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29. ¿Esperanza? (sin editar)

Tomás

Los pensamientos, la emoción y mis teorías irreales atormentaron mi sueño y me mantuvieron intranquilo durante toda la noche. Intenté acomodarme, me di vueltas en la cama y me paré a beber agua en la madrugada, busqué incluso trucos en internet pero ninguna técnica ni táctica servía para relajarme, sólo quería iniciar pronto el día para poder reunirme con el Sr. Antonio.

El Sol apareció por la ventana otorgándole claridad a mi habitación, me removí entre las frazadas y estiré los músculos de mi cuerpo para ponerme de pie.

A pesar de no haber dormido nada, mi cara no lucía fatal, de hecho estaba lleno de energía y con un apetito descomunal.

Me acerqué al borde de mi habitación y abrí la ventana para que entrara aire fresco. Esa brisa me hizo detenerme y pensar en frío, a partir de hoy no habrá vuelta atrás, a partir de hoy sólo se puede mirar hacia adelante, y debo ser fuerte. ¿Qué pasa si son noticias desagradables? ¿O si descubrió que no existe?

La única forma de averiguarlo era yendo a la reunión y enfrentar el miedo que tanto me ha perseguido estos días, sólo esperaba ser capaz de mantenerme en pie para poder sostener a mi madre.

Solté un suspiro y fui a prepararme para ir a la universidad, antes de hacerlo revisé mi celular y extrañamente no tenía ningún mensaje de Massiel. Esperaba mínimo un "Buenos días" después de lo que pasamos ayer. Me tomé el tiempo y la preocupación de enviarle mensajes y de llamarla, pero no obtuve respuesta frente a ninguno de mis actos.

Justo en el momento en que necesitaba de sus palabras para tener la valentía y tranquilidad de que todo estaría bien, ella no estaba.

Llegué a molestarme incluso, pero no había nada a mi alcance para comunicarme rápidamente con ella, y si tenía suerte, podría encontrármela en la universidad o esperar a que devolviera mis llamados.

Sin más vueltas que darme, terminé mi limpieza corporal, alimenté mi estómago hambriento y terminé de alistarme para ir a clases.

Saliendo del edificio, divisé una mujer caminando felizmente hacia mí, sonreí al ver la completa alegría que trasmitía su rostro, al menos alguien tuvo éxito.

—¡Tomás, mi cielo!—dijo acercándose para abrazarme.

—¡Mamá! ¿Cómo te fue? —pregunté rodeándola con mis brazos.

—¡Pronto seré una mujer libre!

—¿Y cómo fue la cosa con..?

—¿Tu padre? Bueno, a decir verdad fue más fácil de lo que esperaba, no se opuso a ningún término, e incluso estaba arrepentido...

Respondió con una sonrisa que se fue borrando al terminar la frase.

Sólo me limité a asentir y nos despedimos para continuar nuestros caminos.

Suponía que el proceso era difícil, después de todo mis padres se querían, pero una traición, una mentira tan grande e hiriente como esa, solo podía llevarlos al término de su matrimonio.

El hecho de saber que su divorcio se estaba concretando, me hacía sentir, de cierta manera feliz, porque no quería volver a relacionarme con ese hombre nunca más en mi vida, pues seguía doliendo el hecho de que fuimos engañados durante toda una vida y seguiría doliendo hasta la eternidad.

Son cosas que no se pueden cambiar, por más de que exista la posibilidad de encontrar a mi hermano, nunca podremos recuperar el tiempo perdido. Aquel era uno de los puntos que más me apenaba y amargaba.

Mis piernas caminaban por costumbre y sin fijarse en el camino, con movimientos maquinales mi cuerpo se adentró en la facultad.

Recién cruzando la segunda mampara me hice consciente de que necesitaba hablar con Massiel, y que además, en cualquier momento del día debía irme a la dirección que me enviaría el detective.

Mis ojos buscaban sin cesar en una visión de izquierda a derecha a mi querida Massial, cualquier chica de espalda, delgada con el pelo oscuro, lograba confundirme y jugar con mi esperanza de hallarla, pero por algún motivo las chicas volteaban, y me llevaba una gran decepción.

Entre tanto mirar, no me percataba de la gente que venía cerca mío, y tan solo un fallo de cálculos en la distancia, me llevó a chocar con una figura conocida.

—Oye fíjate —se queja el chico frunciendo las cejas, pero se desvanecen al reconocerme.

—Lo siento Vicente, estaba buscando a Ma..

—Massiel —se adelantó para finalizar mi oración.

—Sí —afirmé—¿La has visto?

—No, yo también la estaba buscando, necesito hablar con ella.

—Uff, yo, la llamé, le envié mensajes y no contesta nada. Tal vez me está evitando o se arrepintió por lo de anoche.. —comenté sin tomarme el peso a lo que estaba diciendo, hasta que finalicé.

