Yo y El Poliamor
Mientras regreso al piso de Álvaro, esta vez en mi propio coche, llamo a mi madre. No tuvimos la mejor de las despedidas y no quiero que se preocupe por mí.
—Miro la puerta de la calle y no me puedo creer que te hayas ido de esa manera, Alex, y llevándote a Lexi tan temprano. ¿Sabes que tu padre ha querido llamar a la policía?
—Me lo imagino, mamá, y siento el susto que os he dado.
—Pero ¿estáis bien?
—Por ahora sí, y tenías razón, necesitaba aclararme.
—Y me sorprende que lo hayas conseguido en tan poco tiempo. —A mi madre no hay quien se la cuele, ni por teléfono consigues engañarla.
—No lo he hecho, pero al menos me lo tomaré con calma.
—Pues menos mal, porque ya no sé cómo pedirte que aminores el ritmo.
—Ya, por eso Dani me echará una mano con Lexi ahora que…
—¡¿Dani?! —grita tan fuerte que me tengo que apartar el teléfono de la oreja. Lo siguiente que oigo, que no es difícil por cómo sigue gritando, es que le dice a mi padre que me he vuelto loca, que me han perdido.
—Mamá…, escucha —le pido sin querer hacer más drama por culpa de mi ex—, no hemos vuelto. No estoy en ese punto, por dios.
Pero nada, ella sigue. Y sigue diciendo no sé cuántas burradas más, algo de encerrarme bajo siete candados, con siete llaves, si así evita que el inútil me convenza de regresar con él.
La tentación de colgar la llamada es irrefrenable, pero entonces me acuerdo de su propio sufrimiento con Dani y dejo que lo siga llamando inútil. Mientras me grita, habla también con mi padre y recuerda los óvulos “caducados” de mi ex suegra, yo he llegado a casa de Álvaro.
—¿Y vas a quedarte callada?, ¿no me vas a decir nada más? —pregunta de repente.
No creo en las señales del destino, pero en este momento veo dos: haber llegado a la puerta de la casa donde me esperan Bruno y Álvaro y que mi madre haya escogido esas palabras, precisamente. Todo hace que me cuestione si el universo no me está diciendo que es el momento de decirle a ella que estoy con dos hombres. No uno, no un ex. Dos, y para mucho más que pasar un buen rato. Son dos hombres con los que me planteo tener algo más que una sexualidad plena. Yo quiero que me acompañen a lo largo de mi vida, como poco.
—Si me dejases hablar te diría que ahora mismo estoy a punto de llamar al timbre de la casa de Álvaro, y que Bruno está con él, esperándome. Los dos, mamá. Juntos. Y esperan por mí. Y yo voy a verlos porque estoy con los dos.
—¡¿Cómo que estás con los dos?! —quiere saber de inmediato por cómo me ha gritado.
El destino se ríe a carcajadas y el universo parece haberse cagado encima de mí. Soy mala interpretando sus señales.
Mira que soy ilusa por pensar que mi madre lo entendería. A Dani y a la gente que pueda rechazar mi relación con Bruno y Álvaro, cuando lo sepan, he de añadir a mis padres, los que más me preocupan. Siempre fue la opinión de ellos la protagonista de esas “pesadillas”, a los que jamás querría decepcionar.
Pero ahora que Dani me ha hecho entender que cualquier pesadilla que pueda tener a partir ahora solo se deberá a un mal sueño, y que ni él ni nadie que esté fuera de mi burbuja triangular debería opinar sobre cómo quiero gestionar mi vida sentimental, y sexual, estoy más que lista para comenzar a defender a Bruno y a Álvaro de cualquier ataque que nos quieran hacer por amarnos libremente.
Incluidos mi padres, así los quiera a rabiar.
—Pues eso, mamá, que mi problema siempre fue creer que tenía que decidirme por uno de ellos, para que me hiciera olvidar a Dani, cuando ya tenía hecha mi elección de que serían los dos.
—Alex Muñoz, repito, ¿cómo que estás con los dos? ¡Y no vuelvas a llamarlo Dani!
Me gustaría sonreír, pero ahora mismo no puedo.
—¡Los dos, mamá, los dos! Y si no vas a ser capaz de apoyarme cuando el resto del mundo se ponga en mi contra, te pediría que, al menos, no los ayudes a condenarme.
—¡¿Que no interfiera, dices?! —pregunta sin querer oír mi respuesta, porque sigue con sus gritos—. Se te acabará yendo de las manos, Alex, ¡por dios, que son dos!
Y dale con su insistencia, como si yo no supiera de sobra que sumamos tres.
Pero es mi madre, y no quiero pagar con ella lo mal que me siento, ya no solo por haberme metido en una cama con Álvaro y Bruno sino por irme de ella sin ser lo que realmente quería hacer, pensando en los demás antes que en ellos mismos, que son los que me importan de todo esto.
—¿Y qué te preocupa tanto, mamá?, ¿qué me quieran el doble que a cualquier otra persona?, ¿o que yo me sienta comprendida, admirada y deseada el doble? A lo mejor es que temes que sonría cada día porque dos personas me hacen el doble de feliz, ¿no?
—Temo que ellos te lastimen, Alex, y te dejen tirada por esa partida doble.
—Ellos no lo harán —exclamo con orgullo.
—¿Y qué si lo hacen y te dejan hecha una mierda, cariño? Me mataría verte llorar, de nuevo, mientras te refugias en tus animales porque te ves decepcionada una vez más de los humanos.
Y ahí está su propio temor conmigo, yo y mi felicidad.
—Eso ya lo hizo Dani y logré recuperarme, mamá.
—Dani, Dani, Dani, ¿es que ya te han jodido el cerebro esos dos?
Me hace sonreír, pero de verdad, con la alegría que me da haber recuperado a una amiga del pasado, una confidente del presente y una madre sabia y, ojalá que se equivoque, visionaria de mi futuro.
Dani habrá podido cambiar de nombre para mí, sin embargo jamás dejará de ser el inútil para ella, y lo que él me hizo sigue asustándola.
—Alex, mi vida, ven a casa y lo hablamos con calma, ¿vale?, puedo calentar tu café.
Jamás se dará por vencida, para que veas qué cromosoma me dio la testarudez que tengo.
—¿Cambiaría en algo tu opinión de las cosas si voy, mamá? Porque ahora mismo necesito antes hablar con ellos dos.
Me falta solo llamar al timbre del piso, que no me haga llorar, por favor.
—Puedo decirte que te escucharé cuando me cuentes todo, sin entrometerme, pero no te prometo entenderlo tan pronto. Son dos y antes debo ver que no te equivocas, que no te lastimarán y que ellos son tu felicidad.
—Estaré bien, te lo aseguro. Por Lexi. No permitiré que me vea así una vez más.
—De acuerdo, mi vida, haz lo que tengas que hacer, te estaré esperando —admite más calmada—, ¿y ya has pensado en cómo vas a decírselo a tu padre?
Vaya, ahí sí que he de tranquilizarla.
—Mamá, el verdadero rottweiler en casa eres tú, él es más como un San Bernardo que prefiere dejarse mimar.
—Tú y tus bichos —dice ya convencida.
—Yo y ellos, mamá —admito sonriendo—. Te quiero.
—Cuídate, cielo. Y recuerda que el nido sigue aquí para ti.
Tal como le doy las gracias y ella me manda su beso de apoyo, levanto la mano para llamar a la puerta y así volver con ellos.
Estoy conectada al chat familiar, pero sin hablar con ninguno de mis hermanos. Todos ellos se verán en unos minutos para despedir a Nico en el aeropuerto, y como yo no tengo ánimos de verlos me mantengo al margen de la conversación.
Cuando le dije a mi madre que me cuidaría, no creí que lo diría por este motivo. Me cuido, y mucho, de que mis hermanos me vean después del nuevo fracaso amoroso que he tenido, no quiero verlos de nuevo organizándome citas a ciegas con sus candidatos.
La puerta de la casa de Álvaro jamás se abrió, esta mañana, y esperé tras ella más de veinte minutos, no creas. Pero ese mutismo desde el interior era evidente para cualquiera, no necesité que nadie me aconsejase que me fuera de allí.
Regresé a mi casa, sola, no había motivo para volver a separar a Lexi de su padre y que se viniese conmigo.
Y como ninguno de mis hermanos sabe de mis pesadillas de anoche, la posterior huida de la cama de Álvaro y Bruno de madrugada, la esclarecedora charla con Dani esta mañana o la última discusión que tuve con nuestra madre, después, aquí estoy, en mi sofá, leyendo a escondidas el chat familiar mientras intento no decirles nada. Lo de no culparme por ser tan estúpida aún no lo consigo.
Gabi: ¿YA SALIS PARA EL AEROPUERTO?
Cruz: 5 MINUTOS.
Nico: YA LLEGAS TARDE, CAPULLO.
Gabi: QUIZÁS VAYA EN LA MOTO DE ÁLVARO, TOTAL, NO SÉ NADA DE ÉL, TODAVÍA, Y NO IMPORTARÁ QUE LA COJA UN POCO MÁS.
Pego el bote en el sofá y miro el reloj en el móvil. Hace doce horas que salí del piso de Álvaro, ocho y media desde que volví a él. Y ocho y veintinueve minutos que no dejo de llamarme gilipollas, infantil y mezquina. Y otras cuatro horas, para que conste mi estupidez, en las que no he dejado de beber café mientras suena a todo volumen la puñetera canción de Bruno y veo carreras de motos GP en la tele si así me acuerdo de ellos.
Cris: NORMAL, TU HERMANA ESTÁ CON ÉL.
Cruz: Y ES POR ESO QUE ELLA NO SE MANIFIESTA TODAVÍA 😜
No, no lo estoy.
Me levanto del sofá, preocupada. ¡Han pasado doce horas, joder!
Su moto, es su moto, jamás la prestaría así.
¿He dicho ya que es su moto, y que si por él fuera la llamaría “su hijo”?, porque se le parece mucho teniendo en cuenta el amor que le tiene. ¡Pues igual que Bruno ama y se hace cargo de Tyrone!, ¡ay, dios, no estará ese perrito solo porque su dueño también ha desaparecido, ¿verdad?!
Yo: …
Y me detengo antes de escribir.
No tiene sentido alarmar a mis hermanos diciéndoles que Álvaro no está conmigo, que no sé nada de él desde que me fuí como una gusana, arrastrándome para no hacer ruido, de su cama. Querrían que fuera al aeropuerto con ellos para darme de tortas por ser yo la culpable de todo esta vez.
René: ¿ALGUIEN SABE ALGO DE ALEX? ES RARO QUE NO VENGA A DESPEDIR A NICO.
Nico: RARO ES QUE NO HAYÁIS SALIDO YA PARA EL AEROPUERTO, 😡
Gabi: LLEGO A TIEMPO, VOY EN MOTO. JA JA JA.
Yo: ...
Que no se atreva a coger esa moto.
No puede ser que todavía Álvaro no haya ido a recogerla, me preocupa. Voy a marearme. La cabeza me va a explotar
Cris: SALGO.
Nico: YA ERA HORA, LUJÁN ME TRAJO HACE RATO.
René: ESE ES OTRO. ¿DÓNDE PASÓ LA NOCHE? TUVIMOS QUE LLEVAR A NINES A SU CASA. IMAGINAROS LO QUE SOLTÓ POR ESA BOCA.
Nico: QUIERES SALIR YA, JODER! QUE EL AVIÓN DESPEGA Y NO TE VEO.
Mierda, salgo del chat para no acabar de los nervios. Porque ahora no solo estoy preocupada por Álvaro, sino también por Luján. Para que mi hermano no haya querido quedarse a despedir a Nico ha de estar bien jodido con el resto de la familia. O avergonzado.
Lo llamo, y nada.
Luján me hace insistir un par de veces sin obtener repuesto, hasta que recuerdo nuestro acuerdo personal: Ratona, tres privados con un solo emoji, y sabré que me necesitas para hablar. Y esto lo requiere, no abuso de su confianza.
Yo: ❤️
Yo: ☕️
Yo: 🏍
Los envío y no es que Luján responda de inmediato, precisamente. Me da tiempo a imaginar mil y una torturas contra él para el día en el que de verdad lo necesite y no esté disponible.
➡️¿QUIERES DECIRME ALGO, RATONA?
YA BASTANTE NERVIOSA ESTOY, NO ME CABREES.➡️
➡️ TRANQUILA, SOLO BROMEABA, ¿PARA QUÉ ME NECESITAS?
➡️¿QUÉ TE PASA?
¿POR DÓNDE EMPIEZO?, ¿POR PREGUNTARTE QUÉ COÑO TE PASA PARA NO DEJARTE VER?, ¿O POR HABLARTE DE LO QUE LLEGUÉ A HACER ANOCHE CON BRUNO Y ÁLVARO?➡️
➡️ME HAGO UNA IDEA CON ELLOS, SEGURO QUE SE LE PARECE MUCHO A LO QUE YO ESTUVE HACIENDO.
PERO ¿TÚ NO ESTABAS CON NINES?➡️
➡️¿ESTABA ELLA CONMIGO O CON MI AGUANTE?
➡️PORQUE TODAVÍA PUEDO SATISFACERLA, ¿NO?,
➡️¿Y POR CUÁNTO TIEMPO SERÁ ESO? YA CASI TENGO 50‼️‼️‼️
Vaya, otra crisis de edad que tengo que solucionar.
Si quería una distracción que no me hiciera pensar en lo que hice con Bruno y Álvaro, ya la tengo. Este Luján es bueno para evadirme de los problemas, claro, pero dudo de que esta vez lo haya hecho intencionadamente, más bien adivino que quiere hablar de él mismo, por la rabia que leo en sus exclamaciones.
Por eso lo llamo.
—¿Tienes la respuesta a mi dilema con Nines, ratona? —me pregunta sin esperar a saludarme.
—No, cariño, y no sabía ni que lo tuvieras siquiera cuando tú eres más fuerte que yo. ¿Qué os pasa?
—Pues que no alcanzo a saber la verdad de sus expectativas sobre mí. Si hablamos de sexo, lo que tenemos está bien. Nines es divertida e imaginativa, y hasta podría llegar a sustituirla algún día si no funcionamos, juntos. Pero eso es precisamente lo que me jode, pensar que no funcionaría, porque como pareja, creo que Nines es única.
Le ha dado más fuerte de lo que pensé.
—Ay, Lu, no creo que yo pueda ayudarte demasiado, recuerda que soy novata y que llevo un mes sumergida en mis propias dudas poliamorosas.
—Y son una mierda, ¿a que sí?, ya te lo dije.
—Amargo —confirmo como si fuera él en una de sus enseñanzas cafeteras conmigo.
—¿Quieres que ahora hablemos de vosotros tres?
—Ah, pero ¿en algún momento hemos hablado de ti y de Nines, antes? —Sonrío.
—No quiero equivocarme con ella, Alex. René tenía razón cuando dijo que se trataba de Nines, no es como si se lo planteara a otra mujer, ¿y si no me gusta una relación cerrada?, ¿y si por el contrario soy yo el que me adapto bien y luego es ella la que me deja cuando madure junto a un tío doce años mayor? Sería incómodo volver a vernos en familia, como anoche.
Ahí está su verdadero dilema, la diferencia de edad.
—René debería de expandir su conocimiento y escribir un libro de autoayuda sexual. Podría llamarlo algo así como: Deja de pensar para que los genitales te funcionen.
Luján se ríe a carcajadas.
—Será por eso que tu cuñada no le pide el divorcio, estará contenta —dice riendo todavía—, porque eso de pensar y René no van de la mano que digamos.
—Pero es el mejor de nosotros descubriendo sentimientos, Lu, y eso unido a su instinto paternal te da una gran enseñanza.
—Negaré siempre que te lo admití con orgullo de ser su hermano pequeño.
—Lo sé, tonto, jamás se lo diré. ¿Y sabes también quien es bueno dando confianza para afrontar miedos?
—¿Quién?
—Dani. —Su silencio no me gusta—. ¿Lu, estás ahí?
—Esa conversación podemos dejarla para cuando me sienta tan frustrado que necesite partir cabezas.
—Otra gallinita como mamá y René, pendiente de sus polluelos —recalco con ironía.
—Se trata de tu ex, Alex, ese capullo que mete ideas en la cabeza de tu hijo y por el cual sigues pagando un préstamo desorbitado.
—Es cierto que Dani y yo hemos estado hablando y acercando posturas por el bien de Lexi, Lu, pero ni de lejos se asemeja a una reconciliación.
—Pues me dejas más tranquilo, joder, porque no oía su nombre desde hace años y me has asustado.
—Creo que ya no me duele hablar de él.
Luján suspira, parece cierto que le devuelvo su tranquilidad.
—Antes de que os volváis los mejores amiguitos, ratona, prométeme que me llamarás si él cambia de opinión contigo y sigue insistiendo. No voy a permitir que caigas de nuevo en…
—Está bien, Lu, pero tendrás que ponerte a la cola —digo riendo al ver la influencia de Nines en él—, mamá va antes, y creo que Gabi es el siguiente después de que lo echara anoche de su fiesta.
—¿En serio?
—Tengo la tarde libre, y la noche no pinta mejor, ¿quieres un café y te lo cuento? Acabó llorando.
—Le van a sentar fatal los cuarenta.
—Pues como a ti los cincuenta.
—Voy para allá, ve haciendo un litro de café.
Y con esa despedida sé que Luján y yo todavía tenemos mucho de lo que hablar. Y no solo será de Gabi
La casa de Luján está a menos de veinte minutos de la mía por la circunvalación de la SE30 y, calculando ese tiempo de excaso tráfico, un domingo por la tarde, tuve de sobra para hacer otra cafetera. Pero mi hermano tenía mucho que decir, otro tanto sobre lo que opinar y demasiadas recomendaciones que hacerme en mi nueva situación sexoafectiva, como la llamó él, así que acabamos abriendo una botella de vino y llamando al Telepizza porque se nos echó la noche encima. Nos dio incluso por el amor de hermanos y llamamos a Nico. calculando que ya estaría en Londres, para así excusarnos por ser los únicos Muñoz que faltaron en el aeropuerto para decirle adiós, y luego entramos al chat familiar para dejar ver que estábamos bien. Que ambos utilizáramos el teléfono también para llamar a Nines, Álvaro y Bruno respectivamente fue un disparate añadido a los efectos amorosos del vino, sobre todo porque ninguno de los tres fue capaz de responder siquiera a nuestros mensajes posteriores. En realidad miento respecto a Nines, ella sí me contestó a mí en privado para decirme que alejase a mi hermanito de ella.
—Espero haber aclarado tus dudas, ratona —dice Luján cuando coge su abrigo para marcharse.
—Bueno, ha sido de gran ayuda saber que toda aceptación poliamorosa conlleva un periodo de adaptación, que no me he convertido en un ser miserable por haberme ido de casa de Álvaro hasta aceptarme yo misma por temor a Dani.
—Y trata de no pensar más en el mensaje que les has enviado.
Mierda, lo malo es que fue un audio y se me debió oír de pena en él.
—Se habrán acojonado al oírme decir que los quería, que los necesitaba y que no me hicieran sufrir demasiado porque yo con los ex que me lastiman no vuelvo jamás.
—Yo lo hubiera hecho —comenta divertido.
—Dios, es cierto que soy un ser miserable —me quejo cuando recibo el abrazo de mi hermano.
—No digas tonterías, y ellos tampoco lo son porque no te llamen todavía. Cada cabeza lo gestiona a su manera, cariño, y eso es lo difícil de organizar siendo tres personas las implicadas.
—¿Llegarán a entender que me marchara sin decirles nada?
—Claro que sí, o no serían los adecuados para ti. —Luján sujeta mis brazos, quiere darme su última lección sin perderse detalle de mis ojos—. Piensa que necesitabas deshacerte de las “pesadillas” del inútil, no te culpes por eso, y que en cierto modo la aprobación de mamá era fundamental para dejarte avanzar con ellos.
Es tan parecido a René en cuanto a lo de protegernos al resto, que CC tienen razón, son casi gemelos. Sonrío.
—¿Por qué todavía presiento que habrá ocasiones en las que dude de conseguirlo?
—Porque seguirás relacionándote con la gente, cariño, y a cada cual sus diferencias querrá darte sus opiniones.
—No acabará nunca, ¿verdad? —admito derrotada cuando Luján besa mi frente.
—Habladlo, y habladlo mucho, por favor. Porque Álvaro y Bruno también pueden tener familia, amigos o conocidos que quizás no compartan vuestra opción, y os pase esto de nuevo.
—Yo he tenido suerte con vosotros. —Y me acerco a besar su mejilla.
—La suerte no quita lo valiente que fuiste anoche frente a todos por sentaros, juntos, a nuestra mesa.
—¿Se habrán asustado, ellos, por eso? Mira que a veces pienso que la comparación de una granja identifica a nuestra familia más de lo que creemos. Estamos medio locos, medio asalvajados.
—Si fue eso, es que tienen menos pelotas que el inútil para pertenecer a la familia —dice enfadado por ser uno de los animales de mis hermanos—. No vamos a cambiar ahora, Alex.
—Ni yo quiero que lo hagáis, yo amo a todos mis bichitos como son.
Nuestro abrazo antes de abrir la puerta me reconforta. Y sé que a él, para enfrentar lo que siente por Nines, también.
Vuelvo a entrar al piso con el ánimo por las nubes. Si ya lo he aceptado, negado y, de vuelta, aceptado otra vez, solo tengo que hacer que ellos me perdonen por irme y quieran volver a verme.
El timbre suena cuando estoy recogiendo la cena, y me sobresalta. Lexi está con Dani, y a estas horas ya dormirá para el cole de mañana, mamá prometió esperar a que esté preparada para contarle mis planes, y el resto de la familia está al tanto de que estoy bien.
Y el último de ellos acaba de irse.
Abro la puerta con el corazón bombeando a mil por hora. Como sea Nines juro que se la cierro en la cara por haber hecho que me ilusione.
Acepta mi ☕️ y dime qué te parece.
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