Leseath se encontraba caminando por un campo de batalla, los cuerpos que veía se hallaban desmembrados, lacerados, tirados por el suelo sin consideración creando un mar de sangre, tierra y lodo. Miraba todo sin expresar nada en su rostro, su cabello rojizo era lo único que hacía juego con aquel líquido granate que se hallaba en aquél lugar tan gris, tan lúgubre, había visto esa escena un millón de veces y siempre acababa de la misma manera.
Vio aquel cuerpo que siempre veía, destacando entre todos, se encontraba boca abajo, con los ojos cerrados, su cabello rubio se encontraba sucio por el lodo, su ropa oscura se encontraba machada de aquel líquido escarlata, mientras en su mano derecha sostenía una espada de gran envergadura y pliegues cuidados, afilada y letal.
Se acercó a él sin prisas, sabía que estaba muerto, como todos aquellos que se encontraban ahí había caído en la guerra.
Se acuclilló al lado del cuerpo inerte que conocía demasiado bien, dándole la vuelta para dejarlo boca arriba y poder observarle la cara, ver aquél rostro que quería tanto. Acarició su mejilla con cariño hasta llegar al mentón, para luego subir y peinar con cuidado los suaves mechones rubios embarrados.
-Dime, Natt- comenzó a hablar como si él le fuera a contestar- ¿Alcanzaste el Valhalla?- la mano del chico le sujetó con fuerza la muñeca, soprendiéndola al ver como aquellos ojos que antes se encontraban cerrados refulgían ahora como dos galaxias a punto de colisionar. Nunca había llegado a tocarla, menos a revivir de esa manera.
Se despertó sobresaltada, sentía cómo su respiración se encontraba agitada, cómo su corazón amenazaba con abandonar su pecho. Se incorporó sobre la cama, mirando la habitación en la que se encontraba, confundida. Era grande, muy grande y lo más importante, no era su habitación, sin lugar a dudas. Aquel cuarto era de color blanco, con poca decoración a pesar de que había algunas fotos de personas que definitivamente no conocía, genial.
Miró el gran ventanal con vistas a Central Park mientras el sol comenzaba a salir, un espectáculo precioso que le hubiera encantado seguir observando para luego poder dibujarlo, pintarlo. Pero toda la magia del momento se le fue cuando oyó a su acompañante roncar cómodamente sobre la cama, miró la ropa que se encontraba dispersa por el suelo comenzando a recordar vagamente la fiesta de anoche.
-Un buen pedo te llevaste, sin duda. La verdad, hermanita, me sorprende como evitas tener resaca -Natt se tapaba los ojos para no verla, sentado sobre la mesita de noche mientras intentaba pasarle una camiseta para que se pusiera encima, sin éxito, como siempre que trataba de hacer algo utilizando materia física.
El mismo hombre que había visto muerto en su sueño apenas unos minutos atrás se erigía sobre esa superficie mientras la echaba algunas miradas de desaprobación sin que sus ojos llegaran a fijarse en ella, sabía bien que Natt no estaba vivo, que ni siquiera podía tocar cosas físicamente, o al menos no cuando se presentaba de esa forma, no cuando solo ella podía verlo, pero aún así no agradecía su compañía en esas circunstancias, más bien le avergonzaba.
Leseath la agarró del suelo de mala gana y se la puso rápidamente mientras se levantaba de la cama intentando no despertar al bello durmiente que reposaba felizmente ajeno a todo, con su cabello oscuro revuelto y sus brazos desparramados por todo el colchón. Se vistió lo más rápido que pudo, deseando salir corriendo de allí por patas y no volver a pasarse de la raya con los gin tonics, la hacían hacer cosas que no quería, como terminar en la casa de un extraño que sabía tenía aires de grandeza más grandes que su dúplex en Central Park.
-Si que querías esto, sí- replicó Natt riendo al ver su cara de preocupación y un poco leyendo su mente por la cantidad de tiempo que llevaban ya juntos- no te hagas la decente que fuiste tú la que llevaste al lado oscuro al pobre chico.
- Natt cállate- murmuró buscando callar al fantasma de su hermano, nunca mejor dicho, ya harta de tanto sermón a primeras horas de la mañana. Se colocó los zapatos y se metió la camisa en el interior de la falda de tubo esperando que el chico no se despertara y la viera hablando "sola", aunque no es que le importase demasiado quedar mal con ese espécimen, más bien no tenía ganas de explicarse y parecer una desequilibrada.
Había crecido a su lado, para ella la presencia de Natt no era tenebrosa o terrorífica, el término más apropiado para describirlo era un bonito grano en el culo que te sigue como si fuera ladilla, si, sin duda eso era algo que caracterizaba a Natt.
-Natt cállate, Natt no mates a nadie, Natt no hagas esto, no hagas lo otro- dijo poniendo voz de falsete, imitando malamente su forma de hablar- ¿Hola? Deja de mandarme, yo debería mandarte a tí.
-Imitación barata de poltergeist- volvió a murmurar, quejándose mientras se dirigía a la puerta de la habitación, dispuesta a salir de una vez pero deteniéndose a observar algo que de lejos llamaba su atención, una foto de un chico atractivo, de sonrisa Colgate y hermosos ojos azules que tenía justo al lado una cosa, aún más hermosa y desde luego mucho más interesante, una billetera.
