Ellos y Yo
Tras un inicio demoledor de la noche para Álvaro, cuando vio a Bruno en la puerta del lugar de la fiesta, a la que no sabía que también estaba invitado, el posterior encuentro de ambos con Alex no fue nada esperanzador. Y es que la mujer que le disputaba a su amigo como posible sustituta de Patricia, quien seguía siendo la única dueña de sus pensamientos racionales e impulsos carnales, todavía no se decidía por él como pareja definitiva.
Y Bruno no estaba en mejor posición, su cara delataba su enfado.
Bruno comenzaba a enamorarse de veras de Alex, todo un error, porque solo el hecho de pensar que su amigo Álvaro también la necesitaba, lo ponía en un dilema; ¿confesaba la verdad de la cita a ciegas orquestada y pactada previamente entre ellos, que le permitió conocerla?, eso conllevaba el riesgo de que Alex no quisiera saber más de él, y en consecuencia tampoco vería a Álvaro, ¿o guardaba silencio para estar con ella hasta que se enterase?, después de todo así también le concedía tiempo a su amigo.
Por eso, cuando Álvaro vio que Alex los dejó a solas y se fue, abriendo la posibilidad, un tanto extraña, de mantener una pareja con los dos, no pudo contener su curiosidad, la que no era del todo sana por cómo miró a Bruno.
—¿Qué ha pasado con vosotros dos, ahí fuera? —preguntó Álvaro desde la irritación que le provocaba estar tan cerca de Bruno. Porque si Alex llegaba a enterarse del secreto que guardaban, no tenía dudas de que acabaría con el momento tan bonito que atravesaban, juntos.
Sin pensar en Patricia.
—Hemos estado hablando. Te lo dejó bien claro.
Bruno no se atrevió a mirar a su amigo a los ojos, era consciente de que había jugado sucio con ese beso que no quiso evitar, en cambio, no perdió detalle de Alex y de cómo esta intentaba alejarse de sus hermanos, a los que tampoco se les escapaba una respecto a lo que pudiera pasarle a la pequeña de ellos.
—Te conozco, Bruno —dijo Álvaro dispuesto a seguir compitiendo con él. Algo le ocultaba su amigo, porque en todos esos días que llevaban disputándose la elección de Alex siempre supieron de los avances del por conquistarla, excepto que se verían en la fiesta, esa noche, en igualdad de condiciones.
—Entonces ya sabrás que no solo hablamos —contestó Bruno. ¡Álvaro no debió preguntar estupideces, él no quería decirle lo que sentía por Alex! Eso los hacía vulnerables, a él por dejar expuestos sus sentimientos, a Álvaro porque los suyos eran más que evidentes.
—Es otra cosa la que te preocupa. Ayer también la besarías en tu cita, y no por eso ella me ha pedido que no venga hoy.
La cara de Bruno se oscureció de rabia, la que le provocaba oír eso, porque Álvaro seguía interponiéndose en la pareja que quería formar con Alex. La noche anterior fue tan especial, para él, que por un instante estuvo tentado de desvelar el secreto de la falsa cita a ciegas, aunque eso supusiera que ambos la perdiesen después. Porque si no había pareja para él, tampoco la habría para Álvaro.
Se armó de valor, así el dolor se lo comiera por dentro.
—Alex no decidirá nunca, se ve incapacitada. Quiere estar con nosotros sin que ninguno se lo impida.
Álvaro buscó los ojos de su amigo sorprendido por semejante revelación, la que no dejaba de ser la petición de la misma Alex.
Y por primera vez en todos esos días, ambos encontraron la mirada sincera del otro.
—¿Y tú estarías dispuesto a consentirlo? —preguntó Álvaro sin poder creérselo.
Porque él no. Ya tenía bastante con Nacho, no quería cogerle asco también a su amigo.
—¡Es, Alex, joder, Álvaro!, ¿cómo quieres que no lo haga?
Bruno carecía de argumentos sin confesarle su temor a perderla.
—No sé, con un poco de cordura, ¡de estómago, joder! —insistió su amigo—, porque para mí es tan fácil como pensar que verá a otro tío y que se dejará acariciar por él. ¡Que el tiempo que no esté conmigo, será porque el otro me lo está quitando!
Álvaro lucharía con todas sus fuerzas por no verse de nuevo perteneciendo a un triángulo amoroso. Con Bruno no. Han sido muchos años juntos, y le debía tanto en los últimos meses, que con solo pensar que si no funcionaba entre ellos, y su amistad terminaba, ya se le revolvía ese estómago del que hablaba.
—Pero es que ese otro tío eres tú, Álvaro, podría vivir con ello, no es como si te acabara de conocer, si no, mira la de años que hace que nos conocemos, ¡si hasta te debo que me consigas los trabajos de publicidad en las Bodegas!
—No digas tonterías, Bruno, ese trabajo te lo ganas. Y solo hablas así porque no me ves rival para ti, crees que yo no voy a enamorarme de ella mientras lo esté todavía de Patricia —le pidió Álvaro con severidad.
—Lo digo por eso precisamente, gilipollas. Tú aún no lo sabes, pero estás a punto de enamorarte de Alex y te será imposible dejarla después.
Bruno le puso la mano en el hombro y Álvaro se contrajo por la proximidad del contacto, debían tener cuidado delante de los hermanos de Alex, ellos no “se conocían”.
Y fue así cómo Álvaro supo que pertenecería a ese triángulo que Bruno cerraba en la otra punta. No quería que Alex sufriera cuando descubriese su secreto, no quería condenar a Bruno a estar sin ella.
—Mierda, Bruno, le mentimos al inicio, ¿qué pasará cuando lo sepa?
Álvaro se asustó, no quería pensar en eso, pero todos los escenarios catastróficos posibles se dieron en su cabeza; Alex lo dejaba mientras le hacía culpable por su estúpida idea de enviar a su amigo en su lugar, o Alex culpaba a Bruno, quien no debió acudir nunca a esa cita a ciegas, y como consecuencia lo dejaba a él, ¡y aun así se reía por su estúpida y genial idea de enviar a su amigo en su lugar!
Sí, definitivamente, Alex lo dejaría.
Cuando vio la cara de pánico de Bruno supo que su amigo pensaba en los mismos escenarios, solo que en su caso había un importante cambio de protagonista, uno que Álvaro podría jurar, estaba ya enamorado.
Ambos miraron a Alex entrar al baño, como dijo que haría, mientras les daba tiempo a ellos de meditar la respuesta a su petición de poder estar con los dos.
Sin mucho más que pensar, Bruno dijo:
—Ella misma es el motivo por el que no podemos dejar que lo sepa.
Porque al menos mientras él pudiera, Alex no se enteraría de la verdad.
—Pero lo hará algún día, Bruno. —contestó Álvaro metido en su papel trágico.
—Con más razón se merece que estemos con ella hasta entonces, ¿no crees?
—¿Y cómo lo haremos? ¿Seguiremos jodiendo al otro cuando regrese de verla?
Volvieron a mirarse a los ojos.
—No, eso debe cambiar entre nosotros. Me conformo con no saber demasiado de lo vuestro —dijo serio—. Venga, tío, podemos hacerlo. Recuerda que ella es la que está ahí, al otro lado.
—Capullo. —Pero Álvaro no lo dijo como insulto, porque Bruno sonrió—. Alex está esquivocada contigo, eres un puto envaucador cuando hablas —afirmó él también sonriendo, mientras se dirigía al baño para verla, seguido de su amigo.
—Y tú, un cabrón con ideas muy convincentes y retorcidas. El detalle de la chimenea en la sierra fue muy sucio, por no hablar de meter a Lexi en vuestros planes.
—Recuerda que yo no puedo invitarla a tomar café, ahí los superas tú —dijo Álvaro encogiendo sus hombros.
—Aún no comprendo por qué le dijiste que no te gustaba tomar café.
—Ni yo.
Al fin se les veía sonreír y hablar como siempre.
—Habla tú primero, ¿quieres?, sigues siendo el mejor en eso —le pidió Bruno a Álvaro cuando se dispuso a abrir la puerta del baño.
—Total sinceridad. —No fue una pregunta, pero los dos asintieron con la cabeza.
—Total.
Y así fue como entraron sin llamar, a una relación a la que habían sido invitados los dos.
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