19. Tu patán favorito.
Massiel
«Aún no creo lo que salió de mi boca».
Ni siquiera sabía que sentía algo por él, hasta que vi a esa zorra salir de su departamento, ver la sonrisa de ella me enfurecía de una manera, que me dieron ganas de ahorcarla ahí mismo, pero tenía que comportarme, la razón por la que fui al departamento de Tomás era otra y tuve que fingir que no me había afectado tanto. Además, la culpable no era ella, seguramente cualquiera caería fácil en los brazos de él, era un idiota, pero no podía negar lo que me hacía sentir cuando estábamos cerca.
Había decidido entrar al departamento para ver si encontraba algo que lo relacionara con el supuesto mellizo, como una foto familiar donde estuvieran todos, y no encontré nada. En la única foto que vi, sólo estaba Tomás junto a sus padres.
Los dramas y mentiras familiares son muy complicadas, por eso preferí dejarlo sólo, para que pensara y pudiera digerirlo en privado.
Ahora, salía del camarín en busca de los demás tratando de enfriar mi mente. Pero cuando iba por el pasillo, volví a recibir el mensaje de un desconocido. Con ansiedad miré a mis costados y no había nadie.
«Te quiero lejos de él, ¿ya ves lo fácil que es herirte?»
Un escalofrío se apoderó de mí, todos mis vellos se erizaron y se me puso la piel de gallina. Volví a calmarme y seguí caminando.
Estaba claro que nos habían estado espiando, ¿pero quién? Sé que Violeta no era, porque tenía cara para hacer las cosas de frente y no tenía vergüenza de ello. Tampoco podía tratar de investigar en ese momento, había demasiadas personas presentes y cualquiera podía ser la responsable.
Al finalizar las presentaciones, sólo quedaron dos bandas como finalistas: "Los dementes" y "Las rocas". Oír eso hacía que me palpitara el corazón a mil, era la única cosa que me distraía de los problemas y ponía mi mente a full. Amaba ser parte del grupo, estaba tan emocionada y feliz por mis amigos, porque por fin tanto esfuerzo estaba dando sus frutos.
Felipe decidió invitarnos a su casa y hacer una pequeña fiesta. Allí Tomás y Felipe aprovecharon de hacer las paces mientras que algunos fuimos a comprar provisiones para la celebración improvisada.
Llegamos a la casa y la fiesta de pequeña no tenía nada, estaba llena de fanáticos, universitarios y otros amigos de la banda.
Yo era la única que empezaba a ordenar el picadillo en una mesa, porque los demás estaban saludando a sus fans.
Abrí una bolsa de papas, cuando de pronto, escuché una voz en mi oído que paralizó mis pelos por completo.
—¿Necesitas ayuda? —habló con voz ronca, la voz que tan bien me hizo, pero también la que tanto daño me causó. Era mi exnovio, Teodoro.
—¿Qué, qué estás haciendo aquí? —dije a medio titubear. Estaba demasiado sorprendida, me giré bruscamente y me aparté. Al ver mi reacción, una sonrisa maliciosa se formó en su rostro.
Estaba más delgado, tenía más ojeras que antes, y su pelo negro ahora le llegaba a la mandíbula. Había cambiado y se veía más demacrado.
—Ya veo, no te alegra verme —se lamenta fingiendo estar decepcionado.
—¿Y qué esperabas? ¿Que te recibiera con besos y abrazos, después de todo lo que me hiciste? —espeté cruzándome de brazos.
—Sabes que nunca quise irme —se excusa.
No le creería aunque fuera el fin del mundo, su credibilidad se fue a pique cuando decidió encubrir la verdadera razón por la que se fue.
—No quiero hablar contigo ni volver a verte —le dije en un intento de evitarlo—. Estoy ocupada.
—Hablaremos ahora —susurra con insistencia agarrándome fuerte de mi muñeca.
