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— Quienes quieran participar en el intercambio que se apunten en el papel —pregonaba la profesora de inglés, Carmen, ante unos alumnos que estaban más distraídos que atentos a la lección. Aunque la palabra <<intercambio>> fue algo que llamó atención a todos los alumnos de la clase.
Sabían que Carmen llevaba unos meses hablando con una profesora de español danesa para programar el evento, aunque como solía decir cuando le preguntaban "aún está por verse". Se dedicaron a mandar cartas en inglés a sus amigos por correspondencia contando cosas como qué les gustaba hacer, comer y tonterías varias.
Andreu recibió la carta de una chica, una carta presentada un papel impoluto con una caligrafía perfecta que según él sería obra de los mejores cuadernos de caligrafía y un don divino entregado por Dios. En comparación con la que le envió él, sintió vergüenza porque su carta fue el producto de la hora de antes, en historia, al darse cuenta que se había olvidado de hacer los deberes de inglés.
Llena de tachones y unas frases vagas sin esmerarse mucho en buscar palabras complejas o frases que queden bien, entregó una carta que no correspondía con su nivel de inglés si no con el nivel de un niño de primaria. Menos mal que esas cartas no puntuaban para nota.
Su compañera por correspondencia se llamaba Denna, según su carta era una chica que le gustaba hacer deporte, en concreto, el patinaje artístico, también le gustaba leer y tenía un cachorro de pastor alemán que se llamaba Argos por unos libros de mitología que leyó cuando era más pequeña.
Pensó en sí apuntarse o no a la lista, su situación en casa a veces era algo complicada pero decidió intentarlo. Se levantó cuando vio que la mayoría de gente ya se había apuntado y escribió su nombre antes de irse a casa ya que era la última clase del día.
No esperó que le aceptaran como miembro del intercambio, habían pocas plazas siempre y los puestos siempre estaban disputados, mandaban trabajo extra como redacciones de "¿Por qué quieres participar en el intercambio?" Y demás cosas que le daban pereza solo de pensarlo.
La verdad es que lo tenía complicado, no era malo en clases pero tampoco el mejor y siempre iban los de mejor nota primero, los intocables, luego el resto de mortales entrarían en el proyecto si la suerte estaba de su parte ya que directamente lo sorteaban.
El día de la elección Andreu se encontraba nervioso, como cuando se encontraba viendo un partido de fútbol cuando había echado la quiniela. Mateu se encontraba a su lado tranquilo, claro, él tenía asegurado a un danés pero Andreu no.
Al final de clase por fin quiso hacer el sorteo, Andreu no entendía porque se esperaba siempre al final de la clase si la gente siempre estaría más intranquila hasta saber los resultados, lo mismo hacía con las notas de los exámenes, le ponía nervioso.
Vio como cogía una caja de cartón vacía pequeña y sacaba unos papeles de su estuche que había preparado ella el día anterior para poder hacer el sorteo, las puso todas en la caja y las removió para luego sacar un papelito recordándole la escena a Andreu a los juegos del hambre.
— Andreu Casals —. Leyó la nota para luego levantar la mirada y sonreírle con amabilidad.
Sus ojos se abrieron como platos, como si no llegara a creérselo y se giró a mirar a todos sus compañeros de alrededor, que lo miraban con algo de envidia por haber sido elegido, aunque más que buscar dar envidia Andreu esperaba que eso fuera una cámara oculta, pues no se lo esperaba para nada.
Andreu era eso que la gente conocía como un chico con mala suerte. El día que no iba a clase se enteraba que hacían crepes los de francés y como siempre sobraban los repartían con todos o justo el día de la excursión más chula del año el agarraba y se ponía enfermo. Para él esto era un logro, un momentazo que debía ser recordado toda su vida. Se lo contaría a sus nietos y bisnietos, sería una leyenda.
Días después le dieron un número de teléfono y su profesora le miró nerviosa antes de decirle lo que pasaba.
— ¿Te molesta que vaya una chica a tu casa? —eso le descolocó un poco porque según Mateu el chico que le había tocado, Daniel, era genial, le gustaba el fútbol, los videojuegos, hasta ya estaban echando partidas al fornite.
Y él, sinceramente, esperaba algo similar, un compañero de risas y aventuras con los videojuegos.
— Supongo que no hay problema —. Dijo sin tener ganas de perder su oportunidad en el intercambio por un tema tan tonto como el sexo de su compañera aunque no podía evitar sentirse algo desplazado ya que no sabía de qué podría hablar con ella.
Desde luego todo se hizo más fácil al comenzar a hablar con ella gracias a que el instituto ofrecía los teléfonos para que pudieran ir comunicándose entre ellos de forma más rápida. La chica de la carta bonita, Denna, había sido nombrada su pareja y menuda suerte tuvo. Mediante redes sociales como WhatsApp o Instagram comenzaron a hablar y a enviarse memes, en poco tiempo sintieron que se conocían de toda la vida dejando de lado la barrera del idioma.
A veces se ponían a jugar a play durante horas y Andreu no podía evitar desear poder conocerla en persona. Por eso el día que tocaba recogerlos sentía los peores nervios de su vida. Debido a que estarían en horario de clase irían a por ellos a la hora de comer a la estación de buses donde ellos llegarían desde el aeropuerto.
Miraba el reloj con impaciencia sintiendo las horas pasar con lentitud hasta que llegó el ansiado momento.
Sus manos sudaban un poco mientras esperaba sentado en una de las sillas de la sala de recepciones y por mucho que tratara de secarselas en los vaqueros, la sensación de humedad y de nerviosismo no se iba, acompañada del insoportable calor del mes de junio en sus inicios, que era más asesino que su abuelo en la terraza con un matamoscas. Sabía cómo era Denna, era bonita, amable, y a veces incluso sentía cierta conexión entre ambos cuando hablaban de cualquier tema o cuando jugaban juntos a la PlayStation, era una sensación algo rara, y Andreu a veces creía saber el por qué.
No es que fuera alguien que creyera mucho en cosas místicas como las pitonisas o similares, pero había algo en él que había ocultado del mundo y que no lo dejaba sentirse normal del todo, un secreto que sabía que podía costarle la vida, y por mucho que tratase de hacer algo por arreglarlo, en la posición en la que estaba lo único que podía hacer era callarlo, mantener el secreto hasta que alguien pudiera alcanzarlo, alguien en quien pudiera confiar realmente, y aunque pudiera parecer extraño, de una u otra manera Andreu sentía que la chica de la letra bonita era como él, compartían el mismo secreto y el mismo estatus, eran algo similar a un semidios.
La vio llegar entre la gente rodeada de un grupo de chicos que contentos reían y hablaban en un idioma extraño que supuso era danés. Ella era la más callada aunque se veía con intenciones de relacionarse con sus compañeros quienes hablaban con ella también y la hacían reírse por sus ocurrencias.
Se identificó un poco con ella al verla tratar de interactuar con el resto sin demasiado éxito, le recordaba a sus días de infancia, los días de ser el raro, el despreciado, recordaba que incluso jugaban a que si ese alguien te tocaba te pasaba un virus y que debías vacunarte para evitarlo, él siempre trataba de hablar con el resto, pero no sabía cómo hacerlo, le costaba un poco y eso era algo frustrante. Apartó ese pensamiento por unos instantes, cuando sus miradas chocaron al encontrarse y una sonrisa involuntaria se formó en sus labios extendiéndose por su rostro despacio, como una tela de araña, recordándole que se parecían más de lo que pensaba, que ella le comprendía, que era probable que compartieran el mismo secreto, aunque ella no lo supiera. Sus ojos, ambos con una hermosa galaxia dibujada en las orbes, se encontraron en un mismo punto y ese gesto les hizo sonrojar, como a los protagonistas de los anime que solía ver. Se aproximó acortando poco a poco la distancia entre ellos y cuando por fin la alcanzó, se vio mermado inmediatamente, sin saber bien qué decir, abrumado por los nervios y el miedo del primer encuentro, sin saber qué iba a pensar de él al verlo en persona, si sería más alto o más bajo de lo que creía, tal vez más guapo o más delgado.
Ella le dio dos besos al llegar con él, sorprendiéndole debido a que el gesto no es común en países como Dinamarca. Se la veía contenta de verle con una sonrisa radiante y con una pequeña maleta a su lado que conjugaba con su color de pelo.
Tenía el pelo teñido de distintos tonos azules que lejos de hacerla ver extraña la hacían resaltar de forma bonita.
La daban un aspecto inalcanzable, divino, como el pelo de su eterno crush Daenerys Targaryen, que era de color plateado. Le sorprendía que le pudiera quedar tan bien ese tono, como si fuera una chica de Pinterest, normalmente los colores de ese tipo en el pelo no eran favorecedores, pero en ella se veía incluso natural, como si estuviera destinado a ser de esa manera, quizás era por sus rasgos delicados o por su piel pálida, pero fuera lo que fuese, no importaba, solo importaba que a sus ojos era algo similar al crush máximo que podría encontrar sin contar con los famosos.
— Hola Andreu —. Comentó con una sonrisa y un marcado acento extranjero. Su voz era más suave en persona de lo que parecía en sus partidas en la PlayStation.
Se sentía algo idiota al atontarse tanto con ello, se recordaba a si mismo a los memes de instagram en los que una chica jugaba a videojuegos y sus compañeros estaban al borde del colapso, pero no podía evitar sentirse embargado por el encuentro, había algo en él que quería guiarlo del todo hacia ella.
—Eres más guapa en persona— se le escapó de los labios con su habitual mala suerte, que solo lo había abandonado para ganar ese estúpido sorteo como en las típicas novelas de wattpad en el que podría conocer al amor de su vida y vivir mil aventuras tóxicas hasta casarse, en fin, ¿típico de otakus? La verdad es que ni siquiera él entendía como podía ser tan estúpido, pero a la chica parecía haberle hecho gracia, o eso aparentaba la ligera carcajada dulce y delicada que escapaba de sus labios tras procesar el significado de su afirmación.
— Me alegra que lo pienses —. Le dijo mirándole con diversión y por dentro recordó algo que se había olvidado por completo al momento de soltar eso. La chica de sus sueños tenía novio. Un tonto, a su parecer, que estaba por ahí charlando con Mateu y Daniel. Porque las coincidencias existían y él no tenía suerte en la vida.
El novio se le llamaba Eric, era un poco más alto que él, jugaba como capitán del equipo local de hockey y era el típico popular e idiota que se habría metido con Andreu de haber tenido la posibilidad, en resumen, el tal Eric era un mierdas, pero el mierdas se había quedado con la chica como en cualquier cliché, porque la chica en los libros nunca elegía al majo, o al amigo, o al que la trataba bien, elegía al más insoportable y eso era algo que a Andreu le ponía de los nervios.
—¿Qué es lo que piensa?— interrumpió el danés, su acento era más marcado y forzado algo que le hizo hacer una mueca de desagrado a Andreu. El chico llegó para rodear a su novia con los brazos dándole ganas de vomitar al pobre Andreu, que solo quería irse a comer de una vez.
— Que nos lo vamos a pasar bien por aquí —. Contestó ella sabiendo del temperamento de su novio —. ¿Qué haremos ahora, Andreu?
—Hemos planeado ir a una fiesta esta noche, Gerard nos va a dejar la terraza de su primo para que nos montemos la fiesta primero y luego nos piramos a una discoteca sobre las once— interrumpió su mejor amigo, Mateu, para desviar la atención de Eric hacia su persona y salvarle el culo por una vez a Andreu, que ya había pasado suficiente por un día. —Os vamos a enseñar lo que es una buena fiesta a la española, mejor que las de las pelis americanas si señor.
Los daneses se miraron con una sonrisa que mostraba lo interesados que se veían por el plan que habían montando. Después de la bienvenida, cada uno se fue por su lado con su acompañante, Andreu se ofreció a llevarle la maleta para ir a casa a comer, dónde su madre los esperaría con un buen plato español para su invitada.
Sin duda el hecho de tener a una chica en casa una semana la hacía estar contenta por no tener tantos hombres en casa, pues solo había tenido chicos.
Él mismo incluso apostaba a que ella siempre había querido ir a por la niña pero las condiciones de su matrimonio se lo habían impedido y eso era algo por lo que Andreu se culpaba a sí mismo, no por no haber sido una niña, si no por haber destrozado el matrimonio de su madre, por haber nacido. Era algo que no le gustaba pensar pero que a veces era incapaz de evitar cavilar, por eso quería que su madre tuviera la oportunidad de aprovechar esos días, de ver lo que se sentía teniendo una hija, de cambiar de idea incluso sobre el tener una compañera de distinto sexo, ya que bueno, lo que en un principio veía como un problema ahora no veía más que como una ventaja.
Su madre se había emocionado, semanas antes de que Denna llegara se había ido a Ikea a buscar mantas, sábanas, decoración para toda la casa para acomodar hasta el más mínimo detalle y que su nueva amiga estuviera cómoda.
Incluso se había sorprendido al abrir algunos armarios y verlos llenos de cajas organizadoras que guardaban productos femeninos, mantas, cojines, y millones de cosas ordenadas en orden alfabético, solo le habían faltado renovar los muebles y por lo que Andreu había visto poco le faltaba, la mañana en la que había ido a buscar a Denna su madre se había marchado de nuevo a hacer unas "compras" así que no sabía muy bien que esperar una vez llegara a casa.
Su habitación había sufrido un lavado de cara increíble, parecía sacada de un catálogo de Ikea con sus armarios colocados, los videojuegos alineados en unas estanterías que ni sabía que tenía ordenados por categorías, la cama hecha y con una colcha nueva de color azul grisáceo, Denna incluso parecía tener miedo de pisar ahí y mancillar la perfección de esa sala, la pobre se veía tímida ante semejante colocación y Andreu se vio sobrecogido de poder ver su cuarto en perfectas condiciones y no todo tirado, como tendía a estar, incluso agradecía las estanterías porque así no tendría que tirar todo de cualquier manera en el cajón.
Su madre llegó con el delantal y una sonrisa amable con ganas de conocer a su inquilina, acercándose a saludarla con dos besos.
— Hola yo soy Beatriu, pero puedes llamarme Bea encantada —. Para vergüenza de Andreu su madre le comenzó a hablar a Denna muy despacio, demasiado despacio, como si en lugar de ser danesa fuera tonta.
Recibió un golpe en el brazo al ver como Denna asentía por parte de su madre.
— Díselo en inglés que creo que no me ha entendido bien.
—No, por favor, lo entiendo perfectamente— Denna trató de ocultar su acento todo lo posible cabe decir que en vano, porque pese a ser buenísima hablando español tenía un acento que no pasaba nada desapercibido y su madre abrió los ojos de una manera tan exagerada que parecía estos muñecos a los que les aprietas la tripa y se les salen los ojos. Se notaba la vergüenza en la pobre mujer, sus mejillas sonrojadas, su mirada tratando de ocultarse en ese flequillo castaño cobrizo mientras Andreu aguantaba una carcajada para no verse burlón o meterse en un lío.
— Oh, lo siento, cariño —. Comentó su madre con timidez —. Andreu, per favor, mostra-li la casa a la noia.
—Por supuesto mamá— contestó él un tanto avergonzado por la escena ofreciéndole una sonrisa muy dulce a su compañera que intentaba hacerla sentir como en casa— ¿Quieres ver algo primero especialmente?
— La habitación, por favor —. Pidió Denna señalando su maleta con ganas de dejarla en algún lado.
Andreu se encargó de guiarla y mostrarle una habitación que ni sabía que tenía pues meses atrás había sido la habitación trastero dónde tiraban todas las cosas. Se preguntó dónde estaba todo eso que antes se encontraba ahí pues lo que había en el cuarto era la vieja cama que ahora se encontraba cubierta por mantas de colores pasteles y dos cómodas blancas que ahora tenían cuadros con frases motivadoras que no entendía muy bien como por ejemplo "Las estrellas solo brillan si el cielo está oscuro".
El chico desconocía en qué momento habían ido a Ikea a robar las decoraciones estándar de las habitaciones de exposición, le confundía un poco y a la vez le divertía por el hecho de que su madre quisiera dar buena impresión hasta el punto de dejarse el sueldo en decoraciones tan cursis y ñoñas que solo con verlas daban diabetes. A Denna pareció gustarle la habitación, que por supuesto se encontraba mucho más acogedora que cuando estaba llena de legos, pero a Andreu le parecía de pijos lo de tener una habitación de invitados, le hacía sentirse todo un burgués, un poco extraño y dudoso de la utilidad que podría tener eso en un futuro, porque por mucho que pudieran aprovechar el cuarto con Denna había que admitir que lo de tener invitados permanentes era algo que se daba en muy reducidas ocasiones.
Su sorpresa llegó al máximo cuando la llevó al comedor cuando la comida estuvo preparada.
“Hostia, ha comprado hasta vajilla nueva” pensó, mientras examinaba unos vasos que no había visto en su vida y los platos más nuevos que jamás había imaginado, hasta el jarrón donde su madre puso el zumo le impresionó. “Ahora somos la burguesía” dijo para sus adentros mientras su madre seguía aportando platos a la mesa.
Platos que efectivamente, tampoco había visto en su vida, con diseños geométricos que combinaban con los colores pastel del plato base que por alguna razón estaban usando.
— Por favor, siéntate —Su madre le hacía ademanes a Denna para que tomara asiento mientras la sonreía con dulzura al verla— Sit down.
Andreu no sabía si sentir ternura por su madre o vergüenza por su vago intento de comunicarse con su invitada en inglés. Denna le sonrió y se sentó en la mesa sorprendida por la comida que había, su madre había preparado paella para su primer día en España, el típico plato que salía en los libros de español.
— Tienen una casa... —Denna se quedó unos segundos callada con gesto pensativo tratando de recordar la palabra mientras gesticulaba con las manos—. ¿Hermosa?—. Preguntó mirando a Andreu como queriendo confirmar que no se había confundido de palabra.
—Hermosa— asintió Andreu intentando transmitirle la confianza que sabía que necesitaba y vio como su madre le dedicaba una mirada como sabiendo que de alguna u otra manera, esa chica le gustaba, cosa que al chico no le hizo mucha gracia, pues arrugó la nariz e hizo un mohín algo apenado sin ganas en absoluto de que ella se enterase— si, desde luego que es hermosa, es de Ikea
Denna se vio divertida por su comentario y asintió mientras se señalaba con orgullo.
— El mío es de Ikea también —. Comentó confundiéndose con el género como solía ocurrirle a la mayoría de los extranjeros —. Es muy barato.
Ella sonrió y se encogió de hombros para proceder a comer. Denna fue la invitada ideal, era ordenada, educada, y, además, soportaba con infinita paciencia y con una sonrisa los intentos de su madre para comunicarse con ella y explicarle "the Spanish tradition" como solía decirle.
Tan solo llevaba unas pocas horas en su casa y su madre estaba ya a punto de decirle que se quedara para siempre cuando desgraciadamente el chico se la llevó con él a la famosa casa del primo de Gerard, un muchacho del que no había oído hablar en toda su vida pero que tenía un chalet con piscina a las afueras y un minibar que rápidamente captó la atención de todos los jóvenes apenas lo supieron.
Las condiciones a cambio eran simples, solo se lo tenían que llevar a la discoteca con ellos para que saliera un rato, y en un principio les pareció justo, sin haber podido nunca imaginar que eso mismo les daría más problemas que cualquier cosa que podrían haber hecho esa noche.
La fiesta comenzó relativamente bien y temprano como era de esperar. Todos esperaban pasar un buen rato y más los daneses a los que el no encontrarse en casa les hacía desinhibirse más. Denna y él llegaron temprano junto con su amigo Mateu y a Daniel, cuando apenas había gente, se entretuvieron contando anécdotas mientras bebían un poco sin intención de padecer un coma etílico. La conversación fluía en el pequeño grupo, pero había algo que a él le molestaba. El primo de Gerad, Miguel, no dejaba de mirar a Denna.
No era una mirada que la hiciera sentir acosada, era una mirada que buscaba analizarla, leerle la mente y eso era lo que más le estaba preocupando. Andreu había comenzado a llevar lentillas en los ojos al saber su procedencia, al saber que su padre era Tauro y no el hombre normal que su madre había pensado que era el dios. Pero Denna parecía desconocer su origen y, sus ojos estrellados estaban al descubierto, detalle en el que el primo de Gerad parecía demasiado absorto para dejarla pasar.
Miguel era un chico mayor, de unos veinte años, con una pequeña barba y algo esbelto que trabajaba como repartidor de unos almacenes. Gerard antes de llevarlos a su casa les comentó que desde que su primo conoció a su novia, algo en él cambió. Laura era una chica italiana que en esos momentos se encontraba en su ciudad natal, una chica según Gerad “peculiar”, y Andreu pensaba que Miguel era igual de peculiar, el escrutinio al que sometía a Denna le hacía pensar lo peor, porque solo tenía ojos para ella.
Una voz en su cabeza le decía que saliera de ahí, que no era seguro pero era muy difícil hacer algo para irse cuando veía que los demás se lo estaban pasando bien, sin centrarse en el hecho de que Miguel no era trigo limpio. Aunque eso lo confirmaría más tarde.
La gente comenzó a llegar poco después y Miguel tuvo que dejar de actuar de esa forma por el mayor número de gente que había en el lugar. Eso fue lo que Andreu aprovechó para apartarla de él y llevarla hacia otro lado más calmado con la excusa de preparar unos mojitos para los dos.
— Entonces ahora le pones el ron —. Él le explicaba como preparar la bebida mientras echaba vistazos de vez en cuando a la zona donde estaba Miguel queriendo tenerlo siempre vigilado.
— Si, creo que entiendo —. La chica asentía y trataba de hacerlo ella sola con su vaso, concentrada en seguir los pasos a la perfección.
— ¿Me invitas a mí? —Eric se acercó nada más llegar a la fiesta para rodearle la cintura y dejar algunos besos en su cuello lo que hizo a la chica sonrojarse avergonzada mientras le pedía entre risitas nerviosas que parara ya que había gente.
"Creído" dijo una parte de él mientras fruncía ligeramente el ceño centrándose en preparar el mojito, posiblemente aquella parte de él eran los celos, porque era lo que sentía, celos, porque él quería estar así con ella, hacerla sonrojarse de esa forma.
Pero no podía ser, porque ella estaba con él y, si, le dolía a veces, tampoco estaba enamorado como Romeo con Julieta, pero sentía un sentimiento amargo al ver como Eric podía estar con ella en ese aspecto.
Aunque desde luego, no esperaba que esa relación se rompiera esa misma noche a las doce, media hora antes del desastre.
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