Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Yo y Mis Deseos

Mi cita con Álvaro ha llegado tras la noche de guardia que he pasado hablando con Bruno, en la que he recibido una sorpresa final. Él se presentó en la clínica esta mañana, al acabar mi turno, para acompañarme a casa y comprobar que de verdad, como ordena el reglamento interno de la doctora Muñoz, desayunaba antes de dormir. No le diré a mi madre que también paramos a tomar café. Un detalle bonito de Bruno que de nuevo hizo estragos en mí con intención de enamorarme. 

     Pero ahora parece ser que Álvaro quiere superar el comportamiento de Bruno, pero, bueno..., ¿se puede ser más perfecto que estos dos hombres por separado? Y no vale contestar qué serían perfectos juntos, como si eso fuera posible.

     Álvaro ha sido puntual, como sabe que me gusta, como yo sé que le gusta  a él serlo. A las seis de la tarde me ha recogido en el gimnasio de Lexi.

     Esta vez me lleva a un lugar cuyo destino aún desconozco, solo me pidió, cuando hablamos por teléfono antes, que alguien recogiera a mi hijo de sus clases de Karate porque necesitábamos unas horas más, exactamente lo que viene siendo la tarde, noche y  madrugada, que le dijese además a mi padre que no se preocupara porque llegaría sana a casa, al amanecer, y que le confirmase a mi madre que cenaríamos bien, con mucho hierro.  

     Una expectativa que me pone de los nervios, a la par que me excita. Porque eso de la madrugada implicará dormir, o al menos tratar de hacerlo, juntos. Me gusta la idea, eso quiere decir que nuestro momento íntimo ha llegado.

     Y está visto que Álvaro sabe mantenerme la sorpresa, porque todavía no adivino a dónde vamos con esta ropa tan abrigada que me ha hecho poner, ya con la caída de la noche sobre nuestras cabezas. 

     —Son cuarenta kilómetros —me dijo como única pista cuando me dio el casco al subir a la moto.

     Durante el trayecto he trazado en mi memoria un radio de cuarenta kilómetros y el área que abarca los límites de la provincia de Sevilla, así que saldremos de ella por la costa de Huelva, por la sierra Norte o por la Campiña del Guadalquivir.

     La carretera comarcal, que tomamos hace rato, al fin se pierde en un tramo de terreno todavía por asfaltar, y el nuevo camino rural nos conduce al interior de una finca privada. Una que por cierto tiene un complejo de media docena de casitas, todas iguales.

     —Estás loco. 

     Al bajar de la moto, no puedo dejar de admirar lo bonito del lugar  con tantas encinas, y lo coquetas que se ven cada una de las casitas con sus chimeneas entre los árboles.

     Sonrío al ver humo en una de ellas.

     —Esa es la nuestra, ¿te gusta?

     —¿Que si me gusta? —digo demostrando lo evidente de mi entusiasmo. 

     Estuvo atento cuando le hablé de mi carrera profesional, del porqué precisamente estudié veterinaria, y me especialicé en bienestar animal, por amor a las explotaciones ganaderas y la vida de la sierra, por conservar algo de esta maravilla ambiental que me fascina. Pasión que compartimos, porque Álvaro adora las explotaciones vinícolas.

     —He tenido que adelantar la fecha de reserva porque no sabía nada de la fiesta de Gabi. 

     —¿Pensaste en mí y en Lexi para este fin de semana?

     Calculando la fecha, Álvaro tuvo que reservar sabiendo que es el fin de semana de mi hijo.

     —Desde que lo vi jugar con sus pájaros. Incluso me informé de los repartos de sushi por la zona.

     —Y nada de nada, ¿verdad? —digo sonriendo.

     Él niega con la cabeza, riendo.

     —Nos traen toda la leña y carne ibérica que queramos, pescado crudo, ni uno.

     —Ese niño no parece hijo mío. 

      —Él tendrá su momento gourmet este verano en la playa. 

     Me detengo un instante a mirarle a los ojos, ¿lo ha dicho en serio y quiere que estemos juntos en verano?, ¡eso son seis meses como poco!

     —Álvaro, es pronto para saber si nosotros dos…

     —Mientras haya una posibilidad conmigo, me gustaría pensar que sí, Alex.

     —Eres un gran tipo —digo antes de acercarme para besarlo, para dejarle claro cómo de maravilloso es. Y pongo en mi beso toda la entrega y pasión que él se merece. 

     —Un gran tipo que prepara grandes escapadas, apunta eso para tu decisión —dice riendo, ¿es que pretende sobornarme para que lleguemos al verano, juntos?, porque ahora mismo, viendo esa sonrisa, puedo decirle que sí.

     Álvaro toma mi mano y me conduce al interior, donde la calidez de la estancia nos envuelve de inmediato al cerrar la puerta detrás de nosotros.

     —No es como lo tenía preparado, pero al menos la pedí encendida, así podemos tomarnos un vino con calma —dice señalando la mesa en un lateral de la chimenea, en ella se ve un original botellero metálico, con seis botellas de vino tinto que no dudo sean de las Bodegas.

      —Lexi lo hubiera disfrutado mucho, gracias —le digo con ironía cuando echo un nuevo vistazo al vino.

     —Y como no está, —él emplea el mismo tono de burla—, esto es para que lo disfrutemos nosotros.

     Su mano alcanza mi cara para tallarla con una caricia, la que acepto sin moverme demasiado porque me besa de nuevo.

     —Quería probarlo contigo. Mañana sale al mercado.

    Como el hábil comercial que ha de vender el vino, también es experto en descorcharlo y servirlo en nuestras copas.

     —Al final no vi el anuncio, hubo demasiada gente en el hotel  —comento antes de probar el vino y deleitarme en sus ojos por encima del borde de la copa. 

     —Puedo darte un anticipo.

     Y de nuevo llena mi copa. Y de nuevo yo hago comparativas. Como cuando Bruno me sirvió el vaso de café, aquella noche en su coche. Tengo ahora el mismo calor.

     Me dirijo al sofá, situado frente a la chimenea, a ver si así me alejo del vino, pero Álvaro me sigue hasta él con la botella en la mano. Si, definitivamente el que me provoca calor es mi novio. ¿Y por qué hoy me suena tan bien eso de novio?

     —He descubierto tu estrategia Álvaro.

     —¿Ah sí?, ¿y cuál es según tú?—pregunta sonriendo mientras coge mis piernas y se las pone encima de él después de quitarme las botas. Sabe relajarme, de eso va sobrado, ¿qué coño le decía?, porque ahora mismo solo puedo pensar en el masaje de pies que me está dando sin importar el tiempo que pasa—. ¿Alex, qué has descubierto? —insiste con voz pausada, así me sonría con maldad.

     Yo bebo vino, total, es parte de su estrategia, ¿no?

     —Has hecho que me ponga ropa de abrigo, estamos junto a una candela, que lleva horas encendida, y ya llevo dos copas de este exquisito vino tinto. Tú quieres que pase calor y acabe por desnudarme para tener sexo.

      —¿Y estaría mal? —Sus ojitos brillan conforme bebe vino y me deja ver sus intenciones.

     —No —me sincero del todo—, hemos tenido diez citas en nuestros primeras tres semanas.  —Y que no me lo niegue porque las tengo contadas en un calendario—. Ya va siendo hora de saber si nuestra compatibilidad es completa.

     —Lo habré llamado de muchas maneras, y todas son más vulgares, por supuesto. Pero compatibilidad completa, la verdad, nunca se me había ocurrido. —Álvaro bebe de su copa dejándome absorta con ello, con esa boca húmeda, con esa lamida de labios.

     —¿Prefieres que utilice mejor un lenguaje grosero que te diga las ganas que tengo?, ¿o eres más de acción?

     —¿Acción? —pregunta sonriendo.

     —Ya sabes, un roce más excitante que otro…—Y muevo mi pie por encima de sus piernas, buscando lo que él tiene entre ellas—. No sé, no hemos hablado aún de los preliminares que nos llevan a la cama… oye, ¡será imposible que te concentres si sigues bebiendo así!

     —¡Hostia! —exclama dejando la copa de inmediato en el suelo, tras derramarse un poco de vino en el jersey—, ¿cómo me sueltas así eso de los preliminares, sin coger aire siquiera,  mujer?

