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XIII

El ambiente jocoso de después del partido no parecía haberse disipado cuando llegaron al apartamento tras ver a los Yankees jugar contra los Mets en un partido amistoso local que a Isaac le hacía especial ilusión, no solo porque eran dos de sus equipos favoritos, si no porque era la primera vez que acudía a un partido. 

Descansó en la habitación mientras observaba entre sus pertenencias la bola de baseball firmada por los San Diego Padres que las monjas le habían regalado hacía algunos años por su cumpleaños. En muchas ocasiones las echaba de menos, eran las mujeres que lo habían criado después de todo, siempre se habían esforzado en educarlo bien y en que no le faltase de nada. Pese a siempre haber soñado con salir de allí y ser libre para conocer mundo eso no significaba que no extrañase a aquellos a los que había dejado atrás, tal vez podría hacerles una visita cuando todo aquello acabase, aunque no estaba muy seguro de cuando fuera a ser aquello, sabía que mientras todos lo creyeran muerto no podría acercarse a ellas y una vez todo terminara sería complicado para todos explicar lo sucedido, porque tal vez Skylar tenía una versión de los hechos sencilla, seguía su carrera a distancia y sus amigos la creían conociendo a su madre, pero lo suyo... Eso ya era más difícil de explicar.

Skylar en cambio reposaba sobre el sofá con las piernas dobladas para acomodarse en un solo espacio y dejar el sitio disponible para Isaac mientras ojeaba los folletos de comida para llevar que había cogido por el centro de Nueva York mientras daban el paseo hacia la parada del metro para ir al apartamento que la exesposa de su padre tenía mientras dirigía una obra en la ciudad. Esa noche no estaba en casa, solía estar en varios lugares distintos cada día, era una mujer realmente inquieta, entendía que su padre se hubiera fijado en ella, era realmente agradable y tenía un carácter que hacía que quisieras estar con ella, incluso cuidó de ella cuando de vez en cuando iba a la ciudad a ver a su hermano mientras era pequeña pese a no estar casada ya con su padre y no ser de su familia. 

La pizza de uno de los restaurantes pareció por fin llamar su atención cuando el teléfono interrumpió sus pensamientos, suponía que era su padre, que cada noche llamaba para ver cómo estaba y le contaba lo que había hecho en el día con pelos y señales, pero en cambio, la foto de perfil de WhatsApp del hijo de Géminis la sorprendió apareciendo en medio de la pantalla. Le resultaba algo extraño que la llamase a ella, normalmente solía hablar con Marcus, aunque supuso que su aventura nocturna le dificultaba contestarle. 

La hija de Capricornio deslizó el dedo por la pantalla suavemente y sonrió cuando reconoció su rostro en lo que parecía un aeropuerto, algo cansado por la diferencia horaria pues en Europa era ya entrada la madrugada.

—Mi italiano favorito —dijo sin poder evitar morderse ligeramente el labio para contener un poco su sonrisa y dar un aspecto algo profesional, regio, como el que hubiera dado Marcus.

— My American girl —Altair sonrió sin importarle lo cansado que se encontraba y las ganas que tenía de subirse al avión para dormirse un poco más —. ¿Sabes dónde está Mamá Marcus? Le estoy llamando al teléfono y no me contesta, me estaba comenzando a preocupar ¿Va todo bien?

—Esta noche estaba ocupado, pero llegará por la mañana— ella apartó los folletos a un lado y cambió de posición inconscientemente para verse algo más presentable, escuchando las voces de fondo que resonaban en el aeropuerto pese a ser altas horas de la noche. Le gustaba hablar con Altair, transmitía calidez y tenía un tono juguetón que hacía fácil seguirle el juego, aunque esta vez sospechaba que no llamaba para informar a Marcus y gastarle alguna broma, no habría preguntado de forma tan directa de no ser así.— ¿Necesitas algo? Tal vez pueda ayudarte.

— La verdad es que sí —carraspeó sabiendo que no podía andarse por las ramas con un tema que él sentía tan serio —. Hace unos días Marcus me dijo que me pasaría un correo pero parece ser que con el viaje a Nueva York se le ha olvidado ¿Sabes si tiene alguna agenda donde apunte direcciones electrónicas?

—Se la contraseña de su portátil, nunca cierra el correo— contestó ella levantándose para caminar al despacho que amablemente le habían cedido a Marcus temporalmente para que gestionara los asuntos con el monasterio al estar en la ciudad. Empujó con suavidad la puerta de madera blanca sabiendo que se encontraría vacío y se aproximó hacia la mesa dónde el portátil descansaba perfectamente ordenado en la mesa, como Marcus siempre lo dejaba.

— Bien, busca el nombre de Mackenna o de Alan Grace —. Ordenó en un tono tranquilo que no le hacía perder ni un poco su autoridad —. Ha habido un problema en la base de datos del monasterio y se ha borrado todo lo importante, están recuperando el disco duro pero no puedo esperar y dijeron que podrían tardar días. 

Se notaba exasperado y ansioso por contar con esos contactos, Skylar supuso que lo que se traían entre manos debía ser algo importante.

No se demoró mucho en desbloquear el ordenador, menos al notar esa seriedad que le hacía parecer mucho mayor y cansado, notó como sus ojos parecían desear dormir un rato en lugar de ocuparse de aquello, por lo que sus sospechas se acrecentaron aún más. Tecleó el nombre de Mackenna Grace y ojeó los correos que Marcus se enviaba con ellos, sabía que habían sido cercanos, aunque los asuntos de algunos de ellos le hicieron ver que también había temas algo más serios que tratar, como la adopción de Isaac y otros asuntos que por el título no supo reconocer. Altair parecía tensarse con cada pequeño click del teclado, pero finalmente ella tomó su teléfono y anotó la dirección minimizando temporalmente la llamada para copiar la dirección y enviarla lo antes posible, sabiendo que estaría deseando recibirlo.

