Bruno y yo
—Estoy a punto de irme y todavía no me preguntas por mi nochecita con Luján.
Gracias, Nines, lo había olvidado. Y es que mi cerebro a veces tiene esa capacidad, yo me niego a retener en la memoria información que sé que puede perjudicarme y él, solito, reinicia. Claro que si además yo le suministro trabajo extra por estar pensando en “imposibles soluciones” pues mira, casi es mejor dejarlo vacío de vez en cuando.
—Soy su hermana pequeña, por dios, Nines, no lo haré.
—Pero también eres mi amiga.
—Ya, solo que las amigas no siempre comparten sus secretos de cama.
—Siempre lo hago contigo, no creo que por ser tu hermano tenga que ser diferente ahora —me dice Nines al tiempo que yo me estremezco fingiendo repelús por el tema.
Mi amiga se quita la bata de su uniforme y la deja en el perchero mientras yo me preparo un café. Sí, estoy de guardia lejos de la presión de mi madre, y no, no será el único que me tome.
—Guárdatelo esta vez, de verdad. Me conozco hasta el más mínimo detalle de tus orgasmos, porque no solo me hablas del ritmo y la intensidad de ellos, sino que sé cómo los consigues en cada momento.
—Agradezco al universo haberme hecho tan afortunada, por eso le devuelvo el favor mientras comparto con otras mujeres mis experiencias.
Naturalmente, hago rodar mis ojos, Nines está en plan sexóloga y no dejará de expandir sus conocimientos.
Pero al menos intento calmarla de nuevo.
—Por eso mismo comprenderás que no quiera enterarme del minuto exacto en el te lo proporcionó mi hermano ni, mucho menos, qué tuvo que hacer para que gritases.
—Fueron varios —admite orgullosa.
—Y ese dato estaba de más para mi salud mental.
Pronto no tendré que fingir incomodidad con el tema, porque si Nines sigue empeñada en contarme lo suyo con Luján voy a quedarme gilipollas de tanta desconexión cerebral.
—Eso que te pierdes, aunque claro, la que debería contarme los suyos eres tú, que no sé nada de tus avances a ciegas.
Pues mira, precisamente mis avances con Álvaro, hoy, hacen que lo tenga todo un “poco’ más claro. Un “bastante” más claro si todavía puedo notarme la sonrisa en la cara desde que me dejase esta mañana aquí en la clínica. Un “mucho” más claro, teniendo en cuenta que no he pensado para nada en Bruno.
Mierda, hasta ahora que Nines me hace hablarle de ellos.
—Creo que este fin de semana, de la fiesta de Gabi, será definitivo. Pero para cerrar este capítulo extraño de mi vida tengo que hablar antes con Bruno.
Y es únicamente con él. Porque desde que saliese esta mañana de las Bodegas y me montara en la moto de Álvaro, al cobijo de sus bolsillos, no he dejado de imaginar una relación entre nosotros y la manera de evitar que se rompa. Quiero intentarlo, pero antes tengo que poner fin a lo que sea que tengamos Bruno y yo, lo nuestro no será posible si voy a lastimar a Álvaro.
—La decisión que tomes será la correcta —me dice Nines desde el cariño de hermana, hoy más que nunca, porque seguro que Luján la coloca en el mismo dilema que me encuentro yo, nada seŕa completo con mi hermano a menos que ella lo comparta con otros.
Me acerco a Nines y la abrazo bajo su gesto de sorpresa.
—¿Y este cariñito tan tierno? —pregunta con sonrisa nerviosa.
—Por si el cretino de Luján no te lo dió.
Y de nuevo pienso en Bruno y en lo diferente que ha demostrado ser de mi hermano, lo lejos que queda ya aquella primera llamada que me hizo enfadar, por culpa de su extraña propuesta para conocernos. La ausencia de sus propias emociones conmigo no implica que no me haga sentir a mí algo bonito por él. Bruno sí me abraza, a él nunca se le pasaría por alto nada que tuviese que ver conmigo o mi bienestar ¡Y cómo lo echo de menos cuando no lo veo, joder!
—No tomes mucho cafelito, o tendré que chivarme a mamá.
Nines se despide como lo que es hoy, la hermana que me faltaba para completar la neura familiar con mi salud. Y yo aprovecho que ella ha fundido parte de mis recuerdos de las últimas horas, con Álvaro y Bruno, para trabajar.
Tras revisar a un par de pacientes caninos, que tenemos ingresados en las cabinas de hospitalización, y comprobar que en breve saldrán de aquí, hacer las compras para el dispensario de esta semana y realizar la inspección y limpieza de las gateras, me preparo la cena, no es como comer en casa, pero rodeada de mis bichitos casi que me siento en familia. Y mientras ceno yo cada noche es inevitable que recuerde que esta semana la despensa de la protectora sigue bajo mínimos.
Hace días que no compruebo el perfil de Instagram y los posibles patrocinadores de nuestro proyecto, y lamento no tener la cabeza en el rescate del refugio ahora mismo. Últimamente parece que solo me importara estar allí con Bruno, como ha ocurrido esto dos semanas que hizo la ronda conmigo, más que el bienestar de mis propios animales.
Abro la aplicación y apunto estoy de atragantarme al verlo, ¡Joder! El propio Bruno se ha encargado de darle promoción al perfil con las fotos que les hizo, los seguidores se han multiplicado por mil. Y encima cuando leo más de un mensaje, no termino de creer la ayuda económica que recibimos de ellos.
Naturalmente llamar a Bruno para que me lo explique es más importante que cenar en este momento; lo siento, mamá.
—Hola —me dice con su tono sexi habitual.
—Hola —contesto igual de tontorrona que siempre—. No, espera. Hola no.
—¿Adiós, entonces?
Ni siquiera su risa puede evitar la angustia que he sentido al oírle decir adiós.
—Déjate de bromas, Bruno.
—Vaya, deberías completar el aporte de hierro del almuerzo con una dosis de buen humor en la cena, ¿qué te pasa esta noche?
—¿Cómo has conseguido entrar en mi perfil de Instagram?
—Es impresionante la cantidad de seguidores que tienes ya, ¿a que sí?
—Bruno, no entenderé demasiado. —Podría haber dicho mejor que no entiendo nada de redes sociales—. Pero hasta yo misma sé que mi cuenta es privada.
—La cuenta de Gabi.
—¿Perdona? —Solo el nombre enciende mis alarmas.
¿Ese Gabi es mi cuarto hermano?, ¿el amigo incondicional del inútil y el proyecto de amigo de Álvaro?, ¿qué pretende ahora ese Muñoz, hacerse su propia colección de amigos con los míos propios? Sí, vamos a decirlo con todas sus letras ya que Bruno entra perfectamente en la descripción de “mío” aunque él huya de ese término.
—Digo que Gabi me permitió entrar cuando me dio las claves. Los gemelos y él me pidieron ayuda porque tú no entrabas demasiado para promocionarte, y como hay tanto material que no utilizaremos en el calendario, se me ocurrió que esas fotos podían ser un gran reclamo.
Trato de identificar ese gesto que Bruno ha tenido conmigo y con mis bichitos, me descoloca su actitud, porque para que follemos no era necesario que hiciese nada tan especial por mí como salvar el refugio animal, y más si para ello ha conocido a otro de mis hermanos. No lo entiendo, no querrá implicarse en una relación bidireccional, pero bien que lo hace con mi familia.
—Estás muy callada.
Que adivine. Yo juraría que es por la emoción que se me ha quedado atorada en la garganta. Me he dado cuenta de que no quiero terminar con lo nuestro, y que todavía confío en que él me corresponda para hacerme dudar una vez más.
—¿Alex?
—¿Por qué te comportas así?
—¿Así cómo?
—Como el jodido novio ideal. —Presiento que esta llamada se complicará y que me dará un gran dolor de cabeza—. A ver, Bruno, que lo nuestro iba a ser para tener sexo a escondidas y ya.
—¿Qué te ocurre? —pregunta alarmado.
—Elegiste no implicarte en esto, así que no hagas que yo me enamore de ti.
Mantenemos un silencio más que incómodo, necesario. No mentiré, yo por lo pronto lo utilizo para no echarme a llorar.
—Trato de hacerlo como siempre, de verdad, pero no entiendo qué me ha pasado esta vez contigo.
—Yo sí. Es tu ego de conquista, no creas que no me di cuenta de cómo miraste a Álvaro la primera noche.
—No lo hice de manera especial.
De haberlo dicho un día después puede que me lo creyera, hoy no. A Bruno le gusto más allá de una cama, y mucho más cerca de un compromiso, así quiera hacerme creer lo contrario.
—Ya, tú solo lo hubieras echado a patadas de la cafetería.
—¡Puede ser, joder!—confiesa acorralado, y lo peor de todo es que me parece haberle oído asustado—. Lo que es seguro es que no quería que lo conocieras a él después de haber hablado conmigo.
—¿Y cómo sabré que fui yo, y no Álvaro, lo que más te atrajo de mí esa noche?
—De nuevo Álvaro —dice con voz cansada—. ¿No será que me culpas por haber tomado ya tu decisión respecto a nosotros, y que esa me excluye a mí?
—¿Quieres que decida entre vosotros?, porque no te veo yo ejerciendo de novio las veinticuatro horas, Bruno, ¿estás dispuesto a que disocie las dos relaciones?, ¿podrías con la presión de tener una pareja a solas? —pregunto seria, dolida y, por qué no decirlo ya, preocupada.
Porque hasta el inicio de esta conversación no creí que también lo podría lastimar a él. Bruno siempre estuvo al margen de tener pareja, era con Álvaro con quien tenía que ser todo, era con él o sola, puesto que Bruno me dejaría al estar sin compromiso, jamás fue que pudieran ser los dos.
—No lo sé. Y te digo de verdad.
—¿Y por qué me haces responsable de las decisiones que tomo con vosotros? Eso solo puede hacerlo Álvaro. —Y como no veo que me vaya a responder, continúo—: Mira, Bruno, cuando lo sepas, deberíamos hablarlo, mientras, para poder verme, lo mejor será que te adaptes a tu horario, a tu cometido.
Y la voz me ha salido quebrada. Quizás solo busco la manera de que él me deje ya, para no tener que hacerlo yo.
—La responsabilidad sería mía si tú me pides que me aleje, si me lo exiges. —Un nuevo silencio se instala entre nosotros —. ¿Lo haces, Alex, quieres que me retire y te deje el camino libre con Álvaro?
Un segundo tardo en responder:
—No, no quiero.
—¿Entonces?, porque de verdad me gustaría pensar que esta llamada ha sido un malentendido.
—Un malentendido que me provoca confusión, admítelo, Bruno —digo muy seria—. Así que serás tú quien tome la decisión de seguir o dejarlo aquí.
Su suspiro de alivio me gusta, me transmite esa seguridad que me faltaba. Quiero a Bruno en mi vida, aunque signifique que pierdo a Álvaro.
—De acuerdo, Alex. no es mi intención que salgas herida.
Cierro los ojos y respiro hondo, satisfecha con el resultado de nuestra conversación. De nuevo dudo, de nuevo me estanco al tomar una decisión porque ambos siguen siendo la opción que me resisto a perder.
—Me han gustado las fotos —digo con calma para dejarlo todo por olvidado.
—¿Qué?
—Llamaba para eso.
Entiendo que no es justo el cambio de tema, pero él se lo toma bien, porque me contesta:
—Amo que subas a tu montaña rusa y despiertes también estas emociones contradictorias en mí.
—Soy muy intensa a veces, lo siento si con eso te vuelvo loco.
—Me arriesgaré a descubrirlo —dice riendo.
—Entonces, ¿puedo decirte hola, ya? —digo recuperando el inicio de nuestra conversación.
—Hola, Alex.
Su acostumbrado saludo, con su tono normal de siempre, me tranquiliza aún más.
—Hoy tengo guardia, y mientras cenaba, sola, he visto tus fotos en mi perfil de Instagram.
—Con la cuenta que te creó Gabi.
—Sí, la que me creó ese traidor de mi hermano Gabi.
—Y yo que creí que la locura era solo de los más pequeños de la familia —dice riendo al hablar de los gemelos y de mí.
—Técnicamente Gabi no cumple cuarenta hasta el sábado, así que no creo que en dos días pueda madurar. Entra en mi grupo—. Bueno, creo que la conversación parece retomar un rumbo divertido— Por cierto ahora que lo conoces, ¿te gustaría venir a su fiesta?
¡Ay, dios!, ¡ay, dios! ¿Qué he hecho?
Su silencio es demoledor, me preocupa haberlo estropeado.
—Deja que me lo piense y te digo algo.
Y es cuando sé que en esa condenada fiesta, aunque no acuda Bruno, no lo haga Alvaro, lo hagan los dos o yo me quede tirada sin ninguno de ellos, decidiré el futuro de mis relaciones.
Acepta mi café, y cuéntame qué te parece☕️
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