27. Plasmados (sin editar)
Massiel
Tomás abre el pequeño sobre, lee su contenido y luego me mira con ojos saltones.
—¡Es un vale por un tatuaje! —manifiesta emocionado.
Sonreí ante su reacción, es tal como la esperaba, todo su cuerpo desprendiendo esa alegría que siempre trasmite, sin duda es el alma de la fiesta.
Su madre y la mía se miran, creo entender que su conexión de miradas se refiere al odio que le tienen a los tatuajes, a pesar de que a la mía no le agrada que me los haga, no tiene forma de retroceder lo que hago sobre mi piel. Es una de las cosas que Vicente me enseñó: Si deseas tener un tatuaje, hazlo, tu madre no puede hacer nada para cambiarlo.
Como criatura amante de los tatuajes, me tomé su palabra al pie de la letra, una de las causas por las que mi mamá y mi papá no pasan mucho a mi mejor amigo. Es por ello que dicen que Vice es la mala influencia de mi vida.
Lamentablemente los tatuajes eran indispensables en nuestra vida.
Cuando Tomás terminó de abrir todos sus regalos, expresó unas palabras de agradecimiento que me conmovieron e hicieron sentirme feliz, pero podía notar que a pesar de su sonrisa intachable, detrás de ella había una cara triste. Él tenía todo lo que un chico cualquiera podría desear en un cumpleaños: amigos, pareja, su madre, comida y regalos. Sin embargo, los más cercanos a él sabíamos que algo faltaba en su vida, y era su hermano, la razón por la que no podía estar completamente feliz, a pesar de que era su cumpleaños, un día en el que se debía festejar, a él sólo le podía recalcar la ausencia de su mellizo.
Apartando el sentimiento de tristeza, Tomás pudo pasar un buen rato con sus amigos y disfrutar aunque sea un poco, y eso era invaluable para mí.
Disfruté de su compañía todo lo que pude, y aunque quisiera tenerlo siempre conmigo, debíamos despedirnos y esperar para volver a encontrarnos.
El problema de que estuviéramos en octubre, era que terminando el mes se venía una lluvia de pruebas y exámenes finales, mientras tanto disfrutaba la tranquilidad de los días previos.
La siguiente semana teníamos planeado ir a la cita que habíamos agendado para que Tomás se hiciera el tatuaje, era uno de los días que más esperaba y que más ansiosa me ponía.
Los tatuajes no sólo son tinta sobre tu piel, son tinta sobre tu vida, y se debe tener mucho cuidado al momento de elegir, ya que prácticamente duran la mayor parte de tu vida, y son memorables casi para siempre, porque te recuerdan experiencias, anécdotas y sobre todo a personas, más cuando eres acompañado por alguien importante.
Por eso, nunca en la vida me tatuaría el nombre de una persona, ni la fecha de una relación, por más real que se sienta, jamás, jamás, jamás me tatuaría algo así.
Pero, como dije, los tatuajes se deben elegir con cuidado, no son un chiste ni mucho menos algo pasajero.
Aún así, Tomás quedó tatuado por mi recuerdo, y el hecho de que una parte de mi quedara plasmada en él, también lo hacía inolvidable para mí.
Habíamos pasado días buscando tatuajes en el álbum que mi socio Jorge me había prestado, y Tomás me aseguró unas mil veces que se haría un ángel en una de sus muñecas. Yo confiadísima de su palabra, le creí. Pero él, siempre, siempre sorprendiéndome.
Tomados de las manos ingresamos a la tienda de tatuajes de Jorge, orgullosa del chico que tenía a mi lado se lo presenté, pero unas miradas sospechosas se presentaron ante mis ojos, inevitablemente lo intuí.
—¿Ya se conocían? —cuestioné de forma inofensiva, claro que era probable que se conocieran, pero no era por las razones que yo me imaginaba.
—Tomás, ¿Listo para tatuarte? —le pregunta el joven de ojos azules, con tatuajes al costado de cada uno de ellos.
Jorge, uno de los mejores tatuadores que he conocido y aún así, el par de tatuajes sobre su cara siempre me han parecido una mala elección, pero bueno, mientras no estén sobre mi cara no me quejo.
—Siempre listo—le respondió mi chico rubio de ojos cafés.
Jorge, lo guía hasta el asiento en que debe acomodarse, y se prepara poniéndose guantes, revisando la aguja y la tinta correspondiente, luego limpia cuidadosamente el área donde Tomi se pintará.
Entusiasmada miro atenta a los detalles de la situación, y en lugar de empezar a dibujarle un ángel, empieza por una figura bastante diferente que no logro distinguir.
—¿Jorge, qué estás haciendo? —curioseo tratando de comprender qué diablos estaba marcando.
—Es lo que tu novio me pidió—responde concentrado en el dibujo, que no parece tener ni pies ni cabeza.
—Que yo sepa los ángeles tienen alas —me quejo un tanto preocupada.
—¿Todo bien? —le pregunta a mi aminovio.
Aminovio porque todavía no somos novios, pero somos un término intermedio entre amigos y novios.
—Perfecto —asiente el rubio con una sonrisa pícara.
—Tomás ¿Qué diablos te estás haciendo? —pregunté un tanto exaltada.
—Tranquila, mi amor.
—No me digas... —miro boquiabierta.
Hice una conexión neuronal y no puedo ni decir lo que estoy pensando.
Alza las cejas en espera de que termine lo que intento decir, pero no quiero decirlo.
—No me digas que...
—¿Qué? —me pregunta.
—Qué... —lo miro con los ojos entreabiertos.
—¿Qué?
—Qué te...
La temperatura corporal de mi organismo aumentó, mis mejillas empezaban a ponerse coloradas, y ya sentía que me iba a hiperventilar. Si era lo que estaba pensando que estaba haciendo, él estaría arruinado, su piel y su vida estarían arruinadas.
—No es tu nombre Massiel —se entromete Jorgito.
Muy callado, muy concentrado y todo, pero muy atento a nuestra plática.
Solté un largo suspiro y la tranquilidad empezó a volver lentamente a mi cuerpo.
Tomás empezó a reírse al verme tan nerviosa.
—De que te quiero, te quiero, de que te amo, te amo ¿Pero tatuarme tu nombre? Y así decías que yo era el egocéntrico—comenta entre risas.
Rodé los ojos al darme cuenta de que tenía razón, él podía amarme pero no era tan estúpido como para tatuarse mi nombre.
No tuve más opción que reírme vergonzosamente.
—Eres un idiota —me quejé con una sonrisa divertida.
—Sí, pero me amas —dice victorioso.
—Y también te odio —modulé cruzándome de brazos.
Rodó los ojos y me ignoró.
—Bien, dime ¿Qué tatuaje elegiste? No entiendo por qué tanto misterio —expresé acercándome a su altura con una ceja erguida.
—Es un espinoso —se adelanta Jorge.
—¿Un espinoso? ¿A qué le dices así? ¿Un puerco espín, un espino, qué diablos? —intento adivinar.
—Es... Es... Es un... —Tomás dice con cautela.
—¡Un cactus! —responde rápidamente Jorge.
Atónita vuelvo a mirar el tatuaje y todo calza perfectamente.
—¿Un cactus? —digo sin creerlo.
—Sí, bueno, estaba indeciso entre un café y un cactus, pero el cactus... Ya sabes, tú y él son iguales.
Tragué saliva mientras me paraba para caminar, no podía estar quieta. No sabía si era molestia, alegría o emoción la que sentía en el momento, pero si estaba completamente sorprendida.
Lo miré sin decir nada.
—¿Estas molesta, amor? —dice decepcionado.
Me detengo para mirarlo detenidamente.
—¿Por qué? —por más que intento encontrarle lógica, no la encuentro.
—Massiel, porque eres importante para mí, ahora y siempre, pase lo que pase.
Ahí entendí todo, las mariposas de mi estómago se alteraron completamente y una agradable sensación me llenaba de alegría.
Una enorme sonrisa se instaló en mi cara y una mirada gratificante se conectó con sus bellos ojos cafés.
Habíamos creado un ambiente bastante romántico, planeaba acercarme más y besarlo, pero antes de hacerlo, la actitud de Jorge me detuvo.
—Estoy a punto de vomitar —aclara la garganta—Cursis —añade con una arcada.
—Cállate —me quejé entre risas.
Por fin la obra de arte estaba lista y el hermoso cactus estaba acompañado de una icónica frase: ¡No me toques!
Reí al leerla.
Tomás, con el brazo envuelto en plástico transparente, caminaba a mi lado. Nos dirigíamos a su departamento sin prisa y con calma.
—¿No me toques? —indago como si no supiera la razón de por qué estaba escrito.
—¿No recuerdas que una loca me gritó "¡No me toques!" se alteró y casi me mata? —responde con exageración.
—No me acuerdo —negué con la cabeza.
Se detiene a mitad del camino y se pone frente a mi.
—¿No?
—Nop —mentí.
