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VIII

Las luces de las afueras de San Francisco deslumbraban en el negro de la noche mientras la canción de Love Story de Taylor Swift resonaba en el coche al tiempo que Skylar cantaba a pleno pulmón dejándose la garganta al intentar hacer todas las voces poniendo la misma pasión que Taylor en el video. Aprovechaba el viaje en solitario llenándolo de música para evitar ver la presencia femenina que en ocasiones se presentaba ante ella cuando se quedaba sola o cuando pasaba algún suceso relevante, prefería ignorarla, por mal que sonase, no quería parecer una loca y conversar con una especie de alucinación no era precisamente algo de gente cuerda. Solía pensar que era una alucinación por el calor que había habitualmente en California, aunque por supuesto Mayo no era ni de lejos el mes más caluroso, y en invierno seguía tratando de contarle algo, aunque claro, teniendo en cuenta que su otra opción es que ese ser fuera un fantasma y ella era de las que se tapaban hasta el cuello de noche para evitar a los seres paranormales lo de la alucinación era una idea mucho más apetecible, desde luego.

No ponía mucha atención a la carretera, no solía haber tráfico a las cuatro de la mañana y menos en esa época del año, había pocos coches a las afueras y muy dispersos, y la gente brillaba por su ausencia ya que aún era periodo escolar para los institutos y colegios, solo los universitarios tenían unos días de vacaciones para ir a casa. Ella no solía ser alguien despreocupado, solía ser una persona que seguía las reglas a raja tabla, no le gustaba un pelo saltarlas, no por ser muy dócil o obediente, más bien por el miedo al castigo, no entendía el interés de arriesgarse pudiendo hacer lo mismo por las buenas, por eso siempre ponía bastante atención al hacer las cosas, excepto en momentos como aquel, en los que la noche le incitaba a relajarse, a soltarse un poco y salir de su zona de confort. Bien, pues, tras lo que vino pocos minutos después, deseó no haber salido nunca.

Apenas vio a los chicos delante de su coche cuando estaba a punto de golpearlos, la escena era surrealista, Taylor cantaba su famoso "marry me Juliet" mientras el más alto de los dos parecía vociferar algo y lanzar una maleta al coche para detenerlo, el otro en cambio entró en pánico, fue golpeado por la maleta y cayó al suelo, a punto de ser atropellado por el coche. Skylar pisó el freno con brusquedad rogando a cualquier dios existente que evitara que ninguno de los presentes muriera y la tierra sufrió una sacudida brusca que la chica asoció con la placa de San Andrés que lanzó a los chicos a un par de metros del coche.

—¡Joder!— gritó dando un golpe con mucha rabia al volante, aún reponiendose del susto agradecida con el de arriba por el terremoto de a saber que grado qué había sido adecuadísimo para la situación y no había matado a nadie.

—¿Se puede saber qué te pasa? ¿Estás ciega?— bramó el chico más alto, con cabello negro como el carbón y los ojos de un color verde grisáceo que se veía algo sintético, como si llevara lentillas, mientras se acercaba al coche con pasos agigantados.

—No os había visto, apenas se ve algo a estas horas— trató de justificarse ella abriendo la puerta para salir a comprobar si el joven de cabello castaño que estaba en el suelo se encontraba bien. —Lo siento muchísimo, pagaré el hospital.

El rostro del chico, ya pálido de por sí, palideció aún más, como si la simple idea le asustara, cosa que a Skylar no le hacía mucha gracia, porque ya solo con tener que lidiar con ellos dos para evitar una denuncia tenía bastante, no le apetecía en absoluto tener que tratar con un pánico a los hospitales salido de la nada.

—No tenemos tiempo para hospitales, tenemos un vuelo en pocas horas— se justificó el chico, sabiendo que si era sincero sobre el tema iba a resultar sospechoso y probablemente quien acabara en la cárcel sería él. —Será mejor que nos vayamos al aeropuerto antes de que otra imbécil que necesita gafas trate de matar a mi amigo.

