17. Pasado oculto.
Massiel
El miércoles después de llegar de la universidad, esperaba encontrarme con la tranquilidad y la paz de mi casa, se suponía que mis padres no estaban y Alicia todavía no llegaba del trabajo.
Pasaron menos de treinta segundos apenas desde que subí, cuando sentí un ruido tras la puerta de mi habitación. Me preocupé al principio, ya que, debido al anónimo, estaba traumada pensando en que podría ser un intruso. Iba a levantarme de mi cama para revisar, pero seguramente era Alicia que olvidó algo, y decidí no hacerlo, pues sólo podía enfocarme en Tomás.
No aguanté la tortura y el remordimiento de poder haber hecho las cosas diferentes con él, y bajé al primer piso para alimentarme; unos panqueques y un café me vendrían súper bien para despejarme.
Bajé silenciosa, sin ninguna intención de encontrar algo sospechoso, pero agradecí que así fuera porque estaba mi hermana, y apenas me vio, empezó a guardar unos papeles como loca en una carpeta roja, se veía bastante sospechosa, pero fingí no haber visto nada.
—Massiel —se sorprende—, no me di cuenta de que estabas en casa —comenta Alicia. No sabía si mentía porque hace menos de tres minutos yo había llegado a casa, y podía decir que la sentí espiarme.
Pero si empezaba con mentiras, le seguiría el juego.
—Sí, bueno llegué hace poco, ¿y tú?
—También, ¿cómo te ha ido con Tomás? —me pregunta Alicia, no podía entender cuál era el afán de preguntar por él todos los días.
—No lo he visto últimamente —respondí—, aunque es un gran alivio respirar aire sin tantas vanidades —añadí entre risas.
Ella ríe.
—Bueno, sabes que si tienes algún problema, puedes decirme y ser sincera, ¿cierto?
—Alicia, estás diciéndome lo mismo de ayer —comento pausadamente—. Tú igual puedes ser sincera conmigo, ¿qué está pasando? —añado intentando obtener algo más.
—Cierto, es solo que de pronto me bajó la preocupación, hace tiempo no hablamos de chicos —dice con una sonrisa nerviosa.
—Bueno, no hay novedades... En fin, me prepararé algo de comer —intenté cambiar el tema y seguí mi camino hasta la cocina.
Pero antes de que subiera la escalera pregunté algo más.
—Alicia —emití con tono reprochador, sólo para molestarla.
—¿Sí? —responde mientras se detiene en la escalera.
—¿Y mamá? —pregunté, ya que no estaba, y al oír esto Alicia soltó un suspiro.
—Fue a la feria, creo que dejó una nota en la cocina.
—Ah, que bien —dije con una media sonrisa.
Tardé un rato en cocinar, y me comí todo antes de que Alicia volviera a bajar o de que mamá llegara.
La actitud de mi hermana estaba siendo muy rara, ella no sabe mentir, porque nunca me ha mentido, ¿qué razón tendrá para hacerlo? No entiendo nada. Podría revisar su pieza y esa carpeta, pero siento que no estaría respetando su espacio personal, a mí no me gustaría que ella se entrometiera en mis cosas, en serio estaría enojada por muchísimo tiempo, y justo en este momento no necesito una pelea con ella. Aun así, mi sexto sentido insistía en entrar de alguna manera a su habitación. Intentaba no pensar en ello, pero era como negarse a morder la manzana del pecado.
Pensé en entrar durante la noche, pero si se despertaba, estaría en graves, graves problemas, hasta pensé en darle algo para dormir durante toda la noche, pero eso sería peligroso y no quiero lastimarla.
«Todas mis ideas eran pésimas».
Volví al segundo piso, y mientras entro a mi habitación, veo a mi hermana salir de la suya, con dos toallas en su mano; se iba a bañar. Mi cerebro pensó automáticamente en entrar cuando ella estuviera dentro del baño.
Entré a mi pieza sin cerrar del todo mi puerta y me saqué los zapatos para no meter ruido. Tenía por lo menos 20 minutos para entrar y ver lo que aquella carpeta contenía, si no fuera importante, no la habría escondido. Esperé a que sonara el agua de la ducha para asegurarme, y fui directo a su habitación.
Caminaba como una ladrona, estaba alerta a cualquier chirrido que pudiera provenir de la puerta y miraba cada dos segundos en dirección al baño, que estaba al fondo del pasillo, hasta que finalmente entré a su habitación.
