Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Yo y Los Juicios Morales

La cena consiste en unos aperitivos ligeros, algo de pan untado con distintos patés y una gran variedad de fritos, tanto de carne como de pescado, y todo esto acompañado, al gusto de cada uno, por cerveza o vino. Y como ya pactamos antes de sentarnos, Álvaro y Bruno lo han hecho conmigo en la mesa familiar, a la que tuvimos que añadir no solo el par de sillas de ellos, sino la de Nines a petición del propio Luján.

     Así que imagina qué rato más surrealista me están haciendo pasar entre todos a consecuencia de mi situación actual con los dos hombres que invité a la fiesta. Cuñadas con preguntas morbosas para mí y miradas cursis para ellos, hermanos con advertencias severas para ellos y risitas estúpidas para mí. Mi amiguita es caso aparte, ella cree que no me he dado cuenta, pero  no deja de meterse mano con su amiguito, que para más señas es mi hermanito.

     ¿La actitud de mis chicos, entonces, en tan divertida cena familiar? Pues de diez, ellos han estado correctos, educados y agradecidos con todos ellos, uno porque le han dejado expandir su conocimiento y ha podido hablar de la maduración de la uva y posterior proceso hasta llegar al zumo que muchos de ellos tienen entre las manos, y el otro porque han pensado en él para que realice el nuevo calendario familiar de las féminas Muñoz y han valorado su criterio profesional para que las fotos sean mucho más artísticas que vulgares, todos quieren evitar el estereotipo decoración de cabina de camión.

     —¿Te diviertes? —pregunto a Álvaro que sonríe mientras bebe de su copa, terminaba de hablar con Nico, sentado a su derecha.

     —Digamos que me ha sorprendido la naturalidad de todos ellos, sí.

     —René tuvo buen ojo contigo, supo a tiempo que encajarías en esta panda de locos —le digo mientras le guiño el mío.

     —Yo tampoco me equivoqué contigo al aceptar la cita.

     Álvaro coge mi mano, sé que le gustaría besarla, pero se aguanta las ganas sin querer excederse demasiado.

     —Y a ti también te veo muy adaptado con los Muñoz. —Bruno me mira en cuanto me oye. Y que no me lo niegue, porque le explicaba a la mujer de Cris algo relacionado con la cámara de su móvil y se ha ganado un apretón de mano de su marido como agradecimiento.

     —Me lo ponen fácil, eso es todo, ahora entiendo de dónde te viene ese poder de seducción —asegura sonriendo, y vuelve a mirar a mis hermanos, y a reír con ellos.

     —Recuerda que lo fácil es tenerte al otro lado, no es que ellos hagan mucho esfuerzo.

     Bruno mira mi mano y la de Álvaro,  unidas, en mi regazo, y no tiene reparo en ofrecerme la suya y susurrarme al oído, a continuación:

     —Y ahora sé que no quiero estar en otro lugar.

     Un consejo te doy, que no sé si lo será, pero a mí me gusta la idea que encierra: Déjate caer, mientras dos manos te sostengan nada puede ir mal.

     Dos manos y dos hombres maravillosos, a mis dos lados, que hacen que se doblen la ganas de reducir el tiempo a la mitad para que la fiesta termine de una santa vez.

    —La idea esa del calendario habrá que madurarla primero,  digo yo —dice uno de mis hermanos dirigiéndose al resto en voz alta, para desmadrar más la conversación. 

     Si no, ya verás.

     —¿Eso no lo hacía la uva? —le contesta otro riendo, dando paso a un cruce de palabras en toda la mesa por la diversidad de opiniones.

     —Álvaro debería empezar de nuevo su clase de enología, no te quedó clara.

     —Nunca se me dio bien la teórica, ¿qué te parece si esta vez llenas mi copa mientras me lo cuentas?

     El aludido se echa a reír por verse incluido en las bromas familiares y yo me emociono al verlo tan risueño que quiero besarlo de inmediato. Ganas  que controlo también y que sofoco con una caricia sutil en su mano.

     —Y con la práctica controlas mucho menos. Cuidado y todavía le arruinas la noche a Gabi cuando tengamos que llevarte al hospital borracho perdido.

     No, si dejar de beber deberían de dejarlo todos, porque la conversación va de mal en peor.

     —Gilipollas.

     —Tú hermano se refería a los desnudos de las fotos, cretino —dice quien sale en defensa del primero.

     —Está decidido por nosotras,  no hay nada que pensar ya —dice una de mis cuñadas.

     —¿Es que acaso habéis pensado prohibirnos los desnudos de las fotos?

     —No será cierto, hermanos Muñoz. —Uy, el enfado de más de una se adivina de inmediato. 

     —¡Qué machistas estáis hechos, joder! —Y entonces se escucha el pisotón que le da a su marido, o mejor dicho la maldición que echa él cuando se nota, seguramente, el tacón de su mujer taladrando su pie.

     —Era mejor seguir hablando del vino, duele menos.

     —Y apetece más.

     —No será porque el fotógrafo es guapo, ¿verdad?

     Sí, aquí llega en realidad el inicio del desmadre, cuando Bruno deja de reír para avergonzarse por semejante apreciación de él, viniendo de mi cuñada. Tan mono, tan colorado que se pone, que solo puedo pensar en besar esas mejillas sonrojadas. Yo aprovecho, por supuesto, para decirle que son así de “simpáticas” que se vaya acostumbrando ahora que va a verlas más a menudo.

     —No digas tonterías, mujer —le contesta su marido. 

     —Tonterías las tuyas. Estoy convencida de que si Bruno se pareciera más a vosotros, no habría nada que pensar.

     —¿A nosotros?

     —¿Qué pasa, que no somos tan atractivos como él para un calendario de esos?

     —Oye, que yo todavía tengo mi puntito sexi, vendería más que vosotras.

     —¡Mira la que has liado, idiota!, aquí lo único que tiene que madurar es el cerebro de Gabi, que tiene ya cuarenta años.

     Tras la nueva broma al cumpleañero, es cuando viene el descontrol de la conversación y el disparate final con su conclusión.

      —¿Y si lo hacemos juntos?, pensadlo, haríamos un calendario mixto que se diferencie de otros,  por parejas. —Gabi se venga así de nosotros, de un plumazo. Ha sido un año entero abusando de su nobleza y riéndonos a su costa, hasta que hoy nos pilla a todos con la guardia baja—. Además, ¡qué coño!, el problema financiero es de la empresa familiar, nos corresponde a todos los Muñoz participar en este proyecto para salvarla. —Esto de los cuarenta le sienta fatal, que deje de pensar, por favor. 

     Las caras de asombro del resto,  que dan paso a los murmullos entre las propias parejas, se suceden unas detrás de otras. Y no parecen decepcionados o molestos por la idea de dejarse fotografiar en pelotas. ¿Mis novios? Pues mira, ellos además se ven encantados,  uno porque hará las fotos, el otro porque no termina de creérselo y piensa que es una broma más de su colega Gabi.  

     —Tienes que dejar de oír a Gabi —le digo a Álvaro—, no siempre habla en serio.

     —Se ve un gran tipo. —Por lo visto esa conexión entre ellos no la podré romper, ¡putas motos!

      Me vuelvo a mirar a Bruno, que ya escucha nuevas propuestas del gallinero que montan mis cuñadas, para las fotografías. 

     —¡Y tú, joder, no las motives demasiado o nunca dejarán de pedirte un nuevo trabajo! Te aviso que el hijo de Gabi hace este año la comunión, y Cris bautiza al suyo dentro de un mes.

     —No importa, Alex, me caen bien, estaré encantado de ayudarlos.

     —Ya me tienes en tu cama, no necesitas contentarme.

     Bruno sonríe y me besa la mano, ¡por fin!, gesto del que nadie parece percatarse. O sí, porque Álvaro hace lo mismo riendo con Bruno.

      —¿Y son siempre así de divertidas vuestras comidas familiares? —pregunta Álvaro entrando a nuestra conversación. 

     —No, todavía faltan mis padres —digo de manera irónica. 

     —Pues no te vas a aburrir, tío —le dice Bruno riendo.

     —Ni tú, colega —contesta Álvaro, igual, hasta el punto de hacerme sonreír a mí.

     Lo que está ocurriendo en la mesa se asemeja tanto a una locura colectiva que llego a pensar que la comida puede contener alucinógenos, además de la complicidad mutua de mis novios, hablo de la tontería de mis hermanos. ¿Cómo pueden estar pensando en serio participar en semejante propuesta? Si la de mis cuñadas ya era absurda por salir en las fotos medio vestidas, medio en bragas, esta de incluirnos a todos desnudos es aún peor. 

     —Pero han de ser unas fotografías bonitas, discretas y sencillas. Todavía no me recupero del embarazo —dice la mujer de Cris llevándose el consuelo de la mujer de René, a su lado.

     —No hay problema con eso, te gustará el resultado —confirma Bruno.

     Yo le doy un codazo para luego decirle:

     —¿Qué te dije de no motivarlas?

     —Me provoca ternura, ha sido madre hace poco —me contesta sonriendo.

    —Para controlar tus propios estrógenos adoptas a un hámster o le das un hermanito a Tyrone, que la Protectora sigue necesitando ayuda.

    Bruno se ríe a carcajadas sin saber lo que eso provocará. 

     —¿Qué os hace tanta gracia? —comenta Gabi reparando en nosotros al otro lado de la enorme mesa—. Alex debería hacer ella sola dos meses, vosotros sois dos, ¿no?

     Tengo que golpear la espalda de Álvaro cuando tose por respirar el vino que tomaba. Y eso que no se lo creía. Con Bruno no, él, más serio, se ha quedado estático, y lo que hago es pellizcar su pierna para conseguir que le riegue la sangre. ¿Qué les preocupa?, así se aseguran entrar a la familia por la puerta principal, además, ellos disponen de materia prima en abundancia en cuanto a atractivo se refiere y sus  fotos serían alucinantes.

     —Tú y tus ideas maduras, Gabi, deja de pensar y asustarlos tan pronto. —Mi hermano se lo toma como el cumplido que no es cuando levanta su copa para brindar conmigo—. Y ya que estás de oferta intelectual, ¿por qué no le pides a CC que hagan tres? Una, dos —digo señalando a sus mujeres—, y la de ellos juntos.

     —Inclusión gay, me gusta —aplauden sus mujeres—, y nosotras hacemos otra, juntas, para las chicas.

     A la que decía estar acomplejada por su barriga, ya no parece que le hará llorar una barriguita hinchada.

     —Nos faltarán meses —dice alguien.

     Las risas del resto de la familia no se hacen esperar, el comentario de Nico tampoco.

     —Y  Luján lo hará solo, para incluir a los solteros.

    —¡Mierda!

     A Luján le molesta de veras el comentario que parece excluirlo de la familia, y no porque insinúe nada sobre él y su orientación sexual esta vez, eso se lo pasa por los cojones, seguro, sino porque la docena de miradas están puestas en él mientras le come la oreja a Nines. Del verbo literal: comer, chupar y absorber, no de los figurados insistir y halagar. ¿Será posible que estos dos se hayan puesto cachondos con una conversación tan ridícula y primitiva?

     —¿Qué coño estás haciendo, Lu? —René no puede dejar su lado paternal por un momento, tranquilo. 

     —No pasa nada René —dice ella sonriendo, creo que es el único de la familia que no lo sabe todavía, porque sigue diciendo: 

     —¿Cómo que no pasa nada, Nines? Eres tú. 

     —¿Yo, qué? —pregunta confusa. Y creo que avergonzada, por primera vez en su vida, al verse observada por todos los presentes. 

    —Pues eso, que eres tú.

    Todos callamos ante su débil defensa, incluso mis novios se quedan quietos en sus sillas sin preguntar demasiado de la historia que pueda arrastrar mi familia con Nines y ese «eres tú». Si después de esta noche quieren volver a ver a mis hermanos, sabré que son los hombres de mi vida.

     Pero Luján sale en ayuda de mi amiga, o más bien lo hace para evitar que René diga nada inapropiado de él. 

      —Lo ha dicho por nuestra diferencia de edad, Nines, por si no se me levanta contigo y te llevas un desengaño. ¿No es así, René?

     René echa una mirada de hielo a Luján, que bien podría congelarlo, pero lo que acaba haciendo es calentar a una pícara Nines.

     —¡Ah, vale, joder! —Y ella parece aliviada—. Si es por eso de los doce años, pierde cuidado, René, la vitalidad de Luján me garantiza varios años de plenitud sexual.

     Ya sabía yo que la vergüenza de Nines duraba poco, de hecho todos lo sabíamos porque con su comentario nos hace sonreír. Excepto a René, que se mantiene tenso, y a Luján, que se levanta de la mesa dejando la cena a medias y la conversación por terminada. 

     Que Nines salga detrás de él no contribuye a calmar la incomodidad creada por nuestro hermano mayor, todos tenemos algo que decir. Mujeres incluidas en su gallinero habitual. 

     —No siempre te necesitaremos, René, tienes que saber a quién proteger y a quién no —habla Nico.

     —Somos mayores para vivir solos nuestras vidas, no puedes interceder en ellas sin más —agrega Gabi.

     —Se trata de tu hermano “casi” gemelo, joder,…

     —....y de la pequeña Nines. Debiste ser menos impulsivo.

     A los gemelos se les da genial eso de terminar uno las frases del otro cuando están enfadados, tanto,  que te hacen meditar, el doble, por una culpa que no es tuya, como ahora le pasa a René.

     —Precisamente por eso. Conozco a Luján mejor que todos vosotros.

     Entonces las miradas recaen en mí, el último miembro de la familia en hacer su juicio moral. Y eso que Álvaro y Bruno estaban preocupados por el juicio que les harían a ellos, cuando gracias, esta vez, a René, el resto desvía su atención hacia él, dejándonos a nosotros tres en paz.

     —¿Y tú?, ¿vas a decirme, también, que me he equivocado, ratona? —me pregunta. 

      —No, pero sí te diré que son mayorcitos para saber qué esperar  exactamente del otro sin que nadie intervenga, René. 

     —Ese es el problema,  que Luján espera demasiado de sus relaciones y Nines puede que no lo entienda.

     René está igual de enterado que yo de las preferencias de Luján en cuanto a lo de formar parte de una pareja cerrada, única y fiel, y es cuando entiendo que no estaba preocupado por lo que pudiera pasarle a Nines, sino por la vulnerabilidad de Luján en una relación exclusiva. Dudo de que en eso, mi hermano, tenga mucha experiencia.

     —Entonces, solo nos queda esperar. —Me levanto para darle un beso, uno que mi abrazo, por detrás de él, lo reconforte bajo las miradas acusadoras del resto—. Y al que tendremos que decir que se cuide es a ese tonto de Luján, no vaya a ser que Nines lo deje seco —murmuro en su oído con el nuevo beso.    

     Mi hermano sonríe, y yo, por haber contribuido a ello, me lo tomo como una invitación a contarle mi más reciente historia sentimental. ¿Por qué no iba a hacerlo?, Bruno y Álvaro están de acuerdo en intentarlo y con eso me basta. No quiero comenzar nada con ellos a escondidas de ninguno de mis hermanos, como han hecho Luján y Nines, eso me ahorrará futuros juicios a los que enfrentarme.

     —Escuchadme. Todos. —Apoyo las manos en los hombros de René para  hablar y dirigirme a los presentes—. Sé que soy la menos indicada para opinar sobre lo que otros hagan en sus relaciones, porque no es que yo sepa establecer reglas de pareja precisamente…

     —No, Alex, no, ahora no deberías decir nada —me pide Cruz intuyendo por donde voy con semejante arranque de sinceridad.

     Mis novios me miran serios, puedo adivinar por sus caras de espanto que no quieren desvelar nuestro acuerdo. Bruno niega con la cabeza, Álvaro la baja, avergonzado. 

     Dudo por un segundo, pero lejos de callarme quiero confesarlo todo.

     —Sí, ahora sí, Debo y quiero hacerlo, Cruz. Necesito deciros que Álvaro,  Bruno y yo vamos a intentar una…

     —Ratona, en serio, eso puede esperar a que estemos en el nido.

     —Gabi, no, sería tarde —E interrumpo así a mi hermano—. Saldré de aquí esta noche con…

     —Alex, por favor, no es momento ni lugar…

     —Pero ¿qué coño os pasa a todos, Nico?, solo quiero deciros que…

     —¿Qué ha pasado con Luján, que ha salido corriendo de aquí? —pregunta a mi espalda el inutil de mi ex dejándome con la palabra en la boca.

     Y menos mal que lo ha hecho a tiempo. 

     No quiero imaginar lo que hubiera sido darle explicaciones de mi nueva sexualidad estando mis hermanos presentes, porque sé de sobra que no solo llegarían a escupirle si a él se le ocurre insultarme. Creo que los dos enfados que me ha dado esta noche,  el inútil, con sus intervenciones sorpresas, no serán nada comparado con el que puede provocar en todos ellos, a juzgar por sus caras de disgusto. 

     René se levanta de la silla como el responsable de todos nosotros que es, y en especial de mí, para contestarle.  Y solo se lo dejará claro si me echa el brazo por los hombros, acrecentando la distancia entre mi ex y yo. 

     —Hace tiempo que dejaste de pertenecer a esta familia, inútil, eso no te incumbe ya. —René se pronuncia como yo nunca pude hacer con él.

     —No hace tanto tiempo, cuñadito, ¿verdad, Alex? Deberías hablar más de mi cama con tus hermanos, y no tanto de la de ellos —me dice mientras mira con desprecio a Bruno y a Álvaro. 

     Este sabe más de lo que a simple vista parece, porque esa mirada más que de celos o envidia, hacia mis novios, es de asco.

     A esto es a lo que me refería con lo que él inútil es capaz de provocar:

     Los gemelos mueven sus sillas sin llegar a levantarse por completo porque sus mujeres lo impiden, Nico consigue hacerlo y despega el culo del asiento, solo que su mujer, más espabilada, hace que se siente de nuevo. Y como yo he tenido que abrazar a René para que no se le echase encima, nadie ha podido impedir que Gabi llegara hasta él inútil hecho una fiera.

     —Te largas de aquí. ¡Fuera! —le grita al primer empujón.

     —¡Gabi! —grito yo cuando mi hermano hace que el inútil sonría de manera cínica.

    —¡Llevas toda la noche jodiendo con tus comentarios! —insiste Gabi.

     Miro a mi hermano, extrañada por su confesión, y solo veo su nuevo movimiento. Un empujón que hace que el inútil retroceda varios pasos.

     —¡Deja de llorar y ten huevos para afrontarlo! ¡Alex te dejó! —sigue gritando, y empujando.

     —¡Gabi! —Y yo tratando de detenerlo.

     Pero ahora es René quien no me deja de abrazar. 

     —Ya no pintas nada en su vida, ¡y en la mía, mucho menos! —Y con este último empujón,  Gabi se asegura de que el inútil alcance la salida.

     El silencio se ha hecho en el local, en nuestra mesa y en todas las demás, solo la música se oye con su ritmo de pop noventero. Corro a ver a Gabi, sé que le ha dolido deshacerse de su amigo de esa manera tan agresiva. Le cojo la cara para que solo me mire a mí.

     —Ya pasó, cariño., ¿sí? Todo está bien conmigo.

     —No, ratona —dice con un lamento—, la pesadilla no ha hecho más que comenzar para ti.

 Acepta mi café y dine qué te parece ☕️   

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro