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Yo y Mis Temores

Al final de la jornada me quito la bata blanca, la cuelgo en el perchero que ocupaba mi abrigo y hago el intercambio de prendas para marcharme,  que Lexi me espera para cenar en nuestra casa. 

     Mi madre vuelve a ser la canguro esta noche, y me mataría si se entera de que no me iré a la cama pronto porque tengo que hacer la maleta de Lexi para el largo fin de semana que se ha inventado su padre. Sí, culpa mía, pude haberla hecho antes porque la fecha de la boda la sabía desde hace meses. 

     Claro, que mejor digo: Sí, culpa mía. He estado encariñándome con un tío maravilloso mientras me follaba a otro no menos maravilloso, y no pensando en la maleta de mi hijo, la verdad, ¡¡¡para el largo fin de semana que su puñetero padre se ha sacado de los cojones!!! Conociendo a mi ex suegra, ex cuñada y ex tía abuela política, nada de lo que le eche de ropa a Lexi será apropiado para una boda, un almuerzo familiar o un domingo de misa.

     Mira, que les den por culo a todas, se acabó estar pensando en esa familia que no aporta nada a mi felicidad, bastante tengo con estar pensado en quienes sé ya que son imprescindibles en mi vida para llegar a ser feliz.

     —¿Sigues reprimidita?

     Nines llega de sus visitas en las explotaciones ganaderas, lo sé no solo porque la he echado de menos durante todo el día en la clínica, cuando no pude arreglar nuestra pequeña discusión, sino porque la cabrona está poniendo el suelo perdido de barro y estiércol.

     —Un poco, la verdad.

     —¿Y quieres contármelo ahora, o vas a tragártelo hasta que te explote la cabeza?

     —Estoy hecha un lío, Ni..

     —Espera, espera, espera —dice mientras se quita la ropa y las botas del campo—. Yo quería obtener material para mis nochecitas de dildo, no necesito hablar de tus sentimientos.

     —Mala amiga, solo por eso te mereces que no te ayude con Luján —la amenazo riendo.

     —¡Mala amiga tú, que no me das carnaza! —exclama para reír conmigo. 

     —Y no lo haré jamás. —Ella sabe que miento, que solo necesito tiempo para ventilar los detalles de mi noche con Bruno, solo que ahora me gustaría hablar de Álvaro.

     Nines sonríe como yo lo hago, con ganas de darme un abrazo.

     —Ven aquí,  tonta —me pide con los brazos abiertos. Yo doy el paso que nos separa y que ambas necesitamos para relajarnos. 

     —Hueles a choto* —le digo arrugando la nariz.

     —Me gustaría oler a sexo, pero para eso ya estás tú. 

     Cuando somos capaces de acallar nuestras risas y soltar a la otra, yo también me siento con fuerzas para decirle:

     —No sé nada de Álvaro desde ayer y estoy muy agobiada —digo intranquila.

     Esta tarde ya no pude soportarlo más y viendo que no tenía noticias suyas, ni un saludo en audio, ni un triste beso por emojis, acabé por mandarle un mensaje yo. 

     Puede leerse muy desesperado, porque viene a decir algo así:

TE GUSTARÍA TOMAR CAFÉ CUANDO SALGAS DE TRABAJAR❓️ ES PARA SABER QUE ESTÁS BIEN➡️

     Como mi mejor amiga que es, Nines sabrá aconsejarme, en alguna ocasión he llegado a decirle que debió estudiar psicología, cosa que ella me contradice, porque asegura que de no haber sido veterinaria su pasión hubiera sido ser dueña de un sexshop.

     —¿Y te dolería no volver a saber de él en la vida?

     —Mucho. 

     Esa posibilidad ni me la planteo.

     —Pero ¿sería por él, o por no poder mantener al otro a tu lado?

     Me aparto más de ella, pero la distancia que pongo no es suficiente. 

     En realidad lo que quiero es salir de esta habitación, cuyas paredes me angustian. Me doy cuenta de que Álvaro ha podido marcharse de mi vida, y que Bruno pueda hacerlo después al enterarse. Me cago en mi puta suerte. 

     En solo diez días los dos han conseguido que no pueda disociarlos siquiera en mis expectativas de futuro. No me veo mantenido una relación a solas con Alvaro, pero no me veo tan poco con Bruno como tercero de otra relación.

     —Por los dos, Nines —confieso con las manos tapando mi boca como gesto de asombro. Y es que acabo de dejar escapar una verdad que ni yo misma quise ver.

     —Uf, cariño, —mi amiga se queja con gesto de dolor—, esa doble incertidumbre acabará contigo antes de empezar con ninguno de ellos.

