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Yo y Mis Bichitos

Los perros deberían de ser los compañeros habituales para los juegos de Lexi en cada una de sus visitas, pero no, mi hijo se  divierte más con los pájaros exóticos que acogemos en la protectora. A él le encanta darles de comer a los polluelos mientras cree que los adultos podrán imitar su voz y sus palabras, porque no deja de hablarles continuamente. 

     —Podemos llevarnos uno al nido de la abuela. Será divertido si aprende a decir ratona. 

     Desatiendo el reconocimiento que estoy haciendo de un ejemplar de Bulldog francés para mirar a Lexi, que con su dedito en alto contempla sobre él a un agapornis de color verde.

     —Tengo que dejar de hablar contigo en voz alta —confieso horrorizada porque ha llamado nido a la casa de mis padres, yo no cuento, yo sí puedo hacerlo. Y encima utiliza mi apodo sin llamarme mamá. 

     —Entonces no podría escucharte, mamá. —Lexi pone sus ojitos verdes en blanco cuando su argumento me aplasta. Es muy inteligente, ya lo dije.

     Consejo de madre de un menor espabilado, que de todas maneras te daré: si lo tratas como adulto, cuidado, porque lo conviertes en adulto.

     Sonrío al volver mi atención al bulldog. Este crío promete con su sabiduría, le auguro un buen futuro.

     —Alex, tenemos un problema con el reparto de comida. En la fábrica de pienso dicen que no nos pueden regalar más excedentes. —Nines ha llegado corriendo, pero todavía tenía oxígeno en los pulmones para darme la mala noticia.

     —Al final tendremos que cerrar antes de lo previsto —digo mirando a mi alrededor todas esas caritas que quedarán desamparadas.

     —¿Qué haremos ahora? Son muchos animalitos para sacri…

     —Ni lo menciones —le digo moviendo la cabeza en dirección a Lexi, él juega distraído con su agaporni y no debe oír la palabra sacrificar.

    —Pues dime tú qué hacemos ahora, porque no disponemos de tiempo para que la gente nos conozca en las redes. —Nines ha susurrado sus palabras, pero de igual modo han sido nefastas para mí.

     Mierda, está en lo cierto.

     Estos perros, gatos  cobayas y loros necesitan comida y medicinas, y su bienestar tampoco es gratis en estas instalaciones. Nos falta dinero, y no niego que  los seguidores de la protectora están subiendo en Instagram, pero pocos han sido los que han colaborado con un donativo hasta ahora.

     —No lo sé, Nines, no lo sé.  —Y beso la cabecita del bulldog, al que por  lo pronto, esta noche llevo a casa de mis padres. El agaporni se viene a la mía, por supuesto.

     Pero claro, no puedo colocar a mis bichitos uno a uno en un nuevo hogar porque solo dispongo de cinco hermanos en el país y ya he abusado bastante de ellos desde niña, cuando los obligaba a cuidar de mis animales.

     Mi teléfono suena en un mensaje de WhatsApp. Lo cojo del bolsillo trasero del pantalón y cuando veo que es Bruno no tardo en abrir la imagen.

     La madre que lo parió, ¡qué a gusto se quedó cuando lo hizo tan perfecto! Tan moreno que es, con es nariz recta y esos labios tentadores, aunque lo del cuerpo ya supongo que se debe más que a genética, a un gran esfuerzo físico, porque esos abdominales no es que te los dé tu santa madre ni la madre naturaleza.

     Y parece que Bruno me haya oído debatir con Nines los problemas de la protectora, porque acaba de darme una idea cuando lo he visto. Está guapísimo, en la fotografía, saludando a la cámara desde el sofá, con la patita de su cachorrito de husky, levantada.

    Sonrío, y noto que puede hasta caérseme la baba. Sí, porque desde anoche no hago otra cosa que relamerme sus besos,  claro, que encima con los que soñé después fueron los besos de Álvaro.

     —Dime qué te parece, y sé sincera conmigo.

    Le pongo a Nines el móvil frente a los ojos y espero por su respuesta.

     —¡Madre mía, qué criaturita!, ¡es divino! —exclama como yo misma hubiera hecho, con las manos sobre su pecho.

     —Vaaaale, y ahora fíjate en el bípedo humano que está a su lado, por favor. —Porque no dudo en lo más mínimo que Nines se haya referido al perro.

     —Bueno —comenta sin ganas—, me gustan mayorcitos, ya sabes, con sus canitas, sus arruguitas… pero sí, admito que el hombre tiene su atractivito.

     —¿Atractivito solo? —Eso me ha dolido, yo lo veo tremendo—. ¿Me quieres hacer creer que tú ves esa cara y no tienes fantasías por las noches, a solas con tu dildo? —pregunto pendiente de que mi hijo no me oiga.

     ¡Que no me mienta!

     Nines y yo nos conocemos desde la facultad, son muchos los años de confidencias íntimas que me otorgan el título de mejor amiga, además de compañeras en la clínica —gracias a ella es que tengo trabajo ahí, cuando habló con su jefe—, y por eso mismo sé que no solo tiene un dildo en el tercer cajón de su mesita de noche, bajo las bragas. De hecho hay veces que “vamos de compras”, juntas, por internet, y es que desde que me divorcié es ella la que me instruye en las novedades de juguetes eróticos del mercado.

     —Cuando nos ponemos hasta el culo de cervezas y hablamos de sexo porque he estrenado un cacharrito nuevo, ¿no me oyes que hablo también de tu hermano Luján? —me susurra de nuevo al tiempo que mira a Lexi, por si la oyese a ella.

    —Pero algún otro tío te gustará también, ¿no? ¿O solo es Luján quien ocupa tu mente cochina?

    No sé cómo ha derivado nuestra conversación hacia las fantasías eróticas de Nines con mi hermano cuando yo solo pretendía alabar las cualidades físicas del buenorro de Bruno, o en su defecto exponerle a ella, como veterinaria y colaboradora de la protectora, mi idea para recaudar fondos, para la que además no es necesario hablar de las cualidades físicas de otro Muñoz. 

     ¡Que es mi hermano, joder, prefiero hablar del buenorro de Bruno!

     —Creo que se me quitarán las ganas con Luján el día que me lo tire de verdad, hasta entonces solo él ocupará mis pensamientos.

     —¿Y no será amor eso que te pasa con él?

     —Alex, por favor, tengo los pies en la tierra, y ojos en la cara para ver que si tu hermano sigue soltero con cuarenta y seis años no voy yo a arreglar su tara ahora.

     ¿Se refiere a su soltería o a su gusto por las parejas ajenas, sin compromiso previo?, ¿cómo de enterada estará ella de esa preferenciade Luján?

     He mirado la foto de Bruno de manera involuntaria,  si ya lo identifiqué con Luján el otro día, ahora que hablamos de relaciones abiertas, la comparación no va a ser menos. Jamás conseguiré algo más que no sea sexo de Bruno.

     —Bueno, no me has respondido todavía… ¿este hombre solo te parece atractivito? —Y le pongo el móvil más cerca de los ojos.

     —Dímelo tú, que has puesto un corazoncito marrón al lado de su nombre.

     —¡¡Hostia puta!! —exclamo demasiado nerviosa como para salir del chat.

     —Tranquila, Alex, eso solo te hace una mujer con ganas de enamorarse, que ya pensaba yo que el inútil te había desgraciado para siempre.

     Vale que lleve demasiado tiempo contándole a Nines sobre nuestros juguetitos a falta de un hombre de carne y hueso, pero a mi favor diré que aún no me deshacía del recuerdo del inútil, del que ella estaba enterada. Es mi mejor amiga, y a ella sí tengo que contarle esto que me sucede ahora con dos hombres.

     —Pues espera a ver otra foto —digo menos avergonzada de lo que debería, puesto que le estoy buscando la foto del contacto de Álvaro, el que además tiene otro corazoncito, esta vez azul como su moto y no de color café—. Recuerda que estás enamorada de Luján, así que no llores de envidia al ver lo atractivito que es este otro —le digo riendo cuando ella ha vuelto sus ojos negando lo evidente. Ya he dicho que la conozco demasiado y sé que esos picores por mi hermano, desde que teníamos veinte años, es amor, aunque ella diga lo contrario. 

     La risa de Nines es de burla mientras le cuento que estoy con estos dos hombres tan maravillosos, a la vez que inteligentes, listos, educados y con sentido del humor, y que de los besos todavía no he pasado con ellos. Vamos, que lejos de hacerme interesante en las artes del sexo por estar con los dos, me convierten en una mojigata que no se atreve a estar ni con uno solo.

     —Perdona, amiga —me pide mientras se limpia los ojos del llanto de la risa—, pero todavía no puedo creer que no haya pasado nada de nada entre vosotros, ¿ni siquiera la puntita de uno de ellos?, ¿ni una chupadita pequeñita?, te habrán cogido una tetita por lo menos, ¿no?

     Le doy un golpe en el brazo para que espabile, que está Lexi al otro lado de las jaulas de los pájaros, ¡coño!

     —Deja de hablar con diminutivos que me pones histérica, Nines, y tampoco lo hagas en plural, que no me acostumbro todavía a que sean dos. Y no… digamos que estamos yendo… algo así como… con calma. 

     —Pues no te demores mucho, mi querida Alex, porque dildo tendremos todas,   pero hombres con ese atractivito muy pocas, y tú de ansiosa te comes a dos —dice la cabrona riendo.

     —Sí, ¿verdad? Yo tengo dos. Y un hermano soltero que está que cruje con cuarenta y seis años, también. 

     —Serás puta —me dice con la cara de guasa. 

     —No, eso todavía no, que todavía no he dado una chupadita.

     Y las dos nos reímos a carcajadas olvidando nuestros problemas con el dinero, yo además olvido que le tenía que decir lo que se me había ocurrido para conseguirlo. 

     Lástima que de Bruno y Álvaro no pueda olvidarme así como así.


     Miro de nuevo el móvil. En concreto miro la foto de Bruno mientras pienso qué mensaje le voy a mandar.

     Nines me ha dejado a solas, ha salido a bañar a los perros al patio y para ello ha necesitado de la ayuda de Lexi. Me guiñó el ojo cuando me dijo que debería contestar ese WhatsApp tan importante por lo atractivito que era. ¡Yo la mato!, Lexi quiso saber qué era eso de atractivo y ella misma se lió, al mentirle, con que era importante, divertido y necesario.

     Y ya creo que he dado con el texto que no me comprometerá demasiado, pero que me involucrará con él  de igual modo.

SE OS VE MUY BIEN JUNTOS. ERES MUY BONITO, Y TIENES UNOS OJOS HERMOSOS, ¿LO SABÍAS? BRUNO QUIZÁS SE CELE UN POCO DE TI, PERO TÚ NI CASO CON ESO, NO SE LO DIGAS😘➡️

➡️¿COMO NO VOY TENER CELOS DE TYRONE SI HA CONSEGUIDO UN BESO TUYO EL PRIMER DIA, CUANDO A MI ME COSTÓ UNA SEMANA?

➡️TE LLAMO

     El teléfono suena al instante, dándome un susto por muy prevenida que estuviese.

     —Así que se llama Tyrone, ¡qué monada! —digo sin un saludo inicial que nos conecte.

     —Deja de provocarme, Alex.

     —No lo hago, chaval, tienes que saber que un peludo de cuatro patas estará siempre por delante de cualquier bípedo humano para mí, exceptuando a Lexi, por supuesto —me sincero a corazón abierto.

     —Es bueno saberlo para no  presentártelo nunca.

     —¿Por qué mientes? —pregunto riendo—. Estás deseando todo lo contrario o no me habrías mandado la foto con él.

     —Me has pillado, no aguantaba hasta mañana sin saber de ti y pedí su ayuda.

     —Y ya has visto que ha funcionado, eso es jugar sucio con una veterinaria apasionada de su trabajo, Bruno.

     —Es jugar a favor.

     —Dejémoslo solo en jugar, ¿vale?, porque ahora mismo me hace falta desconectar de los problemas del refugio —le digo mientras observo por la ventana a Nines con la manguera quitando el jabón de todos mis perritos. ¡Dios, ya hablo hasta como ella!

     —¿Qué te ocurre?, ¿puedo hacer algo por ayudarte con esa desconexión?

     —Puedes —afirmo sonriendo.

     —¿Quieres que vaya ahora?

     —No te vengas tan arriba,  campeón, solo quería hablar, de profesional a profesional, con el fotógrafo que eres. 

     Bruno emite un quejido de dolor que me hace sonreír.

     —He visto vuestro perfil en Instagram —confiesa—, deberías estar más pendiente de él porque mi solicitud de amistad llevará como tres horas en tu bandeja.

     —Quizás lo cierre, Bruno. Total, ya de poco nos sirve si pronto cerrará también la protectora.

     Ha sido decirlo y sonreír porque estoy viendo a Lexi lleno de agua y jabón, un pastor alemán se ha sacudido antes de que Nines lo enjuagara y ha caído todo sobre mi hijo, quien ríe feliz. Quizás deba llevarme a ese perro también al nido.

     —Mierda, ¿y no hay nada que puedas hacer yo para que eso no ocurra?

     —He pensado en un calendario benéfico en el que salgan todos mis bichitos…, pero no, olvídalo,  para eso necesitamos a un fotógrafo con iniciativa, tiempo libre y altruismo porque no tengo un euro que darle por su trabajo.

     —Tyrone conoce a uno.

     —¿Estás seguro? —Mi pregunta es tan ridícula como ridícula es la sonrisa que tengo todavía en los labios.

     —Totalmente, y puede ir a verte ahora mismo.

    —Está bien, puedes venir a verme, Bruno. —Pero no obtengo respuesta—. ¿Bruno?, ¿estás ahí?

    Me río.  Me da la impresión de que salió corriendo y está a punto de aparecer por Huellitas Del Corazón.

     —Siento llegar tarde —digo mientras me quito el abrigo y lo dejo en el respaldo de mi silla. Nunca antes estuve en este restaurante japonés, y tiene su encanto.

     Álvaro me saluda con un beso tierno y calmado, pero muy sexi y jugoso que me deja pensativa. Así mismo fue el de despedida de Bruno hace unas horas, a escondidas de Lexi, por supuesto, solo que ahora mi hijo no está y no por ello el beso de Álvaro es menos excitante, caliente y apasionado que el de Bruno. 

     Las malditas comparaciones cada vez son menos molestas de hacer. Y lo peor del caso es que me empieza a gustar hacerlas.

     —Pensé que conocería a Lexi esta noche.   —Álvaro toma asiento frente a mí. 

     Y asimilo lo que ha dicho. Me arrepiento de que Bruno ya conozca a mi hijo, ¿no debería Álvaro ser el primero en todo lo que incumbe tener una relación, cuando Bruno será el que no se implique demasiado?

     —El día ha sido agotador y se durmió de regreso a casa. Pero oye, eso nos permite ir al bar del río si lo prefieres. 

     Álvaro sonríe con cara de pillo, como si le concediese el mayor de los deseos de una lámpara maravillosa.

     —Me gustaría, sí, el sushi mejor se lo dejamos a Lexi para cuando venga con nosotros.

     Y sin perder tiempo ya me ha cogido de la mano para que me levante y lo siga a la salida. Lo que yo te diga, este hombre sabe comer bien.

     Cuando ya me da el casco repara en mis leggings de cuero.

     —Espera un segundo, tú ya sabías que nos iríamos de aquí —dice riendo.

     —Comienzo a leer tu mente, eso es todo. —Y antes de que diga nada, ya estoy subiendo a la moto, mientras reímos los dos.

     A continuación, Álvaro me invita de nuevo a meter las manos en los bolsillos de su chaqueta y yo lo hago, este momemto íntimo que hemos creado me gusta demasiado.

     Hoy no quiere ir al bar de tapas que tanto le gusta, y busca una alternativa diferente puesto que ha tomado la dirección contraria a la del río. 

     No me lo puedo creer. 

     Al llegar y bajar de la moto, mientras me quito el casco, presiento que la cena no me sentará bien. Aquí estuve cenando ayer y no tengo cómo decirle a Álvaro que no quiero repetir menú.

     —Me han dicho que el risotto de setas en este restaurante está de muerte.

    Muerta puedo quedarme yo si me reconocen como la mujer de la pizza cuatro estaciones que besaba a su compañero de mesa entre vino y risotto, cuando Álvaro pida lo mismo que pidió Bruno ayer. ¿Qué probabilidad hay de coincidir en un lugar a menos de veinticuatro horas?, ¿no quedamos en que Sevilla era la provincia con mayor extensión de Andalucía, joder? pues tendría que tener más bares y restaurantes por metro cuadrado, ¿no?

      ¿Qué probabilidad tengo yo ahora de que este lío con Bruno me vaya a salir bien y no pierda a Álvaro en el proceso?

     —Deberíamos ir a otro restaurante.

     —Es un italiano, Alex, ¿quién rechaza un Italiano?

     Nadie. Solo una hija de puta que juega contigo. —Pero me callo. 

     Álvaro termina de amarrar la moto y me coge de la mano para entrar al restaurante. Yo por si acaso bajo el rostro para que no me vean mucho.

     Ya en nuestra mesa, no deja de ser menos incómoda la situación. Yo ocultando la cara tras el poco pelo que me cae sobre ella, Álvaro sin parar de hablar,  entusiasmado con la recomendación de su amigo y el puñetero risotto de setas. Pero bueno, ¿este hombre por qué es de tan buen comer?

      Y entonces recuerdo lo bien que me lo pasé ayer con Bruno —aclarado nuestro extraño inicio en la noria y olvidada ya nuestra extraña despedida en el coche—, y lo mucho que me he divertido hoy cuando ambos, junto a Nines, organizábamos la idea de las fotografías que irán en el calendario. Es por eso que no siento que tenga que ocultarme delante de desconocidos, y en un restaurante igual de desconocido, mucho menos. Ya me llegará la hora de informar a mi familia y a Lexi de lo que hago con Bruno, porque son quienes realmente me importan.

     Solo que ahora es Álvaro el único que tiene que saberlo, así pierda a Bruno después porque el propio Álvaro no quiera quedarse a mi lado.

     —No te ha gustado el lugar —afirma equivocado al ver mi cara de nervios.

    —Bueno, verás…

    Tomo su mano a través de la mesa que nos separa y hago que me mire a los ojos. Está confuso, pero no por ello deja de sonreír.

     —Necesito decirte algo antes.

     Álvaro no solo no retira la mano sino que con la otra cubre la mía, joder, ¡eso no me lo esperaba! Me gusta Álvaro y no quiero perderlo, por eso quizás deba callarme, no precipitar acontecimientos y no hablarle de Bruno, quizás Bruno acabe por desaparecer él solo de nuestras vidas y jamás tenga que decirle nada.

     —¿Debería preocuparme? 

     —Soy yo, tú no tienes la culpa. —Me apresuro a decir. 

     —No deberías empezar por ahí, Alex, manual de las rupturas, ya sabes —dice sonriendo—. Lo hace más dramático. 

     Aquí lo único que es un drama son mis cábalas con dos hombres porque me niego a ocultárselo a uno de ellos, como me propone el otro que haga. 

     Allá voy, con toda la sinceridad que me caracteriza y que no me deja vivir tranquila en estos días. Pero esa maldita sonrisa de Álvaro lo está volviendo todo más complicado.

     —Ha sido una semana increíble, todas nuestras citas,  las llamadas de teléfono, los paseos en la moto…

     —Peeeero… porque no me negarás que hay un pero, ¿verdad?, tu cara es fácil de leer —dice ya, no tan sonriente.

     —Necesito decirte que estoy conociendo a alguien más y que entenderé que tú no quieras seguir adelante con lo nuestro. —Bueno, ya se lo he soltado.

     El rostro serio de Álvaro dura un par de segundos, descifro en él un alivio inmediato.

     —Se me hace extraño que me lo hayas contado, no te lo niego —dice con tono conciliador—, muchos en tu lugar lo ocultarían hasta asegurarse de saber lo que quieren. —Vaya, pues tan afectado no se le ve, porque de nuevo sonríe. 

    —¿Hablas en serio?, ¿no te importa? —Porque yo sigo sin creerlo. Mírame, metro setenta, talla media y con el pelo indefinido en cuanto al corte y el color, nada exuberante como para mantener la exclusividad de ningún hombre.

    —Me gustas, Alex, y por ahora no seré yo quien se retire.

     —¿Quiere decir eso que no vas a enfadarte, a dejarme tirada o a salir corriendo? 

     Si no lo veo, no lo creo, ¿para esto lo he estado pasando mal?, Álvaro está demostrando ser un gran hombre, estoy a punto de ponerle algo así como los cuernos y no parece molestarle demasiado.

     —¿Quieres que haga algo de eso? Porque parece que te gusta el drama en esto de las rupturas. 

     Golpeo su mano como muestra de cariño,  además, me ha arrancado una sonrisa.

     —El inútil ya me dejó el cupo de dramas cubierto.

     —Me lo suponía —dice sonriendo.

     —Solo me aseguro de que eres un gran tipo, Álvaro, y de que no te hago daño. Oye, porque eres real, ¿verdad?

     Y cuando pellizco su mano para ver que no sueño, él ríe a carcajadas. 

     —Eso del daño es pronto para saberlo, Alex, nos estamos conociendo todavía —Álvaro se adelanta para susurrarme lo siguiente—: Pero procura no hablarme demasiado de él, por favor, de convertirnos en algo más no quiero que nos pase factura.

     Joder. Eso me ha sonado a una promesa de futuro.

     —Pues aclarado el punto en el que estamos actualmente y que somos libres con nuestras decisiones, quiero pizza —digo, y mi boca ya puede saborearla por completo. Como me ocurre con la suya propia, con el beso que me está dando.

Acepta mi café, y cuéntame qué te parece☕️

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