1. Restaurante.
—¿Qué? ¿Otra vez? —Rodé los ojos al darme cuenta de que ella hablaba en serio. Odio que me usen para estas cosas, pero bueno, sólo serán 30 minutos.
—¡Lo siento, pero te necesito, hermana! —dice Alicia entre risitas.
—¿No podría ser mañana?
—No, Massiel, el nuevo restaurante no puede esperar, sabes que necesitamos contratar más empleados.
Ella suele utilizarme como la clienta difícil para aprobar y evaluar a sus nuevos trabajadores. Admito que quizás lo soy y es divertido, después de todo, me paga por hacerlo, ¿a quién le pagan por sentarse a pedir un café? Pues, a mí. A veces me paso de la raya, pero debo ponerme exigente, no queremos que los clientes reclamen por una mala atención.
—Está bien —sonreí desganada.
—Te espero a las ocho en punto, y por favor, no seas tan pesada, Massi —me suplica.
—No soy pesada, Alis.
—La última vez hiciste que la mesera tropezara, la retaste y la pobre se puso a llorar. No quiero ver nada de eso, compórtate como adulta.
—Fue un accidente... —sonreí avergonzada mientras recordaba el incidente—pero bien, cómo mandes, tú eres la jefa. Nos vemos.
Se despide y señala con dos dedos sobre el ceño para indicar que estará vigilando cada uno de mis movimientos. Alzo mis cejas en señal de que no me intimida.
Aunque ella se fue, el silencio no es algo que se pueda disfrutar en casa, si no es mi madre la que pone CD's de Sandro todo el día, es mi gato el que juega con cascabeles, provocando ruido la mayor parte del tiempo. Mientras que en las tardes, llega mi padre del trabajo y prende la televisión a un fuerte volumen para ver las noticias mientras cenamos.
En cuestión de minutos recibí una de las llamadas más esperadas. Necesitaba una excusa para salir de ahí, pues escuchar más de cien veces las mismas canciones de un artista es cansador.
—¡Hola, nena! ¿Estás lista para ver un ensayo? —saluda Vicente a través del celular.
—Siempre es un placer, ¿A qué hora voy?
—Ahora, te esperamos en casa de Felipe, mi florcilla.
—¡Vicente! ¡Cuántas veces debo repetirte que no me llames florcilla, no soy una puta flor! —Él sabe cuánto me altera que me apode así. Ni siquiera se relaciona con mi nombre, es absurdo.
—Lo siento, es que me encanta molestar a mi mejor amiga, y yo sé que te encanta discutir conmigo.
—Sí, sí, me cambio de ropa y llego en 15 minutos.
Somos tan diferentes y aún así mantenemos una amistad de años, pasamos por muchos altibajos, pero aquí seguimos, apoyándonos y sacando adelante una banda de rock.
Aunque no tengo casi ningún talento relacionado con la música, intenté con el canto, la guitarra, la flauta, el piano, y ninguno me había funcionado, pero descubrí que tocar la batería se me hacía más cómodo. No es algo que domine, así que no participo de la banda como artista, sino más bien como crítica. Me gusta ver que los movimientos sean coordinados, que cada quién esté en su lugar, y que cada uno de mis amigos deslumbren en lo que hacen.
Tardé menos tiempo de lo que pensaba en llegar a casa de Pipe. Los ensayos se hacían en su garaje porque no teníamos un lugar más espacioso que ese y por lo general, sus padres le daban permiso para todo.
Este es uno de los ensayos más importantes, ya que se acerca un show de talentos en el que todos participarán. Más que la recompensa nos interesa que las personas nos conozcan.
Saludé animadamente a cada uno de mis amigos y luego me senté a observarlos. El pelo en movimiento de Bárbara era fenomenal, un morado brillante se alborota al ritmo de la música, mientras canta, Daniel se mueve en sincronía junto a ella tomando el micrófono con intensidad, la conexión de sus miradas lo eran todo. Un poco más atrás, Sofía desliza ágilmente sus dedos sobre el piano, el ángulo en que la veía me permitía ver cómo gozaba estar aquí. A un costado, Felipe agita las baquetas sobre los platos de la batería, marcando el sonido más importante de la canción.Y por último, pero no menos importante, mi estimado Vicente toca la guitarra eléctrica a una velocidad impresionante. Para mí, verlos tocar es simplemente arte.
Noté que estaban cansados, el sudor bajando por sus frentes era la evidencia de que necesitaban un descanso, se refrescaron un poco y luego nos reunimos en círculo para hablar sobre ellos.
—Amé el inicio de su práctica... Pero en ocasiones percibí que no lo estaban dando todo. ¿Quieren hablar de eso? —dije cruzándome de brazos.
Cinco años son suficientes para conocerlos como la palma de mi mano.
—Tengo miedo, y el miedo me pone nerviosa, creo que son muchas personas las que verán el espectáculo y además estaremos bajo el criterio de 5 jueces —comenta la cantante.