Mierda.

Vicente abre su boca en signo de sorpresa y me da unos golpes en la espalda.

—Ustedes ¿Ya...? —hace gestos vulgares  con ambas manos.

—Oye no... —intenté detener su interpretación pero ya era demasiado tarde y logró entender lo que se me escapó por accidente.

—Oye sí —asiente con una sonrisa burlista—Ahora tengo más razones para encontrarla.

Dice empezando a caminar hacia cualquier dirección.

—Vicente —lo detuve frenándolo en seco, con una de mis manos contra su hombro—No le digas que yo te dije, ni lo menciones, por favor. Es algo personal.

—Íntimo. —corrigió con una maldita sonrisa de payaso.

—Lo digo en serio, si dices alguna estupidez...

Dije poniéndome serio y casi arrugando las cejas. No quería que Massiel pensara que le estaba contando a todo el mundo, porque no era así.

—Bien, tranquilo papito, no diré nada.

—Más te vale, flacucho. Si la encuentras me avisas—le dije con voz autoritaria.

Asintió y luego se fue desapareciendo entre los estudiantes.

Con pasos lentos y con la mirada alerta seguí mi camino hasta el salón en que tenía clases, ya no me quedaba tiempo para ir a los lugares que frecuentaba Massiel, pero aún así lo hice. Llegar 10 minutos tarde a clases no le haría mal a nadie.

Después de tomar rápidamente la decisión corrí hasta su casillero, a lo lejos divisé un grupo de chicos, se veían tan similares a los amigos de Massiel que pensé que eran ellos, pero cuando estuve a un metro de distancia me di cuenta que no eran.

La situación fue incómoda, todos giraron su cabeza en dirección a mi cuando notaron mi presencia, me los quedé mirando un par de segundos, pero tantas miradas me cohibieron. Sonreí torpemente y sus caras que detonaban no comprender mi actuar, prefirieron ignorarme.

Lentamente me giré y me devolví por dónde venía.

Estando un poco más lejos me puse a correr nuevamente con dirección a la cafetería. Siempre que Massiel llegaba, fuera tarde o temprano, pasaba a comprar alguna cosa, un sandwich, un pastelito de chocolate o un café irlandés. Aprendí que ese era uno de sus favoritos.

Me asomé por las puertas de vidrio y había una gran fila de personas que esperaban para pagar y hacer su pedido. Pasé por el lado de cada uno de ellos, pero la decepción fue la ganadora otra vez. Massiel tampoco estaba ahí.

Tenía varias alternativas más donde buscarla, pero sólo me quedaba la mitad del tiempo.

En la universidad había varios lugares donde comer, y en cualquier lugar con comida era posible encontrarla.

Salí por otra puerta que se encontraba en el otro extremo del lugar, y apresuré el paso lo que más pude, ya que la siguiente cafetería estaba un poco más lejos. Iba a tal velocidad que mis reflejos visuales solo esquivaban a las personas y analizaban rápidamente sus rostros, pero con tan solo ver el color del pelo era fácil despreciar a la gente, por suerte los pasillos estaban mucho más vacíos que antes.

Llegué al kiosco rojo y sólo habían unas cinco personas, pero ninguna de ellas era Massiel. Agitado de correr, no vi otra alternativa que regresar a mi salón, revisé la hora en el reloj de mi muñeca y habían pasado más de 15 minutos.

Solté un suspiro y me fui a la clase.

Una vez que ingresé, miré rápidamente a mis compañeros y vi que unas manos se alzaban entre los estudiantes sentados, eran mis amigos de puesto. Me acerqué, los saludé y me senté con ellos.

Por fin podía sentarme a descansar, mi respiración agitada cambió por una más tranquila. Mientras tanto, saqué mi cuaderno y mis lápices para escribir, pero sólo fue una pérdida de tiempo, ya que ni siquiera escribí el título.

Mi atención hacia las palabras de la profesora era nula, el no poder encontrar a Massiel solo le sumaba más preocupación a mi mente. ¿Y si hice algo mal con ella? Desde anoche no hablábamos, justo desde que dormimos juntos, se supone que deberíamos estar más unidos, pero sentía que era todo lo contrario.

Despistado por mis inquietudes personales, no me di cuenta que me había entrado una llamada, y yo, el pajarón de Tomás tenía el celular con el sonido al máximo.

Asumo que dijeron mi nombre más de una vez hasta que logré reaccionar.

—¡Tomás! ¡Apaga tu teléfono! —me grita Danae, pero no fue el grito que me hizo entrar en razón, sino un pellizco que le dio a mi brazo con sus uñas postizas.

Me quejé al sentir el dolor y miré con molestia, su mirada era igual que la mía.

—¿Qué?

—¡Que apagues tu teléfono, hombre!—espeta nuevamente.

—Oh, mierda. —dije al notar que la llamada era del Sr. Antonio.

Tomé el celular rápidamente y contesté.

—Me tengo que ir—expliqué tomando la mochila y metiendo mis cosas tan rápido como era posible.

Todos me miraron sin entender nada de nada, pero tampoco me importaba.

—Hola señor, deme unos minutos por favor, estoy saliendo de clases. —digo por teléfono.

—Claro —me dice aguardando mi respuesta.

Lo bueno es que la profesora estaba tan sumergida en su clase, que ni siquiera se percató del hecho, o simplemente me ignoró, porque estoy seguro de que era uno de sus favoritos, como buen estudiante, claro.

Salí de la sala, y caminé hasta una banca para sentarme, pues los nervios no me permitían asumir la llamada estando en pie.

Suspiré, y dirigí mi voz hacia el celular.

—Lo siento, ahora sí.

—De acuerdo, te enviaré un mensaje por correo que sólo se abre con una contraseña, la contraseña será la fecha de tu nacimiento pero invertida, debes anotar los números de mayor a menor.

Me sorprendió que una simple dirección tuviera tanta seguridad, a mi juicio. Esto se sentía como si fuera un espía.

—Okey, gracias.

—Avísame si tienes problemas, solo tienes cinco minutos para abrir el correo. Apenas termine esta llamada te lo enviaré.

—Bien, lo haré.

—Perfecto, es hora —dice cortando la llamada.

Pasaron tres segundos y me llegó la notificación de un nuevo correo, revisé y seguí las indicaciones que recientemente me había dicho.

Suspiré y casi reí al leer la ubicación, imaginé que sería algún sitio privado, o algo por el estilo, pero era en un bar bastante ordinario. Tanta seguridad y misterio para esto.

El mensaje indicaba que nos debíamos reunir en una hora más, lo que se ajustaba justo con el tiempo que me tardaba en recorrer la distancia hasta allá.

Estoy seguro que un trago me sentará más que bien.

En un abrir y cerrar de ojos, me encontraba frente a las puertas del rústico lugar, este estaba cubierto por un material similar al metal y una puerta con pintas oxidadas, en la que tenía un letrero torcido con luces rojas y azules que anunciaban el nombre del bar "Infierno".

Hasta el nombre me daba escalofríos, se abrió la puerta y de ahí salió un hombre muy corpulento, alto y ancho con una gran barba y cabello negro despeinado. Tragué saliva al ver su imponente figura, pero su presencia no fue nada, de pronto alguien con dedos pesados me toca la espalda.

Un escalofríos recorrió mi cuerpo por completo, el hombre que recién había salido había desaparecido y quién se encontraba a mis espaldas era un desconocido.

No tenía ninguna posibilidad de escapar, así que me armé de valor, y me giré para ver la muerte frente a mis ojos.

—Tomás —anuncia al verme ante él.

Era el investigador.

Suspiré profundamente y solté una sonrisa nerviosa.

—No sabe el gusto que me da verlo.

Él asiente y me señala que pasemos adentro.

—Pasa mijo, aquí nadie te va a morder —comenta al notar que no era capaz de mover mis pies.

—No es eso, sólo me preocupa lo que usted haya descubierto.

—Ni siquiera te lo he dicho y ya estás asustado —ríe dándome palmadas en la escápula.

Entramos y nos ubicamos en una mesa que previamente estaba reservada, el lugar no dejaba de impresionarme, para llamarse infierno yo solo veía el cielo. El lugar brillaba por todas partes y había más seguridad de la que por fuera aparentaba.

Aún así, prefería tomar algo de alcohol para bajar la tensión que tenía, con un vaso era más que suficiente.

Luego de beber y estar con la ansiedad más controlada, Antonio decidió dar inicio a la conversación seria.

—¿Estás preparado?

—Sí —respondí apartando el vaso de licor que tenía en mi mano.

Asiente y pone un maletín negro sobre la mesa. Lo abre con cuidado y saca una carpeta azul marino, finalmente cierra el maletín y me entrega la carpeta.

—Creo que existe esperanza —comentó cruzándose de brazos.

—¿Esperanza?

¿Qué significado tenía exactamente esa palabra? Para mi se traducía a que, sería difícil encontrarlo pero no imposible.

—Lee mijo, así entenderás.

Exactamente como lo dijo, ahora entendía.

Una parte de mi saltaba y gritaba de alegría internamente, pero la otra pensaba en las consecuencias de seguir investigando, porque tenía que verificar por mi propia cuenta si era verídico y para eso, debía realizarlo en terreno.

Lo que significaba que debía tomar grandes decisiones.


Prometo que el próximo capítulo será revelador jiji.

Mientras tanto, deben darle importancia a las últimas palabras.

Analicen bien. 😉

¡Que tengan un lindo domingo!

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