—Entonces tal vez debería llevarlo yo no sea que tú lo mates de otro maletazo.— rechistó ella con bastante rabia por la ofensa, ya con su poca paciencia viéndose colmada, sin ganas de tratar con el típico chulo macarra a esas horas.

—Dios mío, parece un ángel — añadió bastante atontado el otro muchacho mientras se levantaba sacudiéndose un poco la ropa del polvo que había cogido al caer, cosa que no causó muy buen efecto entre los que estaban discutiendo, ya que esa afirmación les cortaba toda la seriedad de la pelea.

—Por el amor de Dios, acaba de atropellarte, ten algo de amor propio— reclamó el moreno mientras se cruzaba dignamente de brazos indignado por la falta de seriedad de su amigo, aunque echando una mirada discreta a la chica para evaluar si era cierto que era tan guapa como su compañero decía. El rostro de Skylar era un poema, su ceño estaba fruncido y su nariz pecosa ligeramente arrugada, pensaba que eran un par de borrachos algo bobos, él no parecía verse tan interesado como para dejar de gritar, por lo que supuso que el golpe había afectado a su compañero y por eso la veía más guapa de lo que era.

—Marcus, el corazón quiere lo que quiere— referenció a la canción de Selena Gómez en un tono que no sonaba a alguien que acaba de ser casi atropellado mientras caminaba hacia ellos peinando su cabello castaño claro con los dedos despreocupadamente. Lo analizó unos minutos sintiendo algo de familiaridad en su rostro, en su piel bronceada y en esa forma de hablar que había oído en algunos vídeos caseros que sonaban en la televisión diariamente. Le recordaba a alguien bastante popular en la zona de California, un chico que había fallecido hacía unos meses en San Francisco y al que aún llevaban fotos en el memorial algunos turistas concienciados. Isaac Hall, creía recordar que se llamaba.

A Marcus se le saltaron las alarmas al sentir la minuciosa mirada analítica de la mujer, realmente consternado por la simple idea de que pudiera reconocer al que tanto le había costado ocultar durante esos meses, se aproximó a la chica para distraerla y poder alejarse con Isaac, pero una fortuita casualidad del destino le llevó a algo que le consternó aún mucho más. Detrás de la oreja de la chica, en la zona del cuello, se marcaba orgulloso el símbolo de Capricornio, tan negro como su propia marca de Aries, que llevaba ahí toda su vida.

Inconscientemente tomó las muñecas de la joven para voltearla hacia él y tenerla de frente, necesitando saber si ciertamente esa era el celeste que llevaban tantos meses buscando en el lugar sin éxito, y al ver sus ojos estrellados estuvo a punto de saltar de emoción, y digo estuvo porque la chica se soltó muy alterada y le roció con un spray de pimienta en los ojos creyendo que era una especie de delincuente, engañada por su comportamiento de macarra de barrio y su brusquedad al tomar sus muñecas.

—¡Isaac! ¡No dejes que escape!— rogó mientras se frotaba furiosamente los ojos con ganas de prender fuego a la calle entera por la rabia y la frustración— ¡Es capricornio!

—¡Ay chihuahua!— el chico comenzó a correr abrumado por la situación hacia ella, que trataba de huir hacia el coche despavorida sin entender nada mientras su alucinación hacía acto de presencia para incitarla a quedarse, aunque evidentemente no le hizo caso alguno. Se aproximó a la puerta y un peso de aproximadamente setenta y pico kilos la aplastó contra el suelo arrollándola de repente y haciéndola sentir que se le iba a salir hasta el higadillo. —¡La tengo! ¡Ya es mía! ¡La tengo!— puso un brazo sobre su espalda y Skylar soltó un quejido al sentir como la presionaba contra el suelo como si fuera un chico al igual que él, sin tener en cuenta que ella tenía ciertas protuberancias que la hacían estar casi llorando del dolor. —¡Touchdown!

—Por favor, no tengo dinero— mintió pese a no ser muy creíble ya que se había ofrecido a pagar el hospital mientras intentaba soltarse sin mucho éxito, pues el peso la tenía inmovilizada y no parecía estar a punto de haber otro terremoto salvador. 

—No es tu dinero lo que queremos— Isaac imitó la voz de los villanos de las películas bastante entretenido con su momento típico de tóxico y pudo sentir como Marcus lo reprendía por el comentario, pues no era algo que precisamente animara mucho a la chica.

—¡Ayudadme! ¡Por favor!— trató de gritar ella en busca de algún aliado en esa vacía calle sin tener apenas tiempo de repetirlo cuando sintió como alguien tapaba su boca. La tierra comenzó a temblar de nuevo, esa vez con más fuerza, y ambos chicos se miraron entre si bastante alterados.

—Un momento por favor, no vamos a hacerte daño, pero necesitamos que nos escuches unos instantes— le pidió todo lo amablemente que pudo el hijo de Aries, con las manos aún en los ojos tratando de calmar el profundo escozor sin mostrarse enfadado en un bobo intento de que ella bajase la guardia antes de que los aplastase alguna roca. —Tenemos una historia muy importante que contarte…

La hija de Capricornio se mostró bastante más receptiva a la historia de lo que esperaba, incluso aceptó perdonarlos tras darle un golpe a Isaac en venganza por el placaje con espachurramiento incluido. Solo les puso una condición, y era incluso bastante simple, quería pasar las vacaciones con su padre para explicarle el por qué de su partida y aclarar unos asuntos con la universidad para empezar con las clases online. A Marcus le parecía incluso razonable, él mismo había gastado bastante tiempo entrenando en Olympia y le parecía que San Francisco podía resultar un buen escondite ya que el hombre que los buscaba no volvería al lugar donde los perdió si sospechara que no hubieran muerto así que terminaron por organizarse como buenamente pudieron en una casa alejada con un jardín inmenso en el que esperar a que Skylar estuviera lista para la partida. 

El padre de Skylar se veía eufórico de tener de vuelta a su hija, los meses en los que había estado solo se sentía triste, vacío tras ver que sus hijos estaban creciendo hasta el punto de marcharse de casa, quizás es por eso que se sentía tan reacio a soltarla cuando la había abrazado, tal vez también era ese el motivo de que a ella le fuera tan difícil decirle que tenía que irse a una misión potencialmente peligrosa a la que tenía entre cero y ninguna gana de ir pero a la que no podía faltar ya que era su única oportunidad de sobrevivir. Lo veía día a día esforzarse como el padre amoroso que era, le llevaba el desayuno a la cama antes de que le diera tiempo a despertarse, intentaba llevarla a hacer cosas nuevas, estaba tan ilusionado de ver de nuevo a su hija que para cuando llegó Travis días después, el hermano mayor de Skylar, ella aún había sido incapaz de decirle nada, se había esmerado por hacerlo todo lo feliz que podía y por ayudarlo en todo lo posible, en el fondo le aterraba que aquella fuera la última vez que lo viera. 

Lo miraba melancólica mientras preparaba su café por la mañana, con mucha leche y pocos polvos de café descafeinado, sabía que el tiempo apremiaba y no podía quedarse en casa para siempre, había empezado los trámites para que la universidad de Stanford le cambiara las clases presenciales a clases online alegando que por una enfermedad debía ir a tratarse a Italia, cosa con la que el monasterio la ayudo bastante, cabía decir. Aún se sentía sin fuerzas de comunicárselo, se lo había callado incluso con su hermano, pese a que a él nunca le ocultaba nada, y eso en el fondo le entristecía, le hacía sentir que les iba a causar mucho dolor al hablarles del problema, que la verían muerta antes de que siquiera empezara esa guerra. No era raro, Skylar nunca había sido una prodigiosa en lo que a valentía se trataba, era bastante miedosa, había que reconocerlo, tenía miedo a las alturas, a las experiencias paranormales, a la oscuridad y a un millón de cosas más que podía ahorrarse explicar porque sería una lista eterna, no era una locura pensar que alguien así no fuera capaz de luchar en una guerra. Su carácter no era tampoco dócil, eso debía admitirlo, solía ponerse cabezona y enfadada no era precisamente alguien muy agradable, pero era muy sensible por debajo, y estaba claro que la gente demasiado sensible nunca salía bien parada en esas cosas.

El solo hecho de pensar que las cosas podían terminar de esa forma le ponía la piel de gallina, aún no lo había asimilado y dudaba poder hacerlo, era muy distinta de sus nuevos compañeros. Isaac parecía estar siempre tan feliz y lleno de energía que ni siquiera se veía como si pensara realmente en ello, y Marcus tenía un sentido del deber tan acentuado que aparentaba haber nacido preparado para morir por una causa en cualquier momento, no era extraño, si lo analizabas bien, se había criado con un militar, había vivido pensando en la guerra, no en tener una casa grande en la que hacer barbacoas y cenas familiares como imaginaba ella. Tampoco era un tema que hubiera decidido hablar con ese par de desconocidos, dudaba que supieran cómo despedirse de su familia, cómo explicar que tenía que dejarlo todo, estaba sola en el asunto y tras la semana que llevaba masticándolo comenzaba a sentirse desbordada, con la necesidad de un descanso para dejar de comerse la cabeza.

—¿Te duele la cabeza?— preguntó su padre con verdadera preocupación mientras se acercaba a colocar la mano en su frente creyendo que alguna especie de virus le había asaltado— puedo cancelar la partida de mediodía con los chicos, te prepararé un té.

El cabello castaño claro de Travis del mismo tono de la chica se dejó ver entrando en la sala con una sonrisa muy divertida como si pensara que realmente su hermana les ocultaba algo del estilo a un nuevo novio secreto.

—La resaca más bien, ayer llegó bastante tarde y echa polvo— dijo el joven colocando la mano en la espalda de su hermana y dándole una palmadita mientras analizaba su camiseta-pijama nueva, que le era tan familiar como si se la hubiera robado del armario uno de esos días, cosa bastante probable a juzgar por lo grande que le quedaba. —Déjamela a mí que la pongo al orden, la obligo a ayudarme a arreglar el porche trasero. Capaz y se rompe una uña con el martillo y así aprende la lección.

—Míralo que gracioso— Skylar dio un sorbo a su café y miró a su hermano con algo de enfado por sugerir a su padre que podría haber estado bebiendo, el hombre en cambio no parecía molesto, confiaba en su hija y sabía que era alguien responsable. —¿Te estás sacando la licenciatura de bufón en la U.C.L.A.?

—Y tengo matrícula en pelucas afro— bromeó el chico dándole una palmadita en el muslo para que se levantara de la silla y lo acompañara al jardín a reparar el porche prometido— lo de la ingeniería electrónica no era lo mío, ser payaso es mucho más entretenido.

—A ver si así te cogen en el circo y me quedo tu cuarto— protestó la chica tomando su taza mientras se ponía en pie de mal humor por tener que estar despierta a esas horas de las mañana y con toda la carga de ser un celeste. Si el estrés producía arrugas, ella probablemente ya era una pasa. Lo siguió hacia el porche y se sentó en el sofá columpio que tenían instalado sobre la madera mientras su hermano se arrodillaba en las escaleras tomando el martillo para reparar el escalón dañado.

—¿Vas a quedarte echando culo o vas a hacer algo de utilidad?— el muchacho se veía claramente entretenido y ella se puso de nuevo en pie con pereza, aproximándose para pasarle unos clavos y coger unos listones de madera para cortar.

—¿Te molesta el sol mi rey?— trató de bromear muy a su pesar imitando los memes de instagram en los que alguien trataba de dispararle al Sol con una pistola de agua— ¿Con qué se corta esta cosa?— se volteó como un polluelo desorientado mientras observaba la madera en la mesa de cortes y seguidamente a su hermano.

—Mejor déjalo, no quiero que te cortes— cambió su opinión al ver la desorientación de su hermana, que por muy hábil que resultase en algunas actividades como hablar varios idiomas o similares era completamente inútil a la hora de armar cualquier cosa, incluso con los muebles de Ikea se pasaba el doble de tiempo que él para montar un solo cajón.