     —Mierda, y lo peor  es que lo sé, Nines, y no puedo hacer nada al respecto que no sea esperar a que pase la ruptura definitiva.

     —Sí que puedes, tonta. Disfruta mientras dure dura.

     Su consejo de nuevo me hace reír.

     —¿Qué es ese ruido? —pregunta Nines sorprendida, mirando hacia lo que sería la calle tras las paredes del despacho en cuanto lo oye. 

     Yo también lo oigo. El sonido de ese motor me es muy familiar. Sonrío cuando noto el corazón en la misma boca del estómago. No soy Gabi como para poder identificar el modelo de la moto, pero la Alex que soy,  entusiasmada con su dueño desde el primer momento, sí que lo hace. 

     —Es Álvaro, Nines, y está aquí!

     Y salgo corriendo hacia la puerta, donde no deja de sonar el rugido de la moto. 

     Álvaro apaga el motor en cuanto me ve aparecer. ¡Dios!, ¿siempre tuvo esa sonrisa, o yo la veo hoy más bonita?

     —Creí que me costaría una multa por los decibelios si no salías —dice riendo despreocupado como si yo no hubiera estado todo el día cuestionando su silencio. 

     Me acerco tanto a él que ya ni el aire nos atraviesa. Su cara de duda desaparece cuando mis labios impactan en los suyos. Un beso con las ganas que me quedaron ayer de él, con las ganas que hoy me provocó pensar que lo perdía.

     —Un mensaje de WhatsApp diciendo que estabas afuera hubiera sido más barato —le digo sonriendo al tiempo que lo beso de nuevo. 

     Su sabor. No quiero dejar de besarlo.

     —Tienes razón, pero no hubiera tenido este recibimiento —contesta para seguir besándome luego.

     Necesito su contacto. Mis manos ya lo acarician por debajo de la cazadora, cuando las suyas sujetan mi cuello.

     —Por el ruido no sé, Alex, pero esto que hacemos en plena calle no tiene precio si nos multan —dice con la voz excitada. Todo él lo está,  puedo verlo en sus ojos y notarlo duro en mi entrepierna.

     El saludo de Nines, dándonos las buenas noches, me hace ser una persona cívica. No hay necesidad de que nos multen por escándalo público.

     Álvaro es el primero en detener nuestro beso, entiende lo que viene a continuación.

     —Mi mejor amiga. Él es Álvaro,  Nines —le digo yo efectuando la presentación de ambos.

     —¿Ah, si? —afirma ella con la cabeza, y lo que es peor, con el labio inferior apresado entre sus dientes mientras mira descaradamente a Álvaro. 

     ¿Por qué coño hace eso otra vez?, ¿porque Bruno se sintió avergonzado el otro día por ese gesto que se cree ella que le hace sexi? Nines tiene que aprender a diferenciarlos ya que a mí me cuesta hacerlo todavía, joder, porque después de todo ella será quien me ayude a manejar,  entender y aceptar mi disparatada relación de tres.

     Golpeo el hombro de mi amiga antes de que haga o diga nada inapropiado. Álvaro se acerca a darle dos besos en la cara, muerto de risa, ¿ves? Álvaro se lo ha tomado de mejor humor que Bruno, Bruno también es consciente de su atractivo, no lo niego, pero es mucho más reservado con la gente que aún no conoce.

     —Solo venía a darte el bolso, Alex, ya he cerrado yo.  —Y me lo ofrece en alto.

     La actitud de Nines dista mucho de la broma que Álvaro le ha aceptado, está nerviosa, casi que la veo avergonzada, por ese rubor en sus mejillas. 

     La aparto de él para que podamos hablar a solas.

     —Madre mía, Alex, lo siento, cariño, no me gustaría estar en tu piel.

     Ambas miramos a Álvaro que ya se ha subido a la moto y se dispone a ponerse el casco

    —Está aquí, Nines, ha venido. Y solo puedo pensar en eso.

    Ella me abraza, más como consuelo porque me ve meter la pata hasta el fondo que como despedida hasta mañana.

     —Hueles a choto —vuelvo a decirle para no ponerme a llorar. Sé que su respuesta no me defraudará.

     —Sí, cariño, y tú hueles a problemas con esos dos.

     La marcha de Nines me deja inquieta, su frase más. Para ser exactos la palabra problemas es insignificante para la que lo define; 
Temor.

     Hemos llegado a casa. A mi casa. A la puerta del propio piso, la que no tardo en abrir.

     Cuando le dije a Álvaro que de haber sabido que él aceptaba mi “café” hubiera organizado la noche de Lexi y de mi madre, quiso acompañarme aunque solo fuera para que lo besase al despedirme.

     Dijo, exactamente, y sin dejarme una coma:

     —Hoy duermo, de nuevo, pensando en ti, porque si con tu beso de saludo has conseguido excitarme, no me pierdo el de la despedida.

     Y no le ha importado hacer los diez kilómetros hasta aquí, siguiendo a mi coche en su moto.

     Lo extraño sucedió después, cuando Álvaro creyó que solo sería un beso, aunque caliente y mojado, solo uno, y que lo mandaría de regreso.

     —¿Quieres subir? —pregunté manteniendo la puerta del portal abierta. 

     Mi sonrisa fue traviesa, mis intenciones también lo fueron. Porque por primera vez en dos años, un hombre distinto al inútil pisaría la que es  mi casa ahora. Y no, no me he equivocado  calculando el tiempo de mi piso de divorciada, mi ex calentó mi cama en dos ocasiones en este tiempo, pero como es algo que trato de olvidar, también es algo que trato de no decir.

     Álvaro miró su moto, luego hizo lo mismo con la altura del edificio, y por último me miró a mí. No se lo podía creer.

     —Pero Lexi estará…

     —Él cena pronto, después podemos hacerlo nosotros. 

     —Tu madre está…

     —Ella se va a su casa, Álvaro. ¿Ves ese coche? —Y señalé un Seat Toledo de color negro, aparcado enfrente. Cuando Álvaro siguió mi indicación, la persona del interior me mandó un beso con un soplido—. Dentro está mi padre.

     Álvaro dejó de sonreír, pero consiguió saludar a mi padre con la mano en alto. 

     —Entonces lo mejor será que yo… —comenzó a decir mientras miraba la moto, pero lo corté a tiempo, al cruzarme de brazos.

     —¿Te asustas ahora? Mi padre ha tenido tiempo de apuntar la matrícula de la moto.

      —Alex, creo que…

     ¡Vamos, hombre, que el inútil fue mi novio desde los diecinueve años, tengo un hijo por fecundación natural y mi mejor amiga es Nines, la mayor proveedora de juguetes eróticos de toda Sevilla si es que para eso existe un ranking! Así que si mis padres han tenido que hacer el amor —perdona que no pueda decir follar mientras hable de ellos—, mínimo seis veces para tener siete hijos, yo no voy a avergonzarme delante de ellos porque quiera meter a un tío en mi piso.

     —Pues yo creo que soy mayorcita para saber a quién invito a subir a mi casa,  distinto sería si fuera la de ellos, que oye, también algún día puede que la pises y  a mí  me apetezca enseñarte mi dormitorio, y no por eso voy a pedirles permiso.

     No pude continuar con mi discurso, que seamos francos, me estaba saliendo de un drama cojonudo. Alvaro me besó sin importarle que estuviera hablando, sin importarle que mi padre nos observase desde su coche. Y todo para salirle un beso de lo más apasionado.

     —Iba a decir que creo que deberíamos mejor pedir sushi, si voy a cenar con Lexi me gustaría empezar a caerle bien.

     Eso es todo, no tengo consejo que darte cuando todavía me tiemblan las piernas. 

     Poco más necesité para sonreír, decirle adiós a mi padre con la mano y coger la de Álvaro para meterlo en el portal, para subir las escaleras corriendo sujeta a él. 

     —¿Te gustan los pájaros? —le pregunto al abrir la puerta. 

     —¿Qué?

     —Si no, siempre podré pedir a Lexi que los deje en su dormitorio. Entiendo que haya gente a la que le dé pánico los pájaros volando en espacios cerrados. 

     —¿Pánico? 

     Y no tengo que contestarle cuando por el pasillo aparece un niño de cinco años, con dos pájaros en las manos, los mismos que libera para agarrarme las piernas y abrazarme.

     Álvaro nos mira sonriendo, ni se inmuta por los agapornis que han aterrizado en el espejo de la entrada.

     —No podemos cenar, mamá, no hay comida.

     —¿Cómo? —Me agacho para darle un beso y espero su explicación. 

     —La abuela está enfadada.

     Bien, la explicación de poco me ha servido.

     Me quito el abrigo y Álvaro hace lo mismo para seguirme a la cocina, y en todo momento es observado por Lexi.

     —¿Qué está diciendo el niño de que no hay comida, mamá?

     He dado un susto a mi madre, ella buscaba, agachada, algo en los cajones del frigorífico cuando yo he entrado. Aunque la cara con que nos mira a Álvaro y a mí no es de susto precisamente porque sonríe muy extraño.

     —Le dije que no había comida para un invitado, que me tendrías que haber avisado antes. 

     —¿Cómo sabe que yo venía? —Álvaro me pregunta algo de lo más elemental.

      —Mi padre la ha llamado desde abajo, seguro y ya ha sacado sus propias conclusiones —contesto viendo cómo ella cierra el frigorífico.

     —Sí, y me ha pedido que no tarde mucho —confiesa pasando por nuestro lado—. Tendréis que llamar a algún restaurante, no hay nada congelado —le dice ella a Álvaro antes de decirle su nombre y darle dos besos.

     Mi invitado, para ceñirnos al calificativo de mi madre, sonríe abiertamente ante la muestra de confianza. Uy, recuerdo que este hombre es muy familiar a juzgar por cómo me habla de sus padres, ya se la ha ganado con esa sonrisa, esa mirada y ese beso en la mano. 

     Acompaño a mi madre a la salida, donde se pone su abrigo. 

     —¿Y cuál de los dos es? —susurra ella para evitar que el invitado se entere. Parece encantada con él.

     —A ti te lo voy a decir yo para me traiciones  con tus nueras durante el café del domingo. No, gracias —contesto riendo. 

     —Vale, tú misma, solo tengo que preguntarle a Lexi para saberlo.

     —Suerte con eso, mamá —le digo abriendo la puerta, mi sonrisa delata mi felicidad—, porque aquí mi amigo está dispuesto a comprarle sushi para cenar.

     —Caballero, inteligente y estratega. —Ella ya ha salido—. Me gusta mucho.

     —Y a mí, mamá.  Y a mí.

     Le doy un beso a mi madre que sonríe feliz con mi respuesta. Pero ya cuando me recuerda que no me agote demasiado esta noche, que procure descansar en vez de andar haciendo ejercicio acrobático de madrugada y que debo dormir sola para conseguir mañana estar al 100% en la clínica,  se gana que le cierre la puerta en la cara.

     —Hemos encargado sushi, ya está de camino —dice Álvaro al otro lado del pasillo, acompañado de Lexi, el que asiente con la cabeza muy serio.

     —Pero ha sido él, no ha sido mi culpa, mamá. —Mi hijo lo acusa sin remordimientos.

     —Oye, eso no estaba en el plan: vamos a sorprender a mamá,  chaval —le recrimina Álvaro, poniéndose a su altura intelectual. 

     Han debido de estar hablando, solo así Álvaro sabría que no dejo comer sushi a Lexi si no es fin de semana. 

     —No te enfades. ¿Te gustan los pájaros? Puedo dejarte jugar con los míos. 

     La respuesta de mi hijo, que lo hace tan parecido a mí, y esa cara de arrepentido, que sabemos es fingida, nos arrancan una carcajada a Álvaro  y a mí.

     Mando a Lexi al baño, entre palmaditas que lo animan, yo iré en un minuto para ayudarlo.

     —Tú has querido sushi, ¿verdad? Pues  tú pagas, adulto maduro e inflexible con los niños caprichosos —le digo riendo. 

     Y cuando me aseguro de que Lexi está en el baño,  le doy un beso fugaz en los labios, con la promesa de regresar a su lado pronto.

     Pero Álvaro no me deja avanzar, me retiene por el brazo, y en el giro que me hace dar, acaricia mi cara con sus nudillos. Yo me dejo mimar.

     —¿Crees que tardará mucho en dormirse? Me apetece tomar café con su madre —dice sonriendo, provocando con ello mi caída de pestañas estúpida. 

     —¿Baño con mamá y su comida favorita? No tardará ni media hora en caer, créeme. 

     Le devuelvo un anticipo de nuestro café, más intenso y caliente, y continúo corriendo al baño. Sí, definitivamente Lexi estará en la cama en media hora.

     Pero cuando ya he secado a Lexi y el timbre suena con el encargo de sushi, también lo hace mi teléfono móvil en un mensaje.

     —Vístete, cariño —ordeno a mi hijo que ya se coloca su pijama.

     Y es abrir el WhatsApp de Bruno y sentir que el siguiente nivel con Álvaro tendrá que esperar un poco más. 

      Es un enlace de un video musical, con el mensaje;

➡️NO SÉ AÚN QUE CANCIÓN IDENTIFICAR CONTIGO, MIENTRAS DOY CON ELLA DISFRUTA DE ESTA, SE OYE SEXI, COMO TÚ.

     Me miro al espejo, en el que ya comienza a desaparecer el vaho de la ducha de Lexi, y mi mente, más que estar afuera de este baño con Álvaro, retrocede al interior del coche de Bruno, cuando me dijo que algún día me mandaría la canción que él identifica con nuestro primer beso, rodando en su cabeza. ¿Eso es lo que ha hecho hoy?, ¿pensar en mí mientras yo lo hacía en Álvaro?

  *Choto: 1.Cría de la cabra mientras mamá. 2.Ternero

Acepta mi café, y cuéntame qué te parece☕️

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