—Que lástima, porque estoy jodidamente enamorado de ella —dice a centímetros de mi boca.
«Enamorado» resuena cientos de veces en mi interior haciendo vibrar cada célula yacente en mí.
—¿Ah, sí?
—Sí.
—Creo que empiezo a recordar ¿Fui yo? —comento acercándome a milímetros de sus labios.
—Creo que sí —responde sellando la indistinguible distancia de nuestras bocas.
Luego de la gratificadora pausa en nuestra caminata, llegamos al departamento y para mi sorpresa, la madre de Tomás no estaba.
—¿Y tu mamá? —pregunté al notar que había demasiado silencio en el departamento.
—Fue a ver a una prima que es abogada, quiere apurar los trámites del divorcio. Mañana regresa.
—Uh, ¿Cómo estás con eso?
—Es la mejor decisión para ella y para todos —responde a secas.
—Sí—asentí.
Había pasado bastante tiempo y todavía no obteníamos noticias acerca de su hermano, era un hecho que me preocupaba bastante porque existían tantas posibilidades sobre su paradero que llegaba a dar miedo. Hoy en día el mundo está tan mal, que cualquiera pudo haber influido de la vida de aquel chico, si es que él estaba con vida, porque era difícil que su nombre y su identidad desaparecieran de la faz de la tierra, o alguien se estaba encargando de borrar las huellas que él iba dejando, y sólo me daba para pensar que el mismo padre era quién hacía que esta misión fuera imposible.
Aún así, creo que llegará el día en que él aparezca, y cuando lo haga desatará un caos, no sabemos cómo reaccionará él, no sabemos si él quiere ser encontrado, no sabemos nada, por ahora es un desconocido.
No veo que Tomás tenga ánimos para hablar con más detalle sobre eso, la mejor opción es hacer cuenta que ni se mencionó y para evitar profundizar en el tema, abusé de mi confianza y tomé el control para encender la televisión, intuitivamente nos dejamos caer sobre el sillón.
Los brazos de Tomás eran la comodidad máxima, me encantaba tener el aroma de su perfume tan cerca, desde el día en que su olor llegó a mis fosas nasales he deseado tenerlo así, simplemente me volvía loca.
El confort que nos regocijaba provocó que nos recostáramos sobre el sofá, aquella situación me distraía varias veces de lo que estaba mirando en la pantalla.
Yo estaba atrás y él delante de mí, mis manos acariciaban su cabello con suavidad, y se me era imposible dejar de disfrutar su rostro o la tonalidad de su piel, los ojos se me desviaban a los tatuajes que alcanzaba a visualizar, y que hacían un gran contraste con su blanca tez, tenía deseo de conocerlos, pero se escondían bajo su polera.
Sin pensar mucho y casi inconsciente de lo que hacía, me dejé llevar por la curiosidad que me causaba la tinta sobre su dermis, un delicado trazo curvilíneo se escapaba por el borde del cuello de la camiseta que tenía puesta, por alguna razón mis dedos se posaron con cautela sobre él. Ante tal estímulo, Tomás se volvió hacia mi rostro con los ojos penetrantes.
Avergonzada, mis mejillas se encargaron de delatarme.
—¿Qué es? —aclaré mi garganta para salir de la embarazosa situación.
—Una mariposa —responde sereno.
—Ay, mariposito —menciono jocosa.
—¿Dudas sobre mi sexualidad? —inquiere con voz ronca.
—¿Cómo podría? —humedecí mis labios secos sin quitarle la vista de encima.
Sonrió coqueto, se acercó y besó mis labios lentamente, la lentitud fue despertando el deseo de mi cuerpo, y la curiosidad de mis manos decidió quitar torpemente su fina polera, dejando a la luz el tonificado abdomen que antes se ocultaba bajo la tela.
Entre besos y caricias avanzamos con prisa hacia su habitación. De tal forma que una cosa nos llevó a la otra y la armonía de mis hormonas se escapó por las nubes.
La calidez de nuestros cuerpos permitió que nos dejáramos llevar por el placer. Poco a poco desnudamos nuestras almas y así, nuestros tatuajes quedaron plasmados en lienzos desconocidos; bajo las mantas yo me hice suya, y él se hizo mío.
No me gusta que sean muy explícitos cuando redactan estas escenas, jajaja no soy de escribir así, además ya todos saben qué pasa, no es necesario escribirlo jaja.
Fue un capítulo corto, pero espero que lo hayan disfrutado.
¡Que tengan un buen domingo!
💛☀️
¡Leeré sus reacciones!
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