—Pues ahora lo corto— rechistó ella de vuelta sin soportar que la tomara por incapaz, tomando una sierra alejándose mucho de la mesa y acercandola a la madera para comenzar su intento de serrado sin saber bien cómo sostener la madera y mantenerse lejos a la vez. —¿Has pensado en poner una pinza para madera? Sería todo un invento.

Travis se levantó colocando el martillo en su cinturón de herramientas y le hizo un gesto para apartarla empujando ligeramente su brazo y arrebatándole la sierra.

—Mi madre ya habría construido tres porches como este en lo que tú movías la madera— bromeó sacándole la lengua mientras hacía referencia a las habilidosas manos de su progenitora, Madelaine, que siempre estaba haciendo alguna reforma en la casa que se había comprado frente a ellos, ya que su relación con el padre de ambos era de profunda amistad, algo que a sus amigos no dejaba de chocarles.

—Se ve que yo he salido a alguien de fuera de la familia— contestó la joven echándose el pelo hacia atrás en un gesto orgulloso mientras recordaba inconscientemente la verdadera identidad de su madre, una diosa astral de la que apenas no sabía nada.

Su rostro fue bastante expresivo, la sensación de ansiedad la invadió de nuevo mientras su rostro mostraba claramente que había algo en todo aquello que le estaba afectando. Travis inmediatamente dejó a un lado el serrucho y se detuvo en sus tareas mientras colocaba una mano en el hombro de su hermana pequeña de manera protectora.

—Se que algo va mal, sabes que puedes decírmelo— la incitó mientras se agachaba ligeramente para mirarla a los ojos con una seria preocupación— ¿Tienes problemas con alguien?

Los ojos de Skylar se humedecieron mientras trataba de negarlo tapándoselos sin mucho éxito a la hora de ocultar sus sentimientos, la presión la abordó y por una vez su hermano no tenía demasiado claro que podía hacer, pues por alguna razón desconocida ella había estado mucho más rara desde que había llegado a las vacaciones. Se imaginó lo peor y trató de profundizar en su mente para captar el motivo del llanto de la chica, ninguna de sus opciones era buena, y menos válida, supuso que tal vez alguien le había roto el corazón o que había tenido problemas con alguien, incluso pensó que los chicos con los que había ido en los últimos días, sus nuevos amigos, quizás tenían algo que ver en eso. 

Vio como su padre salía al porche con una bandeja con zumos y se alarmaba totalmente al ver a su pequeña desbordada por las lágrimas, sin poder hacer más que correr hacia ella para abrazarla y tratar de averiguar qué le pasaba.

—Papá está aquí, Sky— susurró mientras acariciaba su pelo envolviéndola en sus brazos con delicadeza como si pudiera hacerla daño. —Todo va a salir bien, sea lo que sea está bien.— trató de calmarla mientras la apretaba contra su pecho queriendo hacerla sentir apreciada, como hacía desde niña para que ella misma aprendiera a valorarse.

—Podría decirse que he conocido a mi madre— soltó de repente Skylar sin saber como comenzar a hablar con ellos sin sonar como una loca por hablar de seres mitológicos y dioses del zodiaco. —No en persona, pero la he encontrado, de alguna manera... Quieren algo de mí, mucha gente espera algo y ni siquiera sé si puedo dárselo— lloriqueó en los brazos de su padre mientras Travis abría mucho los ojos impactado por la noticia, pues poco se había oído hablar de aquella misteriosa mujer, Skylar apenas había preguntado ni siquiera de niña, como si temiera hacerle daño a su padre con la pregunta.

—¿Qué sabes de ella?— preguntó el hombre sin rencor alguno, sorprendiendo de lleno a sus hijos por su extraña habilidad para ser siempre tan buena persona y tan capaz de perdonar y desear el bien a los demás. —¿Es feliz? Tal vez tengas algún hermano.

"No me hables de mis hermanos". Pensó Skylar, acordándose de su mayor preocupación, sus hermanos inmortales, esos que le hacían estar en todo ese embrollo.

—La verdad es que... Ni siquiera sé qué podría esperar al verla— "si es que la veo", completó ella en su cabeza mientras miraba a su padre con sincera incertidumbre. —Sé que nunca me has hablado de ella, tampoco la necesito, pero... Necesito asimilar esto, saber más. Esta vez siento la necesidad de conocerla, de saber lo poco que tú sabes— dijo con verdadera preocupación por lo que podría ver en Italia, aunque realmente dudaba que en algún momento fuera a llegar a conocerla.

—Bueno...— su padre cedió asintiendo sin sentir verdadera preocupación, tomándose con normalidad la curiosidad de su hija sobre el asunto como si fuera algo que ya hubiera meditado— vamos dentro, tenéis que tomaros el zumo antes de que se le vayan las vitaminas— añadió con una sonrisa mientras tomaba nuevamente la bandeja y comenzaba a caminar en dirección a la isla de cocina que se encontraba cerca del porche trasero, en una zona totalmente iluminada por unas grandes ventanas que él mismo había ayudado a instalar cuando su exesposa y él habían comprado la casa de jóvenes.

Los chicos decidieron sentarse en la mesa de madera junto a la ventana para crear un ambiente algo más acogedor y Travis incluso se preguntó si debería hacerse a un lado para darles un poco de intimidad, por lo que decidió marcharse a seguir su trabajo tras terminarse el zumo mientras su progenitor tomaba asiento con cansancio por llevar todo el día haciendo cosas frente a la muchacha.

—Veamos... Nashira— murmuró para si mismo pensando en el nombre que la diosa le había dado para ocultar su identidad sin sospechar ni un poco de ella— se llamaba como una de las principales estrellas de Capricornio, supongo que le pegaba, ella también había nacido en enero— recordó sonriendo al pensar en una de sus conversaciones con ella en los días en los que la había conocido. —Se te parecía bastante, tenía tu mismo cabello castaño con unas ondas elegantes, vestía con ropa muy buena, supuse que venía de la zona rica de los Ángeles o tal vez de Santa Mónica. Cuando nos conocimos se le había roto el tacón frente a la tienda del viejo Sam, Travis ese día había ido con su madre ya que ella viajaba constantemente y decidimos que sería mejor que yo lo cuidase en un sitio estable, apenas tenía un año, recuerdo que Maddie y yo decidimos divorciarnos antes de saber del embarazo porque no acabábamos de encajar, al menos no en ese momento, ella iba a marcharse por todo el país a encargarse de algunas obras y yo tenía aquí mi trabajo de ingeniero, no quería irme. Creía que nunca iba a volver a desear estar con alguien hasta que la ví ahí con su ceño fruncido como si le hubiera pasado la desgracia del día, se veía tan bonita— hizo memoria en un tono algo soñador mientras se apoyaba en la mesa haciendo que Skylar se sintiera algo mal por su padre y su poca suerte en el amor, entendiendo que no pudiera resistirse a los encantos de la diosa.

—No parece alguien muy amable— contestó Skylar algo contrariada al escuchar como su padre se fijó en un ceño fruncido, sin comprender qué tenía en la cabeza para sentirse atraído de esa manera.

—Era muy buena persona, aunque al igual que a tí le salía despotricar cada vez que le pasaba algo malo, yo me acerqué al notar que no era de la zona y le ofrecí llevarla a una zapatería, tenía el coche cerca, aunque decidí que a esa dama había que cargarla hasta allí igualmente— reconoció avergonzado haciendo que su hija sintiera algo de ternura al ver lo dulce que podía llegar a ser su padre. —Cuando llegamos al coche ya me miraba como si fuera el único humano en la tierra, es gracioso, ya que ella era la que podía presumir de tener una belleza divina— comentó con una sonrisa preciosa mientras se encogía de hombros como si aún no lo comprendiera. Skylar observó a su padre, con su cabello rubio ya algo canoso y sus ojos verdes que no tenían nada que envidiarle a ninguna diosa ausente y se sintió algo triste escuchando como su padre aún se veía emocionado al contarlo. —La zapatería estaba cerrada y ella no era de la zona, así que aproveché el contratiempo para invitarla a comer y la llevé a por un perrito, me sentía algo cutre llevando a una dama como ella a un sitio así, pero sabes que nunca he sido tan pijo, se me nota que pasaba los veranos en el pueblo de mis abuelos conduciendo tractores. Tú te pareces a ella— bromeó sin intención de ofenderla mientras se le escapaba un gesto risueño— incapaz de vivir entre la naturaleza o de montar un mueble de Ikea pero prodigiosa para otras cosas más cosmopolitas como los idiomas o recordar mil cosas que a cualquiera se le olvidarían a los cinco minutos.

—Supongo que debíamos parecernos en algo— se encogió la chica de hombros con una sonrisa agradecida por poder escuchar su historia inclinándose sobre la mesa con el deseo de poder parecerse en algo más a su padre— tengo su aspecto, sus cualidades, me gustaría oír algo como que mi horrorosa letra es herencia tuya o algo parecido.

—Tu tienes mis ojos, igual que Trav— comentó con una sonrisa mientras le daba un toque cariñoso en la punta de la nariz con su típica dulzura— o bueno, tenías, también tienes mis habilidades para cocinar, esa quiché de verduras nos sale clavada, o el pastel de carne, no puedes negarlo.

—Me alegro haber sacado tus mejores cualidades— bromeó Skylar con el pensamiento de si su madre habría podido seleccionar algunas de las virtudes de su padre al concebirla con sus poderes de diosa. ¿Acaso los dioses podían decidir las características de su prole? Eran algunas preguntas que sentía muchas ganas de saber pero que dudaba que algún día le hiciese a Marcus, teniendo en cuenta su carácter serio.

—Supongo que sí— admitió su padre sinceramente mientras le dedicaba un hermoso gesto despreocupado muy típico en él que dejaba ver que era alguien tranquilo y relajado, sin maldad en absoluto. —Nashira siempre dijo que le fascinaban mis ojos, supongo que si hubiera podido elegir eso habría sido lo que hubiera pedido. En la semana en la que estuvimos juntos podría decirse que aprendió de pe a pa su estructura y memorizó su color, siempre los observaba y trazaba con el dedo el largo de mis pestañas, estaba más enamorada de mis ojos que de mí. —Comentó en broma mientras su hija se apoyaba en la mesa con el deseo interno de que esa historia de amor hubiera podido salir bien pese a saber que ni siquiera había sido sincera con su nombre, habiendo ocultado el verdadero, Capricornio, bajo el alias de una de sus estrellas vasallas.

—Es imposible que no estuviera enamorada de tí— la chica suspiró sin elevar demasiado el tono mientras con todas sus fuerzas trataba de evitar pensar en cómo habrían sido las cosas si Capricornio no fuera una diosa, cosa que no logró realmente, pues las ideas la asaltaron como dagas haciéndola imaginar un universo en el que su padre, Jeff, lograba quedarse con la chica y crear su propia familia con la misma vida con la que había vivido esos años pero con ella a su lado, con la chica de la que se había enamorado. A Skylar le hubiera gustado que la segunda oportunidad de su padre para creer en el amor saliera bien, sentía que pese a ser alguien positivo y alegre de alguna manera se había cerrado a ello y por eso había decidido vivir su vida en solitario. Su padre no merecía eso, era un buen hombre, el merecía que ella lo hubiera amado, era imposible que ni hubiera sido de esa forma.

—La verdad es que me gustaría pensar que sí, pero creo que si hubiera sido de esa forma de alguna manera habríamos estado juntos —el hombre la miró encogiéndose de hombros con aceptación, como si no le importase demasiado y luego prosiguió con su historia, muy pausadamente y de forma tranquila, sin rencor alguno. — pasamos una semana o dos juntos, ya no lo recuerdo bien, tuvo que irse porque tenía un asunto importante en una gran ciudad, supuse que algún trabajo o tal vez un compromiso— reconoció bastante avergonzado y sus mejillas enrojecieron de una forma muy tierna que hizo sonreír a su hija. —La verdad es que me hubiera gustado pedirle que se quedara, pero apenas nos conocíamos y ella no era de las que se enamoraban tan rápido, o eso supuse, varios meses después llegó a la puerta de mi casa con un montón de cosas de bebé, un carrito bastante elegante de color rosa, un portabebés a juego e incluso una bolsa muy mona llena de cosas, supuse que te tenía algo de cariño y por eso me sorprendió tanto que me pidiera que te cuidase, me dijo que necesitaba estar con su padre, que ella no podía encargarse por algo muy importante, ni siquiera le pedí explicaciones, eras tan bonita...— se le formó una sonrisa calmada y se pasó la mano por el pelo peinandolo con suavidad mientras recordaba con ternura ese momento. —Eras muy pequeña, apenas pesabas algo más de dos kilos, Nashira te dejó muy bien cargada de todo tipo de objetos, creo que pensó que no sabría cómo cuidarte adecuadamente pese a estar criando prácticamente solo a Travis, era algo obsesiva del control. —Comentó despreocupadamente con una sonrisa que recordaba a una suave brisa de verano, natural y fresca, como todo en él.

Skylar miró a su padre con mucha ternura y comenzó a pensar en Capricornio sin poder evitarlo, en que tal vez alguno de sus peluches de la infancia se lo hubiera proporcionado ella, o en que tal vez y solo tal vez, de alguna forma u otra aquella diosa había sido capaz de quererla a su manera.

—¿Bunny el conejito?— preguntó tímidamente la muchacha mientras su padre la observaba con una pequeña sonrisa ante su inminente curiosidad, sabiendo rápidamente a qué se refería.

—Lo trajiste ya al lado cuando viniste en la silla— Jeff se levantó de la silla con una ligera risa mientras caminaba al cuarto de su hija para ir a buscar el peluche, sabiendo que ella lo seguiría, pues adoraba a ese muñeco de orejas suaves y alargadas y un color beige rosado con un adorable babero que la había acompañado desde que tenía uso de razón. Ella se sonrojó al pensar en que aquel juguete pudiera ser realmente algo celestial y caminó rápidamente hacia la cama deshecha, dónde el conejito se encontraba por algún lado perdido sin que ella hubiese querido deshacerse de él, aún conservándolo como amuleto y llevándolo a todas partes. Se detuvo a observarlo y admirarlo detenidamente, sin dudar ni un segundo al pensar en cuáles eran las mil razones por las que le gustaba tanto. Su perfume a vainilla infantil que parecía no marcharse nunca, su textura suave y cálida que jamás resultaba tediosa, su increíble tacto blando, que cuando lo abrazabas te hacía sentir en casa. Como esas, había un millón de razones o más de por qué Bunny le gustaba tanto, y ahora había encontrado otra que le hacía sentir cierto apego por él, cierta curiosidad sobre su forma y su origen, aún desconocido para ella. Levantó al conejito en el aire, sabiendo que fuera a dónde fuera lo primero que haría sería meterlo en su maleta y tanteó su babero en un intento de colocarle la doblez que siempre se le formaba en el pecho haciendo algo de relieve, en vano. Agitó y enredó los dedos en el peluche, trazando los bordes del babero con cuidado hasta tantear algo que antes, por falta de tiempo o de atención no había captado, y por una vez notó el bolsillo interno que se hallaba por debajo del babero, haciendo una pequeña ranura en el pecho del peluche que se encontraba tapada con un botón que a su vez sostenía el babero fijo en su lugar. 

La chica lo desabrochó a tientas, sin tener aún mucha visión de la zona puesto a que el babero estaba de por medio, pero una vez lo abrió, le sorprendió la simpleza de lo que halló oculto en ese lugar tan bien escondido. Una pequeña pequeña foto rectangular, de color algo amarillento, una foto que mostraba a una mujer de increíble belleza con un pequeño bebé en brazos, se llevó la mano a la boca por la emoción encontrar algo que realmente le indicara que su madre había pensando de verdad en ella, que mientras estuvo con ella la quería. Su padre nunca juzgó a aquella mujer que apareció un día con un bebé en brazos y miles de responsabilidades a cuestas, y quizás, ella tampoco debía hacerlo, porque con esa foto en sus manos, podía ver la dulzura con la que su madre la cargó el poco tiempo que estuvieron juntas. 

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