     —¿Es que te avergüenza hablar de sexo? —pregunto devolviéndole el gesto sexi de beber vino.

     —¿Bromeas? Tengo polla, Alex, aunque todavía no lo hayas visto te aseguro que la tengo —dice provocando mi sonrisa—. Por eso mismo todo lo que implique sexo es mi segunda afición.

     Me río, ¡es tan divertido hablar con él!, igual que lo es con Bruno.

     Sería fantástico si algún día lo hiciéramos los tres. Pero digo solo hablar, divertirnos hablando los tres. No haciendo lo otro, solo hablar. 

     ¿Por qué tengo tanto calor de repente?

     —La primera son las motos —puntualizo yo porque ya lo sé. 

     —Casi que la primera es ya pasearte, a ti, en mi moto —dice moviendo sus cejas. Y yo cierro las piernas como si me llevase en ella.

     —Acabaremos en la cama, de todos modos, no hay necesidad de que me compres con eso.

     Álvaro ha cogido la copa y yo se la he quitado de las manos para alejarlas de nosotros, o acabará por estropearnos la noche con tanto alcohol. Puede que tenga pene, pero parece que oírme a mí hablar de sexo le cohibe.

     —¿Quieres seguir con esto, Alex? —me pregunta de lo más provocador—, porque yo puedo mejorarlo.

     Agarro su jersey por el pecho y atraigo su boca a la mía.

     —¿Y cómo piensas hacerlo? —pregunto rozando nuestras narices para lamer a continuación sus labios.

     —Hasta ahora solo conoces mi parte guay, el tipo cariñoso, educado y divertido que soy. Todavía no despierta mi lado canalla contigo, cariño —me dice sonriendo mientras se muerde el labio inferior.

     —Pues yo quiero conocer esa otra versión de ti,  creo que me gustaría más. —Y yo también sé morderme el labio, me siento traviesa. 

     Llevo más de veinte minutos aquí, encerrada con este hombre que dice ser mi novio, y que me excita hasta con su manera de beber vino, —de ahí que me quedase en blanco antes al verlo tragar y luego lamerse los labios—, así que no me pida mucho autocontrol cuando mi mente viaja al asiento trasero de un coche y rememora lo que fui capaz de hacer en él.

     —¿Y quieres que te hable con efecto lubricante o enjugado? 

     —¡Joder!

     Y ahora soy yo la que abro los ojos ante su respuesta. Cualquiera me vale, ya comienzo a excitarme.

     —Lo pillo, deberíamos dejar de jugar con fuego o nos quemaremos,  Álvaro —admito ya a punto de cocerme. 

     Porque a mí, al menos, esta conversación hace que me suba varios grados la temperatura, e incluso puedo decir que eleva mis amperios, ya que de repente noto una corriente eléctrica en mi entrepierna.

     —¿Y tú crees que yo no estoy ardiendo ya? —me pregunta Álvaro mientras acaricia mis piernas, alcanzando su unión. 

     Como respuesta, mi gemido se deja oír en la enorme sala, así el crepitar de la leña se haga cada vez más intenso, ardiendo junto a nosotros. 

     —Álvaro.

     Mi cuerpo se curva para buscar un contacto más intenso con sus dedos. 

     —No sé si hacemos bien, Alex —dice al detener su mano. Sus ojos están encendidos por el deseo, aunque sus palabras hayan querido enfriarnos.

     Y es cuando mi cerebro reacciona identificando otra mano, otro tacto que me satisface recientemente, y otros ojos enardecidos. De nuevo hago comparaciones con alguien que tiene una conversación divertida, una sonrisa bonita, tanto curiosa como perversa, y un catálogo de besos placenteros que no me quiero perder.

     Un café de madrugada a cambio del vino de esta ocasión.

     —Lo que sé es que no le hacemos daño a nadie, Álvaro. 

     Y así es cómo termino por quitarme de encima las comparaciones, cuando lo hago también con los pantalones y las bragas.

     Mi confesión y mis ganas hacen que Álvaro sonría, y más cuando tomo sus dedos para, yo misma, acariciar mis labios húmedos con ellos, haciendo más audible mi respiración acelerada a destiempo.

     No quiero imaginar que Bruno haya abierto una parcela de mí, deshinibida, llena de deseo y sin vergüenza alguna hasta el punto de volverme egoísta por un hombre. No quiero imaginar que esto sea un claro posicionamiento hacia Álvaro y una relación con él. 

     No quiero imaginarme sin uno de ellos

      —Alex.  —Y acaba por besarme de nuevo. Su risa se ve tan apetecible de comer, en este instante, que me contengo para no saltar sobre él.

     Obviamente él no lo consigue, se sitúa entre mis piernas cuando me deja tumbada por completo.

     Tiendo mis manos para alcanzar la cremallera de su pantalón,  él no tarda en reaccionar, solo ha sido un segundo, lo justo para incorporarse y alcanzar la copa del suelo para dar otro trago al vino.

     —Cuidado con eso, que dicen que con el alcohol…  —le aconsejo riendo cuando Álvaro ya me ha cogido la cara para besarme, al tiempo que me embiste a través de su ropa, aún puesta. La que no dudo acabará mojada por mí.

     —¿Qué dicen? —pregunta lamiendo mis labios— ¿que no se te levanta? —Y precisamente quiere que lo compruebe. 

     Álvaro pone mi mano en su entrepierna,  mientras me hace moverla sobre su pantalón. Si hasta hoy he creído que me rozaba con sus erecciones, no eran ni la mitad del tamaño que ahora tengo sujeto. 

     Él me coge las mejillas con una sola mano y me besa. Fuerte, con entrega, con tanta humedad que no solo los labios de mi boca están mojados.

     No dejo de acariciar su bulto, el que muero por probar. Ya no creo poder retrasarlo por más tiempo.

     —Alex, por favor, frena, cariño, que la necesito dura —gime en mi oído cuando ha encontrado mi cuello para besarlo, como a él le gusta.

     —Vamos, Álvaro,  no me hagas suplicar.

     —Antes… Protección —La incoherencia de su frase, con el nuevo jadeo, atraviesan mis oídos para hacerme enloquecer más.

     —Confío en ti. Puedo confiar en ti, ¿verdad? —le digo buscando sus ojos, cuando él se desliza ya en mi mano para que siga mi estimulo.

     Álvaro me deja sin palabras, puesto que esperaba oír de él alguna broma al respecto, algo divertido por ese contrato extraño de salud. En cambio, guarda silencio con la cara seria al evitar mi mirada, como  si callara algo que rompe esa confianza que nos tenemos, mientras busca torpemente un condón en su cartera. 

     No me importa, esa mueca de concentración es igual de bonita que su sonrisa, ¿será porque de todos modos me gusta su boca? No, me gusta todo de él. 

     —¿Qué te pasa? —pregunto cuando ya se lo ha puesto, sigue callado.

     —No deberías confiar en nadie que no use condón, Alex.

     —Si es por eso, perdona. Ha sido un lapsus.

     —No, perdona tú por lo que te hago.

     Y lo siguiente que hace me conmueve.  Álvaro toca mi pelo con dulzura, peinando cada mechón de él hasta alcanzar mi rostro. 

     —No tienes que decidir así —continúa al verme callada—, así que si ves que no puedes continuar, podemos dejarlo aquí, ¿de acuerdo?

     Pongo mi mano sobre la suya, que aún permanece en mi mejilla, para poder besarla. Que no se retire, que no me deje. 

      —Esta noche eres tú, Álvaro, esta noche no hay nadie más entre nosotros —digo convencida de que es lo que quiere oir. Solo que su convencimiento propio nada tiene que ver con el mío. Conmigo esa frase no funciona cuando ya sabemos quién está en medio de ambos.

     Álvaro, al fin, se atreve a entrar en mí, me besa al hacerlo y yo lo recibo sonriendo. Su contacto es íntimo, muy sensible, como ha demostrado ser él en todo momento durante estas semanas, e imprime su ritmo pausado y satisfactorio, al igual que se ha dado nuestra relación.

     Y no sé si será cierto lo que le he dicho, ni siquiera sé si él se lo habrá creído. Solo puedo estar segura de que tengo en mis brazos a Álvaro mientras pienso en que me gustaría tener en ellos a Bruno.

     En realidad, a los dos.

Acepta mi café, y cuéntame qué te parece☕️

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro