XVI
—Skylar y yo nos ocuparemos de la casa de los Grace, vosotros será mejor que os quedéis, es mejor ser pocos e Isaac no está en sus mejores días— comentó Marcus de una forma bastante más suave que su habitual tono autoritario, del que últimamente había tratado de prescindir delante del hijo de Sagitario.
—Nunca estoy en mis mejores días, al parecer— contestó este con violencia, totalmente distinto a su habitual carácter jocoso y su actitud animada y juvenil. Estaban verdaderamente preocupados, tras su estancia en Nueva York, Isaac había estado distante con ambos, serio, incluso a ratos furioso, y la muerte de Agnes no había hecho mucho por mejorarlo. Se había dejado abrazar por Skylar en un par de ocasiones en que había tratado de consolarlo, pero más por educación que porque realmente quisiera su apoyo o algo similar, a Marcus lo había esquivado del todo, se sentía traicionado y lo bastante dolido como para ni siquiera fingir que le confortaba lo más mínimo que tratase de consolarlo, el propio Isaac era incapaz de reconocerse a sí mismo, se sentía perdido y totalmente marginado, como si no pudiera participar en lo que sus amigos ya estaban jugando.
Marcus calló, incapaz de discutir con él o llevarle la contraria, sintiéndose inválido ante aquel nivel de reproches, sin tampoco comprender sus motivos. Leseath lo miraba incómoda, sin realmente formar parte de su círculo de furia pero sin comprender lo que el chico sentía, apenas había llegado a conocerlo y lo poco que había visto, había sido que estaba tremendamente dolido y enfadado.
— Cualquier cosa nos pondremos en contacto contigo o con el italiano —. Intervino ella poniendo una mano en el hombro de Isaac queriendo darle un poco de apoyo antes de retirarla con algo de miedo por si el chico mordía, ya que debido a su mal humor parecía a punto de saltar a la mínima provocación.
— No creo que tardemos más de un día, mañana deberíamos estar aquí— añadió Marcus agradecido por la ayuda y el cambio de tema como si por el momento fuera incapaz de tratar con los demonios de Isaac, o al menos él solo. Dejó caer las manos a ambos lados de su cuerpo y la pelirroja pudo fijarse en que por una vez, aquel chico que normalmente se mostraba tan vigoroso, parecía tremendamente cansado, y supo que de alguna manera necesitaba su ayuda.
No supo muy bien cómo lidiaría con Isaac, eso aún era un misterio para ella, pero cuando Marcus y Skylar partieron, apenas media hora después de haberlos asentado en un apartamento a las afueras de Olympia, supo que se le haría mucho más difícil de lo que ella se habría esperado.
Leseath sabía cómo tratar con los chicos, al menos normalmente, ella había crecido rodeada de presencias masculinas y siempre había sido más de amigos que de amigas, pero estar sola con Isaac la dejaba en blanco. Hizo lo primero que se le ocurrió para cortar el hielo y preparó un bol de helado con virutas de chocolate, esperando llegar a él a través del estómago como solían decir.
Sin embargo, en seguida pudo ver que aquello por una vez no iba a ser el resultado. Isaac solía acurrucarse con una bolsa de Lays al punto de sal cada día, y apenas lo había visto comer otra cosa en los pocos días que había convivido con él, en esa ocasión, tampoco las había soltado, si no que más bien se había aferrado a ellas como si fueran su posesión más preciada y sin ni siquiera comerlas parecía necesitar la presencia de esa bolsa como un niño que se encontraba perdido, por unos instantes pensó en él como aquello, pensó en que tal vez se sintiera solo, en que tenía una mala relación con su familia, tal como ella.
Nunca había escuchado a Isaac decir una palabra sobre seres queridos, tampoco había oído a sus compañeros mencionarlos ni había escuchado que recibiera llamadas en ningún momento de alguien que pareciera querer hablar con él, solo lo había visto acurrucado con sus patatas, en ocasiones tratando de ser acompañado de sus compañeros mayores, aunque siempre los había evitado. Tenía curiosidad por la tristeza tan profunda de ese chico, por aquello que parecía atormentarlo, y algo también sentía algo de pena, pero desconocía cómo realmente podría ayudarlo.
—He visto que hay un kiosko aquí abajo, ¿quieres que baje a por unas Lays?— preguntó educadamente Leseath dejando a un lado el helado y aprovechando la oportunidad para tomar asiento a su lado sin atreverse a fijar su mirada en la de aquel chico triste que se encerraba junto al sofá en sí mismo como si no pudiera confiar en sus propios amigos. —Marcus y Skylar siempre dicen que eres muy alegre, sé que no estás bien últimamente y… no sé, tal vez necesites algo de apoyo.
—Vaya, si se han dado cuenta de cómo soy, un bonito gesto de su parte— murmuró él como si escucharla de alguna forma lo hubiera sacado de los pensamientos en los que estaba sumido, unos que no habían hecho más que torturarlo en los últimos días. —Pensaba que solo tenían tiempo de contarse secretitos y de dejarme de lado, es todo un detalle que me hayan mencionado. —La voz de Isaac, cargada de amargura y desconfianza, a la par que algo de celos, dejó claro el verdadero problema que Leseath en un principio desconocía. Estaba dolido, se sentía sólo e inútil, probablemente culpable por la muerte de Agnes, y el no ser más que apartado de los asuntos importantes no hacía más que recordarle lo que pensaba de sí mismo, que era inservible, que no lo querían cerca porque era imposible quererlo.
—Ellos realmente te quieren, Isaac, todos lo hacen— Leseath colocó su mano en un gesto fraternal sobre su hombro y dejó que Isaac se abriera con ella como con la hermana que nunca había tenido, dejó que rompiera a llorar y que por primera vez en mucho tiempo sacase lo que llevaba dentro. —Aunque no llevo mucho aquí no me ha costado notar lo mucho que te aprecian, ambos estaban muy preocupados por tí estos días y dudo que esconderte cosas sea su intención o su objetivo, sinceramente, Isaac. —Expresó la chica con franqueza tratando de darle su verdadera opinión pero sin ser brusca ni sonar borde. Deslizó los dedos sobre su cabello rojizo y dejó caer la mano a un lado de su costado como si procesara las palabras una a una antes de decirlas. —Creo que lo que realmente buscan es protegerte.
—No entiendo de qué deberían protegerme. —La voz del sagitariano se escuchaba desmotivada y decaída, como si sintiera de alguna forma que pese a haber sido tan feliz con ellos por un tiempo las cosas por algún motivo u otro no hacían más que irse al traste. —Lo que pasa es que soy difícil de querer, Leseath, siempre la cago con todo y se creen que soy un crío, siempre estropeo las cosas, lo hago sin querer y no tengo su confianza, y por eso mismo de alguna u otra forma no consigo que me quieran, ni siquiera mi madre me quiso, ¿por qué habrían de hacerlo ellos?
Leseath sintió algo de presión en el pecho al escuchar cómo Isaac pronunciaba esas palabras, totalmente impactada por aquellos pensamientos tan pesimistas saliendo de aquel chico al que los pocos días que había visto feliz había demostrado ser una persona que aporta comodidad y confianza, una persona a la que fácilmente se le coge cariño.
—No sabes si tu madre no te quiso, Isaac, tal vez no podía mantenerte— trató de consolarlo ella sin mucho que decir al respecto pero sintiendo la necesidad de ayudarlo y hacer que su idea de si mismo cambiara completamente.
—Lo sé, la ví— los ojos castaños del chico reflejaron una oscuridad y tristeza tremendas y por un momento, casi pudo notar cómo luchaba con sus demonios, como si se debatiera entre hablar o no. —Vivía en Canadá, era canadiense, escapé hace dos años en Navidades para verla, robé el expediente del despacho de la madre superiora y cogí un tren con un dinero que estuve ahorrando, tenía… esperanzas, me vestí bien, ¿sabes?— susurró Isaac como si el recuerdo le atormentara y la sola idea de pensarlo pudiera hacerle llorar.— Tenía otra hija, se llamaba Liz o algo así, era menor que yo pero creo que se enteró de lo que estaba pasando, mi madre… o sea Gretta, me amenazó de que si volvía a pasar por allí iba a llamar a la policía, me dijo que me alejara de su familia.
Leseath se quedó en silencio unos instantes, sin ninguna palabra en mente más que cosas realmente desagradables sobre aquella mujer que había abandonado a Isaac, apenas pudo contenerse las ganas de abrazarlo, de decirle que nada de aquello era culpa suya, pero Isaac no le devolvía el abrazo, estaba paralizado en sus recuerdos, pensando una y otra vez en aquel día.
—Liz se acercó cuando me iba a escondidas y me escribió una nota para que la contactara, pero he sido incapaz— su voz se escuchaba suave como una ligera brisa y cualquiera que hubiera estado a unos metros de Isaac no lo habría escuchado, sin embargo Leseath pudo escucharlo claramente. —La envidio tanto, alguna vez vi su instagram, y era tan… siempre ha vivido bien, tiene muchos amigos, su familia la quiere mucho, y solo tiene catorce años, a mí nunca me han querido adoptar hasta Agnes, y ahora Agnes no está y es culpa mía, porque dejé que se quedara para protegerme.
—Creo que Agnes no habría permitido que las cosas fueran de otra forma, Isaac, y creo que por ese motivo Marcus no quiere que estés metido en esto, ocultaba el estado de Agnes para protegerte, porque eso hacen las familias, y Skylar lo apoyaba porque ambos temían que si te enterabas de lo que estaba pasando te culparías como lo estás haciendo ahora. —La sinceridad de la chica se reflejaba en sus ojos y por un instante, un pequeño brillo apareció en la oscuridad de los ojos negros de Isaac, se sentía querido, y el escuchar que sus amigos lo consideraban familia le hacía sentir lleno. —Ellos te quieren, te consideran como un hermano menor.
Isaac meditó un poco al respecto, le gustaba ser su familia, le gustaba lo que habían formado, aunque no deseaba ser visto como un niño, sabía que ambos hacían las cosas porque estaban preocupados y eso de alguna manera lo reconfortó. Estrechó a Leseath con fuerza entre sus brazos de un modo que la sorprendió por aquel arrebato tan repentino y tras abrazarla durante un largo rato, se permitió a sí mismo abrir los ojos y contemplar la realidad que los rodeaba, necesitaba reconciliarse con Marcus y Skylar y serles de ayuda en lugar de un estorbo, necesitaba salir adelante y ser fuerte.
—Creo que deberías hablar con Liz— dijo ella con franqueza, sintiéndose un poco reflejada en aquel chico que odiaba a su madre, pensando en que por muy malo que había sido el suyo, su hermano era un niño muy dulce y al que realmente quería, a pesar de todo. —Aunque primero tal vez debas hablar con Marcus y Sky y tratar de explicarles que puedes con esto.
—Tal vez debería llamarlos— asintió él ligeramente desorientado al respecto, sin tener claro en absoluto el cómo debía proceder. Leseath puso una mano sobre su brazo y lo detuvo antes de que llegara a coger el teléfono, su piel pálida contrastando con su bronceado de California. La chica negó sacudiendo levemente la cabeza y él comprendió la dificultad del asunto, sus amigos se encontraban en plena misión y tal vez si los llamaba podría molestarlos.
Miró el reloj, eran casi las diez, ambos chicos llevaban horas fuera y pese a haber dicho que tardarían muy poco en volver, no haber recibido mensaje alguno lo preocupaba. Soltó su brazo con rapidez y desbloqueó el teléfono tras haber esquivado la mano de Leseath un par de veces tratando de frenarlo, acto seguido, lo vio, un mensaje de Skylar, apenas pudo descifrarlo, simplemente se trataba de una foto un tanto extraña, una bola similar a una canica que yacía en el suelo de algún lugar desconocido, Isaac no conocía la casa de los Grace pero estaba bastante seguro de que aquel suelo en el que se encontraba la bola no tenía nada que ver con esa casa, tal vez su amiga trataba de enviarles algo que necesitaba investigar pero lo cierto es que Isaac no tenía ni idea sobre ello.
Tras meditarlo unos segundos y sin pensarlo dos veces, marcó un número que ya tenía salvado desde hace tiempo y en Whatsapp reenvió la foto que había recibido para que aquella persona pudiera llevarle un mensaje, se sorprendió a si mismo al ver la cara de Altair al otro lado de la pantalla, pues sus celos infantiles no le habían hecho buscarlo mucho últimamente, sin embargo, al ver que el chico había contestado tan pronto a su llamada se sintió aliviado.
—Skylar me ha mandado esto, no se lo que es pero dijeron que se iban a casa de los Grace y ese suelo parece más de un polígono o algo similar, es lo único que han pasado en todo el día— explicó a toda prisa con verdadera preocupación por ella y Marcus, pensando en que tal vez algo los había llevado a un lugar bastante alejado del que tenían planeado visitar.
—Andreu— escuchó cómo el italiano señalaba a un chico nuevo al que apenas había visto y poco después, en la pantalla apareció un rostro bronceado y con unos ojos de un verde intenso y cabello castaño oscuro que no le eran para nada familiares. —Esto es lo que viste en el aeropuerto, ¿no? Se lo ha mandado Sky, lo ha visto en Olympia.
—Es un material muy raro, parecía piedra pero cuando traté de cogerlo quemaba, y fui incapaz de moverlo con magia, lo había dejado un tipo rubio, me recordaba a una sombra— comentó el joven con verdadera confusión ante el material pero sabiendo perfectamente que de alguna manera, pertenecía a aquel hombre que había visto en el aeropuerto apenas hacía dos días. —Creo que nos estaba escuchando, se escondía cuando hablaste con Marcus en el aeropuerto, traté de seguirlo pero simplemente se esfumó.
—¿Un tipo rubio? ¿Te refieres al que estaba siguiendo a Avril?— la característica y grave voz de Viktor cargada de acento ruso interrumpió mientras Isaac aún trataba de procesar la información que le habían dado, trataba de pensar en lo que había escuchado, pero lo que Viktor trataba de decirle le resultaba hasta peor. —Habría intentado matarla de no haberse visto expuesto, estoy bastante seguro de ello, cuando me vio… vi pánico. — Expresó el joven mientras sus dedos se detenían sobre su cabello hasta revolverlo ligeramente, como si la simple idea de que hubiera cumplido su objetivo le resultase horrible.
—Es un tanto extraño, los ancianos nunca habían visto algo así— reflejó Altair mientras su mirada preocupada parecía posarse en todas partes como si tratase de captar un recuerdo, inutilmente, se negaba a dejar las cosas así, pero de alguna forma estaba seguro de que ellos solos poco podían hacer por ayudarlos si no conseguían algo más. —Marcus tenía un libro, el diario de Kristen, está lleno de anotaciones de los hijos de los celestes, sobre todo de su hija Katherine y de Einar Lestrange. —Algo en el interior de Isaac se retorció y casi pudo sentir cómo la voz de Edmond, quien normalmente trataba de no molestarlo, gritaba ante la mención de su hijo, de quien no había sabido nada en esos mil años. Contuvo el impulso de taparse los oídos para callarlo y siguió escuchando a Altair, que hablaba con tremenda seriedad. —El diario está escrito en alemán, pero hay partes escritas en lengua vikinga, inglés antiguo o incluso en latín, hindi o italiano, las anotaciones supongo, o al menos de eso dejó constancia Dante, hijo de Libra y Cáncer que ayudó a dirigir el monasterio hasta el día de su muerte.
—Podemos intentar encontrar algo, aunque no hablo alemán— interrumpió Leseath con tono suave pero determinado, dispuesta a aclarar el asunto. Se levantó del sofá y acompañada de Isaac, caminó hasta la habitación de Marcus y rebuscó en cada cajón sin demasiado éxito, Marcus era cuidadoso, no dejaría un objeto tan preciado en cualquier lugar. Tiró de otro de los cajones y entonces, sintió cómo este oponía resistencia, estaba cerrado con llave. Los jóvenes intercambiaron una mirada cómplice y ella se quitó una horquilla del pelo, la colocó en la cerradura y con algo de idea de lo que hacía por las experiencias de la vida, abrió con un suave click el cajón para encontrarse con un cajón vacío.
Isaac palpó el interior perplejo, tocó cada borde y tras unos momentos de inspección, notó algo de distinto tacto sobre la parte de arriba del cajón, pegada a la madera que hacía como “techo”. El diario.
Comenzó a pasar las páginas una a una bajo la mirada atenta de Leseath, revisaron cada página, cada dibujo o boceto, saltaron los que vieron innecesarios y revisaron los apéndices que Dante había dejado escritos hacía mucho tiempo, apéndices con antiguas historias y detalles que aunque eran bien conocidos, en ocasiones resultaban olvidados. El texto, escrito con una letra elegante y en un latín perfecto lo desconcertaba un poco. Había estudiado latín en el instituto, también había escuchado misas en latín, pero a la hora de la verdad un texto de ese estilo sin su diccionario se le hacía totalmente desconocido, entonces, cuando estaba a punto de gritar por la angustia, Edmond se materializó a su lado y poco a poco, con su aura fantasmagórica, revisó el documento de arriba a abajo sin decir nada, leyendo con la fluidez de alguien que domina una lengua casi natal.
—Aquí está, no exactamente, pero creo que podría ser esto— dijo señalando débilmente un pasaje del escrito que Isaac fácilmente pudo reconocer en cuanto Edmond influyó ligeramente en su cabeza. —Es una narración de un mito de Gnaeus, el señor del inframundo para los celestes, un demonio que roba las almas, es algo similar a Lucifer u Hades, en una ocasión, condenó al hijo de un inmortal, Artis, por haber tratado de burlarlo y de escapar de la muerte, lo condenó en el infierno a un encierro infinito, pero Artis logró escapar por sus poderes de teletransporte heredados de su padre y su ingenio, creyó que podría burlar la maldición de un dios, sin embargo cada vez que él escapaba de un sitio, dejaba un rastro de forma inevitable, Artis no era consciente y Gnaeus disfrutó de su caza y le impartió un castigo aún peor, lo condenó al fin de su propia existencia, desgarró su alma y la desapareció totalmente. Las maldiciones de encierro divino no pueden burlarse fácilmente, es lo que trata de explicar Dante con esto, cuando un dios te condena a un castigo de encierro o algo similar, no puedes huir fácilmente, si lo haces dejarás un rastro con el que el dios podrá encontrarte fácilmente si no eres lo bastante inteligente como para burlarlo.
Isaac repitió las palabras en voz baja para sí y miró a Leseath como si de repente viera clara la respuesta. Ella pareció confusa, incluso desorientada ante la idea de que Isaac hubiera leído el latín con tanta facilidad, sin embargo, en aquel mundo había dejado de preguntarse cosas hacía mucho tiempo y estaba segura de que si ella contaba con una cierta “ayudita externa” tal vez no era descabellado pensar que él también contara con la suya.
—Esa bola es un rastro, entonces— apresuró Leseath sin apenas poder contener sus pensamientos, cada vez más acelerada ante la idea que en ese momento comenzaba a formarse en las mentes de ambos. —De alguien que se ha escapado.
Isaac asintió, su rostro palideciendo al llegar a ser consciente de lo que verdaderamente estaba ocurriendo, pensando en que tal vez, aquella mañana había sido la última vez que había visto y vería a sus amigos.
—De un inmortal.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro