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Yo y Mi Encierro

No he dejado de sonreír desde que estamos hablando por teléfono. Bruno alivia, con su charla divertida, el pánico que sentí esta tarde, el que todavía perdura en mí porque no tengo respuesta de Álvaro al mensaje que le envié, y que decía:

     ERES TÚ, SOLO TÚ➡️

     Me costó elegir las palabras, pero creo que acerté, porque si al leerlas Álvaro se ve en exclusividad conmigo, aún puedo tener la esperanza de que no rompa lo nuestro.

     Fue irse mi padre de la habitación y pensar en él, quería oír su voz con un consuelo bonito que me dijese que confiaba en mi elección, que mi huida de anoche no le importaba ya porque él tampoco huiría de mí.

     Mentira.

     Porque mira la hora que es y no llega esa respuesta que necesito para que su mitad me complemente, en cambio Bruno bien que llena la suya con risas.

     —¿Seguro que tienes treinta y cuatro años?

     —Y tres meses —contesto riendo una vez más cuando Bruno cuestiona mi grado de madurez, el que mi familia me ha quitado esta tarde para recluirme como a una cría.

     —¿Y seguro que son seis hermanos? —me pregunta Bruno oooootra vez.

     Insiste en que quizás eso de tener tantos hermanos varones no es más que una invención de mi parte para desmoralizar a los tíos en las citas a ciegas, hoy en especial dice que es para ahuyentarlo a él, para que no se acerque a mi casa esta noche cuando dijo de alimentarme con sus besos.

     —Te lo juro, son seis, y mayores que yo, aunque haya veces que sean ellos los que no alcanzan la madurez de los treinta —comento sonriendo—. Siento que no hayamos podido vernos hoy.

     —Estás agotada, Alex, es normal que te dediques algo de tiempo para ti. 

     —Para dormir, querrás decir.

     —Y comer lentejas.

     —Calla, que mi madre ya ha hecho su propia planificación de comidas con hierro.

     —¿No le has dicho que existe aporte suplementario para eso?

     —Es feliz así, haciéndome comer sano,  pero confío en que serán solo unos días.

      —Yo también —dice, y es cuando su deseo me eriza la piel.

     Eso significaría volver a vernos, tocarnos, sentir el cosquilleo de mis tripas al montar en la montaña rusa de sus besos. ¿Se notaría mucho que saliese  a escondidas de casa como cuando tenía dieciocho años, y me veía en el garaje con el inútil? Ahora es mi coche el que está ahí y, bueno, ya sabemos que a Bruno le gusta hacérmelo en el coche.

     Puedo empezar mi claustro mañana, Bruno no tiene por qué salir perjudicado por las neuras de mi familia.

     Procuro disimular mi excitación mientras sonrío, puedo esperar. Creo.

     —¿Es la primera noche y ya te aburres de tener que hablar conmigo? —le pregunto con tono irónico.

     —No, aunque reconozco que está siendo una cita diferente —afirma al tiempo que le oigo sonreír.

     —¿Diferente porque estás hablando mucho, o por lo poco que vas a mojar hoy? 

     El resoplido que le escucho parece ser de cansancio. No he querido incomodarle con mi pregunta, pero la necesidad de saberlo es lo que me llevó a hacerla. 

     —De nuevo lo reduces todo a sexo impersonal, Alex, y yo no sé qué más hacer para que me veas de otro modo.

     —Lo siento, mira que lo intento, Bruno, pero todavía recuerdo el inicio de tu propuesta, la condición de tener que estar con Álvaro  para no verte involucrado conmigo.

     —Que no quiera implicarme en lo nuestro con sentimientos, no quiere decir que no los tenga y vaya a ser un cabrón contigo. 

     De nuevo su aclaración me deja la duda, porque sus actos no son de alguien que no diría nunca “te quiero”. Bruno es cariñoso con Lexi, detallista conmigo y generoso con mis bichitos. Y no puedo olvidar que tenemos una compatibilidad extrema para disfrutar de las risas y besos del otro. Solo hay que ver que  incluso para enfadarse conmigo le cuesta hacerlo, como ahora.

     —No te lo volveré a recordar —digo con un tonito burlón.

     —Hasta que hablemos mañana,  ¿no?

     —Pues claro —afirmo riendo—, y eso es por culpa tuya, que te gusta demasiado tirarme de la lengua.

     —Ya, y porque no puedo hacer otra cosa con esa lengua hoy, que me gusta mucho más. —Y me lo puedo imaginar riendo también.

     —¿Qué te parece si lo intentamos de nuevo?, ¿disfrutamos de esto tal cual se nos presente sin pensar en nadie más? —propongo para zanjar el tema, un tema que no zanjaré con el implicado porque en cuanto cuelgue le mando otro mensaje. 

     Tengo que hacer que Álvaro reaccione,  que no me mantenga al margen de lo que pueda estar sintiendo.

     —Me gusta la idea de que seamos dos, sobre todo porque creo recordar que es mía.

     Y ambos volvemos a reír.

     —Debo colgar, Bruno, creo que no tardan en venir para que baje a cenar.

     Miro el reloj y lo confirmo. Son las nueve y media de la noche.      

     —Alex, espera —me pide un último segundo—. Cuando dije que era una cita diferente es precisamente por ser contigo y porque es la primera  en la que hablo tanto.

     Noto que el rubor en mis mejillas me acalora, tanto que no podré dormir ya, Bruno no solo es cariñoso, detallista, generoso y bla, bla, bla… comienza a dejarme ver sus sentimientos y no sé si se ha dado cuenta de ello.

     Miro el teléfono cuando he colgado después de darle las gracias y las buenas noches, Bruno me hace reír, está a mi lado y me llama para cualquier tontería si sabe que me hará feliz, ¿por qué Álvaro no quiere hablar así conmigo?

DIJISTE QUE NO TE RETIRARÍAS Y LO HAS HECHO➡️

YO FUI SINCERA, ESPERO QUE TU LO SEAS PARA ACABAR CON ESTO➡️.


     Me he levantado temprano con ganas de llegar al colegio de Lexi, no es lo habitual en los lunes de su padre, pero tampoco inclumplo ningún acuerdo de custodia. Solo besaré a mi hijo para desearle que tenga un gran día de cole tras un fin de semana agotador en Jerez.     Cuando salí de mi habitación vi que la de Luján estaba intacta, e intacta viniendo de él es que no ha dormido en ella, no es que mi hermano sea más madrugador que yo y la haya arreglado ya. Por lo visto no regresó anoche cuando  salió de casa tras oír el diagnóstico del médico.

     —¿Ha llegado Luján a la nave, ya? —pregunto a René por teléfono mientras espero a Lexi. 

     —No, y que ni se atreva a hacerlo mientras yo esté aquí. 

    —Trabajáis juntos, René  —digo para excusarlo.

    —Y también compartimos sangre contigo, ¿qué nos une más?

     La actitud heroica de René compensa la miserable de Luján, el muy capullo me hará llorar ahora que me falta el apoyo de nuestro hermano.

     —René, no te pude dar las gracias ayer por lo que hiciste por mí.

    —Bueno, yo tampoco te las di por llamar a Nico.

     —¿Se ha solucionado algo?

     —He ganado un mes, en el que podré ver nuevos avales y futuros socios. 

     Con la visita de Nico el viernes sé que habrá reunión de emergencia para salvar la empresa de papá, esta vez tengo que convocarla yo para excluir a René y darle la sorpresa con nuestra propia solución. No sé si habrá que cambiarle el nombre por Los hijos de Muñoz, en vez de Muñoz e hijos como lo es ahora, pero estoy convencida de que el resto de mis hermanos no dejarán en la estacada a René. 

     —Estamos en paz, entonces —le aseguro para que no sea él quien llore, se hace mayor y sentimental.

     —En paz, ratona, pero sigo en guerra con el cretino de tu hermano Luján. 

     —Olvídalo, no lo conviertas en algo personal, estaría fumado.  —Sé que no es excusa, en realidad quiero creérmelo yo.

     —Pero ¡no puede llamarte todo eso y quedarse tan tranquilo sin su merecido! 

     —Y es por eso que sigue soltero.

     —Porque ninguna mujer soporta sus tonterías.

     Nos hace gracia imaginar a Luján comprometido, René seguramente se ríe por verlo con una única mujer, más de dos meses seguidos, yo por verlo gestionar a dos mujeres a la vez.

     —Tú solo avísame si va por ahí, no quiero tener que vivir en el nido y que no nos dirijamos la palabra.

     —Vale, cariño, te llamo. Y te veo en casa de mamá esta tarde.

     Se me olvidaba, lunes de colada. Río al ver que es cierto que mi condena ha comenzado.

     El timbre de inicio al colegio suena justo cuando el coche del inútil irrumpe en el acerado de la puerta de entrada. Reacciono a tiempo de guardar el teléfono y ver que mi hijo con sus piernas cortitas es el que desciende, solo, del asiento del copiloto. No me ve porque sale corriendo hacia el conserje, antes de que él cierre las puertas.

     Mira, parece que tengo que agradecerle al inútil de su padre que al menos lo vea entrar y no se marche antes de asegurarse de que está dentro.

     Golpeo con fuerza el cristal de su ventanilla.

     —¿Eres imbécil, o qué? —grito hasta que baja el cristal. Me da igual, porque ahora que me oye gritaré también, y más alto si cabe—. ¡Lo has dejado entrar solo!

     —Alex, deberías relajarte un poco, mujer, no pasó nada.

     —Tu hijo llega tarde al cole, ¿y además lo hace en el asiento delantero, sin su silla de seguridad?

     —Han sido solo diez minutos.

     —¡Como si son cinco!, ¡no traía sillita!

     Cojo su jersey por el cuello y hago que me dé la puta cara. Controlo las ganas de escupirle, ojalá y tuviese ese café hirviendo de mi madre que echarle en los huevos.

    —¡Sabes que tengo razón,  has puesto en peligro a tu hijo!

     Aparto su cuerpo de mí con rabia y desprecio, pues con el mismo desprecio él me está mirando.

     —Prueba a ver si alguien te cree. No tenías por qué estar aquí a esta hora.

      —¿Esa será tu defensa? Porque yo te di veinticuatro horas que no te correspondían tampoco, y sin ninguna firma, ¿quién es el que tendrá que justificar habérselo llevado sin mi consentimiento? —digo al lanzarle un farol que no sé cuánto tiempo podré mantener.

     El inútil me mira asustado cuando yo no salgo de mi propio asombro. Estamos metiendo a Lexi en nuestras disputas, justo como acordamos no hacer jamás.

      Me marcho después de mi amenaza, no quiero convertirme en esa madre tóxica que genera traumas en un hijo por culpa de su padre. Pero no voy muy lejos todavía cuando le oigo gritar:

     —¡Me lo diste, Alex!, ¡yo no hice nada con que tú no supieras! ¡¡No me amences!!

     Salgo corriendo, no quiero seguir oyendo lo que me dice a gritos. 

     Entro a mi coche y arranco para irme a la clínica, demasiado deprisa, demasiado urgente. No alcanzo la calma que necesito.

     Odio al inútil, con todo lo que conlleva ser el inútil que yo escogí para compartir mi vida, y odio lo que acabó haciendo luego con mi confianza y con mi amor inmerecido. Y lo peor es que eso deriva en el odio que me tengo yo misma por haber estado tan ciega estos dos años que creí amarlo.

     Debería acudir a mis hermanos, como siempre hago después de estos encuentros de mierda con mi ex, porque todos ellos tienen la capacidad de hacerme enfadar para desviar mi atención y que olvide así el verdadero problema que me crea el inútil, ya sabes la técnica, consejos ridículos, bromas pesadas, comentarios entre ellos que me sacan de quicio, insultos que ninguno siente de verd… insultos que no sienten…, ¿insultos? 

     ¡¡Justo como los que escuché ayer de Luján!!

     Amo a mi hermano y a su mente retorcida, quiero hablar con él. 

     —Nines —digo al teléfono para que conecte a mi amiga por el manos libres.

     —Todavía tengo media hora, no iré antes a la clínica —me responde ella sin un saludo antes.

    —Ni quiero que lo hagas, ¿qué sabes de Luján?

     —¿Luján?

    —Me llamaste ayer para saber cómo estaba yo sin que nadie te dijese nada de lo que me pasó en casa.

    —Ya, es telepatía, amiguita, la de años que hace que te conozco, ¿eh?

     —No son cincuenta años, Nines, todavía no somos así de íntimas. Luján fue a verte, ¿verdad?

     —Nooo —dice de lo más falsa. No serán cincuenta, pero quince años sí que llevo a su lado, por eso sé que miente—. ¿Crees que hubiera pasado la noche con el dildo verde de haber visto a tu hermano ayer?

     —Evita los detalles cochinos y pásame a Luján.

     Sabiendo lo fresco que es mi hermano, seguro que espera a que ella lo lleve al trabajo porque durmió hasta el último minuto, sabiendo que la otra está encoñada de él, no tengo dudas. 

     —Está en la ducha —dice, y de nuevo miente.

     —Raro es que tú no lo estés espiando, pásamelo.

     Es cuestión de segundos que escuche la voz de mi hermano al otro lado.

     —Has tardado en averiguarlo, ratona.

     No hace ni un día, que no me subestime, no he tomado café para espabilar y quizás por eso me ha costado un poco.

     —Sí, ya, últimamente no como demasiado y voy más lenta. ¡Lu!

     —¿Qué? —Esa falta de atención suya me desquicia.

     —¡Habla!

     —A ver, Alex, ¿estás con dos tíos y todavía tienes tiempo libre para querer hablar conmigo?, algo no estás haciendo bien con ellos.

     —Pues mira, como tú, que te sobra demasiado tiempo para pelear con tus hermanos por mí. ¿De verdad creíste que me ayudabas así, desviando el problema hacia ti?

     —Pillas viejo al diablo, ratona —dice con ganas de fastidiarme.

     —Y ya te digo yo que te cojo tonto del culo, también. 

     —Piénsalo de esta manera.  ¿Quién se llevó las miradas de desagrado de tus hermanos los  monógamos felizmente emparejados?, ¿quien soportó los golpes… bajos?, ¿quién logró que no te llamasen pervertida?

     —¡Porque eso ya te encargaste tú de decirmelo!, ¡y añade lo de guarra al susto que me provocaste! —grito asombrada con su teoría absurda.

     —Exacto, y tus hermanitos ahora solo quieren consolarte y ayudarte con Lexi para que sigas viendo a tus novios sin estrés. ¡Coño, si tendrías que darme las gracias, porque te he conseguido que te laven la ropa y te hagan de comer!, ¿quién gana más con todo esto?

     —¿Hermanitos? —digo sin haber oído mucho después de esa palabra.

     ¡Ay, dios!, ¡que este se ha acostado con Nines!, claro, seguro que la pena que le inspiro a la otra habrá abierto sus piernas como por arte de magia.

     —¿Hermanitos, Luján Muñoz?, como metas a Nines en tus propias relaciones vas a ver lo que tu hermana pequeña podría hacerte.

     —¿Sabes lo difícil que es competir con esos penes de goma?, no lo hago más, prefiero a cualquier tío al que follarme yo, que medirme con eso.

     —Vale, creo que dejaré de hablar contigo mientras vivas.  —Ya ni me molesto en poner los ojos en blanco al oír sus gustos sexuales.

     —Inténtalo ahora que estaremos bajo el mismo techo. Me toca vigilarte.

     —No te atrevas a hacerlo o le cuento a todos lo pequeña que la tienes. 

     —Díselo a tus hermanitos, me asignaron la tarea.

     ¿Me está vacilando?

    —Me ayudarás a salir del nido para ver a Álvaro y a Bruno o yo olvidaré que te amo.

     Y como la llamada de mi hermano ha cumplido su objetivo de distraerme, no puedo más que felicitarme por mi logro cuando oigo que me ayudará.

     De inmediato busco dónde aparcar,  para mandar un mensaje al chat familiar.

     Yo: HE ESCUPIDO AL INÚTIL, Y NO CREO QUE ÉL LO DEJE PASAR, HASTA ENTONCES Y ESO PASE, SOLO QUIERO DISFRUTAR MI VICTORIA CON VOSOTROS. OS QUIERO.

     Espero unos minutos y ahí están todos con sus felicitaciones, ánimos y hasta algún emoji de un dedo corazón en alto acompañando a la palabra inútil. 

     Pero me hace especial ilusión el privado de Luján,  supongo que no se atreve a dejarse ver por el resto,  todavía.

➡️TENDRÍAS QUE HABÉRMELO DICHO, ME SIENTO MUY ORGULLOSO DE TU VALENTÍA,  Y LO ESTARÉ MÁS EL DÍA QUE ELIJAS TU OPCIÓN. 

     Dejo el móvil en el asiento de al lado y continúo con mi día. Sí, el que ya es hoy peor que ayer, y seguro que si no sé nada de Álvaro, en las próximas veinticuatro horas, lo superará el día de mañana.

Acepta mi café, y cuéntame qué te parece☕️

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