No tenía ningún archivo en su escritorio y el bolso que tenía la carpeta, se encontraba vacío. Busqué bajo su almohada, en su armario, en el escritorio, y vaya, ¿para qué escondería tanto esos archivos? Busqué bajo la alfombra y nada. Sólo por ser exagerada, moví un cuadro que tenía colgado, esperaba encontrar una pared rota con algo escondido como en las películas, pero no, era una pared lisa, sin embargo, detrás del cuadro, faltaban algunos tornillos en su borde.
Sin dudarlo, abrí el respaldo del cuadro y, ¡Chan, chan! Encontré lo que buscaba. Tomé la carpeta y la saqué lo más rápido y cuidadosa que pude.
Lo primero y más raro que encontré, fue una especie de tarjeta con el número de un investigador privado. Me daba un poco de miedo, estaba imaginando que tenía que ver con algún crimen o algo ilegal, y aunque no era nada de eso, mi sorpresa fue aún mayor cuando vi el nombre completo de Tomás en la primera hoja.
«¿Qué está ocurriendo aquí?».
Tomás Ignacio Koch Álvarez, su Run, fecha de nacimiento, lugar de nacimiento, el resumen del parto y los datos de un consanguíneo, un mellizo. «Espera, ¿qué?». Tomás tenía un mellizo, pero esa información no cuadraba para nada con lo que él me había contado. ¿Qué razón habría para ocultar un hermano? ¿Será peligroso? ¿Y si es un asesino? ¡Mierda! Tengo que averiguarlo. Aquello se sentía tan extraño, Tomás podía ser un egocéntrico, pero ¿un mentiroso? No lo creía, estoy segura de que él no podría hacerlo, ¿o sí? Después de todo, ¿qué tanto sé de su familia?
Iba a continuar leyendo, pero sentí una presencia tras mi espalda. Los nervios y un gran escalofrío recorrieron todo mi cuerpo, en cuestión de milisegundos se me puso la piel de gallina. No me atrevía ni a girar, pues no quería ver el rostro enfadado de mi hermana, y lo culpable que me iba a sentir cuando ella me regañara por husmear en sus cosas, y con justa razón.
«Mierda, estoy en problemas».
Guardo de prisa la hoja que estaba leyendo y me sorprendo al escuchar la voz que me reprende.
—¡Massiel! ¿Qué estás haciendo en la habitación de tu hermana? —dice mi madre tratando de no hablar lo suficientemente fuerte como para que Alicia la escuche.
No entiendo en qué minuto llegó mi madre, porque juro que estaba alerta.
Sin embargo, agradezco que fuera mamá y no mi hermana.
—Yo... yo, yo, estaba buscando una corchetera, mamá —mentí.
—Si claro, no creo que haya una corchetera en esa carpeta que acabas de esconder —me confronta. Me sonrojo un poco, ya que no me gusta mentirle a mi madre.
—De acuerdo te voy a decir la verdad, pero promete que no le dirás nada a ella y que no te enfadarás conmigo —dije bajando mi ansiedad y tratando de sonar convincente.
Mi madre asiente, esperando una buena respuesta.
—Buscaba un trabajo que hizo mi hermana cuando estaba en 4to medio, un amigo me pidió ayuda, y como a mí no me fue tan bien como a ella... Lo iba a tomar prestado —volví a mentir, y al parecer mi mamá se lo creyó o fingió muy bien que me creía. Sin embargo, recae sobre mí una mirada acusadora.
—Primera y última vez que me haces hacer esto por ti. Ahora ordena esto y sale antes de que Alicia vuelva a su habitación.
—Sí, mamá, ya lo hago —asentí sin dudarlo.
Acomodé todo como estaba y salí tan rápido como pude.
No lograba entender de qué se trataba toda la información que tenía mi hermana sobre Tomás, y peor aún, las teorías y preguntas no dejaban que lo sacara de mis pensamientos. Literal, que era imposible concentrarme en mis quehaceres, y además estábamos a un solo día del espectáculo de "Los dementes", debía estar ahí para ellos, pero si seguía en mi casa no podría sacármelo de mi cabeza.
Tenía tantas preguntas dando vueltas, ¿por qué Alicia lo está investigando? ¿Y por qué trata de ocultar esa información de mí? ¿Dónde estaba el supuesto hermano? ¿Tomás sabía de la existencia de él? ¿O era a mí a quién le mentían? Tenía la necesidad de descubrirlo, de preguntarles, pero no quería llevarle más problemas y definitivamente no era un tema del que yo debía hacerme cargo.
Dejé de pensarlo y me fui por un café al restaurante, necesitaba un poco de aire fresco para poder distraerme. Caminaba bajo la luz de una noche estrellada, y aunque era un poco fría, era ideal para desconectarse.
Llegué y fui directo a la caja para pedir un café para llevar. Por suerte Tomás no tenía turno ese día, de lo contrario no hubiese ido.
Me senté a esperar un poco más calmada, ¡Y diablos, no duré ni un minuto! Llegó la persona que menos deseaba ver. Si hablaba con él, se me haría muy difícil contener mi lengua, pero tampoco podía ignorarlo por completo, porque acabamos de cruzar miradas.
—Hola, Massi —me saluda Tomás, mientras termina de pedir algo para llevar, y mira disimuladamente a su alrededor.
—No esperaba verte —comenté sin limitar mis pensamientos.
—Yo tampoco, digo sí, yo vine porque necesitaba verte —responde un tanto nervioso.
Lo miro y hago una mueca.
—¿Podemos olvidar lo sucedido? Sólo me confundí, no quería pasar a llevarte —se lamenta buscando mi aceptación.
Asentí con una semi sonrisa, ¿quién diría que solucionar esto iba a ser tan fácil?
—Y yo lamento haberte golpeado, no quise pegarte, es sólo que me pillaste desprevenida —trato de disculparme sin reírme.
—Me lo merecía, supongo —comenta riéndose, su amplia sonrisa logra que yo también sonría—¿Y has sabido algo de...? —cambia el tema abruptamente.
Lo miro intentando reflejar confusión, y él pone los ojos en blanco.
—Ya sabes, lo de —empieza a hacer un par de señas extrañas. Negué con la cabeza quedándome en silencio.
«Se refería a los mensajes anónimos».
Sabía a qué se refería, pero si me ponía a conversar con él, podría terminar hablando más de lo que debía.
—Algo te pasa, te ves extraña —dedujo mientras me miraba y analizaba.
Era pésima disimulando.
—Massiel, tu café está listo —anuncia Luisa, nuestra cajera.
La miré y asentí.
Gracias a Dios, mi café me salvó. Miré a Tomás, mientras le negaba.
—No es nada —balbuceé mientras iba en busca de mi vaso.
Agradecí a Luisa y me fui.
—Oye, espera —dice Tomás intentando detenerme.
—Lo siento, debo irme, se me hace tarde y tengo mucho que chequear para la presentación de mañana —le digo mientras salgo por la puerta dándole un último vistazo.
Noté la preocupación y molestia en su mirada.
Pero lo que no sabía, era que lo hacía por él, no quería remover cosas del pasado que quizás estaban ocultas por una razón, tal vez hablar de su hermano era doloroso y contarle lo que yo sabía, sólo iba a lastimarlo.
A pesar de todo, algo de cariño le tenía.
Me fui caminando apresurada, pero no fui lo suficientemente veloz. Casi muero de un infarto cuando me agarró del brazo de forma sorpresiva.
—Tranquila, soy yo, soy yo, soy Tomás —espeta sujetando el puño que estaba a punto de darle en el estómago. Enojada lo miro feo y me zafo de sus manos.
—Déjame, ¿qué es lo que quieres? —me quejo molesta con evidente efusividad. Tomás no parece comprender mi reacción.
—Sólo quiero saber qué te ocurre —dice sigiloso—, y no me digas que es por lo del beso o por los mensajes —agrega con un tono incómodo.
—No me pasa nada, ya te dije —respondí cortante. Estábamos en medio de una vereda y estorbábamos a la gente que pasaba.
Me miró fijamente y de pronto me tomó por la cintura, mi corazón se agitó breves instantes, estábamos demasiado juntos, y no sabía por qué lo hacía.
—¡Cuidado, Massiel! —espeta con tono protector evitando que un ciclista me atropellara.
—Definitivamente algo te pasa —toma distancia, lo que me da tiempo para concentrarme en el papel que quería adoptar.
—Si me pasara algo, ¿crees que te lo diría? —dije con una risa sarcástica. Al analizarme y escucharme, su mirada se fue apagando y su rostro se volvió de algún modo, triste.
—Vamos, Tomás, te acabo de conocer, ¿hace cuánto? ¿Tres días? —exageré cruzándome de brazos con una risa burlesca, quería que dejara de insistir y esa era la única manera—. Si crees que, porque me llevaste a tu casa, o porque te he visto un par de veces, vamos a ser amigos confidentes, estás muy equivocado. Yo no te conozco —escupí tratando de mantener la mirada firme.
Frunció el ceño, volvió a mirarme fijamente, pero esta vez, sus ojos empezaban a humedecerse.
—Deberías agradecer que me preocupo por ti —susurra con la mandíbula tensa, se da la vuelta y se va.
Quise decir algo más y no pude. Su cara triste y fría fue como una patada en mi pecho, no quise herirlo, pero era necesario, tenía que guardar el secreto. Sólo esperaba no haber cometido un error.
Volví a casa corriendo, pues, de la nada el cielo se llenó de nubes negras y empezaron a caer gotas de lluvia.
«Definitivamente soy la favorita del universo».
¡Odio la lluvia con todo mi ser! ¡Detesto la sensación de estar húmeda, detesto que el agua moje mi pelo, detesto el barro y detesto el frío! Y, aun así, lo que más detesto, es preocuparme por Tomás.
Correr bajo la lluvia no es tan lindo como se ve en las películas, es completamente desagradable, lo único que deseaba, era estar seca y cómoda en mi casa.
Llegué a duras zancadas y por accidente se me escapó un fuerte portazo. Acción suficiente para que todos los que estaban cenando me quedaran mirando. Claro, mi pelo estaba alborotado, mis piernas sucias, mi ropa estilando, y aún debía tener la energía para lidiar con ellos y la inmensa lista de cosas que debía terminar.
«Que gran noche de mierda».
—Querida, parece que te alcanzó la lluvia —comenta mi padre, y a su lado mi hermana y mi madre se ríen.
Los miro con una sonrisa de labios sarcástica y subo a mi habitación.
—¡Massiel, tu plato está servido! —grita mamá cuando aún estoy en la escalera.
—¡No tengo apetito! —grité de vuelta, un poco más fuerte.
—¡No me grites que no soy sorda! —clama mi madre.
—¡No te estoy gritando!
«Mi noche no podría ser peor».
Nunca, jamás pienses eso, porque las cosas sí se pueden poner peor.
Recibo una llamada de último minuto, era Vicente.
—Massiel, tenemos un enorme problema, y necesitamos que te encargues de ello —manifiesta nervioso a través del teléfono.
—¿Qué ocurre? ¿Está todo bien para mañana? —dije preocupada.
—Primero que nada, ¿mañana, tienes alguna actividad con nota en la universidad?
Pienso mientras reviso mi calendario de pruebas y controles.
—Estoy libre, ¿en qué puedo ayudar? ¡Dime ya, hombre!
—Felipe se lesionó el brazo y no podrá tocar mañana, tampoco tenemos dinero para invertir en otro baterista.
«¿Acaso Felipe no podía lastimarse otro día?».
—¡La grandísima mierda! ¿Tú sabes que apenas sé tocar, por no decir que no sé nada? ¿Cómo pretendes que toque en la banda, frente a tantas personas? —respondo urgida.
—Claro, es por eso que ya tengo todo arreglado, mañana a primera hora empezarás a practicar las canciones con nosotros.
—No, estás loco, Vicente, no puedo —pensé tres segundos—. Tengo una idea, tal vez pueda intentar contactar a alguien, aunque no estamos en los mejores términos, te avisaré por la mañana. Pero confía en mí, si no lo consigo, yo tocaré la batería —sé que lo más probable es que haré el ridículo y perderán en el concurso.
Sí o sí debía encontrar un baterista que me pudiera ayudar, era mi única opción para salir viva de esto y la única persona que se me venía a la mente, era él.
—Bueno, necesito una respuesta a más tardar a las 8:00 am, para que el grupo ensaye contigo. Te enviaré la letra y notas por Whatsapp —dice Vicente.
—Vale, estamos en contacto.
—Muchas gracias, Massiel, no sé qué haríamos sin ti.
—Sí, yo tampoco sabría qué sería de ustedes sin mí.
Ambos reímos y finalizamos la llamada con un breve adiós.
Convencer a Tomás seguramente iba a ser un desafío, por lo que hablamos, no creo que quiera verme la cara.
¿Cómo demonios haría para hablar con él después de como lo traté?
¿Qué opinan del mellizo?
¿Cree que traerá problemas, o no?
¿Pueden imaginar lo que pasará?
Si gustas, puedes dejar tu hipótesis u opinión en los comentarios.
Agradezco a cada uno de ustedes, son muy especiales para mi, tienen un lugarcito exclusivo en mi corazón 💕🦋.
Con cariño-Ela Rey.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro