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Yo Y Mi Búsqueda

Han sido menos de veinticuatro horas,  exactamente diecisiete, con todos sus minutos y segundos. El inútil no ha esperado ni un día para volver a verme. Él dice que está aquí por su hijo, puede, no soy quien para dudarlo, pero debido a nuestra despedida de ayer y a que Lexi está en el cole, déjame decirte que es por mí. 

     No permito que pase del jardín, mis padres están dentro desayunando y quiero evitar un problema con ellos, porque mi padre lo echaría a patadas y mi madre le arrojaría lo primero que pillase a mano. Y amo mucho a mis padres como para verlos sufrir de esa manera.

     El padre de Lexi, mi ex o el inútil, llámalo como quieras, se sienta para estar cómodo. Esta conversación será rapidita, así que no calentará la silla del patio lo suficiente cuando ya se haya ido.

     —Sabes que si no es por el intercambio de Lexi, no tengo nada que hablar contigo —le digo, y yo todavía estoy de pie, para que vea que él debería de estarlo también.

     —Es por eso que estoy aquí,  para pedirte permiso. Hoy me gustaría recogerlo del colegio para ir a comer con él, porque ayer…

     —Ayer tenías que comerte a otra, ¿no?

     El inútil me mira sorprendido, ya, lo sé, yo misma me sorprendo de mi estupidez manifiesta. Dos años tratando de espantarlo de mi vida, y en solo un minuto me dejo al descubierto como la adolescente que enamoró. 

     Su sonrisa, esa que creí perfecta y que tanto me gustaba, hoy no me dice nada, y no lo digo porque sea engreída, que lo es,   sino porque en mi recuerdo reciente hay otras sonrisas que ya la han sustituido. ¿Será cierto lo que me dijo René?, ¿que tiene que salir de mi memoria para que pueda volver a ilusionarme con alguien más?

     —Alex, ¿es verdad eso, mi amor?, ¿tienes celos?

     Y esa pregunta hace que salga un poquito más de mi cabeza. Sonrío yo.

     —No te creas tan importante para mí, lo digo por Lexi. Porque esta será la última vez que desatiendes a tu hijo en tu horario de visita. Hora que él no esté contigo, hora que le pido al juez que me devuelva.

     ¿Qué te he dicho? Ha tardado poco en la silla, se ha levantado en un arrebato.

     Pero oye, no se le ve tan indignado, porque de pronto me sujeta del brazo para atraer mi cuerpo al suyo.

     —Alex, mi amor, si tu quisieras, Lexi no tendría que pasar por esto. Ninguno de nosotros.

     Él levanta mi mentón cuando he bajado el rostro. 

     —Alex —dice él con la esperanza reflejada en el suyo.

     —Quise tantas cosas para Lexi, para ese nosotros.

     —Todo puede volver a ser, mi amor.

     Y no sé el motivo, pero huelo a café. 

     Antes, en presencia del inútil, no hubiera significado nada más que eso, un buen café recién hecho, hora del desayuno y dos minutos de relax. Pero hoy el contexto ha cambiado. 

     Café es el moreno, oscuro y caliente, su mirada penetrante y sexi por encima del borde de la taza, la tentación de su lengua atrapando el sabor de la espuma y el humo que oculta el enigma que es para mí. 

     Café es Álvaro, por ser el que todavía no me tomo con él y que estoy deseando hacerlo mañana.

     —Buenos días, estas no son horas de visitas —dice mi madre desde la misma puerta abierta. Veo que es ella la que trae un vaso de café, vaso que parece un cubo si me lo preguntas. 

     Al oírla, el inútil se aparta de mí como si de repente le quemase mi contacto, hace bien, no querrá probar el café hirviendo chorreando por su cabeza.

     Mi madre nos muestra su lado más sádico con una sonrisa hipócrita, a la espera de que él se vaya. Sigue tan sabia e intuitiva con sus hijos —recuerda que ha criado, consentido y educado a siete—, como para haber salido al rescate de su pequeña.

     —Me voy, Alex. Dime si puedo comer con Lexi.

     —A las ocho aquí para su baño. No te retrases.

     Y me aparto de él para posicionarme junto a mi madre, la que me echa el brazo por el hombro para cubrirme con su ala de mamá gallina.

     —Cierra al salir —le ordena mi madre al inútil, y él, conociéndola de tantos años, no se atreve a dejar abierta la cancela de la calle.

     —Mamá —digo esperando su regaño cuando ya se ha ido. Ese hombre no entra a su casa si no está acompañado de Lexi.

     —Sabrás hacerlo bien, Alex, no me preocupa eso. Solo quiero estar a tu lado cuando tomes tu decisión, ¿sí? 

     —Lo estarás.  —Y ahora soy yo la que me cobijo en su pecho de mamá gallito.

     —Y ahora, toma, anda, es con soja. Esto no habrá quien se lo beba si no eres tú.

    Pero bueno ¡que es leche de soja, no matarratas! 

    Cojo el vaso calentito entre mis manos, que se agradece con este frío y tomo un buchito cuando ella se marcha al interior. Sonrío al notar que está perfecto, al paladear su aroma.

     Dejo el café en la mesa y busco mi móvil en el bolsillo. Chat familiar, mensaje urgente.

    NECESITO AYUDA, EL INÚTIL HA ESTADO AQUÍ EN CASA

    Sé que ha sido un poco dramático, pero lo justo para mover seis culos.

    Cris: ESCÚPELE 

    Yo: NO SEAS INFANTIL, CRIS.

    Cris: PUEDO SER ADULTO, RATONA, PÁRTELE LA MANO DERECHA, ASÍ NO PODRÁ TRABAJAR, AH NO, ESPERA. ES UN INÚTIL Y NO SABE QUÉ ES ESO. Y LA IZQUIERDA TAMPOCO 🤣.

     Yo: ALGUIEN MÁS EN LÍNEA CON UN CONSEJO NORMAL❓️

    Cruz: ESCÚPELE, ESCÚPELE MUCHO.

    Yo: A VER, CONVOCO A LOS ADULTOS DE CUARENTA DEL GRUPO. JAJAJA

     Cruz: 🤣🤣 GABI ESTARÁ EN EL MÉDICO, LE DOLÍA LA ESPALDA.

    Cris: SI ES QUE SE HA PODIDO LEVANTAR DE LA CAMA A SU EDAD 🤣🤣

    Yo:  SOIS UNOS CABRONES, CC, VUESTRO HERMANO YA ESTÁ MAYOR PARA VUESTRAS BROMAS.🤣🤣

    Luján: ¿QUÉ PASA? ¿CUÁL ES LA URGENCIA?  ¿LE HA PASADO ALGO A GABI?

    Yo:  UN GOLPE DE CHICO EN LA MOLLERA, PERO MAMÁ LO OCULTÓ MUY BIEN.

    Luján: EN SERIO, ALEX.

     Yo:  ES POR EL INÚTIL, NECESITO HABLAROS DE ÉL

     René: A LAS 19H EN CASA. NO FALTÉIS NINGUNO.

      Gabi: TODAVÍA NO CUMPLO 40. CABRONES‼️

Mamá tenía cita en el médico y papá la ha acompañado, de ahí la hora que propuso René, es el mejor momento para convocar gabinete de crisis sentimental para ayudar a la pequeña de la familia. No falta ni uno.

     Como cuartel general se escogió el nido, perdón, la casa que fue de todos nosotros, y es que Lexi está a punto de llegar. Sí, dejé que el inútil le compensara a su hijo las horas que se perdieron ayer. 

     —¿Tú también? —pregunto a Nico que me saluda por la video llamada desde el teléfono de Gabi, el que conectado a la tele hace que la cara de mi hermano número tres se vea multiplicada por sesenta pulgadas. ¡Guapo!

     —Eres tú, ratona, ¿cómo iba a faltar a tu crisis existencial con el candidato dieciséis?

     —Quince. Y no hables como Luján, que no me gusta —le ordeno cuando lo veo unirse a las bromas de sus hermanos. 

     —Me has pillado. No tenía excusa para no conectarme. 

     —Pues haber fingido tener que vomitar o algo parecido, tampoco es que vayamos a enterarnos desde aquí.

     La risa de mi hermano Nico inunda el salón mientras Gabi a mi lado se deja caer sobre mí para hacerme cosquillas y gritar cantando:

     —En el patio del colegio hay charcos y no ha llovido, son las lágrimas de Alex porque Álvaro, en dos segundos, esta noche se ha corrido.

     —Cumples cuarenta años en dos semanas, Gabi, deja de comportarte como un crío pajillero —digo molesta por tener que hacer de niñera con él. 

     —Y tú deja de lastimar mi ego con la edad.

     De todos mis hermanos, de los que han cumplido cuarenta ya, es el que peor lo lleva, por eso nos gusta meternos con él, ya que tirarle de la melena sería agresión injustificada y a su edad no volvería a crecerle. Espera a ver la fiesta que le tenemos organizada para el tres de febrero.

      —Ya que hemos localizado a Nico,  —René toma la palabra como hermano mayor que es y que todos respetamos—,  podemos empezar antes de que lleguen papá y mamá. 

     Y en especial porque él es el responsable de todos nosotros durante esa ausencia, como cuando éramos pequeños, una reunión en la que es cierto que se debatirán mis relaciones sentimentales a escondidas de nuestros padres. Míralo, tiene cuarenta y ocho años y les teme como si fuera aquel adolescente que organizaba fiestas con chicas.

     —¿Para qué estamos aquí exactamente?, solo sabemos que Alex nos necesita —interviene Luján,  quien se ha sentado a mi otro lado y apoya su cabeza en mi hombro.

     —No vas a convencerme para que escuche tu propuesta, Lu, deja el teatro —le digo acariciando su mejilla. Desde que acabó la conversación del grupo por WhatsApp me ha llamado en dos ocasiones para que salga con su amigo del gimnasio, y yo no estoy por la labor.

    —Nosotros queremos saberlo ya —los gemelos hablan impacientes.

     —A ver, ya nos quedó claro lo que opina Alex de su cita con Álvaro —dice René mirando a Luján.

     —¿Y qué tiene que ver eso con el inútil y con nosotros? —le pregunta él. 

     —Ella no quiere seguir  conociendo a Álvaro si para ello tiene que descartar otras posibilidades, y el inútil puede ganar terreno mientras se decide—. Sigue mirando solo a Luján.

     —Perfecto, hora de pasar al siguiente candidato, el mío. 

     Esto se está convirtiendo en una disputa personal entre mis hermanos más mayores.

     —No, porque esa otra opción ya la tiene elegida ella.

     No era así cómo debería haber empezado, parece que fuera a traicionar a Álvaro con alguien más y no es así, yo se lo diría antes a él.  Hundo la cabeza entre mis manos mientras los comentarios a favor y en contra de Álvaro se suceden, solo hay uno de ellos que repara en mi silencio. Nico.

     —Chicos, venga, haced el favor. Dejad que hable Alex.

     —Gracias, cariño —le digo cuando todos se han callado, su sonrisa aumentada en la pantalla me da el último empujoncito—. Estáis aquí para ayudarme a olvidar al inútil, eso no se discute. —Y cojo las manos de mis dos hermanos a mis lados—. Las citas a ciegas, en el fondo, siempre se trataron de eso, ¿verdad?, de hacerme salir a la calle y conocer a otros hombres con los que pueda ser feliz sin lamentar mi divorcio.

     —Vale, ¿quién ha sido el capullo que se ha chivado? —preguntan los gemelos al ponerse de pie. Cruz mira con severidad a cada uno de los restantes, Cris, lo imita.

     —CC, por favor, nadie se ha chivado —dice René. 

     —Soy la pequeña, CC, y no por ello la más tonta, os conozco demasiado —les digo yo.

     —¡Por fin! Que sepas ya por qué lo hacemos nos facilita la tarea con los candidatos. —Luján me besa la mejilla.

     —Deja de llamarlos así, no hay puesto de novio que ocupar,  ¿de acuerdo? —le regaño.

     —Más que nada porque ella ya tiene cerrada la lista. —René no podía dejar pasar su oportunidad de jorobar a Luján cuando sabe que Álvaro está entre ellos.

     —¿Y por qué hay una lista? Eso merma las posibilidades de Álvaro —Gabi parece que seguirá apoyándolo siempre que le pueda prestar la moto. En el fondo sé que lo hace por mí, esa moto también me pondría feliz si alguna vez la condujera yo.

     —Porque mientras esperaba a Álvaro el viernes conocí a quien creí que lo era. Fue sin intención, lo juro, pero salió todo tan bien con él, que acabó por gustarme. Y yo sé que le gusto a él.

     —Vamos, que la cagaste en la identificación.

     La verdad de los gemelos no sólo es acertada, dicha a dos voces es demoledora.

     —Si ya lo tienes claro, y tu búsqueda se ha reducido a dos candidatos, no sé qué hacemos aquí.

     Luján se levanta del sofá, creerá que ya no lo necesito.

     —No puedo localizarlo.

     Las risas de muchos de ellos me cabrea, sobre todo porque ese “muchos de ellos” son todos en realidad, hasta Nico lo hace por los altavoces, a excepción de René, que ya lo sabía desde ayer domingo y por eso mismo me ha ayudado a promover el voluntariado de búsqueda de la cita a ciegas perfecta que tuve.

     —Vaaaale —dice Luján siendo el primero en parar de reír—, ¿y por dónde empezamos? Con tal de que no gane René, cuenta conmigo.

     Esa rivalidad entre los dos es la más destacable de todos ellos, creo que es debido al año y medio de diferencia que se tienen, cuando el resto la duplicamos con el que viene detrás. Pero oye, en esto precisamente, o están los dos de mi lado, juntos, o no quiero competencias a mi costa.

     —No sé —confieso dándome cuenta de la locura que ha sido tan solo pedirlo. 

     Mejor lo dejo y comienzo a conocer a Álvaro de verdad,  con él saldré mañana martes. Puedo intentarlo.

     —¿Nombre del tipo? —La cara de Luján palidece al verme negar con la cabeza

      —Esto se pone interesante, ya puedo verme en esa burra —golpeo a Gabi, está de un coñazo con la dichosa moto que no lo soporto. 

      —Tendrás una dirección de algo, ¿no? —De nuevo Luján se encuentra con un vacío informativo de mi parte—. Joder, Alex, hasta Google necesita más datos.

     —Lo siento.

     —Pero ¿hablásteis de algo o te fascinó solo por su cara bonita? —Nico hace la pregunta del millón.

     Por esa cara bonita, y por cómo me habló de su perrito. Y de ese beso que imagino que me da desde entonces, en Ámsterdam sobre todo. No soy tan superficial como están pensando, no me dejo atrapar solo por un físico. El inútil lo iguala, casi que lo supera el cabrón, y mira, por más que quiere e insiste, no regresará conmigo. Y si no, ya estaría con el guapetón de Álvaro olvidando que el moreno existió esa noche.

     —Seguro que no tiene moto —dice Gabi cruzándose de brazos en su pataleta personal conmigo, como haría Lexi si le quitase un capricho. O se calla ya, o supera a los gemelos en “tontuna infantil”

     —Piensa, Alex, piensa. Algo habrá, de lo que te dijo, que nos lleve a él. —Nico me lo pide con ganas de ayudar, pero poco podrá hacer el pobre desde Londres.

     —¡Fotógrafo! —grito entusiasmada—. Es fotógrafo.

     —Como decir que es astronauta, igualito. —Cruz no se lo puede creer.

     —O presidente del Gobierno. —Y Cris tampoco.

     Y si los gemelos lo ven difícil cuando ellos son expertos en redes sociales y conocen a media ciudad por sus trabajos de coaching deportivo, yo con mi trabajito de veterinaria, que salgo apenas de la clínica para socializar y que necesito citas a ciegas para relacionarme,  veo imposible dar con él. 

    Mejor, dejo esto.

Acepta mi café, y cuéntame qué te parece☕️

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