—Te he enviado ambos, espero que te sean útiles— su tono era suave y Altair pudo percibir cómo intentaba que se sintiera algo mejor al tener la información ya en sus manos. —Si necesitas algo más puedes llamarme.— Añadió rápidamente sin saber bien si podría ser de ayuda realmente, pues esos no eran precisamente los asuntos que trataba normalmente.

— Desde luego, gracias —sonrió de forma algo tensa porque pudo percibir cierto interés en sus ojos al ojear el ordenador de Marcus —. Dile a Mr. All American que me llame cuando termine esas misiones nocturnas que me suenan a mí a chino, tenemos que hablar de cosas serias.

—Nos vemos mañana— se pasó la mano por el pelo cerrando el dispositivo con calma mientras observaba la pantalla notando su tensión sin muchas ganas de molestarlo, le gustaba Altair de buenas, y dudaba que de malas fuera a gustarle, probablemente fuera peor que Marcus malhumorado, aunque solo fuera por el hecho de que a Marcus ya lo había visto así en numerosas ocasiones. —Duerme un poco, anda.

—Si tu me lo pides— bromeó él algo más relajado al observar que se había alejado del ordenador viéndose bastante más natural con su sonrisa que anteriormente. —No te puedo decir que no a eso. 

—No pareces querer hacerlo— contestó Skylar con un toque de diversión al notar cómo se fingía sacrificado, caminando hacia el salón de nuevo mientras se acomodaba el pelo hacia un lado en una cascada de un color castaño claro ondulado que se veía ordenado y rebelde a la vez. —Aunque finjamos que es por mí.

La sonrisa de Altair se ensanchó ligeramente, su cuerpo recostandose contra el asiento y acomodándose en su sitio. 

—Vamos, honey— dijo con un marcado acento italiano tratando de imitar las expresiones cariñosas americanas en un tono ligeramente burlón, siguiéndole un poco el juego de una forma algo coqueta, como si estuviera buscando picarla— sabes que no puedo negarte nada, menos si me lo pides con ese pijama tan mono. —Se burló el chico sacándole la lengua de forma divertida mientras echaba un vistazo a la camiseta ancha de Skylar que tenía una escrita de los San Francisco 49ers. —¿Se la has robado a Mr. All American o a Baby All American?

—A mi hermano— contestó ella en el mismo tono juguetón mientras se mordisqueaba el labio inferior tratando de evitar que sus mejillas se enrojecieran al sentir la vista de Altair sobre su cuerpo y su pijama informal. Skylar solía buscarse pijamas mucho más bonitos y dignos de mostrar pero desde que se había marchado de California no podía evitar querer sentir a su familia más cerca aunque fuera de esa forma tan tonta.— Pero si tú me cedes una también me la pongo, no te pongas celoso.

—Te tomo la palabra, espero que me hagas un desfile— la sonrisa de Altair no hizo más que ensancharse y por un instante ambos se miraron a los ojos como si eso acortase la distancia que los separaba. El hijo de Géminis trató de reprimir un bostezo, pero sus párpados se sentían pesados después del largo día que había pasado. —Espera un paquete para dentro de unas semanas.

—Lo haré, pero tú deberías dormir— Skylar se vio devolviéndole la sonrisa de forma inconsciente, perdida en aquel acento italiano que tanto le llamaba la atención. —Te vas a dormir hablando conmigo.

—Es la primera vez que hablamos a solas, estaría feo que me vieras en esa faceta en la primera noche— asintió el chico sin ganas realmente de terminar la conversación, pero sabiendo que era inevitable por mucho que ambos se sintieran cómodos el uno con el otro. —Buenas noches, American girl.

La hija de Capricornio iba a contestar cuando la presencia de Isaac se reportó en la sala, observándola desde la puerta y recostando el peso en el marco como si sospechara que algo iba mal por haber observando cómo su amiga salía del despacho de Marcus. Apretó ligeramente los puños cuando observó cómo Skylar se acomodaba en el sofá sin parecer que tuviera ganas de soltar el teléfono y mordió la cara interna de su mejilla sintiéndose como un niño algo absurdo pese a tener la misma edad de Altair. ¿Por qué nunca nadie le incluía en las cosas importantes? Iba cumplir dieciocho años en diciembre y ya estaban en verano, no entendía por qué nadie le tenía en cuenta, y mucho menos entendía que Altair pareciera captar la atención de su compañera mientras que él parecía ser tratado como un hermano pequeño.

Le molestaba que jugara con ella delante de él y le molestaba que ella le siguiera el juego mientras que a él no hiciera más que esquivarle sus intentos de coqueteo, sentía que siempre era lo mismo, ignorado en el instituto e ignorado fuera, ni siquiera entendía por qué a Altair si le prestaba atención cuando a él parecía tratarle como si fuera mucho menor habiendo nacido su mismo año. Ni siquiera entendía como su amigo no pillaba las indirectas cuando él parecía celoso, tal vez no era lo bastante claro, o se lo tomaban a broma como muchas veces cada cosa que decía, quizás era culpa suya por estar siempre bromeando.

Skylar le sonrió al verlo en la puerta y le hizo una señal de que se acercara al sofá de una forma fraternal, pero no dejó el teléfono del todo, sabía que aún no se había despedido.

—Buona notte, Altair— contestó ella imitando su acento con una ligera sonrisa mientras le guiñaba el ojo con complicidad, devolviéndole la jugada que hacía cada vez que usaba algún término en inglés. 