—¡Suéltame, idiota, suéltame! —le decía intentando zafarme de su agarre. Le di un golpe entre sus piernas, pero no fue suficiente para soltarme y su sonrisa se amplió.
—¡Qué la sueltes te dicen, imbécil! ¡Qué parte no has entendido! —le grita Tomás muy enojado, nunca lo había visto así, ni siquiera cuando se peleó en el restaurante.
—¿Y este payaso, quién es? —alza Teodoro con una risa burlesca mientras me deja ir y se aproxima a Tomás.
«No de nuevo»
Se veía venir otra pelea por mi causa, los golpes eran lo de menos, pero lo que más me daba miedo, era lo vengativo que podría ser Teodoro.
—El único payaso eres tú —le dice Tomás tornando sus tiernos ojos cafés por una mirada más oscura.
En mi interior suplicaba y suplicaba para que los desmedidos chicos se relajaran, estaban a punto de golpearse el uno al otro, pero por suerte llegaron Daniel y Vicente.
—¡Hey, chicos! ¡No queremos animales aquí, si quieren pelear, háganlo afuera! —grita Daniel.
—Tomás, déjalo no vale la pena —Vicente trata de evitar el desastre.
—Vamos, Teo, no te metas en problemas —le aconseja uno de sus amigos que llegó sin darme cuenta.
—Déjalo, Tomás, por favor —le supliqué angustiada, él me mira suavizándose un poco y parece comprender mi desesperación.
Teodoro y Tomás se mataban con las miradas, pero finalmente ambos reprimen su energía en un puño, y Tomás desiste. Siento un gran alivio, mis hombros tensos se vuelven a relajar.
De una vez por todas Teo se va.
—¿Estás bien, Massiel? Déjame verte —dice Tomás mientras toma con delicadeza mi muñeca entre sus manos.
Aparte de estúpido, egoísta y retrasado, mi exnovio ahora es un violento. Claro que en los negocios sucios que anda, su comportamiento cambió drásticamente.
—Sí, estoy bien, no fue nada —quité mi mano de entre las suyas—. Gracias, llegaste justo a tiempo —añadí depositando un beso en su mejilla.
Ni siquiera pensé que volvería a ver a Teodoro, menos por cómo sucedió.
Frente a él me sentí indefensa, el miedo invadió mi mente y mi cuerpo, si no es porque Tomás llega, quizás las cosas hubieran sido diferentes.
Me hartaba sentirme así por el solo hecho de ser mujer, las cosas entre ellos y nosotras nunca serán iguales, intenté defenderme y ser valiente, pero ellos se aprovechan de su corporalidad, me sentí como un insecto y él podía aplastarme sólo por ser hombre.
Me da tanta rabia y tanto asco esta maldita realidad, hay miles de mujeres que sufren de violencia y nadie las ayuda. Cuando una pide ayuda, nunca la toman en serio hasta que la matan y recién abren los ojos para actuar, ¿y de qué sirve? Si ya es demasiado tarde.
Intento relajarme y olvidarme de tal hecho, frente a mí, tengo alguien que pudo ayudarme.
—Te traeré un vaso de agua —me ofrece Tomás con una dulce sonrisa.
—¿Qué pasó, Massiel? —Vicente se acerca a mí. Sus ojos apenados demuestran asombro y preocupación.
—Ya no importa, yo quiero saber: ¿tú sabías que él venía? —pregunté enojada.
—Mas o menos —se lamenta avergonzado.
—¡Pero, Vicente! —reclamé—¿Por qué no me dijiste? Sabes lo que me hizo.
—¿Cómo iba a saber que se comportaría tan prepotente? —se lamenta—Sabía que su avión aterrizaba a las cinco, pero nada más.
—¿Y quién lo invitó? —le digo decepcionada poniendo mis manos sobre mi frente.
—Lo lamento, no sabría decirte, muchos llegaron sin invitación.
—Ya —dije cortante.
—Pero, florcilla, no dejes que ese idiota nos arruine la fiesta —me pide. Empieza a hacerme cosquillas y no pude evitar reírme como foca.
—¡Ya, basta! —pude decir una vez que dejé de reír.
«Gracias al cielo se detuvo».
—Lamento no haberte informado, creí que, si no lo sabías, no tenías que preocuparte —añade una vez que nos ponemos serios—. Te quiero, pero no te pongas triste, ¿bueno? Dejemos a esa rata atrás.
—Y yo a ti —asentí dándole un abrazo.
Él tenía toda la razón, no iba a dejar que este ser despreciable me amargara, tenía suficientes problemas en la cabeza como para prestarle atención a Teodoro.
Justo llegó Tomás y me dio el vaso de agua, pero ni siquiera pude agradecerle porque las fans lo invadieron. Estaban emocionadas y querían saber quién era el misterioso desconocido, aunque algunos ya lo habían reconocido del restaurante o de la universidad.
Las chicas se lo raptaron y sólo alcanzó a sonreírme, de alguna manera entendí que me pedía perdón por tener que irse.
Salí a tomar aire al patio trasero con la intención de calmarme, pero fue todo lo contrario. Vi una chica de cabello rubio sentada en una banca de espaldas hacia mí, lo curioso fue que era mi hermana Alicia, ¿pero qué hacía con dos celulares y una tarjeta que tenía un nuevo chip? Mi cabeza no podía creer lo que estaba viendo. Seguro es un malentendido y tiene una buena explicación para lo que estaba presenciando, o al menos tenía la esperanza de que así fuera.
—¿Así que tú eres la de los mensajitos? —le dije con una mirada despectiva, mi presencia la alteró por completo, la había sorprendido instalando el nuevo número.
—Massiel —dice rápido volteándose hacia mí con la cara atemorizada. Lo vi en su mirada, la había descubierto.
No podía entenderlo, la segunda persona en la que más había confiado —porque la primera era yo— me había estado hostigando con mensajes anónimos y amenazantes.
Dolía más de lo que esperaba, dolía más que cualquier traición que un chico pudiera hacerme. Alguien de mi propia sangre, alguien que siempre había estado para mí, me estaba lastimando.
—Espero que tengas una buena explicación —exigí con el ceño fruncido y la mirada dura.
Ya había tenido suficientes decepciones esa noche como para seguir sumando más.
—Te juro que la tengo, hermana —ruega mirándome a los ojos.
—Te escucho —hablé seria ganándome frente a ella expectante a su excusa.
Alicia se paró para ponerse a mi altura.
—Bueno, el día en que Tomás firmó el contrato, no tenía idea de quién era, la entrevista no cuenta porque él podía decir lo que quisiera, y tenía el presentimiento de que algo me escondía. Entonces contraté a un investigador privado, y descubrió varias cosas, que ni tú ni yo sabíamos.
—Ni él —dije interrumpiéndola.
Ya era tarde para que me dijera sus secretos porque ya los conocía.
—Massiel, no quería que te acercaras tanto a él, porque... está casado —suelta finalmente.
—¿Y cuándo esperabas decírmelo? ¿Cuando me acostara con él? —la miré con gran decepción. No me esperaba esto de mi hermana, si es que la podía seguir llamando así.
—No sé —dice intentando explicarse—. Me di cuenta de que te gustaba y no quería ser yo quien te diera la noticia...
—Sí, ya sé el final, y empezaste a enviarnos mensajes anónimos —me reí con amargura—. Eres tan despreciable como Teodoro
—Massiel, tienes que entender que no quería que te hicieran daño, no otra vez —se lamenta empezando a sollozar.
«¿Por qué todos creían que debían tomar las decisiones por mí?».
—¿Quieres que te dé las gracias? —reí sarcástica y me fui con un nudo en la garganta.
—Lo siento —alcancé a oír mientras me alejaba.
No tenía a quién decirle, no tenía con quién desahogarme, todos mis amigos estaban celebrando y yo era la única estúpida a la que le pasaban estas cosas. Prefería no molestar a nadie e irme a mi casa, así evitaba ser aguafiestas con los demás.
Atravesé la enorme casa de Felipe y llegué al estacionamiento, estaba sacando mis llaves del auto, cuando sentí que alguien venía tras de mí, la pisada no era de Alicia, era muy pesada, como la de un hombre. Alertada me volteé creyendo que podía ser Teodoro, y no, era Tomás. Respiré aliviada.
—Que sea la última vez que haces eso —lo reté cuando vi su rostro.
—¿Qué cosa?
—Caminar a mis espaldas y no decírmelo —dije rodando los ojos.
—Lo siento, no estaba seguro de que fueras tú —se disculpa acercándose cada vez más a mí.
—¿Y qué onda tus fans? —pregunté, ya que le vi un beso marcado en su mejilla, y me estaba empezando a poner celosa, aunque no éramos nada.
—Están todas locas —responde con una sonrisa expresando el típico gesto de cuando alguien está loco.
—¿Te gustó alguna? —pregunté curiosa alerta a lo que diría, nunca se sabe si te hablará en serio o si dirá una broma.
—No —responde serio—, la única chica que me gusta está frente a mí —sonríe con una mirada pícara que me derretía, ¿cómo es posible sentirse así con alguien?
Sonreí de forma innata y nos quedamos mirando unos segundos, esta vez sí parecía que se aproximaba un beso correspondido, y aunque moría por besarlo y tenerlo entre mis brazos, tenía que ser fuerte, lo que me había hecho no se lo iba a perdonar tan fácil.
—¿Te he dicho lo hermosa que estás? —coquetea sin quitarme sus penetrantes ojos de encima. Debo decir que nunca pensé que un par de ojos cafés me iban hacerme sentir tan vulnerable.
—Sí, ya lo hiciste —me reí.
—Lo sé, pero quería asegurarme de que lo supieras —susurra acercándose más.
Puedo sentir su aliento y el calor que emana su cuerpo, no puedo dejar de admirar su hermoso rostro, pareciera que fue tallado a mano. ¿Alguien podría decirme en qué clase de útero han fabricado a este hombre?
Siempre supe que estaba loca por él, muy dentro de mí, pero quería convencerme de que no, tenía miedo de que sólo fuera algo superficial, pero a medida que pasó el tiempo pude conocer más de él y darme cuenta de que me gustaba en serio.
Su mirada me estaba quemando, mis mejillas ardían y nuestras narices se rozaban, acomodó su rostro para besarme, pero me giré suavemente para que besara mi mejilla.
Se ríe avergonzado, era la segunda vez que me escapaba de sus labios.
—Lo siento, tendrás que esperar a que te perdone —comenté risas mientras me rodeaba con sus brazos, me dejé abrazar por ellos, era el abrazo que tanta falta me hacía.
—Soy yo quien lo siente.
No dije nada, estar entre sus brazos era tan grato, que por mí no lo hubiera soltado jamás, estar con él me hacía sentir a salvo. Tomás siempre ha estado para mí, aparece en el momento justo para defenderme y nunca le ha importado lo que digan de él. Siempre me hace reír, y rabiar también, pero bueno, aunque no es perfecto, así me gusta.
No supe cuánto tiempo estuvimos abrazados, más, estaba segura de que quería seguir teniendo esos abrazos en mi vida.
—¿Café? —me pregunta.
—Café —confirmé sin dudar.
Al soltarnos pude sentir el viento chocar contra los poros de mis brazos y no pude evitar abrazarme a mi misma y sobarme para proporcionarme calor. Estuve con tantas cosas en mi cabeza que no pensé en llevar un polerón o alguna chaqueta, y como lo suponía, Tomás se dio cuenta del frío que tenía. Actuó sin preguntarme, él solo se sacó la chaqueta y me ayudó a ponérmela.