—Sí, es mucha presión, Massiel... No sé si podemos hacerlo —la apoya Daniel, su novio.
Si les permitía seguir quejándose iban a terminar bajándole al ánimo a todos, así que intervine.
—A ver chicos, han trabajado demasiado duro para esto, no pueden dejar que sus miedos los atormenten. Ustedes son capaces de lograr lo que sea, y cuando digo lo que sea, es lo que sea —hice énfasis en esta última frase.
Las miradas se mantenían fijas en cada una de las palabras que pronunciaba, me sentía como la mamá gallina junto a sus polluelos, y aunque odiaba ser el centro de atención, con ellos era diferente.
» Vamos, tienen mucho talento y no lo digo porque seamos amigos —suspiré—. El mundo debe saber quiénes son y qué tienen para dar.
Al terminar mi discurso, las palabras de agradecimiento llovieron sobre mí, haciéndome sentir halagada, y cerramos el ensayo en un cómodo abrazo grupal. No puedo negar que son muy rockeros, pero también muy cursis.
Sentí que mi celular vibraba una y otra vez, pero no quería soltarme para contestar la llamada, sería muy grosero de mi parte.
Mientras se organizaba una junta para más tarde, decido revisar mi teléfono y me percato de que son las 8:20 pm. Mierda, debía estar a las 8:00 pm. en el restaurante.
Me despido sin dar muchas vueltas y trato de llegar lo antes posible al local de mi hermana. Este se distinguía por tener unas enormes letras plateadas que anunciaban su nombre; Bristol, uno de los tantos restaurantes que pertenecía a mi familia.
Entré al nuevo local y como siempre, me impresiona lo lindo que ha quedado.
Aunque hay puestos vacíos en el medio, decidí ignorarlos, no me gusta quedar al centro, pues me incomoda sentir la mirada de las personas, a tal punto que puedo dejar de comer porque pienso que la gente me mira tanto como yo lo hago con los demás. Así que busco la mesa más apartada y me siento.
Saqué mi libro mientras esperaba al mesero al que debía evaluar. Doy por firmado que se trata de un novato en el rubro, porque en general, las personas con experiencia saben que atender al cliente apenas llega, es una prioridad, y más en este lugar, ya que la atención de los restaurantes de mi familia siguen ciertos patrones, tal como acompañar al cliente hasta su mesa y acomodar su silla —estas son pesadas—, y sé que es un poco anticuado, pero es el sello que los diferencia y lo que los hace tan populares.
Empecé mi lectura y sorpresivamente leí cuatro páginas, cuando normalmente los otros empleados llegaban cuando yo finalizaba la lectura de una sola hoja.
«Ay mesero, ya empezamos mal».
Continué leyendo, hasta que de pronto me cansé y empecé a observar a los camareros. Diviso a un chico que no había visto antes, él es nuevo. Se encuentra atendiendo a unas jóvenes, les toma el pedido, pero sigue ahí, perdiendo el tiempo. Y podría casi afirmar que está pidiendo el número de una de ellas.
En menos de un segundo se voltea y me ve, es como si hubiera sentido el peso de mi vista sobre él. No sé qué cara puse, porque se acercó de inmediato. Caminaba animadamente y con mucha confianza, el pobre, no sabía lo que le esperaba.
—Buenas noches, señorita, ¿qué desea? —me dice un pálido muchacho, de cabello claro y ojos cafés.
—Hola, quiero café, por favor —le contesto sin la más mínima sonrisa, sólo me detengo a mirar sus ojos, ya que atrajeron los míos por completo.
—¿Café? —pregunta con una cara que expresa: "Tienes de todo y sólo pides café".
—Café —le confirmo, pero me sonríe un poco incrédulo.
—¿Segura? Puede acompañarlo con algo más.
«Qué hombre más molesto. ¿Acaso no escuchó lo que acabo de decir?».
—Ya te lo dije, no quiero nada más, gracias —respondí a secas.
La verdad no sé si tiene algún problema, si es tonto, burro o qué. «¿Será que todos los hombres son así?».
—¿Revisó el menú? Porque tenemos una amplia variedad de comida, pasteles, postres y demás —pregunta sonriente.
—¿Estás aquí para cuestionarme o para servirme? —fruncí el ceño. No me gustaba que me tomaran el pelo, y menos un sujeto como este.
—Ja —sonríe sarcástico mirando hacia otro lado—¿Desea algo más, señorita? —sigue insistiendo.
—No, sólo quiero un maldito café —respondo tratando de no alzar demasiado la voz.
—De acuerdo, volveré enseguida con su pedido —balbucea un poco más serio, borrando la blanca sonrisa de sus labios.
¡Espero que les guste!😅
Lean, comenten y voten💕
¡Hola! Esta es una nueva versión del capítulo, lo esencial se mantiene pero quité varias escenas.
Espero que les guste <3
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