Tomás
Me pasé los últimos días distraído y pensando en cómo encontrar a mi hermano. En la universidad, los profesores siempre me pillaban sumergido en mis pensamientos, pero no me importaba, ¿cómo podría importarme? Si tenía un hermano por ahí afuera y quién sabe dónde. Podía estar muy cerca, o demasiado lejos, y realmente me preocupaba el cómo era su vida, ¿sabrá que es adoptado? ¿O aún no lo sabe? O peor aún, podría seguir en un hogar de huérfanos sin una familia y pasando sus noches en vela.
Tenía tantas dudas, que empecé a idear un mapa y una línea de tiempo para encontrarlo, pero no tenía tanto tiempo libre y tampoco suficiente dinero para contratar a un investigador privado, Massiel me había dado los papeles de la información que descubrió el investigador que su hermana contrató, pero los datos eran bastante básicos.
A esa altura mis padres estaban separados físicamente, mi madre estaba viviendo conmigo y estaba en busca de trabajo, y de mi padre no tenía idea ni tampoco me interesaba saber de él, después de todo, vivimos bajo sus mentiras todos estos años.
En la semana pude ver a Massiel un par de veces y estar con ella era la única forma en que podía calmarme, siempre estaba atenta y dispuesta a oír mis quejas y fríos pensamientos, no hacía falta que dijera algo, solo necesitaba que estuviera conmigo. Sin embargo, ella también estaba ocupada con la universidad, y, además, por su castigo, no era mucho el tiempo que podíamos compartir más que en algunos almuerzos y ventanas en la universidad.
Tampoco quería descuidar mis estudios, ya que me había costado mucho llegar ahí, así que, para compensar mis tiempos, reduje mis horas de trabajo en el restaurante de Alicia.
Traté de acceder a los datos del hospital en que nací, para eso Massiel y Nat me habían ayudado, pero fue un total fracaso, ya que el hombre responsable de todo esto se había encargado de borrar todas las pistas que podían ayudarme a encontrarlo.
Sin hallar los primeros pasos, el panorama se hacía muy difícil y las últimas ideas que tenía, eran preguntarle a mamá sobre el comportamiento de su marido durante esos días. Esto me ayudaría a saber quién era la mano derecha de él en esos años, y la última de las últimas opciones era preguntarle directamente a él.
Hablar con ella no era nada fácil, ya que pasaba mucho tiempo callada y lo único que hablaba conmigo era que ella se sentía culpable por lo sucedido, pero ambos sabíamos que no era así, mi madre sólo era una víctima más del trastornado de mi padre. Lo único que ella quería era separarse de él y saber qué había sucedido con su hijo.
Lo que más siento por ella, es todo lo que sufrió por creer que su hijo había muerto. Ahora podía entender por qué cada vez que celebrábamos mi cumpleaños, en algún momento del día ella se iba a su cuarto y lloraba sin razón. Recuerdo que desde niño le pregunté a mi padre qué era lo que le sucedía, pero siempre obtenía la misma respuesta: "Es cosa de mujeres, nada que nosotros podamos entender". Ya con el tiempo dejé de preguntar, y nunca me animé a decirle a ella directamente, porque según las advertencias de mi padre, ella se molestaría más.
Lo que realmente no entiendo, es cómo no me di cuenta de lo que estaba pasando, y por qué ella nunca me lo dijo.
Y para cerrar las heridas, debía abrirlas y dejarlas sanar, si quería encontrar a mi hermano, debía preguntarle a ella, por ahora era la única fuente confiable a la que podía acceder.
Una tarde fría del jueves, me animé a preguntarle. Recién había llegado de la universidad y ella me esperaba con café, parecía estar un poco más animada, lo que entendí como el momento correcto.
—Madre —manifesté alegre, al verla con buena pinta, se había maquillado y se había vestido.
Los días anteriores, se paseaba por el departamento en pijama, hacía las cosas, pero muy desanimada y aunque sabía que tocar el tema la llevaría a un retroceso, yo estaba dispuesto, porque era una mujer fuerte y estaba seguro de que ella también quería encontrarlo.
—Mi Tomi, mi niño —dice con cariño besándome la mejilla, y me abrazaba como si nos fuéramos a despedir.
—Me alegra verte feliz —le digo sonriente cuando nos separamos del abrazo.
Tiré mi mochila en el sillón y nos sentamos a la mesa de inmediato. Partimos con un silencio, pero poco a poco lo fuimos rompiendo, me preguntó sobre la universidad y sobre Massiel. Ya le había contado de ella, era una persona importante y merecía saber lo feliz que me hacía esa mujer.
Conversábamos tranquilamente y cambié el tema de manera abrupta, mi madre se trapicó por el impacto de lo que le dije.
—Quiero buscar a mi hermano —espeté, atento a su reacción.
Después que dejó de toser y pudo respirar con calma, sus ojos se humedecieron. Me gané a su lado y tomé sus manos en un intento de consuelo.
—Lamento decirlo así, de repente —me disculpo—, pero necesito saber de él, mamá —añadí.
Ella respiraba con dificultad y me preocupaba que le fuera a pasar algo grave. Se tardó unos segundos en respirar más aliviada.
—Cielo, tienes razón, he guardado este dolor por tanto tiempo —por fin se toma la palabra, pero no me mira a los ojos.
—Te contaré todo lo que sé —añade soltando un profundo suspiro—. Cuando quedé embarazada, era la mujer más feliz del planeta, desde joven me habían dicho los especialistas que, si llegaba a ser madre, iba a ser un milagro —se aclara la garganta—. Mi embarazo fue bastante complicado, tuve que hacer reposo absoluto alrededor de un mes, y ustedes pendían de un hilo para aferrarse a la vida —se toma unos instantes para continuar—, logré mantenerlos hasta el día del parto, pero no fue suficiente. Ese día las cosas se volvieron muy extrañas para mí. Los médicos no me hablaban mucho, y con quién trataban la información del parto era con... —cierra los ojos y habla entre dientes—, tu padre —finaliza la oración con amargura.
—Tú fuiste el primero en nacer, sentir tu llanto era música para mis oídos, pero mi preocupación seguía intacta. Sacar al segundo bebé fue muy difícil y no pude escucharlo llorar —caen dos lágrimas de sus ojos—. Veía a los encargados de mi parto ir y venir, y mi segundo bebé aún no llegaba a mis brazos. Desesperada miré a tu padre a través del vidrio y parecía tener una discusión con el médico, supuse lo peor. Mi peor miedo se hizo realidad cuando el doctor entró a mi pabellón y anunció: "Lo lamento, uno de sus bebés sufrió un paro cardíaco y no pudimos salvarlo". Desde ese instante el mundo se me vino abajo, había luchado tanto por ustedes, y tener que perder a uno de mis hijos el día en que esperaba conocerlo, fue lo más duro que había vivido —El relato de mi madre provocó un nudo en mi garganta, y no solo me daba tristeza oír su historia, el odio hacia mi padre se hizo más grande.
—Quería despedirme de mi bebé, pero tu padre aseguró que no era recomendable, ya que podía causarme algún tipo de trastorno. Caí en depresión postnatal, verte a ti me recordaba cada día que podía haber tenido a mis dos hijos a mi lado, sin embargo, te amaba con mi vida y eras la luz que me daba fuerzas para seguir adelante. El acuerdo entre tu padre y yo fue que nunca te diríamos, eso sólo haría las cosas más difíciles y me hacía sentir que él seguía vivo, pensaba que, si te contaba, se haría real y él quedaría en el pasado para nosotros —dice secándose las lágrimas—. Fui una tonta al dejarme llevar por él. Ni siquiera lo miré en el funeral, no fui capaz de acercarme al pequeño ataúd.
—Él estaba muerto para mí, hasta hace unos días, ya sabes cuando tu padre nos dijo la verdad.
Aquel día, llamé a mis padres al departamento. Sabía que, si me habían ocultado a mi hermano, debía inventar algo falso para poder obtener información verdadera. Le dije a mis padres que en la universidad había un chico demasiado parecido a mí, tenía rasgos muy familiares a nosotros e incluso que había llegado a pensar que era mi hermano, excepto que él tenía una familia. El iluso de mi padre casi se cayó de espalda y pensó que de verdad había encontrado a mi hermano, esa idea le causó tanto impacto, que contó la verdad. Mi madre no hizo más que llorar, mientras que él sólo atinaba a lamentarse y jurar estar arrepentido. Nunca pensé que mi plan fuera a funcionar, pero ver la reacción de él, me hizo darme cuenta de que algo serio pasaba, y continué hasta que se vio obligado.
—Lo siento mucho, eres la mujer más valiente que conozco, mamá —musité mientras la abrazaba fuerte.
—Yo lo lamento, por no haberte dicho antes.
Esa conversación fue suficiente para seguir adelante.
Podríamos partir la investigación con el médico que atendió a mi madre, ella debe tener algún papel que nos lleve a un indicio.
Continué haciendo preguntas respecto al nacimiento, si firmó algún papel, si los tenía guardados, si el médico siguió haciendo algún chequeo, y muchas cosas respecto a ese día, pero lo poco que recordaba cayó en manos de mi padre, ya que él hizo todos los trámites de defunción, que en realidad eran los de adopción.
Por ahora solo veía un camino que no podía empezar, todo estaba oscuro, denso, y sin pistas.
No iba a pedirle ayuda a mi padre, él debía ser quién se disculpara con nosotros, nadie más que él tiene culpa de esto, un ser despreciable sin valores, un mentiroso descriteriado y un discriminador sin límites.
Jamás pensé que mi propio progenitor pudiera llegar a esto, había hecho muchas cosas malas, siempre trataba mal a sus trabajadores, nunca agradecía nada y era bastante bruto, pero con mamá y conmigo era totalmente distinto, o eso es lo que yo creía, porque se nota que sólo era una distracción y una manipulación para que mi madre nunca me contara la verdad.
No cabía en mi cabeza, cómo pudo vivir con ese silencio tantos años, fingir que perdió a un hijo y vivir en una mentira, cuando en verdad, lo despreció y siguió su maldita vida como si nada, él era un monstruo.
Hay cosas en la vida que uno puede perdonar, pero lo aborrecía, al verlo me causaba repulsión. Si de algo estaba seguro, era que jamás, jamás, jamás lo iba a perdonar, hiciera lo que hiciera, al menos mi perdón nunca lo obtendría.
Analizar esto me hace darme cuenta de que pude haber sido yo, o incluso los dos.
Tenía la cabeza tan agobiada que decidí ir a descansar un poco, quizás así se me podría ocurrir algo para seguir investigando.
Dormí alrededor de dos horas, mi madre recién había ingresado al baño para ducharse. Instantes después tocaron el timbre. Somnoliento caminé descalzo hasta la puerta, miré por el ojo de pez, y era Massiel. Me sorprendía tanto que estuviera en mi departamento sin previo aviso.
Abrí la puerta y la quedé mirando con una sonrisa, pero no creo haber mostrado demasiado entusiasmo, ya que recién despertaba.
—¡Cariño! —exclama Massiel con sus hermosos ojos brillantes y una sonrisa radiante, sonreí de inmediato, esa carita era mágica para mí. Se acerca y da un beso en mi mejilla, la rodeo por la cintura besando su frente.
—¿A qué se debe esta sorpresa? —curioseo observando que trae un sobre de regalo, y estaba seguro de que no era mi cumpleaños.
—¿No puedo llevarle un regalo al chico que robó mi corazón? —dice con una mirada coqueta. Había esperado tanto tiempo que me dijera cosas así, que se sentía realmente bien.
Entramos al departamento y nos pusimos cómodos en el sillón.
—Bueno, amor, sé que tu cabeza ha estado con tu hermano y que tu investigación ha sido poco exitosa —habla Massiel con tanta certeza, es como si escuchara mis pensamientos—, y es por eso, que te daré este regalo, y no puedo aceptar un no como respuesta —señala con su dedo—, o me enojaré mucho —frunce el ceño.
Me preguntaba una y otra vez qué era lo que ella quería darme, ya que el sobre era del porte de una carta.
Continúa con el discurso antes de abrir su regalo.
—También sé que ahora tienes gastos dobles, por tu mamá, y además de que redujiste tus horas de trabajo en el restaurante —comenta analizando mi cara. En un principio dudé sobre cómo supo lo de mi reducción de horas en el restaurante, pero luego recordé que era hermana de mi jefa—. Alicia me dijo eso último —explica.
—Sí, lo había olvidado, he tenido..
Y otra vez logra conectarse con mis pensamientos.
—¿Muchas cosas en qué pensar? Lo sé cariño, y no quiero que te desgastes en algo que no sabes cómo encaminarte, tiene mucho peso sobre tu espalda. Es por eso que te he hecho este regalo, por favor, ábrelo —anuncia con gran entusiasmo y una sonrisa emocionada.
Estiré mi mano para recibir el sobre, rompí el pequeño papel de regalo y antes de sacar lo que contenía en su interior, mi madre salió del baño envuelta en dos toallas y una bata.
Ambos nos volteamos hacia ella por el sonido de la puerta. Nunca pensé que el primer contacto entre mi mamá y Massiel fuera a ser así.
—Hola, oh, ¿Massiel? ¿Cierto? Eres más bonita de lo que Tomás me contaba —la saluda mi madre soltando su lengua, lo que hizo que me sonrojara un poco.
Massiel me mira sonriente y un poco colorada. Me parecía dulce que a esta altura nos siguiéramos cohibiendo por cosas cursis como estas.
—Señora Ana, que amable, ¿cómo está? Es un gusto poder conocerla al fin —le dice Massi, mientras mi mamá avanza un poco hacia la habitación.
—Muy bien, gracias. Fue un placer, me alegra que mi hijo esté con una persona tan buena como tú, él es muy afortunado —se expresa con una sonrisa, Massi asiente con alegría—. Si me disculpan, ahora me iré a vestir, lamento que me hayas visto pasearme en "pelota" —agrega riéndose escandalosamente. «Mi mamá, siempre mostrando la hilacha». Massiel y yo estallamos en una suave carcajada.
—Mamá —me quejé, mientras ella entraba entre risas a su habitación, al menos hacía bromas, lo que significaba que estaba con más ánimo.
—No se preocupe, está en todo su derecho, es su casa —responde Massiel aún sonriente.
Cerró la puerta y volvimos a dónde habíamos quedado.
—¡Ya, sigamos! —me indica Massiel con pequeños saltitos de alegría.
Volví a sujetar el sobre y tomé el contenido, eran hojas doblabas, las saqué y las estiré para leerlas. Me congelé. Era un contrato confidencial con un investigador privado, especializado en este tipo de casos, quedé plop cuando terminé de leer, sólo faltaba mi firma para cerrar el trato.
Estaba sin palabras, no podía con tanto, Massiel había gastado su propio dinero para hacer esto. Sin ella, jamás me hubiera enterado de que tenía un hermano y ahora, era gracias a ella que podía empezar a buscarlo, pero no lo iba a aceptar como un regalo, porque en algún momento le devolvería todo su dinero.
Massiel me mira expectante a mis acciones, la observo aún impactado y feliz por esto, tengo la boca abierta y aún no le agradezco.
—Massiel, esto es... es... Vaya, yo, yo no tengo palabras para agradecerte —digo medio tartamudo, me mira con una sonrisa feliz y sus ojitos brillantes me trasmiten buenas vibras. Me acerco más a ella y la abrazo unos instantes.
Esto le daría un gran giro a la investigación y a mi vida, significaba tanto que no sabía cómo decirle lo fantástica que era.
—¿Y? ¿Vas a firmar? —me pregunta sacando un lápiz de su bolso y me lo da sin esperar que responda.
—Muchísimas gracias, gracias, mi amor, muchas gracias. Algún día te devolveré cada peso, te lo prometo —dije llenándola de besos.
Posterior a eso, leímos detalladamente el documento y firmé. Invité a Massiel a tomarse un café conmigo, pero no quiso quedarse porque ya se estaba haciendo tarde, y la acompañé hasta su auto en el estacionamiento.
Su visita fue tan corta, pero tan importante, siempre que la veía me animaba de alguna forma, me daba esperanza y tranquilidad, pero esto era tan ¡Wow! me fui saltando hasta el departamento y le conté a mi madre lo que estaba pasando, ella lloraba de felicidad, estaba tan inmensamente agradecida de Massiel, sabíamos que no se trataba sólo de dinero, esto iba más allá, era un acto de bondad.
Por fin podríamos iniciar la búsqueda de mi hermano y sin recurrir a mi pad... Sin recurrir a él.
Sin duda la madre de Tomás es una de las personas más afectadas.
¿Qué consecuencias podría traer el mellizo? Además de las que ya se trajo.
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