—Que manía la tuya de prestarme siempre tu ropa, gracias —comenté mientras sonreíamos y caminábamos a mi auto.
—¿Es una cita? —pregunta sonriente una vez que estábamos dentro.
—No lo sé, no debería... —me levanto de hombros.
Creo que no estaba lista, debía darle espacio a mi corazón para que respirara en armonía un tiempo.
—De acuerdo, iremos con calma, podemos seguir siendo amigos —dice como si me hubiera leído la mente.
Sonreí, amaba que fuera tan comprensivo.
Antes de ir por el café, pasé a mi casa para abrigarme. Dejé a Tomás en el auto, porque no quería que bajara y conociera a mis padres.
—Aquí está, sana y salva —le entregué su chaqueta entre risas, ya que recordé el escándalo que hizo por su bendita polera. Me miró de forma graciosa como si hubiéramos pensado lo mismo.
Llegamos al restaurante, aunque había poca gente, nos sentamos en la misma mesa de la esquina en que Tomás se autoinvitó a beber café conmigo.
No pasó nada importante, pero me sentía muy nerviosa y me reía por cualquier cosa, parecía subnormal, frente a él me sentía como una niña, ni siquiera podía mantener su mirada lo suficiente porque parecía que me iba a derretir. Todo iba bien, demasiado bien para ser sincera.
Nos quedamos charlando por horas, hablamos de lo profundo del mar hasta lo lejanas que son las estrellas, y sin darnos cuenta, ya no quedaba nadie e iban a cerrar el restaurante.
Íbamos saliendo y recordé que no le conté a Tomás sobre mi traidora hermana Alicia.
—Ya no llegarán más mensajes anónimos —comenté mientras nos deteníamos en medio de la calle.
—¿Descubriste quién era? —pregunta curioso.
—Sí, misterio resuelto —alcé las cejas.
—¿Y quién es?
—Alicia —respondí mirando hacia abajo.
—¿Por qué? ¿Qué tiene contra nosotros? —frunce el ceño.
Tuve a mi hermana como sospechosa más de una vez, pero nunca pensé realmente que pudiera ser ella.
—Alicia descubrió tu secreto, y por eso no quería que saliera contigo, porque eres un patán —determiné modulando de manera exagerada la última palabra.
—Querrás decir que, soy tu patán favorito —dice riendo, contemplé su sonrisa, sus ojos y todo en su maldita cara estaba bien.
Alcé mis cejas y seguí caminando hasta mi auto.
Después de ese día no nos vimos hasta el viernes. Sin querer lo buscaba con la mirada entre los largos pasillos de la universidad, o me quedaba observando a algún chico que por detrás se parecía y que al girar me daba cuenta de que no era él. Anhelaba verlo pronto, solía recorrer los sitios a los que él iba, pero no estaba, y es probable que no haya ido a clases esos días. No quería preocuparme, quizás estaba exagerando, pero no pude evitarlo y lo llamé el viernes temprano, le dejé mensajes de texto y por Whatsapp, pero no respondió.
La preocupación me estaba volviendo loca, así que le pregunté a los chicos de la banda si lo habían visto, ya que se suponía que debían seguir ensayando para la eliminación de la competencia, pero nadie se había comunicado con él después de aquella fiesta.
Entonces empecé a imaginar montones de cosas, ¿qué tal si tuvo un accidente? ¿Y si se volvió a pelear con Teodoro y las cosas salieron mal? ¿O decidió largarse porque en el fondo sabía que seguía siendo un imbécil? ¿O tal vez, Alicia le hizo algo?
Lo peor de mis pensamientos era que cada escenario que imaginaba podía ser real.
¿Qué creen que está pasando en la vida de Tomás? Recuerden que tenía una discusión pendiente con sus padres, ¿le habrá pasado algo? Quiero leer qué tienen en mente.👀
Muchas gracias por leerme, si te gustó el capítulo no olvides dejar tu voto.
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