Intercambió miradas con Natt, buscando alguna negación hacia lo que iba a hacer, pero solo lo descubrió cotilleando el dinero de la cartera de aquél chico como buenamente podía sin moverlo demasiado, ya que su tacto era algo así como una ligera brisa.
- Joder con el Ken este- le enseñó un par de billetes de 100 dólares que la hicieron prácticamente sacar los ojos de sus órbitas- ¿quién sale con eso a la calle?
-Pues alguien que se puede permitir limpiarse el culo con el dinero- le contestó arrebatándole el dinero de sus fantasmales manos mientras se iba completamente de aquella casa, esperando no volver a ver a ese chico, en su vida. ¿Se acordaría de su nombre o su aspecto o sería lo bastante afortunada para no ser recordada?
- ¿Te das cuenta que lo que has hecho se llama robar?- Natt caminaba con prisa a su lado aunque no le hiciera falta, podía flotar o simplemente hablarle dentro de su cabeza, pero prefería eso, Leseath no sabía por qué, suponía que para parecer más humano.
Quería que no lo sintiera lejano, que no pensara en él como su hermano el que murió hacía ya mil años, en la última guerra signa contra los omega, quería que pensara en él como alguien cercano, que siempre estaba con ella pero al que quería tener en su vida, que no era una carga con la que tenías que lidiar.
-No es robar- dijo mientras agarraba un atajo para llegar lo antes posible a su casa, deseando dormir aún más tiempo del poco que se había podido permitir después de la juerga- le he enseñado una valiosa lección: no te acuestes con cualquiera.
-¿Eso es que tú eres una cualquiera?- el ¿fantasma? alzó una ceja divertido, entreteniéndose al ver como su hermana pequeña se auto insultaba de esa manera tan inconsciente.
- ¡No! Solo cobro por mis enseñanzas.- Se defendió mientras se llevaba la mano al pecho ligeramente ofendida por el comentario, no porque se diera por aludida en sí, si no en parte por haberle facilitado el hecho de hacerlo.
-Ha aprendido muchas posiciones, no te lo niego. Veo que el Kamasutra si que te lo has leído a diferencia de los libros de la escuela.- Se burló Natt nuevamente acompañándola en su carrera cruzando la calle para acceder a su portal, que no estaba muy lejos pero tampoco llegaba a estar en esa ubicación tan pero tan cara.
-Estúpido- refunfuñó algo malhumorada tras las ofensas mientras atravesaba el umbral para comenzar a subir las escaleras- Quitáselo al rico y dáselo al pobre.
-¿Y el pobre eres tú?- se carcajeó Natt mientras seguía a Leseath, que había entrado ya a su casa, un pequeño piso que compartía con una compañera suya que conocía desde el instituto que al igual que ella iba a empezar a su primer año en la universidad.
-Digamos que sí -suspiró mientras le dirigía una mirada de complicidad con la premisa de que al menos sabía que si le daba por soltar algo la policía no podría oirle y lo tendría silenciado, era un pacto de dos. Sin Leseath, Natt no existía, o al menos eso creía ella, y si Leseath iba a la cárcel... la encontrarían, esos hombres de los que Natt tanto le había advertido sabrían de su existencia y la atraparían, y no habría forma de evitar su muerte, ni siquiera Natt podría materializarse para hacerse visible a todos, tangible, si lo hacía su alma sería detectada e irían a por ella, era algo que ya pasó cuando era niña y no pensaba repetir, por lo que se consolaba siendo una especie de holograma que solo ella podía ver.
Observó la cocina en un acto reflejo mientras tomaba un tanga de la primera balda del frigorífico pensando en cómo había llegado hasta allí. Cuando se mudó con Violet esperaba que su amiga, aquella sobria y seria chica que había estado siempre a su lado siendo la voz de la razón fuera ordenada de la manera en que Leseath no lo era. Era lo que las apariencias te decían, la veías a ella siempre pulcra, arreglada y pensabas, seguro que tiene su casa en orden, pero luego te hablaba la realidad (o más bien, golpeaba con una silla en la cara) cuando veías sus sujetadores hasta en el microondas, no hagáis preguntas sobre cómo Leseath los había llegado a encontrar ahí, ella misma se las hace, sólo imaginad hasta qué punto de desorden llegó todo, para que Leseath llegara a la conclusión de que debía enfrentarse a su peor enemigo, limpiar.
Aunque aquél día lo dejó estar, la cabeza le dolía horrores por la resaca que tenía aunque se negara a admitirlo, luego de beber un vaso de agua se tumbó en el sofá, sobre los pantalones y camisetas de su compañera que no sabía si se encontraban limpios o no, y se durmió, o al menos lo intentó, a la media hora sonó su alarma, 9:30 am. La apagó de mala gana dispuesta a seguir durmiendo pero entonces sonó una segunda alarma que no podía parar, una mucho más cansina y más capaz de poner voces molestas y penetrantes si se lo proponía.
-Leseath, Leseath, Leseath -repetía Natt imitando a Sheldon Cooper mientras le daba golpecitos en la cabeza, haciéndole arrepentirse más que en toda su vida de haberle enseñado a usar la tele.
-¿Que? -preguntó con la voz amortiguada por la almohada que tenía en la cara, sin estar dispuesta ni por un segundo a moverse de su cama improvisada, que resultaba más cómoda de lo que creía.
- Que tienes que trabajar -el chico se echó para atrás cuándo vio como la mano de Leseath iba en su dirección, intentando golpearlo, e hizo una clara mueca de indignación ante la que ella no pudo evitar sonreír para sus adentros, por una vez había ganado- ¡Pero bueno!
-No sé de qué te quejas, si yo no te puedo tocar -dijo dándole la espalda, buscando acabar la conversación con la única esperanza de poder echarse a dormir nuevamente de una maldita vez.
-Pero es de mala educación traspasar a la gente -la agarró del brazo y jaló de ella tan fuerte que pese a ser como una suave brisa, se terminó por transformar en algo tan potente como para lanzarla del sofá haciendo un ruido ensordecedor.
-¿Leseath? -la voz de Violet se escuchó desde la puerta de habitación, asustada por el sonido del golpe pero en parte acostumbrada porque claramente, con Natt en casa esa no era la primera vez que pasaba algo así.- ¿Estas bien?
Ella solo suspiró sin ganas de levantarse del suelo, preguntándose como matar a alguien que ya estaba muerto. ¿Dónde estaban los Cazafantasmas cuando se les necesitaba? ¿Qué podía hacer para poner a su hermano en off por unos malditos minutos, tal vez horas?
-Que sepas, que sé que estás pensando y los Cazafantasmas son unos estafadores todos- replicó Natt con un todo de voz ofendido que dejaba muy clara su opinión sobre los trabajos como ese, que tantas veces veía en televisión en algunos programas que de tontos se volvían absurdos y más irreales de lo que podía imaginar. Leseath gimió de frustración, ahora encima se haría el dolido todo el santo día, como hacía en múltiples ocasiones, y ella tendría que buscar la forma de ser perdonada para no tener que aguantar sus innumerables pullas que llegaban a ser algo estúpidas.
Se dio una ducha rápida antes de salir, sintiendo poco a poco como se iba encontrando mejor gracias al agua que recorría su cuerpo y se deslizaba sobre cada poro de su piel. Ser escorpio te hacía ser un signo de agua y eso te hacía a su vez amar ese elemento hasta más no poder, o al menos eso se decía Leseath a sí misma para no sentirse mal por las duchas de dos horas que se daba todos los días, aunque está vez no tardó tanto en el baño, su turno comenzaba en media hora y aún tenía que pillar el metro o al paso que iba todo, el taxi, cosa que no le hacía demasiada gracia precisamente si tenía en cuenta los altísimos y exagerados precios que los taxistas de Nueva York se empeñaban en poner.
Cuando salió a fuera un radiante sol la deslumbró, la gente caminaba feliz por la calle, sonriendo y saludandose, algo muy extraño en Nueva York, aunque suponía que solamente le daba esa sensación al ver que todos parecían disfrutar de aquel día de verano, menos como no podía ser de otra manera, ella. Miraba a todos con cara de decir "que os follen por tener tanta energía por la mañana", sin sus doce horas de sueño no era persona, comprobado por Natt, hijo de escorpio e investigador profesional de pelirrojos (sólo conoció dos en vida y uno en muerte pero, en fin), titulado en programas como first dates y allegados. Es más, él fue el Carlos Sobera de su época con "secuestrada a primera vista", sólo un capítulo emitido, cero audiencia (porque no había tele, badumts) y un Killian enfadado, qué locos eran aquellos días, aún recordaba cuando su primo, Mikhail, el hijo de Tauro, encontró en Japón una chica con la marca de Virgo y como gesto reflejo en lugar de advertirla de lo que era, se la echó al hombro y la secuestró sin ningún miramiento como el buen vikingo que era.
En resumen Natt era una especie de national geographic medieval, lo que había visto ese hombre no lo había visto nadie más.
La canción de "It's a beautiful day" sonaba en el bazar que tenía a su derecha y todo tenía un ligero brillo animado, que le hacía recordar a Leseath un anuncio de antidepresivos o de Frenadol, lo mismo me da que me da lo mismo. Quería volver a casa y meterse en la cueva que era su habitación, lejos de toda esa alegría y esa insoportable sensación de perfección veraniega, pero sus pies se movían involuntariamente tomando el camino de cada mañana y comenzaban a caminar decidiendo tomar un taxi. Se paró en la acera esperando ver a alguno de aquellos coches amarillos llegar a su encuentro, que no tardaron demasiado en llegar, cabía admitir, pues cada dos minutos o menos uno paraba en la acera y recogía un pasajero para llevarlo a su destino.
Ya se sentía lo bastante desafortunada cuando subió al primer vehículo que se paró frente a ella, pero para ponerle la guinda al pastel de su mierda de día vio como su compañero de trabajo, Juan, un chico latino con el pelo oscuro y la tez morena, algo rellenito y con el rostro redondeado, corría hacía el taxi pidiendo que le esperara para ir juntos, haciendo que encima aparte de aguantar sus rarezas y sus teorías conspirativas en las que hablaba de horóscopos y ocultismo como si tuviera idea de algo.
El trayecto fue muy incómodo, Natt se encontraba a su lado, entre Juan y ella, como marcando distancia, mientras tarareaba la típica canción de ascensores que era sosa e insustancial pero que se te terminaba pegando durante varias horas del día.
Entraron a la tienda donde trabajaban, no solía decir en qué tipo de tienda trabajaba, no era porque sintiera vergüenza o temiera lo que la gente pudiera decir, al contrario, fue su padre, el que le prohibió completamente decir que trabajaba en... Una sexshop.
Era bastante gracioso para Leseath, como un chiste personal para ella, él le dijo "ocúpate de tus propios gastos", y ella lo hizo, buscó el lugar que menos gracia le haría a su padre y allí fue a dejar el currículum. Nunca habían tenido una buena relación y eso aunque tratara de llevarlo con humor, le dolía.
Al final le acabó gustando, le pagaban bien y se ajustaba con sus horarios, además de que las anécdotas que sacaba de aquel lugar no tenían precio, desde luego que no, había algunos dramas dignos de Óscar como el día en que un chico entró a comprar condones y pilló a su novia con otro o el día en que una pareja entró muy sospechosa y Juan los tuvo que echar porque casi se lían en la parte de atrás.
Ciertamente agradecía el empleo, le permitía tener el tiempo suficiente para organizarse bien y de esa manera había logrado matricularse en la universidad que quería (la prestigiosa universidad de bellas artes en Nueva York) y vivir con su amiga en una ciudad de amplios horizontes y llena de oportunidades en la que esperaba, podría convertirse en artista y tener su propia galería, tal vez a lo largo de muchos años, tras haber hecho algunos contactos, pero no le importaba, solo esperaba poder llegar a vivir la experiencia.
Se colocó el uniforme de la tienda, una simple etiqueta en la que estaba escrito el típico: "hola me llamo Leseath, ¿puedo ayudarle?" y comenzó a organizar los condones por colores como hacía cada mañana para que los clientes tuvieran una buena impresión al entrar.
-¡Isaac! ¡Por el amor de Dios! ¿Quieres dejar en paz a las palomas de una maldita vez?- bramó Marcus algo estresado mientras daba un sorbo a su vaso removiendo ligeramente la nata con la pajita. -No van a subirse a tu mano para que tengas tu dichosa foto, asúmelo
Isaac caminaba alborotado por la gran manzana fotografiando cada cosa que veía y buscando entre todo eso alguna tienda de recuerdos en la que comprarse un guante de baseball o un bate como souvenir, pues no eran pocas las veces que había oído que Nueva York destacaba especialmente en ese deporte, y aunque no quisiera traicionar a sus queridos San Diego Padres, la idea de comprarse un bate firmado por alguno de los Yankees le llamaba exacerbadamente la atención, incluso estaba planeando convencer a Marcus de alguna manera para poder ir a ver un partido en directo, siempre había querido ir a uno de verdad y le llamaba la idea de que la cámara del beso captara su preciosa cara y así de una forma u de otra ligara sí o sí, porque nadie se niega a la cámara del beso, es más que una tradición.
Marcus y Skylar en cambio se tomaban las cosas con más calma, ella se escondía tras sus gafas de sol y charlaba con su amigo en voz baja con un tono tranquilo mientras ambos disfrutaban de un frappuccino de Starbucks que al hijo de Sagitario no le habían permitido coger por si le daba demasiada energía y luego en el piso se les subía por las paredes. A la chica le fascinaba la idea de ir de compras en la ciudad de la moda, y a Marcus la verdad es que la metrópoli le era bastante indiferente, solo quería ir a ver un partido de la NBA o el partido de la semana siguiente en el que los Redskins de Washington jugaban contra los New York Giants, sabía que tenía un deber que cumplir, pero para Marcus cuando se trataba del deporte nacional... Era peor que los hinchas europeos, eso lo tenía claro, en numerosas ocasiones había discutido por temas de equipos con sus compañeros de California y se había tenido que callar la boca muy a su pesar al escuchar que esas ciudades tan ricas y pobladas tenían muchas más ligas que su equipo estatal.
La verdad es que no tenían prisa, al menos no esa mañana, estaban pendientes de recibir noticias de Altair que en algunas horas volaría fuera de Barcelona y habían decidido buscar con calma ya que la brújula llevaba sin moverse demasiado desde que habían bajado del taxi en frente de Central Park. La decisión de dejar California no les fue precisamente difícil, Skylar trató de analizar los lugares en los que era más probable encontrar un celeste teniendo en cuenta la densidad de población o no se qué rollos que había estudiado en su clase de estadística y por descarte, ya que dos por estado les habían parecido más que suficiente, decidieron ir a la gran ciudad en busca de algo de suerte, no estaba precisamente cerca pero era un buen lugar para empezar, además de que su padre, Jeff, al haber sido informado de todo les había comentado que su exesposa y mejor amiga se encontraba temporalmente en Nueva York coordinando una obra y estaría encantada de recibirlos ahí el tiempo necesario.
A Marcus la idea le había resultado bastante atractiva, y tras aproximadamente unas tres semanas en San Francisco entrenando sin pausa y comenzando a ver notables mejoras en sus compañeros (que ya movían suavemente la tierra y en el caso de Isaac, eran capaces de lanzar un rayo controlado), le parecía que ya era hora de cambiar de ubicación y continuar con el asunto, además estaba el plus de que la brújula se había colocado como hacía cada vez que encontraba un celeste en cuanto habían llegado a la ciudad, lo que les dejaba bastante claro que en Nueva York había un celeste.
Pasaron por un par de tiendas en las que su amiga trataba de actualizar un poco su estilo mientras su compañero no hacía más que hablar y hablar comentando a diestro y siniestro cualquier cosa sobre los New York Yankees con una alegría exuberante que le hacía parecer bastante tierno incluso, era mejor estar en cualquier interior que bajo el sol de la mañana, de eso no tenían dudas, pero a Marcus tampoco le gustaba especialmente ir de compras y por mucho que Skylar se esforzase en intentar que se vistiera como todo un señorito a él no le gustaba ni probarse ropa ni decidirse entre las prendas que tenían para el verano en ese lugar, en primer lugar porque no soportaba llevar pantalones que no fueran largos y vaqueros y en segundo lugar porque sus únicos tonos preaprobados para camisetas eran el blanco y el negro, y solo llevaba camisetas de manga corta y sudadera para entrenar, si necesitaba calor se ponía una chupa de cuero, pero no solía necesitarlo, así que seguía con su "ropa sosa" durante todo el año y en cualquier ocasión.
-La camiseta color vino te sentaría bien, o el verde militar- trató de convencerlo ella mientras le mostraba dos camisetas que estaban de oferta tras haber escuchado varias negativas de su parte, no como de la de Isaac, que ya cargaba con medio armario de verano y medio de invierno para convertirse en el chico top que cualquiera querría tener, o algo similar que había dicho su amigo cuando le había preguntado sus motivos, la verdad era que a él también le gustaba ir de compras, especialmente cuando no era él quien pagaba, claramente ser hijo de una especie de dios tenía sus ventajas, como que te paguen la factura del Pull & Bear aunque solo sea como tributo porque puede que cualquier día de esos mueras. -Algo debe gustarte por el amor de Dios.
-Me gusta la camiseta gris en la que pone U.S.A. Army- admitió con mucho orgullo de ver una camiseta que le recordaba a su padrastro. -También me gusta esa de ahí que es blanca.
-Todas tus camisetas son blancas- lo recriminó ella mientras tomaba la camiseta que él le había indicado haciendo una mueca y colocándola en un montón viendo frustradas sus esperanzas de hacer a su nuevo amigo un poco menos soso. -Entre tu palidez y tu ropa parece que llevas un filtro de blanco y negro.
-¿Te imaginas que Marcus tuviera Instagram? O Tinder, sería una fantasía- comentó Isaac reaccionando a la palabra filtro mientras se acercaba a la cola que había en la caja para ir pagando lo que habían elegido ya que su compañero no parecía muy por la labor de elegir algo más. -Creo que puedo buscarle novia igualmente, aunque no pueda hacerse su propio perfil, solo necesitamos hacerlo ver apetecible.
-Soy bastante apetecible ya de por sí- dijo Marcus al tiempo que pasaba la tarjeta de crédito y tomaba las bolsas para dárselas a Isaac con bastante fluidez- no necesito que hables de mí como si fuera un crepe.
El hijo de Sagitario lo agarró con fuerza del brazo y comenzó a tirar de él a la salida con la confianza con la que lo hace alguien que lo conoce de hace un tiempo, arrastrándolo casi como a un trapo por la avenida en busca de algún lugar llamativo en el que exponerlo o conseguirle unos condones o una diadema que rezara "soltero" como una especie de reclamo, con sus habituales ganas de jugar y divertirse que nunca dejaban de estar presentes.
-Todo un hombre haré de tí, mi pequeño Marcus- bromeó con un tono burlón haciendo una de sus múltiples referencias a una película o canción, eligiendo esa vez aquella famosa canción de Mulán que tanto le gustaba desde que había descubierto recientemente la película. -¿Crees que en esa sexshop tendrán condones con dibujitos? Sería un puntazo para tu vida sexual.
-Y por eso eres vírgen- soltaron tanto Marcus como Skylar a la par tras mirarlo con una ceja alzada como si les entretuvieran sus intentos por parecer un experto en la materia cuando sus comentarios dejaban ver que según se había criado apenas le habían hablado del tema.
-El tema no es lo que yo sea- Isaac alzó la cabeza fingiendo sentirse airado y se empecinó en su camino a la sexshop como si estuviera dispuesto a hacerles tragar sus propias palabras. -El tema es que Marcus necesita una novia.
-Pues ahí lo máximo que vas a pillar es una de plástico- susurró la chica conteniendo una ligera carcajada y entrando tras ellos al recinto sintiendo algo de vergüenza ante la forma de su amigo de irrumpir en cualquier lugar armando lío y encima arrastrando a Marcus con él como si fuera un muñeco.
El joven ojeó la tienda desde la entrada con la curiosidad de un niño sin querer realmente mostrar sus verdaderas intenciones de cotillear todo lo posible porque le avergonzaba reconocerlo ante sus compañeros, más mayores y expertos en la materia que el pequeño niño cristiano que él se consideraba a sí mismo en esos temas.
La curiosidad le invadió desde el momento en que vio la tienda al salir del anterior comercio en el que habían estado comprando, justo al lado como si estuviera esperando que entrara desde el minuto cero. Isaac creía en las señales, y creía que eso era algo que Dios había puesto en su vida para hacerlo cotillear, o al menos eso se decía a sí mismo para no sentir que estaba haciendo el tonto por hacer.
-Da igual, Sky, podemos pillar provisiones- carraspeó Marcus sin saber exactamente cómo referirse a lo que realmente estaba pensando y observó al benjamín del equipo pensando en que aunque tuviera ya algún conocimiento del tema de oídas debía protegerlo de alguna manera. -Igual tienen de fresa- comentó por lo bajo haciendo reír a su amiga por su vano intento de disimular que casi hacía más notorias sus intenciones.
-No soy idiota, Marcus- intervino el hijo de Sagitario mientras le miraba con algo de diversión por su intento de protección algo tardío, pues internet ya le había abierto ciertas puertas que las monjas le cerraban.
-Hablo de un Chupa-Chups, mal pensado- se excusó el ariano con las mejillas algo enrojecidas por el sentimiento de vergüenza que le embargaba al sentir las burlas bienintencionadas de sus compañeros de aventuras, sintiéndose a su vez odioso porque no soportaba ser visto como una cosa tierna y viéndose obligado a apartarse del lugar caminando al mostrador con determinación para recuperar su habitual apariencia de chico duro, cosa que más que nada pareció divertir mucho a la empleada, que lo miraba con una ceja alzada y una cara de estar disfrutando la escena con una media sonrisa que demostraba muy bien lo que pensaba de ellos.
-Entonces igual te has desviado un poco de tienda, ¿No crees?- lo picó la chica mientras extendía la mano hacia una caja de condones de fresa mirándolo mientras se mordía el labio muy ligeramente, como pensando en el objeto que tenía entre manos. Marcus se fijó en ella, en su cabello pelirrojo tan llamativo y en su piel pálida que lo hacía aún resaltar más, en sus rasgos delicados y sus labios que le invitaban a besarle. Realmente le gustaban las pelirrojas, le parecían preciosas por alguna razón que escapaba a su comprensión, pero tampoco lo pensaba demasiado, realmente no había demasiadas como para que fuera algo a lo que poner demasiada atención. -Buena elección, son mis favoritos.
-Si te apetece los probamos juntos- una carcajada grave y algo rasposa escapó sorprendentemente de los labios de Marcus, dándole un aspecto jovial y haciendo que su nuez de Adán rebotara ligeramente trazando un suave contoneo que lo hacía ver aún más llamativo para aquella joven, con su belleza semi divina resaltando sus rasgos.
-Creo que voy a tomarte la palabra- respondió ella con una confianza en sí misma que realmente lo agradó más que cualquier sonrojo pudiera haberlo hecho. -¿Algo mas, semental?- trató de bromear ella para restarle importancia al asunto pero a su vez buscando picarlo de una manera incluso divertida para ella que hizo que Marcus no se lo tomara a malas, y es que el chico ni siquiera parecía él mismo a los ojos de sus amigos cuando dejaba el deber de lado un rato para divertirse un poco.
-Unos extra finos, unos geles con efectos y unos de piña y plátano- asintió él con ganas de seguir la conversación echando un vistazo a sus amigos en busca de alguna seña para que le dijeran otros productos, sin recibir apenas respuestas ya que la chica se sentía algo cortada, pues aún no tenían tanta confianza, y Isaac se había perdido en un conjunto de ropa interior tratando de entender cómo funcionaba. Su amiga captó la señal y le señaló un par de cajas de condones más que él no dudó en pedir y después se inclinó sobre el mostrador, buscando la cercanía y la interacción que estaba tratando de conseguir desde el primer momento en que había llamado su atención.
-Y eso es todo- ella sonrió de forma bonita dejando ver su blanca dentadura en contraste con sus labios rojizos y carnosos y Marcus comenzó a agobiarse un poco por la despedida, sintiendo que no había hecho lo suficiente por conseguir una interacción. Pensó rápidamente y trató de enfocarse en hallar algo que le tomase algo más de tiempo, que no estuviera ahí mismo.
-También unas esposas.- Intervino Isaac, queriendo salvarle el pellejo a su amigo al captar sus intenciones, dejando a la chica sorprendida por la petición tan repentina pero acostumbrada a aquel tipo de elecciones que a otras personas se les podían hacer algo extrañas.
Ella asintió y comenzó a buscar las esposas, haciéndole arrepentirse a los pocos minutos de su decisión, ya que al no encontrarlas la chica se puso a gritar, provocando que todos fijaran sus miradas en ellos, cosa que a Marcus no le agradó precisamente en absoluto, pues no le gustaba nada ser el centro de atención.
-¡JUAN! ¡NECESITO UNAS ESPOSAS!- exclamó a pleno pulmón mientras intentaba encontrar el objeto sin demasiado éxito.
-¡¿UNAS ESPOSAS?! -gritó su compañero desde la trastienda sin haberla escuchado demasiado bien, provocando que los pocos que no les habían oído se sumaran a la multitud de miradas.
-SI, UNAS ESPOSAS PARA ESTE CHICO- contestó ella nuevamente a voz en grito, sintiendo cierta curiosidad por el chico al que acababa de conocer, que parecía querer coquetear con ella y finalmente parecía tener otros gustos- vaya trio que os vais a montar eh- dijo en voz baja, haciendo que Marcus sintiera ganas de pegarse un tiro ahí mismo.
-Oh, por dios, no- trató de justificarse Marcus queriendo borrarle la idea de que estaba en una relación poliamorosa con su par de amigos- yo prefiero divertirme en compañías más reducidas.
-En ese caso a ver si algún día nos divertimos juntos- comentó complacida y finalmente introdujo la factura escrita a mano en el interior de la bolsa guiñándole un ojo con una sensualidad y una complicidad increíbles.
-Sería todo un placer- Marcus le siguió el juego mientras le tendía el dinero y tomaba la bolsa con sus manos fuertes a la vez que le dedicaba una pequeña sonrisa que hizo que los presentes quedaran boquiabiertos ante el gesto. Pues su amigo más serio estaba sacando todos sus encantos, y eso podía ser bueno o podía ser una putada.
Al salir de la tienda Marcus estaba infinitamente más contento que al entrar, habiendo ya olvidado el hecho de haber estado comprando ropa y únicamente pensando en la joven a la que había visto ahí dentro, que extrañamente tenía algo que no le resultaba del todo desconocido. Nada en él era capaz de captar el por qué de aquella sensación de familiaridad, pero tampoco le dio demasiada importancia, había visto mucha gente a lo largo de esos años, de pasada y con la que había hablado unos pocos segundos, no era extraño que le sonara alguna cara por muy excepcional que fuese.
Observó con una media sonrisa lo que le había ofrecido, las múltiples cajas de las que se había abastecido tanto a él mismo como a su amiga, y de las esposas que el pobre Isaac había pedido en su intento de colaboración, en el fondo la escena había sido graciosa, pero nunca lo admitiría en voz alta si llegaban a preguntarle.
Se fijó por unos instantes en la factura, en su letra, que fingió revisar antes de que su amiga fuera a hacerlo por él, pues no soportaba largarse sin comprobar que el pago estaba correcto, y se sorprendió al ver una serie de números que extrañamente no encajaban con el resto de los precios. Era un teléfono, el número de un móvil. Apenas pudo evitar la felicidad en su rostro, que se expandió poco a poco por su cara, su estómago se sentía extraño, como hacía tiempo que no lo hacía, y la adrenalina comenzó a recorrer su cuerpo al recordar que debía disimular delante de sus amigos el hecho de haber ligado. Se sentía bien, como un juego, como si hubiera algunos riesgos que no conocía.
Sacó el teléfono despreocupadamente como solía hacer cuando quería escribir a Altair pero se centró en los números, que había memorizado al cabo de unos pocos segundos, les introdujo en los contactos y sin pensárselo demasiado (pues tampoco es como si la fuera a ver mucho, no había nada que perder) abrió su chat en WhatsApp y decidió escribirle un mensaje. "Necesitaba un par de consejos sobre unas cosas y creo que eres la indicada para enseñarme del tema".
Escribió sin nervios con una agilidad notable que le hacía verse confiado y apenas nada sospechoso.
"¿Alguna duda con el uso del producto?". Preguntó ella poco después bastante divertida con su intento de coqueteo, algo extraño pero sin duda bastante gracioso e incluso algo tierno. La notificación saltó en la pantalla del móvil de Marcus y Skylar pareció captar algún atisbo de mensaje, pero esquivó su mirada que todo lo veía y trató de disimular como si hablara con Altair.
"¿En el pub irlandés que hay al lado de la tienda?"
"Estaré ahí a las ocho". Contestó ella con claro interés en verse, dejándole con una incógnita que aún debía salvar antes de poder escaquearse en unas cuantas horas hacia aquel bar tan característico. Debía deshacerse de sus amigos.
-Hoy jugaban los Yankees, ¿No?- preguntó Marcus tratando de sonar despreocupado pero sabiendo a la perfección el efecto imparable que esas palabras iban a provocar.- No sé quién es el oponente, pero igual puedo dejaros un rato, ya que no le di un regalo a Isaac por su cumpleaños.
-¡¿Vamos a ver a los YAnkEEs?!- ni siquiera el pequeño gallo que se le había escapado al decir eso había sido un impedimento para que el chico comenzara a gritar en consecuencia a lo que había oído, sus músculos se tensaron y por onceava vez en el día los ojos de Isaac brillaban como los de un corderito y le rogaban que aquella afirmación fuera cierta, cosa que evidentemente no era mentira, pero venía con intereses.
-Cuando cenéis podríais explorar un poco, yo me encargo de la búsqueda- se encogió de hombros el ariano fingiendo ser un pobre sacrificado por la causa aunque sus métodos no estuvieran ni cerca de sus verdaderos planes. -Tal vez podéis ir al bar mexicano que había en la quinta avenida.
Aquella artimaña no era más que otro intento absurdo de alterar a Isaac hasta que se volviera incontrolable, cosa que no falló en absoluto, pero en el rostro de la hija de Capricornio podía notarse un atisbo de sospecha. No había dejado de mirarlo en ningún momento, era más observadora que Isaac y pensaba sacar tajada también a cambio de su silencio, era más que obvio, aunque en ese momento se mantuviera callada.
Tal vez decidía guardárselo para un momento en el que le fuera realmente necesario, en el que pudiera sacar algo de verdad. No era tonta ni nada, por alguna razón había entrado a Stanford, eso estaba claro, aunque realmente dudaba que eso fuera algo que pudiera preocuparle durante más de cinco minutos. A él le bastaba con tener una noche tranquila con la pelirroja de la sex shop de la que poder acordarse durante el resto del día en el que tendría que seguir con la tediosa misión que era buscar celestes.
El pub era rojo por fuera, pero cuando entrabas casi todo lo que veías era madera de roble oscura, con un olor intenso a alcohol del bueno que te abofeteaba desde que pasabas el umbral.
Su melena pelirroja resaltaba en la barra como lo más colorido del lugar, mientras ella daba un sorbo a una bebida que el chico no lograba descifrar a primera vista. Había que decir que Marcus se alegraba profundamente de haber llevado su carnet falso ese día, porque habría quedado muy poco elegante llegar y no poder pedirse una copa porque aún le faltaba un año para los veintiuno, pues no parecía que la chica fuera precisamente menor que él teniendo en cuenta la copa que tenía de la mano, que bien podía ser Cocacola pero también alguna combinación de esas que estaban tan de moda últimamente en los locales.
Se acercó a ella con decisión, sin querer verse cortado porque sabía lo que había, que le atraía al menos tanto como ella a él, sabía que los que no tenían esa seguridad no gustaban, que no llegaban a conseguir lo que se proponían porque como bien dice el dicho, el que no llora no mama, y Marcus solía tomarse esa sabiduría popular bastante en serio. La chica esbozó una sonrisa inconscientemente al verlo llegar, como si por fin hubiera puesto fin a una larga espera aunque realmente no llevase mucho tiempo esperando, pues su turno había terminado hacía menos de diez minutos.
Se miraron como si de alguna manera algo en ellos supiera que se había terminado su agonía de esperar horas y horas para lo que sabían sería, o al menos eso esperaban, algo muy entretenido. Ambos duraron por unos instantes sobre cómo romper el hielo, sin necesitar demasiadas palabras para expresar lo que sus ojos ya cantaban a gritos, lo que estaban gritando desde que habían entrechocado cuando había cruzado el umbral, que tenían ganas de sentirse el uno al otro y de tenerse de una manera que la química no podía explicar, que no era demasiado racional, si no más bien un impulso juvenil que apenas podían refrenar.
-Veo que te gusta hacerte de rogar -comentó ella primeramente abriendo la conversación mientras apoyaba su vaso en la mesa analizándolo de arriba a abajo sin dejar de analizarlo ni un solo segundo.
-Lo bueno se hace esperar, según tengo entendido- accedió Marcus siguiendo su juego como mejor podía, sin estar muy acostumbrado a las palabras, pero quedando cautivado por ese tipo de preliminares que de alguna forma le llegaban a gustar de cierta manera.
-Entonces debes de ser todo un maestro en lo que haces- susurró la pelirroja mientras se acercaba a su oído deslizando las yemas de sus dedos por su pecho para provocar que se erizara su piel y su corazón se acelerase, disfrutando plenamente del momento.
Marcus era consciente de que no contaban con mucho tiempo y debía aprovechar cada segundo que la vida le permitiera pasar con esa chica a la que seguramente no volvería a ver jamás. La vida para Marcus era así desde hacía tiempo, desde antes de encontrarse a Isaac, sabía que no podía quedarse en ningún lugar con nadie que no fuera uno de los suyos, pero esa noche, mientras besaba los labios de su acompañante deseo poder ser ese chico normal que muy en el fondo seguía siendo.
Quiso imaginarse esa vida que inconscientemente planeó de joven, no porque le gustara pensar mucho en el futuro, si no, porque eran esas cosas que todo el mundo a su alrededor hacía y que inocentemente creyó que haría también. Él no fue al prom con una chica como ella, ni pasó tiempo con sus amigos del instituto en fiestas locas donde todo se descontrola como en las series que veía Skylar o que incluso había llegado a vivir en su primer año de universidad.
Sintió ganas de sincerarse ante esos ojos azules que le miraban, rodeados de un halo de misterio y seducción, que parecían ver a través de él. Ella apenas sabía su nombre y una historia falsa que se había inventado mientras hablaban, Marcus por su parte lo mismo, solo conocía el nombre de la joven, demasiado reservada como para contar más cosas que sus gustos, demasiado misteriosa a pesar de su sonrisa juguetona que la hacía parecer inofensiva.
Igualmente, no fue algo a lo que prestara más atención de la necesaria en toda la noche, concentrado en las sensaciones que lo embargaban cuando estaban cerca, cuando la estaba besando.
De haberse fijado, se habría dado cuenta del color sintético de las lentillas y del brillo oculto de esos ojos que escondían una galaxia entera.
-¿Ardemos?- preguntó ella contra sus labios a punto ya de besarlo con los ojos fijos en los suyos y una ligera sonrisa juguetona que resultaba irresistible para el hijo de Aries.
-Ardemos- concluyó él mientras sellaba el beso cerrando los ojos y dejándose llevar, como se permitía pocas veces en su vida.
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