Massiel
Como siempre, nos fuimos a la casa de Felipe, él siempre sacaba casa. No porque sus padres trabajaran todo el tiempo, sino porque todos en su familia eran músicos y lo apoyaban. Aunque se debía respetar las normas que ellos ponían, pero nunca se quedaban a las fiestas.
Las reglas eran estas:
No pelear.
No destruir inmuebles.
No tener relaciones sexuales.
No hacer ningún uso de drogas.
¿Y para qué están las reglas? Sí, para romperlas.
Yo siempre respetaba las primeras tres, pero mentiría si dijera que respetaba la última porque no era así, o no lo era hasta que Tomás me descubrió.
No era que me drogara con cocaína, o alguna droga adictiva, solo era marihuana en mínimas dosis y era para pasar el rato con mis amigos.
Eran cerca de las 12:45 de la noche, y Tomás tenía que ir al baño mientras yo lo esperaba en el patio trasero. Estaba Vicente, Bárbara y Daniel, me acerqué a ellos y justo estaban haciendo un pito —un cigarrillo de yerba— los miré alzando las cejas con una sonrisa y me gané a su lado.
El pito estaba circulando entre nosotros cuando de pronto llega Tomás y me encuentra con el cigarrillo en la mano, soltando el humo por mi boca. No le di importancia y lo invité a mi lado. Me mira de forma reprochadora con el ceño fruncido y se acerca a mí con el paso rápido.
—Deja esa mierda, Massiel —dice quitándome la yerba de la mano y se la da a Daniel. Lo miré en shock.
Mis amigos quedan tan extraños como yo.
Lo hubiera levantado con insultos si hubiera sido otra persona, apreté mis dientes y detuve las palabras contra mis labios firmes.
Reorganicé mis ideas, pero fue imposible no demostrar que me había molestado su forma de actuar.
—¿Qué te pasa, Tomás? —lo confronto molesta y alzo la voz. Me mira levantando una ceja.
—No deberías fumar —dice suavizando su mirada—¿Sabes cuán dañino puede llegar a ser?
Creía que estaba exagerando, pero después de todo, él tenía razón, simplemente me estaba cuidando, sabía perfectamente que una cosa te podía llevar a la otra y yo tenía mis límites, pero a veces la gente no.
—Lo sé, tienes razón —afirmé—, pero jamás vuelvas a quitarme algo sin antes consultarlo.
Sentí la mirada de mis amigos que susurraban por lo bajo.
—Lo siento, eso estuvo mal —se disculpa besando mi mejilla y a continuación susurra en mi oído—. Tengo algo que contarte.
Asentí y fuimos a un jardín que estaba más apartado de la fiesta.
—¿Por qué te preocupas tanto por mí? —pregunté mientras caminábamos.
Muchas veces pienso que soy solo una más en su lista y que me quiere por el único motivo que te quieren los mujeriegos. No pensé que esto podría sacarme este tipo de inseguridades. Pero después de lo que me hizo Teodoro, pensar en eso era tan fácil.
Teodoro y yo teníamos una relación de más de un año, mi primera vez fue con él. Al día siguiente desapareció, se había ido porque su padre le ofreció ser parte de un negocio de producción de drogas sintéticas y él aceptó. No volvió a responder mis llamadas ni mis mensajes. Se largó luego de que tuviéramos sexo, me sentí usada, y desde entonces decidí distanciarme de las relaciones. Lo peor es que después de 4 meses me enteré de la verdad y después de eso, él pretendía que nuestra relación continuara igual, pero tomé el valor y lo terminé.
Creo que él siempre tuvo una doble vida y no me di cuenta hasta que fue demasiado tarde.
Siempre tendré el miedo de que me vuelva a ocurrir algo similar. Sin embargo, cuando estaba con Tomás era tan difícil no dejarme llevar. Con él todo es diferente, me río, me cuida, alegra mis días y básicamente es el complemento y la energía positiva que necesito en mi vida, él tiene ese «no sé qué», que hace que no me quiera despedir. Podríamos estar horas sin decir nada y aun así no querría irme.
—¿Escuchaste lo que acabo de decirte? —interrumpe nuevamente mis pensamientos y dejo de mirarlo como boba.
—No, lo siento, me perdí en tu mirada —respondí de manera innata con una sonrisa, provocando una dulce risa en él. Nos acercamos y concluimos en un beso.
«Caí en sus encantos hace mucho tiempo».