Isaac se pasó la mano por el pelo con incomodidad, era la primera que estaba cerca de una chica y no había podido evitar sentirse cautivado de verla todos los días y de que, cabía decir, su cuerpo era notablemente más llamativo que el de Marcus.

—Adiós, tío— añadió él en un tono que sonó algo más seco de lo que le hubiera gustado, dejando a sus amigos ligeramente confusos por su comportamiento. 

¿Qué narices le pasaba a Isaac, que hacía tan poco se veía exageradamente alegre? No tenían ni idea.

La mirada de Altair se notaba confusa, como si no comprendiera qué había hecho para ganarse que Isaac estuviera malhumorado. 

Era muy extraño que su compañero estuviera enfadado y más aún sin que hubiera una razón aparente, simplemente había aparecido y se mostraba con cara de pocos amigos, sin más. Tanto él como Skylar se veían descolocados, Isaac en cambio se sentó en el sofá junto a ella, como si la cercanía pudiera hacer que se olvidara de los coqueteos del hijo de Géminis, cosa que no parecía que fuera a pasar. ¿Por qué no simplemente ligaba con las mujeres que tenía a su alcance? Isaac sabía que aún no había muchas chicas, pero debía reconocer que la rusa tampoco estaba nada mal, era muy blanca para su gusto, pero le pillaba considerablemente más cerca, no es como si pudiera decir que fuera a disfrutar de Skylar en un periodo a corto plazo, sus argumentos le parecían lo bastante lógicos como para deducir que Altair debía retirarse de la carrera, aunque probablemente si Marcus escuchase su razonamiento le diría que él tenía aún menos posibilidades.

La llamada no tardó en terminar cuando Isaac se sentó junto a ella, la tensión se notaba en el ambiente, ella parecía algo incómoda incluso a su lado aunque esa no era su intención inicial, se sentía mal por la forma en que había hablado con Altair, no es como si fuera a sentirse atraída por él solo porque Altair comenzara a ignorarla, Skylar tenía sus propios gustos y quizás él no encajaba en ellos, sabía que ella no tenía la culpa, ni siquiera Altair, además él era su amigo, no podía estar de malas con él solo porque él se viera algo interesado en su amiga, ni siquiera había reconocido que le gustaba, Altair no lo sabía.

Los sentimientos le embargan confundiéndolo continuamente, sabía que no era la primera vez que hablaban, pero tal vez sí había sido la primera vez que lo habían hecho a solas y eso le preocupaba un poco, como si eso pudiera dar lugar a más conversaciones, aunque sospechaba que solo se había dado porque Marcus no estaba y Skylar era la más mayor de los dos, probablemente la creyera más responsable.

Marcus era otro tema que le preocupaba y sospechaba que Skylar sabía más del tema y no quería confesarlo. Esa era otra cosa que le daba rabia, llevaba más tiempo que ella en eso, Marcus era como su hermano y que confiara más en la chica "nueva" que en él le dolía, quería ser reconocido como uno más de ellos, que no lo trataran como a un niño porque ya no lo era, necesitaba que lo sintieran adulto, que vieran que era como ellos, que podía ser responsable.

La hija de Capricornio pareció notar ese sentimiento y apoyó la cabeza en su brazo mientras ojeaba el folleto de la cena sin saber demasiado bien qué decirle. Se sentía algo incómoda por la tensión del ambiente cuando había interrumpido la llamada, no estaba enfadada, pues sabía a la perfección lo volátil que podía resultar Isaac a veces aunque nunca lo había visto enfadado. 

No sabía qué decirle, lo cierto era que le recordaba mucho a su hermano Travis, tenía la piel bronceada como él y aunque sus ojos fueran claramente oscuros en lugar de verdes, su carácter divertido era algo similar a veces, aunque Travis fuera más adulto y maduro que él en muchas ocasiones. 

No se sorprendió mucho cuando Isaac preguntó por Marcus, tal vez ese era el motivo de su enfado, aunque le parecía mal la forma en que había contestado a Altair sin ningún motivo lógico para hacerlo, ese tipo de cosas eran las que le hacían sentir que en muchas ocasiones Isaac seguía actuando como un niño, aunque ella misma sabía que lo había hecho alguna vez también, siempre era de una forma distinta, Isaac aún estaba madurando recién salido de su jaula de oro en el hospicio donde se le había protegido de casi todo, estaba descubriendo la vida y en ocasiones eso hacía que su comportamiento contrastase con el de su otro compañero, el hijo de Aries, que estaba mucho más curtido y experimentado.

—Marcus me escribió antes, tiene una pista así que supongo que llegará mañana — mintió ella sabiendo que probablemente su amigo estaba ocupado con esa pelirroja explosiva que habían visto en la sex shop, pese a sus intentos de disimular su cita a ella se le había salido de lo normal, tenía una sonrisa imperceptible que no era muy propia de él y escribía con ansias en el teléfono pese a tratar de parecer tranquilo. Skylar era observadora, sabía que estaba actuando diferente y por las miradas devoradoras que se habían dedicado en la tienda tenía muy claro por dónde iban los tiros, Marcus había ligado.

Isaac en cambio, en lugar de tranquilo por el bienestar de su amigo pareció más frío incluso, para ella resultaba indescifrable que de repente su actitud hubiera cambiado de esa forma pero Isaac solo podía ver una cosa, de nuevo Marcus había elegido contarle las cosas a Skylar y excluirlo de sus planes, ¿Acaso no contaba con que estaría preocupado? 

La chica apenas habló más, sus intentos por hablar con Isaac parecían inútiles y ella se preguntaba cuándo se había vuelto tan frío en lugar del chico tan alegre que era siempre. No insistió mucho más con el tema, no parecía dispuesto a contentarse en un breve periodo de tiempo por lo que poco después de la cena se fue a dormir, sin poder dejar de dar vueltas en la cama pensando en los asuntos que Marcus y Altair se traían entre manos, ¿Qué podría ser tan malo como para que Altair actuara con tanta urgencia? Y además de eso, ¿Qué tenía a Isaac tan enfadado como para que ni siquiera tratase de dirigirle la palabra? Tanto una cosa como la otra no tenían respuesta para ella, y probablemente no la tuvieran pronto.

Marcus despertó enredado entre las sábanas de una cama ajena, con las mantas envolviendo su cintura y dejando su torso descubierto completamente. La pelirroja de la tienda se arreglaba en el baño que había frente a la cama, fue lo primero que pudo ver por el rabillo del ojo cuando sus ojos poco a poco se abrieron al sentir la luz de la mañana entrar levemente por la ventana. No le gustaba el sol por las mañanas, no estaba acostumbrado, en Washington la niebla, la lluvia o la nieve eran el estado más habitual del cielo y desde que había salido de allí sentía que su pálido rostro se abrasaba ante tal exceso de luz. 

En cuanto sus ojos se posaron en ella finalmente ya algo más despiertos no pudo apartar la vista, las pelirrojas siempre habían sido su debilidad pero nunca había conocido ninguna en persona, Leseath era la primera. Su cuerpo se veía realmente atractivo mientras se acomodaba una toalla en el cuerpo con cuidado alzando ligeramente la voz al notarlo despierto para apresurarlo un poco, pues debía ir a trabajar por la mañana y ya iba con algo de prisa.

Observó cómo se colocaba las lentillas mientras se incorporaba, había algo un poco extraño en ellas, se veían de un tono azulado poco habitual, como si no fueran lo suficientemente translúcidas. Los ojos de Marcus se fijaron en los suyos de repente, estaba lejos pero al sentir la visión del chico sobre ella se volteó inconscientemente, con solo una lentilla puesta, la toalla reposando sobre su pecho. Para la sorpresa de Marcus, sus ojos eran más extraños de lo que pensaba, ni siquiera eran oscuros como para necesitar unas lentillas de color que los ocultasen, eran azules, no tenía sentido que intentase ocultarlos.

Una corazonada atravesó la mente de Marcus aunque por el hecho de estar medio dormido necesitó de unos pocos segundos para procesarlo. ¿Y si tal vez lo que tratase de ocultar no fuera un color que le disgustara, si no algo que hiciera a sus ojos especiales? Tal vez estaba algo paranóico con el asunto de los celestes, pero no podía dejar pasar la oportunidad de comprobar si sus sospechas eran ciertas o si solo era una de sus paranoias. 

Se levantó sin importarle su desnudez y se aproximó a ella acorralandola ligeramente contra el lavabo, acomodó una de sus manos sobre su cintura y apartó ligeramente la toalla hacia un lado. Sabía que si la marca estaba en algún lugar debía de ser alguno que no hubiera visto, tal vez en alguna parte de sus brazos o sus piernas en la que no se hubiera fijado. 

Posó su mirada sobre la suya y observó el color azulado de sus ojos, que insinuaban una galaxia profunda y maravillosa en ellos, igual que la que había visto en los ojos de sus amigos y en los suyos propios. Estaba en lo cierto, o al menos eso parecía, aún no había visto la marca pero sabía que no podía estar lejos. Bajó su vista hacia su cuerpo evaluando sus brazos poco a poco y más adelante sus piernas, su torso y todo su cuerpo hasta fijar la vista en una pequeña mancha negra que insinuaba una forma que con la toalla en medio no llegaba a reconocer. Deslizó la tela de algodón suave ligeramente hacia un lado provocando que la chica separase ligeramente los labios de forma juguetona, como si esperase a ver lo que Marcus tramaba. Al notar cómo sus ojos se detenían en la marca, inconscientemente se apartó, como si no desease que la vieran, apartó su vista y empujó ligeramente a Marcus hacia un lado, sin desear tenerlo cerca por el miedo a que descubriera algo que ella se empeñaba en esconder.

—Tengo que ir al trabajo, tienes que irte.— Ordenó ella sin mucho éxito a la hora de moverlo, su altura era más que suficiente para convertirlo en un objeto inamovible cuando se lo planteaba. Leseath sintió algo de angustia al ver como el chico se mantenía firme frente a ella, cortándole el paso e impidiéndole escapar.

—Tengo que hablar contigo— dijo él con un tono mucho más serio del que había empleado con ella en ningún momento tomando una toalla que acomodarse en la cintura para evitar la desnudez.

—No me digas que te has enamorado tan pronto de mí— trató de confundirlo ella mientras se acomodaba la toalla tratando de atarla con fuerza empleando el humor como mecanismo para evitar la conversación que el chico parecía querer tener, pues o bien era igual que ella, o bien quería llevarla con quienes lo eran.

—Leseath— se impuso él con un tono inquisitorio poniendo firmemente las manos en sus hombros y obligandola a mirarlo a los ojos sin darle ninguna escapatoria para que pudiera cambiar de tema. —Esta vez vas a escucharme.

Se notaba a la legua que la chica estaba escondiendo algo, que sabía más de lo que estaba mostrando, actuaba esquivando a Marcus como si no deseara escuchar nada de lo que tenía que decir y cambiaba de tema como si tuviera miedo de ser descubierta. El ariano sostuvo su rostro durante unos segundos antes de ser empujado hacia fuera del baño, totalmente de imprevisto, aferrándose a la puerta sin demasiado éxito mientras escuchaba cómo el cerrojo la trancaba delimitando el espacio entre ellos.

—Sabes lo que eres, ¿Cierto? Sabes la historia— se aventuró el chico mientras daba un golpe a la madera con firmeza como si le pudiera guardar rencor a un objeto inanimado por estropearle los planes.

—Y también sé que no quiero desperdiciar la vida que tanto me ha costado ganarme en una guerra perdida— se excusó ella mientras recostaba la espalda en la puerta sintiendo amenazado todo eso que había luchado por ganar. —Nunca se ha ganado esta guerra, ni cuando los celestes eran mucho más fuertes y estaban mejor preparados, ¿Crees que ahora vamos a ganar existiendo los métodos de búsqueda que existen? No voy a malgastar lo que me queda de vida preparándome para morir, quiero disfrutarla, aunque sea corta.

—No puedes disfrutar una vida en la cual tienes que salir huyendo continuamente porque no puedes vivir sin esconderte, perdona que lo diga así, Leseath, pero no puedes dejarnos tirados, nos necesitas tanto como nosotros a tí— impuso el hijo de Aries mientras miraba de una forma algo dura la puerta sin demasiada empatía por su causa, como si nunca hubiera perdido nada, y es que tal vez ya estaba tan acostumbrado a dejarlo todo de lado por la causa que ni siquiera recordaba que normalmente resultaría un sacrificio.

— Entonces según tu lógica, es mucho mejor malgastar mi vida en algo que nunca ha salido bien, entrenar, enfrentarme a monstruos mucho más fuertes que yo —. Le enfrentó la chica sin miedo, clavando su mirada con fiereza sin echarse atrás —. Han muerto personas más preparadas que yo. Solo soy una futura universitaria.

Ella comprendía la necesidad de Marcus, Natt le había avisado que eso pasaría, que vendrían a por ella. Leseath se creía a veces egoísta por no hacer nada por buscarlos y ahora qué tenía a uno de sus compañeros de armas delante, solo pensaba en huir, en ser libre a su manera, en cumplir sus metas. 

No sabía quién de los dos era peor, si ella por anteponer sus deseos al resto o el resto por querer obligarla a seguir un camino que no deseaba no. Pasaba lo mismo con su padre y ahora se veía teniendo la misma discusión, aunque un poco diferente, con un chico que acababa de conocer.

No entendía realmente por qué no podía decidir ningún aspecto de su vida sin ser tratada con desprecio, frialdad o seriedad, como si fuera una inconsciente, como si estuviera loca. ¿Realmente estaba mal que ella decidiera como morir?

Tal vez el chico lo viera como una locura, pero ella sentía que era la única decisión real que iba a poder tomar en su vida, o tal vez no la única pero sí una de las más importantes, pocas veces había podido decidir lo que realmente había deseado hacer, tal vez cuando había elegido estudiar artes en aquella universidad o cuando había decidido trabajar en aquella sex shop en contra de lo que deseaba su padre. Continuamente había tratado de tomar decisiones para sentir que tenía algo de control sobre su vida, pero ciertamente ahora que veía a Marcus allí plantado, reclutándola para la causa, sentía que aquel control se le escapaba de las manos, que era incapaz de mantener todo aquello que siempre había deseado.

—¿Y tu solución es morir de fiesta?— el chico se veía decepcionado, interpretando que ella prefería vivir el momento y disfrutarlo antes que tratar de pasar las dificultades para sobrevivir lo más posible. — Si la última vez las cosas casi cambiaron fue por algo, puedes negarme que quieres venir pero no voy a darme por vencido, he jurado juntar a todos los del continente y lo haré.

— Siento ser el motivo de que rompas tu juramento, pero no voy a ir —la frialdad se apropió de su voz al interpretar que tenía un concepto de ella que difería con el de la realidad. Supuso que se lo merecía.

Ahí ella lo vio claro, el típico idiota que de buenas a primeras te ponía una etiqueta negativa.

— Creo que deberías irte de mi casa —. Respondió de mala gana sin dignarse a abrir la puerta para señalarle la salida, él debía saber ya por dónde irse.

—Voy a volver a por ti —advirtió el joven al sentir como ella se veía indispuesta a dar su brazo a torcer sabiendo que pese a que en ese momento no hubiera ninguna posibilidad, pronto tendría que unirse a ellos, quisiera o no, tal vez les tomaría un tiempo, pero iban a llevársela a como de lugar. 

Marcus sintió la vibración de su teléfono en el bolsillo por tercera o cuarta vez esa misma mañana, Isaac estaba preocupado, o eso es lo que parecía por su insistencia, de cualquier manera no había tenido tiempo de contestarlo, estaba demasiado ocupado tratando de convencer a la nueva celeste que al parecer quería todo de él menos lo que fuera ir con ellos.

—Largo —. Insistió sin querer tener nada que ver con él y con ese mundo que nunca pidió.

Quería borrar todo lo que tuviera que ver con su madre, todo lo que la hacía rara. Esa vida le había impuesto muchas condiciones y la que más le pesaba era el poco tiempo con el que contaba, no había tiempo para amores, ni para formar una familia.

Debía saber que podría morir en cualquier momento y a la vez la sola idea la ponía mala y le daban ganas vomitar. La idea de morir la aterraba pero lo que más le asustaba y le quitaba el sueño por las noches era el mero hecho de pensar que no tendría nada de lo que sentirse orgullosa en su lecho de muerte. Por eso no podía irse, quería darle su propio sentido a la vida, no el sentido que los demás quisieran imponerle.

El chico no opuso demasiada resistencia, no parecía muy dispuesto a pelear en ese momento, tal vez solo deseaba que se relajara para poder volver a buscarla para poder sacarle el tema de nuevo, no lo sabía, apenas le conocía, pero sabía que, por lo que decía, no tenía pinta de ir a darse por vencido muy pronto.

Cuando le vio salir por la puerta pudo volver a respirar, si ese chico era cabezota, ella iba a serlo más, lo tenía claro, no volvería a hablar con él.

Los siguientes días pasaron demasiado rápido, estaba ansiosa por si aquel chico moreno con ojos de un verde grisáceo que cuando no llevaba lentillas insinuaban pequeñas constelaciones encerrados en ellos la estaba siguiendo, de ser así no lo había percibido, eso estaba claro, aunque le preocupaba que de alguna manera supiera cómo seguirle la pista para asaltarla en cualquier otro momento, las esquinas para ella ahora eran motivo de estrés, se sobresaltaba como un gato cada vez que algo la sorprendía temiendo que el hijo de Aries fuera el que estaba al acecho, aunque tal vez tener a los signa cerca cuando eras un celeste no era el mayor de tus problemas precisamente. Las cosas por el lado de Marcus tampoco iban mucho mejor en absoluto, Isaac estaba raro con todos, acumulaba ciertas tensiones que ni él ni Skylar comprendían y el hecho de tener que perseguir a Leseath por la ciudad, lo cual cabía decir que les restaba un montón de preciado tiempo de entrenamiento, no mejoraba las cosas en absoluto. Por no mencionar que los intentos del hijo de Aries por dominar el rayo seguían siendo vanos y no le aportaban más que un disgusto tras otro, al igual que los de Skylar por intentar mover el material que más al alcance tenía, el metal. 

La pelirroja salía del trabajo, tal y como hacía cada jueves a las ocho de la tarde, pero ese día el ambiente era algo extraño, parecía teñido de un ambiente gris similar al del día en que Marcus huyó de su casa. Los chicos llevaban casi dos horas en una terraza mientras esperaban a que saliera aún procesando la tensión que se había generado entre ellos tras la última llamada de Altair reclamando a Marcus, que solo había aumentado la crispación de Isaac hasta hacerlo verse a punto de explotar. Apenas se dieron cuenta de que había unos hombres siguiendo a quien era su objetivo, tuvo que ser su compañera quien advirtió que no eran los únicos pendientes de la hija de Escorpio. 

Un hombre de unos treinta y tantos caminaba junto a otro algo más joven tras la hija de Escorpio algo más cerca de lo que al ariano le gustaría, apenas podía vislumbrarlos bien pero había algo que no le inspiraba confianza, y ese sentimiento no hizo más que acrecentarse cuando observó cómo ella parecía caminar delante voluntariamente con todo el cuerpo en tensión.

—Tienen un arma— interrumpió Isaac de repente, arrancándolo de cuajo de sus pensamientos. Era cierto que había un arma, pero apenas podía distinguirse, si tan solo Skylar fuera más hábil a la hora de manejar el metal… Otro gallo cantaría.

Los hombres condujeron a Leseath a un coche negro de cristales tintados, y como habiéndose puesto de acuerdo los chicos corrieron tras ellos a la acera, en busca de un coche que tomar. Isaac en seguida manipuló el sistema de una forma que hizo a Marcus sentir algo de envidia por su facilidad a la hora de controlar corrientes como para abrir coches o incluso cosas ligeramente más potentes. Skylar tomó el puesto del conductor y Marcus detrás del copiloto, acomodándose en los confortables asientos de aquel BMW que habían decidido robar.

—Isaac, tu quítale el gps, y tu Sky ocúpate de que la tierra no les ponga fácil el llegar muy lejos— instó Marcus apresuradamente a sus compañeros, sabiendo que la hija de Capricornio rendía más con sus poderes bajo presión. —Voy a intentar alcanzarlos con la pistola en cuanto salgamos de la ciudad, pero voy a necesitar que detengáis el coche, yo podría explotarlos a todos si uso mi poder.

—Poneros el cinturón— contestó Skylar pegando un acelerón del que la creía totalmente incapaz después de haberla visto con su imagen impoluta los días que llevaban juntos. 

—¿Te estás preocupando por mí, darling?— dijo Isaac en un tono irónico realmente impropio de él, como si aún siguiera molesto con ellos y les recriminase lo que supuestamente le habían hecho.

—Como te estampes con la luna delantera por hacer el tonto te doy una patada en el culo— lo reprendió la chica en un tono mucho más serio dando a entender que no estaba para bromas siguiendo como una energúmena el coche hacia las afueras esquivando otros coches como si estuviera loca.

—Van dirección China Town, se creen que van a despistarnos con los atascos que hay de camino— advirtió el hijo de Aries señalando un atajo por la ventanilla sintiendo las sirenas de la policía venir de un lugar no muy lejano. —Vamos a tener que improvisar, van a salir de Nueva York y van a intentar tomar la vía más rápida, si Isaac les jode la batería van a tener que bajarse si o si a cambiar de coche, podemos dejar que vengan a por el nuestro en una gasolinera vacía y reventarlos, de la policía me encargo yo.

Marcus se concentró con la mirada fija en una fuente y una explosión controlada voló la estructura sin causar apenas más que daños materiales, pero siendo lo bastante fuerte como para sembrar el pánico creando una amenaza de atentado. Los agentes se desviaron inevitablemente y los chicos aprovecharon la confusión para colarse entre el tráfico en una incesante persecución que se extendió hasta las afueras de la ciudad.

Marcus bajó la ventanilla en cuanto salieron de la ciudad y como un suicida asomó el brazo y comenzó a disparar, pero para su propia sorpresa no era el único que había decidido decantarse por esa iniciativa. La luna delantera se agrietó completamente y la hija de capricornio hizo bailar el coche para colocarse a la izquierda del coche enemigo, lo más lejos de las balas posible.

—¡Casi me vuelan la cabeza!, ¿están locos?— exclamó el hijo de Sagitario en shock, llevándose una mano al pecho con el corazón desbocado.

—Mete el brazo, Marcus, y tú espabílate con lo de esa batería— advirtió Skylar de forma tajante mientras alejaba ligeramente el coche a la derecha y terminaba por colisionar por la izquierda contra el coche enemigo.

—¿Pretendes matarnos?— Isaac se encontraba al borde del colapso, con ganas de desmayarse al ver su propia vida pasar ante sus ojos, el impacto fue fuerte pero lo bastante controlado como para que ningún coche se saliera de la carretera, Marcus encendió un fuego enorme en frente del coche blindado provocando que tuvieran que frenar si o sí, y no contentos con eso Isaac absorbió prácticamente toda la batería del coche, desamparando a los omegas casi por completo, salvo por el hecho de las armas, que quizás fuera lo que más debía preocuparlos.

Skylar detuvo el coche lo más rápido que pudo, y acto seguido se aferró pensativa al volante, sus nudillos volviéndose blancos por la fuerza.

—No puedo parar las balas, no puedo, joder, lo siento. —Se excusó abrumada ante la idea de utilizar los poderes típicos del hijo de Tauro para poder proteger a sus amigos, se sentía desamparada totalmente, sin ningún elemento amigo además de la tierra que había bajo el asfalto, demasiado bien cubierta como para estar a su alcance. La dificultad de emplear su propio elemento, las piedras preciosas, más escasas que otros elementos y complicadas de generar si no sabías bien los movimientos le asustaba. 

—Está bien, vamos a ver— recapituló Marcus tratando de recuperar la formación de su equipo mientras cargaba el arma. —Voy a disparar, Isaac creará una corriente y tú vas a bajar del coche y a tratar de mover las piedras de la cuneta para darles en la mano y que suelten el arma, ¿os parece?

—Podría electrocutarlos— accedió Isaac sin estar muy seguro de si aún llegaba a tener ese dominio de su elemento como para conseguir matar a una persona. —O al menos distraerlos lo bastante como para sacar a Leseath.

—Tenemos que robarles el coche, no podemos avanzar con el BMW— dijo la chica con algo de frialdad tratando de mantener sus pensamientos ordenados y lejos del miedo que la embargaba anteriormente. —Necesitamos que salgan para poder matarlos.

—Genial, les mandaremos una invitación amistosa. Hey omegas, ¿venís a pegaros en la calle? Es más cívico, con cariño, los celestes.— Contestó Isaac en un tono irónico mientras ponía los ojos en blanco.

—No, tenemos que exponernos, preferiblemente alejarnos del coche— caviló Marcus asintiendo ante su propia idea pensando en lo que mejor facilitaría su supervivencia—. Voy a bajarme del coche y a ir hacia la cuneta, si hay suerte no me pegarán un tiro— Skylar asintió ligeramente y Marcus se desabrochó el cinturón a toda prisa, estando de acuerdo con aquel improvisado plan.

—Iré contigo— contestó la hija de Capricornio con las manos algo temblorosas pero sintiéndose más segura junto a las rocas y la tierra que en la carretera. —Si puedo moveré algo de tierra.

—A mí no vais a dejarme solo— el sagitariano se desabrochó el cinturón y se lanzó a una de las puertas laterales para salir a la vez que sus compañeros sin tener muy claro si iban a llegar muy lejos. —¿Alguien va a contar tres?— trató de decir el joven antes de que un balazo atravesara la ventanilla derecha. —O mejor uno— exclamó lanzándose a un lado de la carretera y rodando por el suelo como un gusano o algo similar.

—¡Joder!— Marcus salió como pudo del coche y trató de alcanzar a su amigo practicando la puntería con los hombres que trataban de seguirlos, ocultándose en el coche y tratando de explotar lo mínimo posible para no preparar una copia del 11S casera.

Skylar bajó del coche y se tiró como pudo hacia la cuneta, junto a Isaac, tomó una piedra y la apretó en su mano con fuerza pretendiendo lanzarla contra el enemigo y proyectarla el máximo posible hasta que llegara a alcanzarlos, sin embargo, una voz en su cabeza la instaba a detenerse y a tomarse un segundo antes de hacerlo. Una voz cálida y femenina que aunque se le parecía sabía bien que no era la suya.

“Sabes bien cómo se organizan las cosas, sólo tienes que concentrarte en que esta piedra también tenga su propio orden”. 

El consejo sonaba extraño, sin embargo algo dentro de ella parecía saber de lo que hablaba, como cuando Isaac explicaba que él para dominar el rayo simplemente tenía una sensación de que era algo natural en él. Entonces lo vio, la piedra en su mano ya no era una simple piedra fea de carretera, se había vuelto dura y había tomado la conformación que su mente le había otorgado, había aprendido a usar lo que se suponía que debía venirle de nacimiento. La piedra era ahora un diamante, y su mente le había otorgado una forma de punta que sabía, podía servirle más que para adornar. 

Marcus alcanzó su posición y los observó con verdadera sorpresa, cada uno dominando lo suyo a su manera, Isaac con las manos chispeantes cubiertas de un aura azul y la hija de capricornio con una especie de daga de diamante en las manos, organizados como si por una vez el entrenamiento hubiera dado sus pequeños frutos. No era más que un pequeño porcentaje de lo que podían hacer y sin embargo se sentía realmente orgulloso. 

El primer hombre en acercarse no duró mucho, la corriente del hijo de Sagitario lo dejó en un estado similar a una parálisis y apenas le dio tiempo a morirse cuando el diamante de Skylar perforó su corazón completamente, atravesandolo y cubriendo la piedra transparente de un tinte granate. La expresión diamantes de sangre nunca había tenido tanto sentido como en ese momento.

El segundo hombre no tardó demasiado en morir tampoco, Marcus le prendió fuego y observó cómo trataba de rodar por el suelo cuando lo remató con una bala. Empoderados, los celestes salieron de su improvisada trinchera, triunfantes ante la muerte de ambos omegas. Los dos hombres muertos a sus pies como si se trataran de cerdos en un matadero.

Casi podían saborear la victoria cuando un tercer hombre con cuya presencia no contaban abandonó el coche con la hija de Escorpio sobre sus brazos, recuperándose de una especie de sedación mientras el hombre apretaba un arma de forma amenazante contra su sien.

—Se acabó la partida, es una pena— chasqueó la lengua y sus ojos burlones hicieron que Marcus sintiera cómo su sangre le hervía. —Lo habéis hecho bien, en serio, habría sido divertido enfrentarnos de otra manera, sin embargo… Me temo que sólo me llevo al hijo de Sagitario con vida, para el resto se ha terminado el juego.

La obsesión de aquellos hombres con Isaac preocupó a Marcus en demasía, recordándole cómo aquel hombre en San Diego había adquirido los poderes del medio hermano de su compañero y había tratado de matarlos, le hacía sentir que había algo más a parte de una simple cesión de poderes, algo que atañaba a Sagitario y su prole. 

—Soltad las armas, vamos, quiero los brazos arriba y que no os mováis— advirtió el hombre sin soltar a la chica, que una vez más despierta miraba con los ojos llenos de pavor hacia Marcus, que no pudo evitar seguir las indicaciones del hombre de forma casi automática, sin poder evitar arrodillarse como si de esa manera pudiera evitar que se dañara a la chica. —Veo que sois chicos obedientes, bien, me gusta— dijo el hombre con suficiencia, cambiando su expresión de repente de una forma en la que parecía que se le iban a salir los ojos.

Subió la mano que sostenía el arma hacia su propia sien y disparó el gatillo como si fuera un gesto automático, sus ojos llenos de miedo, las pupilas empequeñecidas y la frente sudorosa. La sangre brotaba de su cabeza y llenaba de sangre sus manos y a la hija de Escorpio, quien tenía los ojos negros, y que una vez logró que recobraran su azul habitual, se veía casi tan aterrada como él. Marcus apenas podía creer lo que veían sus ojos, Isaac en cambio decidió apartarse para vomitar a un lado del arcén, sin poder controlar más sus tripas, que estaban agitadas desde que había visto cómo Skylar atravesaba a un señor con un diamante y cómo Marcus quemaba vivo a otro hasta dejarlo como una gamba en un wok. 

El hijo de Aries ignoró este gesto y se quitó la chaqueta sin saber demasiado bien qué podía hacer para confortar a la hija de Escorpio, quien estaba pálida y más alterada que cualquiera de ellos. El cuerpo de Leseath parecía exhausto, su respiración entrecortada, como si tratase de recuperarla y en su rostro se percibía una ligera capa de sudor que la hacía parecer más enferma que traumatizada. A la par que sus manos temblaban de forma imparable. La cobertura de la chaqueta de Marcus parecía confortarla, pero no llegaba a ser suficiente, la idea de haber matado a alguien junto a la de que su cuerpo se sentía ajeno a ella la tenían confusa, sin apenas poder reaccionar ante nada.

—Vas a venir con nosotros, subirás al coche omega y en el monasterio se ocuparán de todo, pero debes hacer lo que yo diga, te prestaremos ropa para cambiarte— pese a que el tono que Marcus empleaba era más suave de lo normal, la chica no parecía cambiar en absoluto su estado de ánimo, y entonces Marcus supo que apenas debía molestarla, rodeó su cuerpo con un brazo y con el otro abrió la puerta del destrozado coche para ayudarla a subir de nuevo al asiento trasero. —Isaac, ve delante y coge algo por si te da por vomitar otra vez, haz el favor, yo iré detrás con ella. 

Skylar se agachó para tomar el teléfono de cada uno de los cadáveres, como si lo único que pudiera pensar era en ocultar el delito y acto seguido les robó la cartera en busca de algún documento identificatorio con el que saber sus nombres, cogió los teléfonos de prepago y se los ofreció al hijo de Aries junto a las carteras que había robado.

—Di que tienen al hijo de Sagitario y a la hija de Escorpio, pero diles que Aries parecía huir en dirección a Canadá y que van a ir a buscarlo, voy a conducir hacia el oeste, cogeremos un avión en el estado más cercano y nos piramos al sur, tiraremos aquí los teléfonos y dejaremos el coche cerca de la ciudad para que no nos rastreen, cogeremos otro. No saben que tienes a la hija de Capricornio así que nos reservamos el factor sorpresa. —La determinación de Skylar era contagiosa, apenas se le podía negar nada, Marcus tomó uno de los teléfonos y carraspeó para aclarar su voz e imitar la del hombre al que Leseath acababa de matar, marcó el último número al que habían llamado varias veces y acto seguido, dejó que los pitidos indicaran que estaba comunicando. Una voz grave y algo rasposa contestó al otro lado, casi llegando a helarle las venas.

—¿Y bien?— preguntó en tono sinuoso esperando aquellas noticias que tanto tiempo llevaba aguardando recibir.

—Soy yo, tengo algo de qué hablarte.

















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