negativa.
—Suena tentador, pero mi madre me hace videollamadas cada tarde para que le muestre los ensayos de la banda, le dije una excusa para que me dejara salir de casa —rió con los dientes apretados—, sabes que me encantaría, pero mi madre es mi madre.
No conocía mucho a mi suegra, pero tenía varias impresiones sobre ella, y era mejor no hacerla enojar.
—No hagamos que la tía se enoje —imité su misma sonrisita.
—Bueno, guapo, nos vemos en la tarde —acarició mi rostro con suavidad y se acercó para darme un beso. Se lo correspondí y la abracé sobando su espalda.
Me quedé mirándola mientras se alejaba, giró un par de veces en mi dirección y alzó su mano en un ademán para despedirse una última vez, antes de perderse por la escalera mecánica pisos hacia abajo.
El resto del día en la facultad pasó bastante rápido, y aunque mis apuntes flash en clases, no eran los mejores, hasta el momento mi rendimiento académico había sido mejor de lo que esperaba, y en realidad no entiendo cómo, si los últimos meses mi cabeza ha estado enfocada en mi hermano perdido.
El paso de los días tenía un valor sentimental para mí, pues significaba que cada vez faltaba menos para poder viajar a España. Ya tenía planificada mi estancia, los pasajes comprados, e incluso tenía apuntado los sitios que supuestamente Lucas frecuentaba. Aunque quería estar mega feliz y emocionado, sabía que tenía que frenarme, no sabía si la información que habíamos recaudado era fidedigna, o si tristemente, era todo lo contrario.
Me llevé grandes decepciones de parte de mi familia, quienes fueron mis ejemplos a seguir, quienes eran mi inspiración, y de algún modo mi meta como familia —porque éramos felices, no necesariamente cercanos, pero felices—, pero finalmente fueron quienes me destruyeron. Si bien, mi madre tuvo un papel pacífico y victimario en el suceso, tiene gran culpa y responsabilidad. Yo estaba en todo el derecho de saber qué había pasado con mi mellizo, incluso si él se hubiera encontrado difunto. Si no fuera por la chiflada de Alicia, probablemente lo hubiera descubierto en unos cuántos años más, porque un hecho tan turbio como el que ellos ocultaban, se tendría que descubrir tarde o temprano.
La única esperanza que tenía de que las cosas fueran un poco menos densas, recaía en Massiel, ella, mi compañera, mi sostenedora, la persona que me alentaba a tener coraje, la razón por la que aún sigo en pie con todo este duro golpe.
Quería viajar con ella, pero tampoco podía presionarla tanto, no era tan fácil realizar un viaje de 10.927 km, dejar a la familia por unos meses, mantenerse económicamente por ese largo tiempo, y mucho menos, meterla en un asunto que no tiene por qué ser relevante para ella. Y aún así, existía la posibilidad de que su respuesta fuera positiva.
Después de esa cita, tendría que esperar su decisión porque sería definitiva para que el viaje se empezara a sentir más real.
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