—Me preocupo por ti, porque te quiero —dice cuando finalizamos el beso. Oír esas palabras hacían que mi corazón saltara de felicidad, que las mariposas de mi estómago volaran como locas, y que mis vasos sanguíneos de la cara se dilataran provocando que me sonrojara como una niña avergonzada.
—Te quiero más —susurré mirando sus ojos, cuando me enfocaba en él, me desconectaba de todo a mi alrededor, no oía la música, ni el ruido de la gente, sólo estaba él frente a mí.
Estoy segura de que podía estar horas mirando su rostro y siempre me parecía interesante, sus cejas, su nariz, su suave piel, su mirada, ver como sus ojitos se achinan, y el instante justo en el que se le forman sus hoyuelos, el error genético más lindo.
Al decirle que lo quería, sentí un peso menos de encima, y aunque le estaba cediendo el poder que podía destruir mi corazón, me sentía libre, me sentía feliz otra vez.
Así como Alfred Tennyson dijo:
"Es mejor haber amado y perdido, que jamás haber amado"
Esta vez estaba dispuesta a correr el riesgo, aunque perdiera.
Nos sumimos en un caluroso abrazo, y al soltarnos, Tomás tenía algo positivo que contarme.
—Massi —llama mi atención con un tono sereno y con una sutil chispa de alegría—, tengo una buena noticia —añade sacando un papel de su chaqueta.
—¿Qué es eso? —pregunté curiosa, mientras tomaba el papel con mis manos.
—Lee tu misma —anuncia con los ojos brillantes de felicidad.
Leí de inmediato:
"Divorcio de acuerdo mutuo"
¿Estaba leyendo bien?
Parpadeé un par de veces, leí como tres veces para darme cuenta de que era real. Por fin estaba libre de esas patas largas. Por fin estaba sólo para mí.
Miré a Tomás con una sonrisa inmensa y lo abracé nuevamente.
—Quiero que quede claro, Violeta siempre ha estado fuera —comenta besando suavemente mi frente.
Respiré aliviada, oír eso me calmaba y me hacía darme cuenta de que le importaba de verdad.
Después de besarnos un rato, regresamos a la fiesta para despedirnos y de todos los chicos de la banda, sólo encontramos a Vicente con Sofía, bastante acaramelados. Era mi oportunidad para interrumpirlos con descaro.
—¡Suéltala, hombre! —grité al lado de ellos cuando estaban en pleno beso. Sofía dio un salto asustada, lo que me hizo reír a carcajadas, Tomás y Vicente me miraron con expresión de negación, como si fuese muy infantil para mi edad. Por suerte ellos nunca se enojaban con mis bromas, a veces podía ser bastante pesada.
Pero ellos me seguían alegrando la noche, estos chicos tenían más buenas noticias para mí.
—¿Ya supiste la nueva copucha? —preguntó Vicente con ojos saltones, a su lado Sofía aguardaba para que hablara luego.
—No, hemos estado ocupados —respondí mirando a Tomás entre sutiles risitas.
Vicente rodó los ojos, malinterpretando lo que dije. Mi querido amigo siempre pensaba con doble sentido.
—Teodoro ya se fue de la ciudad —comenta Vice hablando serio.
Era muy probable que nadie lo quisiera acá, ni siquiera los amigos que antes tenía, él se había vuelto un mafioso y un ser oscuro.
—¡Por fin están fuera los estorbos! —exclamé sintiendo un gran alivio, ahora podía estar tranquila.
Tomás no sabía mucho sobre Teodoro, pero supongo que, debido a los rumores, él sabía que era mi exnovio, y no creo que le interesara mucho saber más de él, desde el primer contacto, el odio entre ambos era obvio y con justa razón.
Terminamos la charla, y nos despedimos.
No tenía ganas de volver a mi casa, ya que tenía el asunto pendiente con mi hermana, lo que hiciera o me dijera mi madre, no me importaba porque ella no sabía la verdadera razón de mi enfado con Alicia. No sabía si podría perdonarla, pero Tomás, mi sabio Tomás, me convenció de hacerlo.
Estábamos afuera de mi casa, despidiéndonos, cuando recordé el drama familiar que él tenía, mis problemas al lado de los suyos no eran nada, yo me estaba ahogando en un vaso de agua y no tenía una verdadera razón para hacerlo.
—Tomás, ¿cómo estás con lo de tu familia? —sabía que tocar ese tema era delicado y no sabía cómo iba a reaccionar.
Me mira triste, o tal vez decepcionado.
—No lo sé —contesta bajando su mirada. Comprendo que tal vez era difícil hablar sobre un tema tan sensible como ese. Pero hablar siempre era bueno, y si él quería guardárselo también lo podía entender.
—Si no quieres hablar de eso, está bien, lo harás cuando estés listo —dije acariciando con cautela sus mejillas.
—Quiero hacerlo —comenta apegándose más hacia mí y aclara su garganta para hablar—. Lo único que sé es que fue dado en adopción cuando nació, mi madre no sabía, porque mi papá les pagó a los médicos para que mintieran y dijeran que el bebé había muerto de un paro cardíaco, supuestamente debido a su condición genética, ¿te das cuenta de que ella ni siquiera pudo sostenerlo? No pudo ni verlo, y ahora no sabemos dónde está, con quién está o cómo está, ¿estará bien? Ese hombre que dice ser mi padre no es un ser humano, ¿quién despreciaría a su propio hijo? No conozco a mi hermano por su culpa, no sabes cuánto me gustaría haber estado con él y haber compartido lo que fuera, mi pad... —se detiene y no completa la palabra—, ese desgraciado, me privó de tenerlo y eso jamás se lo voy a perdonar —exhala para continuar—¿Massiel te das cuenta de lo que te estoy diciendo? —me habla con impotencia.
Asentí temblorosa.
Verlo así, me partía el alma, su sufrimiento era tan grande y cada palabra que me decía me conmovía. Entonces, me di cuenta de lo estúpida que soy, tengo una hermana y soy afortunada por compartir cada día con ella.
—Lo siento, lo siento —le dije mientras lo abrazaba y él rompía en llanto. Sin darme cuenta yo también tenía lágrimas en mis ojos, podía sentir su corazón latir muy fuerte, pero de a poco empezaba a calmarse y a latir al ritmo normal. Su olor era tan agradable y su abrazo tan cálido que me llenaba, desearía que fuera eterno. Sus brazos me rodeaban por completo, yo era más baja y delgada, él más alto y un poco más corpulento que yo.
Logró calmarse y recuperar el aliento. Sequé sus lágrimas con mis manos y sonreí amable solo con los labios, en su mirada percibía su dolor y agradecía que él pudiera desahogarse conmigo y contarme lo que estuviera sintiendo.
No quería que se fuera en ese estado, tan frágil y vulnerable, alguien podría asaltarlo o hacerle daño de regreso a su casa, así que lo invité a quedarse conmigo, a escondidas de mi familia, y mientras lo invitaba ya había ideado un plan:
Yo llamaría la atención de todos en el comedor y él podía ingresar por la puerta trasera de la casa y subir sigilosamente por la escalera hasta llegar a mi cuarto, por suerte no teníamos perros, porque de ese modo hubiera sido imposible; sólo teníamos un gato flojo y viejo, que está con nosotros desde que tengo memoria.
Tomás aceptó mi invitación y ahora sólo debíamos concretar el plan. Dibujé rápidamente el recorrido que él debía hacer, hicimos una revisión mental y ¡Hora de actuar!
Sabía que, al entrar, en el living estarían mis padres esperándome, los que se iban a demorar unos cinco minutos en reprocharme, decirme que no les obedecí y que ahora el castigo sería peor, siempre era lo mismo cuando llegaba tarde de una fiesta, así que me sabía todos los recitales de memoria. Y tal como lo recordaba es como sucedió, de paso hice enfadar a mis padres aún más.
Entré bulliciosa, cantando un verso del álbum de Bad Bunny "Hoy se bebe, hoy se gasta, hoy se fuma como un rasta, si Dio' lo permite."
Mis padres odiaban el reguetón, trap, como le llamen, cualquier canción con vocabulario obsceno, el único lugar donde escuchaba esas canciones, eran en las fiestas o discotecas, pero nunca en nuestra casa, porque me lo tenían prohibido desde que era pequeña.
Apenas me escucharon encendieron las luces, dejé de moverme al ritmo de la canción, cerré la puerta y empezó el show:
—¡Massiel! ¿Qué es esto, te burlas de nosotros? —grita mi madre escandalizada, mi padre me mira horrorizado con el ceño fruncido.
—Tienes una madre, un padre y una hermana aquí preocupados por ti, y tú ni siquiera te molestas en llamar —dice mi padre con voz fuerte y autoritaria, moviendo el pie sin parar, como siempre lo hacía cuando me retaba.
Tenían toda la razón, estuve distraída y me olvidé de avisar que llegaría más tarde.
—¡No tendrás más permisos! Irás de la casa a la universidad, y de la universidad a la casa ¡Nada de amiguitos! —me reprende mi madre—Pareces una cualquiera, así no es como te educamos —añade enojada y se voltea para ir a su habitación.
—¡Mamá! —grité antes de que diera un paso—¿Y no puedo ver a mi novio? —Bastó con decir esas palabras, para despertar al demonio, continuó con su reto, esta vez enfurecida.
—¡Massiel, no estoy para soportar tus jueguitos, si vas a faltarme el respeto cada vez que se te plazca, empezarás a buscar dónde vivir. Ya estoy harta de pasar por esto cada vez que sales, y estás lo suficientemente madura como para saber lo que haces! ¡Mientras vivas en esta casa respetarás nuestras normas o te irás! —sentencia roja de tanta rabia—Tú decides.
La miré boquiabierta, eso llegó a lo más profundo de mi corazón.
«Creo que me sobrepasé un poco».
—Cariño, relájate, no estamos en edad para pasar rabias —le dice mi padre a mi mamá, sobando su espalda para que se calmara un poco.
De tantos gritos y escándalo, llegó Alicia.
—Además te arreglarás con tu hermana, llevan días peladas —agrega seria—. Nadie dormirá en esta casa hasta que ustedes se reconcilien —insiste ella, siempre tan exagerada.
Fue simple reconciliarme con mi hermana, me suplicó el perdón, así que accedí, no porque realmente lo sintiera, sino para hacer feliz a mi madre.
Ya había pasado suficiente tiempo como para que Tomás lograra entrar a mi pieza, por suerte mis padres hicieron el ruido necesario para que no notaran que alguien había entrado a la casa.
Después de aceptar la disculpa de mi hermana, me disculpé con mis padres, siempre el dolor de cabeza en esta familia era yo, pero esta vez era diferente, tenía una razón para comportarme así, era a propósito, pero obviamente no le diría eso a ellos, solo di una disculpa y prometí que no me volvería a comportar de tal manera, estaba agradecida con ellos por tenerme un techo, comida y amor.
Mis padres me perdonaron, aunque el castigo seguía en pie.
Fui directo a mi pieza, anuncié mi llegada y allí estaba él, esperándome a un costado de unos de mis muebles, por si alguien entraba y no era yo.
—Eso fue intenso —comenta susurrando.
—Sí —asentí—, parece que exageré, pero mi plan funcionó —añadí mientras aseguraba la puerta de mi habitación con pestillo, y volteé para verlo.
Cada vez que estaba con Tomás, cada vez que lo miraba o cada vez que pensaba en él, mi cerebro liberaba grandes cantidades de Serotonina, causando aquello que conocemos como felicidad. Lo leí en algún sitio, pero desde que lo vi, estaba segura de que eso era lo que me pasaba.
Espero que no estén mal pensando futuros hechos entre Massiel y Tomás jaksjas
Antes de continuar quiero hacer incapié en este capítulo, aunque debería haberlo hecho antes: Los insultos, los prejuicios y las drogas, son tóxicas para la vida, así que ruego lo eviten al máximo. No porque mis personajes estén involucrados en ello quiere decir que está bien, ni mucho menos quiero normalizarlo, ¿sí? Preocúpense de ser buenas personas, de quererse a sí mismos y de ser feliz con lo que tienen, siempre pero siempre hay alguien que está peor que nosotros, en este momento hay alguien que esta luchando por vivir, mientras otros lloran la pérdida de un ser querido, si estás vivo y no eres feliz, busca ayuda o algo que te llene, algo que te distraiga, has algo que siempre has querido, pero que sea positivo para tu vida.
Seguram preguntan ¿por qué ahora? Bueno he leído por ahí críticas de libros, que se basan en relaciones tóxicas y quiero aclarar que esta obra no se basa en eso, sabemos que los insultos y los prejuicios están mal, no caigan en ello y creemos una atmósfera más cálida, ahora que estamos en cuarentena es fácil que alguien nos estrese y nos descarguemos con la persona equivocada, pero tómate tu tiempo antes de responder, esto les pesa a todos, no sólo a ti. Conste que no es un consejo solo para ustedes, también lo es para mí.
Muchas gracias por leerme, comentar y votar.
Son unos solcitos que iluminan mis días con rayitos de luz.
Los quiero.
💛☀
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro