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VII

Diciembre

—Necesito su billete, por favor— rogó la mujer del control de seguridad del aeropuerto mientras extendía su mano hacia Altair, quien aún medio dormido por el madrugón rebuscaba entre sus cosas en la mochila con pereza, ofreciéndoselo tras haber puesto todo el equipaje de mano patas arriba. —Altair, D´Angelo— la mujer asintió mientras comprobaba los datos, como si evaluase que realmente pudiera viajar y no fuera alguna especie de terrorista— si, perfecto, bienvenido a Rusia— su acento marcado lo envolvía con mucho retintín molestándolo a esas horas y le hacía preguntarse si aquellas lecciones de ruso que había tomado habían sido eficaces o parecería un estúpido en medio de aquel correccional lleno de gente potencialmente peligrosa.

Se había preparado el máximo posible para aquello, como si estuviera intentando pasar un nivel de videojuego en el que había que matar a alguna especie de jefe de mazmorra que intentaría comérselo nada más verlo, pues según el sitio al que iba, tampoco es que su comparación fuera tan incorrecta. Se había preparado el idioma, se había puesto todas las russian compilation que había pillado en youtube e incluso había practicado el baile de Rasputín en el just dance por si les daba por poner en duda su identidad secreta. Se había preparado hasta el punto de pedirle consejo a sus compañeros de América, quienes le habían dado pésimas ideas, cabía decir, pero que no dejaban de ser ideas al fin de al cabo. Marcus le había sugerido que fuera a pegar al más fuerte para hacerse respetar, tal y como había visto en algunas películas sobre cárceles, pero no le parecía nada razonable ir a por alguien que probablemente tuviera un ejército de reclusos. Tampoco le convenció la idea de Isaac de ponerse unas gafas para que no le pegasen, no creía en los viejos mitos de que se respetaba a los que las llevaban, le parecían una quimera inalcanzable.

Ya que ninguna de las ideas que le habían propuesto le convencía, decidió terminar improvisando, aunque sin perder de vista los conocimientos que había adquirido en esas fuentes que había mencionado anteriormente, por lo que cuando llegó al país trató de centrarse en la misión todo lo posible y dejar que fuera surgiendo poco a poco lo que tuviera que ser.

El correccional no resultaba tan imponente como pensaba teniendo en cuenta que se había criado en una de las mayores obras arquitectónicas y además secretas del mundo, aunque si que resultaba mucho más triste, apagado. La gente tampoco le gustaba demasiado, lo miraban como si no encajase en aquel lugar, como si no les gustaran los extraños. Caminó con calma hacia la entrada, sin querer parecer asustado o incómodo aunque lo único que quería era salir de ese sitio lo antes posible, cosa que desgraciadamente no se cumplió.

Su primer día fue un tanto raro, el director irrumpió en medio de una de las clases y lo presentó vagamente ante los que serían sus nuevos compañeros, quienes no parecían alegrarse demasiado de tener un extraño en clase, cosa que le hizo deducir que eran un tanto cerrados. Paseó su mirada por el aula en busca de su potencial captura, es decir, del celeste del que habían estado investigando, y no pudo ocultar una pequeña sonrisa al verlo, sintiéndose un triunfador y viéndose ya a punto de librarse de las estúpidas burlas de sus compañeros americanos que presumían en broma de sacarle ventaja en esa especie de competición sana que habían inventado para picarse entre ellos. 

El muchacho era moreno, con el cabello azabache y con aspecto de estar algo incómodo por la atención que se le brindaba, cosa que llamó la atención de la chica que se sentaba a su lado, una joven pálida y delgada con pecas en la zona de la nariz y un cabello como el carbón liso y largo hasta su cintura. En un principio no se había detenido a mirarla demasiado, absorto en sus pensamientos que maquinaban cómo hacer que el muchacho se uniera a su causa, pero una vez la analizó para evaluar a quienes rodeaban a su objetivo, apenas pudo reaccionar ante el impacto de lo que acababa de ver. La chica también tenía los ojos como una galaxia.

El shock de ese momento fue algo que apenas pudo ocultar, que hizo que su boca formase una pequeña “o” y que mirase a ambos chicos sin saber si aquello era una especie de broma de mal gusto o algo similar. ¿Había encontrado realmente dos celestes de golpe o realmente no era más que una hija de una constelación menor? La idea realmente no era mala del todo, muchas veces solían confundirse con celestes porque sus ojos eran ligeramente estrellados, aunque no por completo, también carecían de marca, pero eso, en caso de no estar en un lugar muy visible, era un detalle que no podía notarse sin preguntar por lo que solía dar lugar a confusiones.

Avril y Viktor se miraron el uno al otro atónitos al captar la manera en la que el chico nuevo los analizaba, como si fueran una especie de presa o algo similar, tampoco les daba mucha tranquilidad no saber el motivo por el que había ingresado al internado, porque pese a que al menos Viktor intentase no juzgar demasiado, la forma en la que se fijaba en ellos era un tanto sospechosa, le hacía imaginar, pese a que pudiera parecer un tanto una paranoia, que estaba ahí por ellos, que de alguna manera los había captado como objetivos. 

Avril tampoco se sentía demasiado segura, no podía imaginar los motivos que podría tener un desconocido para fijarse en alguien de una forma tan insistente, solo se le ocurrían cosas malas y pasaban desde que fuera un asesino en serie del estilo a zodiac a que fuera un obseso que acabara de descubrir potenciales objetivos. A ver, ella no pretendía ser mala, en absoluto, sabía que podías terminar en un lugar como ese solo porque tu padre hubiera querido internarte presentando una solicitud y una denuncia falsa, sin embargo, también sabía que lo normal si llegabas a un lugar de esa forma era tratar de pasar desapercibido, y acosar con la mirada a dos de los presentes no era precisamente discreto, lo que solo le hacía sospechar más. Tampoco les agradó demasiado ver como se acercaba y se sentaba delante de ellos, casi como si pudiera vigilarlos, los miraba de reojo y se giraba como si intentase hablar aunque ellos siempre lo evitaban haciendo como que no lo escuchaban, pese a que algo en su interior intentara gritarles que tampoco era malo, que solo les había causado una mala impresión. Su mochila parecía limpia de cualquier arma o cosa peligrosa, conocían el protocolo, le habrían limpiado de cualquier cosa potencialmente peligrosa, incluso de las que nunca nadie podría imaginarse que lo son, como el hilo dental o similares.

Intentaron seguir con eso durante toda la clase, con la suerte de que al menos tenían la excusa de que la profesora trataba de explicar un tema complicado para poder verse centrados y sin ganas de hablar, pero en la comida tristemente no corrieron esa suerte, y sin dejarles lugar a huidas y en parte por culpa de sus pocas ganas de dejar solo a nadie cada uno por sus propios motivos se vieron envueltos en el ataque más directo e invasivo que podría sufrir nadie nunca.

Parecían tranquilos en un principio, sentados en su mesa de siempre y con sus bandejas en la posición de siempre, pero en el mismo momento en que la chica se puso en pie para traer las bebidas, cosa para la que solían turnarse, se vieron atacados por el joven de antes que con mucha efusividad se sentaba entre medias de ambos para no darles lugar a escape.

—La comida de la cafetería está malísima parece que está hecha de caca de gaviota, ¿Os interesa algo mejor?— sugirió inclinándose sobre la mesa de una forma sospechosa que hacía que pareciera un traficante en ciernes a punto de sacar sus primeras ganancias. —Creo que tengo brownies en la mochila

Viktor carraspeó algo confuso al escuchar sus palabras con miedo de que intentase drogarlos con un brownie como había visto que hacían en Holanda y trató de decir algo, pero su amiga se adelantó, expresando lo que ambos opinaban de aquel chico con un marcado acento de un lugar que no conocían muy bien.

—Mira, no se como era tu vida en Rumanía pero puedo asegurarte de que en este internado no puedes traficar con drogas, además, Viktor y yo no somos adictos, es algo que tenemos fuera de nuestras vidas, superado, apartado— trató de explicar agitando sus brazos para separarlos con mucha expresividad, haciendo mucha referencia al gesto de alejar.

—Avril, no seas descortés— la reprendió Viktor en voz muy baja— a los alemanes no les gusta que los llamen otra cosa, tienes que tenerlo un poco en cuenta o puede ofenderse— sus murmuros entre dientes no fueron lo bastante bajos para evitar que el chico los escuchara, pero este quiso hacerse el tonto por el bien de la misión y dejó hablar a los chicos entre sí aunque sintiera ganas de patearles el culo.

—A ver si aprendéis a diferenciar a los italianos de los otros europeos, estúpidos mi pan— masculló el chico muy ofendido haciendo referencia a unos videos rusos de bailes de la canción de miel pops que había visto al informarse sobre el país mientras trataba de ocultarlo pero claramente alterado, ya que aunque eso evitara que les diera una patada en el culo no dejaba de ser insuficiente para actuar como relajante— soy italiano, ni rumano ni alemán ni chino, italiano, de Italia.

—Perdón— alzó los brazos el muchacho, tratando de calmar la situación para no armar mucho caos en la cafetería, reconociendo que aquello podía haberlo ofendido, la chica murmuró una disculpa sonrojada, viendose claramente avergonzada. —solo queríamos decir que no nos interesan las drogas, no es nuestro estilo.

—No soy traficante— resopló el chico de nuevo mirándolos como si estuviera a punto de estallarle una vena en el cuello, cosa que le hizo acordarse de Marcus, comprendiendo por primera vez al pobre chico que se estresaba con poco. —Os estaba ofreciendo dulces, dulces reales.

La cara de ambos jovenes era un poema, sus ojos se abrían como platos y parpadearon varias veces confusos mirandose entre ellos y luego a Altair, sintiendo que solo había dos opciones dentro de ese asunto. La opción A, que el chico fuera realmente amable y que lo que pasaba es que ellos estaban sacando todo de quicio, y la opción B, que estuviera usando una técnica muy conocida sobre como raptar niños y que los dulces llevaran algo malo para dejarlos KO. Optaron por la opción B, porque siendo realistas, ¿quién en un sitio como ese ofrecía algo a alguien por el mero hecho de hacerlo? La gente era interesada por naturaleza, y él no podía ser menos, y si hacía eso era porque sacaba algo de ello, no porque fuera un pan de Dios. Altair ya estaba a punto de darse por vencido, notaba la desconfianza en los chicos con los que estaba tratando y dudaba que insistir fuera lo más adecuado para hacerse ver como alguien amable y confiable, debía dejarlo estar y probar de otra manera, y ese no era el momento de hacerlo, era tiempo de retirarse para pulir su estrategia antes de poder seguir con nada.

Se retiró poco después aprovechando una pequeña confusión con unas bandejas y una pequeña pelea por un batido, decidido a subir a su cuarto y a buscar refugio en alguna vieja cara conocida, y cuando se refería a vieja hablaba literalmente de una cara vieja, pues Nadîm en sus últimos años envejecía más deprisa que un humano común pese a haberse mantenido joven hasta el día de su nacimiento, hacía dieciséis años.

Había estado evitando las llamadas del monasterio todo lo posible, decidido a centrarse únicamente en su misión. Solo había hablado en condiciones con sus compañeros de América y precisamente no habían comentado nada demasiado serio además de que hubiera conseguido a otro celeste, ni siquiera le habían explicado el asunto sobre la muerte que habían fingido, o algo de eso que había oído en las noticias internacionales, por lo que realmente lo que pasaba a su alrededor era un misterio.

El teléfono dio apenas dos timbrazos cuando Nadîm lo tomó con la respiración entrecortada que indicaba que estaba agitado por culpa de que últimamente había estado algo desaparecido. El hombre se sintió al borde del colapso al escuchar como el niño al que habían criado lo llamaba de nuevo tras varios días sin dar señales de vida, se sintió incluso a punto de gritarle que qué narices había pasado para desaparecer así durante unos días, que si no hubiera sido por Marcus que había informado habrían ido personalmente a buscarlo, pero se contuvo, sabiendo que la recién adquirida libertad probablemente lo abrumaba demasiado como para querer estar llamando a casa cada pocos minutos. Se calmó lo más rápido que pudo, intentando no verse agitado como estaba viendose en los primeros segundos y aclaró su voz para comenzar a hablar, intentando verse muy tranquilo.

—¿Altair?— preguntó pese a saber que era él, en un inútil intento de hacerse el sorprendido— ¿Tienes noticias de algo?

—La verdad es que he visto al celeste, pero no es uno, son dos, y creen que soy traficante— reconoció derrotado sintiendo ganas de que alguien lo ayudara porque se sentía agobiado con toda esa situación, se llevó las manos a la sien y se masajeó suavemente pensando en la estrategia que debía seguir, sin tenerla aún demasiado clara— ¿Cómo hizo Marcus para llevárselo sin secuestrarlo?

—Isaac pensó que Marcus era uno de la red de tráfico de menores, así que en una escala de malo a peor estás en un término intermedio— trató de tranquilizarlo el astro con su habitual tono relajado y cálido, que transmitía paz solo con escucharlo— usamos una tercera persona para llevárselo ya que era huérfano, pero tu estás hablando con personas que tienen padres o algo así, necesitas más que una persona que los adopte.

Sus palabras lo dejaron pensando mucho más de lo que ya estaba anteriormente, sentía ganas de lanzarse a la cama y de esconderse para siempre de esa misión, hasta que los Omegas se olvidaran de él, ¿por qué siempre le tocaba lo más difícil? Era injusto, los hijos de Estalin eran mucho más complicados que un muchachito americano con ganas de salir del monasterio, desde luego que sí, ¿no podía Marcus ir a buscarlos? ¿iría eso contra sus firmes creencias capitalistas?

—¿No podría venir Marcus a hacer esto por mí?— se le escapó sin poder evitarlo, afirmación ante la que Nadîm soltó una sonora carcajada, notablemente entretenido con su afirmación.

—Bueno, a Marcus han intentado matarlo ya, no notaría la diferencia— trató de bromear el hombre para tranquilizarlo y luego negó pese a que el chico no pudiera verlo, inconscientemente— las cosas no son fáciles nunca para un celeste, Altair, pero debes afrontarlas una a una y con la cabeza alta, ahora mismo todo está peor, hay una nueva amenaza que no sabemos batallar claramente— hizo referencia al hombre que había perseguido a Marcus y a aquella voz misteriosa, pero Altair, que había estado evitando hablar de esos temas, se perdió un poco, como si desconociera de que le estaba hablando, cosa que era cierta.

—¿Una amenaza? A mí nadie me ha hablado de una nueva amenaza— protestó esperando que de alguna manera le pusieran la explicación resumen en lugar de la larga, porque gracia, no le hacía ninguna eso de saber que había nuevos problemas.

—Mira, esto te va a sonar raro pero... ¿Tienes algún recuerdo del día de tu nacimiento?— preguntó en un susurro ya que no esperaba realmente una respuesta afirmativa, si no que era más bien para ubicar en el tiempo todo aquello— ¿Recuerdas que perdimos los poderes ese día? ¿Que comenzamos a envejecer cuando alguien nos atacó en el hospital?— añadió con angustia al recordar con impotencia como los asaltaron con los peores dones de los Omegas, sin darles opción de ganar o un descanso, haciendo todo totalmente a traición.

—Solo se que... No pudieron llevarme, no se bien el por qué, pero no me mataron ni secuestraron, simplemente seguí allí, supongo que al no ver mi marca pensaron que era hijo de una constelación menor y decidieron dejarlo, ni siquiera yo se por qué soy el único celeste que no la tiene, otros géminis pasados la tenían. —Por una vez realmente se sintió un bicho raro, pero Nadîm tampoco dijo nada, como si quisiera guardarse algo para si mismo, algo que no llegaba a comprender.

—No fue por eso, pero tampoco sabemos por qué fue, si tu marca te protegió, usaste tus poderes o sus poderes prestados por los Omegas más fuertes se agotaron, solo sabemos que estás aquí, pero no sabemos cómo. —Admitió sintiendo verdadera curiosidad, como si les faltara una pieza que aún no eran capaces de formar.

Un flashazo atacó su mente por un momento, como si algo dentro de el estuviera deseando salir, deseando contestar a esa pregunta que llevaba haciéndose durante tanto tiempo, y por un segundo, una especie de recuerdo lo embargó, uno extraño, que no se sentía como suyo, que se sentía como raro, adimensional, pero visto desde su punto de vista, del de un niño, con sus ojos. Sentía que otra persona había usado su cuerpo, que no había estado solo, que su madre y él no eran los únicos en aquella sala, y entonces lo vio. No solo al hombre, si no a otra figura muy distinta, femenina y estilizada, una a la que no reconocía por la falta de luz y de un buen plano, pero que de alguna manera, hizo que el extraño se doblegase ante ella, lo espantó de alguna manera que no alcanzó a ver por el trance que sintió justo después de vislumbrarla, como si hubiera absorbido toda su energía, y justo después, la visión se detuvo, devolviéndolo a la realidad con una brusquedad alarmante.

—Había alguien más— dijo rápidamente sin tiempo a pensárselo mucho, ya que sabía que era ese el momento de hablar y de no callarse nada si querían esclarecer el misterio de una vez por todas— una mujer.

—Una mujer...— murmuró la estrella pensando y cavilando sobre quién podría ser, sin tener mucha idea de qué ser sería capaz de defender a un bebé de un hombre que había adquirido los poderes de doce poderosísimos dioses, solo superados por sus padres y que solo podían vencerse con la unión de los poderes de sus hermanos semi divinos y de una daga bendita. El hecho de que los poderes se encontrasen en un cuerpo humano los limitaba, si, pero seguía siendo algo muy complejo que no podía vencerse a no ser que estuvieras bien preparado, que fueras incorrompible o en una buena disposición de pelea. Venció a las tres estrellas porque las pilló a traición y en solitario, sin esperar nada de aquello, pero quizás ellos eran los únicos seres adultos en toda la tierra capaces de combatirlo, los únicos seres mágicos que no eran apenas un niño, a no ser que un dios en persona hubiera descendido a ayudarlos o que alguna especie de hechicero estuviera de su lado. —¿Viste cómo era? ¿Cómo eran sus rasgos? ¿Crees que podría haberse tratado de una constelación o un enviado de tu padre? Tal vez Capricornio, esposa de Géminis o Alhena, una de sus estrellas vasallas hayan podido ser quienes te salvaban, de no ser así quizás haya sido una hechicera profética o un ser de otra dimensión.

—Dudo que haya sido ninguna de ellas, si realmente mi padre hubiera querido protegerme supongo que no habría mandado a su esposa, habría venido el mismo o habría previsto el asunto y os habría puesto en aviso, esto debe tratarse de otra cosa, de alguien ajeno a los asuntos de los dioses— compartió su sospecha Altair sin tener muy claro el asunto, pero descartándolo totalmente para centrarse en lo que realmente estaban en un principio, lo que había pasado. —De todas formas, ¿por qué lo preguntas? ¿Qué narices ha pasado estos días?

—El mismo hombre que nos asaltó el día de tu nacimiento ha atacado a Marcus y a Isaac en San Diego, los ha encontrado de alguna manera que desconocemos y han tenido que fingir su muerte— explicó Nadîm con verdadera preocupación por el asunto, ya que era un tema muy serio y delicado.— Esta vez solo tenía los poderes de Malak, pero lo han escuchado conspirar con alguien y eso nos da que pensar, creemos que hay algo más oscuro detrás de esto, que las cosas no están tan bien como pensábamos— su tono lúgubre puso a Altair los pelos de punta, como si de alguna manera los hubiera condenado a muerte, sintió cierta presión en su pecho y después miró al cielo de su habitación, como si no supiera muy bien cómo estaba el asunto.

—En ese caso...— murmuró Altair tratando de ubicarse para saber que era lo que debía esperarse, intentando hablar sin mucho éxito, ya que su maestro y cuidador no hizo más que cortarlo.

—No pienses esas cosas, ahora tienes una misión y no tienes que centrarte en tus compañeros de América ni en lo que les atañe a ellos— lo reprendió con ganas de dejar a un lado el tema para no profundizar de nuevo en el tema del hombre que los había robado sus poderes, cosa que hizo sospechar a Altair de que le ocultaban algo, pero aún así calló, por el bien de si mismo. —Buenas noches, Altair, descansa muchísimo y trata de no pensar mucho en eso, ¿sí? En Rusia estás a salvo.— Finalizó el hombre en tono cariñoso y finalmente colgó, dejándolo lleno de preguntas sin respuesta y de preocupaciones en la cabeza que no hacían más que confundirlo.

Trató de dormir algo esa noche, aunque fue un intento bastante inútil, y a su vez también fue el principio de una saga de largas noches de pensar tratando de llegar a una conclusión sobre el tema, ya que por el día debía dedicarse a tratar de acercarse a los objetivos principales de esa misión y lo único que podía hacer para intentar llegar a algo era gastarse las noches para no alterar sus pequeños acercamientos, que cada vez fueron progresando un poco más con respecto al principio y lo fueron guiando hacia una pequeña relación de digamos tolerancia, ya que aún parecían no confiar del todo en él, como si su inicio hubiera dejado secuelas. 

En el fondo sentía que el hecho de estar ocultándoles el motivo por el que quería acercarse a ellos solo los alejaba más, como si pudieran percibir que escondía algo y eso los hiciera dudar.

Los meses pasaron fluyendo como agua, ni siquiera se dio cuenta del tiempo que había pasado cuando ya se encontraba en abril, habiendo convivido ya con ellos alrededor de cuatro meses y habiendo logrado conseguir un mínimo de confianza e incluso podría decirse que de cariño, ya que podría decir que incluso los consideraba amigos.

Seguía sintiendo que ellos sospechaban en parte de él, además de que en ocasiones el idioma era un factor limitante a la hora de comunicarse con ellos y lo único que le daba algo más de seguridad eran las llamadas diarias con Isaac y Marcus que lo entretenían bastante y en parte lo hacían sentir comprendido y aliviado de no haber sido muy rápido a la hora de sacarlos del internado, puesto que la brújula de Marcus señalaba que había un celeste en la ciudad de San Francisco pero en los cuatro meses que llevaban allí habían sido incapaces de contactarlo. El mismo Altair a veces dudaba incluso de su existencia, pero puestos a que la brújula celestial era el artefacto más fiable que habían tenido en toda la historia de los de su especie para buscar celestes no era cuestión de ponerla en duda.

El mecanismo de la brújula era realmente avanzado para su larga cronología, usaba la energía de los celestes para formar conexiones con la energía de otros celestes, que era intransferible y tenía una especie de nivel o frecuencia que no tenía nada más, y de esa manera creaba unos mapas especiales que la brújula tomaba para indicar el rumbo a seguir para llegar a otro celeste. Era complejo pero realmente eficaz, y ciertamente era el mejor método para buscar celestes en áreas cercanas, aunque si no tenías un área concreta en el que centrarte siempre tenías que recurrir a avisos o chivatazos que acababan resultando falsos o equívocos en la mayoría de sus casos.

Aquel día nevaba pese a que deberían estar entrando ya en la primavera, la nieve cubría el patio tenuemente formando un manto blanco y helado al que él no estaba muy acostumbrado, aunque a sus compañeros les parecía totalmente normal.

Viktor y Avril llevaban horas sin aparecer, supuso que con el día que había se habrían encerrado en sus cuartos para no pasar frío o que habrían decidido hacer una especie de guerra de nieve, aunque la segunda opción le extrañaba algo más ya que el internado no era precisamente un centro de diversión. Hicieran lo que hicieran tampoco le extrañó no haberlos visto, ellos eran así, pasaban mucho tiempo juntos haciendo cosas de rusos que Altair no terminaba de entender o se encontraban ocupados con el internado y no tenían mucho tiempo para nada más, eran un grupo algo cerrado y no era extraño que estuvieran solos. Tal vez por eso se sorprendió cuando alguien tocó su puerta mientras se encontraba descansando y leyendo una especie de grimorio Signa, especialmente cuando vio que ese alguien era Avril y que Viktor estaba tras ella con las manos metidas en los bolsillos como si esperase a que ella dijera algo.

—Eh Altair, ¿Quieres venir con nosotros? Nos hemos fugado al videoclub, hemos traído alguna peli— dijo la chica con calma mostrándole una caja de CD que escondía bajo la chaqueta, en el bolsillo interno— tenemos un portátil para verlo, podría estar guay.

Altair no cabía en sí de gozo, lo estaban incluyendo sin que él lo pidiera y además con ganas de hacerlo y por iniciativa propia, aún no daba crédito a lo que veía, ni siquiera le importaba que era probable que hubieran robado alguna de las películas porque el internado les confiscaba el dinero al entrar, los chicos se veían tranquilos, y aunque a Viktor no le gustase demasiado la televisión, incluso parecía dispuesto a ver la película, aquel día era más extraño que de costumbre.

Se puso en pie sin apenas pensarlo, dispuesto a aprovechar la ocasión, y su cara de extremada emoción hizo sentir a Viktor algo extraño, pero lo dejó pasar asociándolo a que simplemente le gustaba verse incluido.

Altair tragó saliva mientras le guiaban con disimulo hacia la parte de las chicas, que estaba algo más vacía que la de chicos y jugueteó con las mangas de su camisa algo indeciso, sin tener muy claro cómo proceder pero viendo ahí el momento perfecto para sincerarse sobre el tema.

—Quería hablaros de algo— dijo con toda la formalidad posible, a lo que ambos lo miraron alzando una ceja en un gesto un poco aterrador que no hizo más que imponerle, recordándole a unos gemelos malvados estilo a las del resplandor.

— Habla –le instó la chica. Altair suspiró y los miró detenidamente a ambos, aún sin mucha idea de qué decirles. 

No sabía como proceder, nunca había llegado tan lejos. Debió pedirle consejo a Marcus sobre esto, pues pese a haber preguntado sobre cómo llegar a hablar con ellos se había olvidado de preguntar sobre la parte más importante. Se mordió el labio disimuladamente y rezó a su padre por ayuda. 

—¿Habéis oído la palabra de nuestro señores las constelaciones?—bien, esa no era buena manera de empezar, eso lo tenía claro, de todas las formas que podía haber usado esa era sin duda la peor de todas.

— Estás de coña ¿no? –Avril lo miró sin poder mantener su expresión de confusión por lo que creía una broma haciendo referencia a los testigos de Jehová expresando lo que Viktor acababa de decir con la mirada.

— Bueno, veréis, hemos buscado información sobre tí, Viktor. –bien, eso sonó mal, peor de lo que pensaba. Era más difícil de lo que parecía, ahora no solo parecía partícipe de una secta, si no que también aparentaba ser un acosador. Avril retrocedió lentamente hacia atrás y se chocó con la cama cayendo sentada sobre esta. Viktor se mantenía serio intentando no parecer algo asustado, ese "hemos" en plural le activó las alarmas.

— Esto es muy difícil, a ver... Tu quemaste la casa dónde vivías ¿cierto? –el chico comenzó a retroceder incómodo, como si eso tampoco fuera muy buen tema sobre el que hablar en ese momento, decidiendo dejarlo de lado para buscar otra estrategia.– Me lo tomaré como un sí –suspiró– y déjame adivinar, tu no lo hiciste, o eso crees, la casa se incendió sola, no fue tu culpa– Viktor agarró lo primero que pilló como arma por si ese chico que acercaba, aunque un peine no fuera un arma muy poderosa. Altair dejó de hablar y lo miró escéptico como no creyéndose lo que veía.

— ¿Un peine, tío?

— No es un peine cualquiera –le quitó la parte de arriba y se vio la hoja de una navaja —la compañera de Avril era carterista, a ella le van mucho estas cosas.

Avril no sabía si sorprenderse más de que su compañera de habitación tuviera una navaja o de que Altair supiera todo eso sobre Viktor. Probablemente lo más sorprendente era que todo ese tiempo Svetlana le hubiera estado prestando una navaja encubierta cuando necesitaba hacerse trenzas.

— Vengo en son de paz, amigo –Altair hizo el saludo marciano, alterando más a los chicos y provocando que la muchacha tratara de buscar algo que usar a modo de defensa (aunque lo único que encontró fue un cojín bastante blandito que como la peligrosa chica de 1.60 que era lanzó intentado darle pero sin cumplir su cometido). El cojín no llegó a tocarlo pues se quedó suspendido en el aire bajó la mirada tranquila de Altair y la mirada incrédula de Viktor.

— Veréis soy un X-Men, vengo a llevaros con el profesor –dijo fingiendo estar totalmente serio. Sabía que se estaba jugando la confianza de aquellos dos y que a la mínima el chico no dudaría en atacarle pero debía hacer esa broma, luego ya pasarían a lo serio de verdad. La respiración de Avril se aceleró negándose a creer eso.

— Aléjate...

— Los dos, los dos sois mutantes, tú –señaló a viktor –controlas el fuego y el calor, y tú –ahora señaló a Avril, a la que al no saber que tipo de celeste era optó por la salida fácil –eres un hada, digo, vampiro.

— No puedo ser un vampiro... –ella lo miró asustada, negándose a creer que estaba muerta o que pudiera beber sangre, pero los hechos eran los hechos y no podían negarlos.

— Aléjate de nosotros— la temperatura de la habitación comenzó a elevarse, Viktor empezaba a perder los nervios, se colocó cerca de su amiga para evitar que ninguno de ellos estuviera cerca de Altair y comenzó a mirarlo con cara de pocos amigos.

— Viktor cálmate... –Avril sonaba nerviosa, puede que no creyera en Altair, pero estaba segura de que al aumento de la temperatura era sin duda obra de Viktor quién había dejado de tener su semblante serio y ahora miraba a Altair con una mezcla entre ira y miedo.

— Eso Viktor, de verdad, soy casi inofensivo. Mirad, os mentí, no soy un X-Men, pero os va costar creeros lo que os tengo que contar, necesito que os sentéis tranquilos y me escuchéis, será rápido.

Viktor lo fulminó con la mirada sin creerse nada de lo que le decía. "Venga, hazle caso al chico. No seas idiota por el amor de los dioses" dijo esa voz que siempre sonaba dentro de él. Avril trató de buscar una forma segura de salir y se quedó mirando a Altair. Una idea cruzó por su mente y se acercó a él con pasos temblorosos. Necesitaba distraerlo.

— Habla.

— Sentaros –con movimiento de su mano hizo que un aire apareciera de la nada y los empujara los suficientemente fuerte para que se sentarán en la cama pero a la vez de manera suave para que no se hicieran daño, cargándose de lleno el plan de fuga, cosa que no les hizo demasiada gracia, especialmente a Viktor, al que no le gustó nada eso y se pudo apreciar cuando la temperatura se elevó más haciendo que la habitación empezara a parecer una sauna.

— Viktor para...— rogó la chica con miedo de que alguno sufriera daños, sin mucho éxito.

— Tranquilízate, Viktor –dijo Altair despreocupado mientras tomaba asiento en la cama de enfrente.- Ahora os voy a contar una historia... Todo comenzó cuando a nuestros divinísimos padres se les ocurrió tirarse a un par de humanos.

Una vez Altair hubo contado todo lo que tenía que contar, Avril se levantó tratando de que pareciera que creía la locura que acababan de contarle e hizo un gesto con la cabeza a Viktor para que se levantara con ella. Viktor captó la señal y se levantó también, Altair los miró analíticamente.

— ¿Entonces somos celestes?– Altair asintió con la cabeza.

— ¿La prueba principal se encuentra en vuestros ojos, me diréis que es normal tener unos ojos así?

— Podría ser por otra razón –repuso Avril.

— Viktor no tendrás por casualidad alguna marca del signo de Leo en el cuerpo ¿no? –el nombrado se bajó más la manga de su camiseta tapándose el antebrazo bajo la mirada de un sonriente Altair –veo que he vuelto a acertar.

— Al igual que hay gente con los ojos morados por síndromes como el de Alejandría nosotros podríamos tener los ojos así... o marcas extrañas –Altair la miró sin comprender cómo alguien pudiera realmente creer que uno nacía casi tatuado, como era el caso, pero decidió ignorar su idea.

— Haré cómo si creyera que lo acabas de decir tiene sentido –le restó importancia ignorando de lleno el comentario para después proseguir– mirad yo me crié sabiendo todo esto en un monasterio, no me imagino lo liante que debe ser todo para vosotros, pero las cosas son así. ¿Me diras que la gente esa también hace cosas como controlar el fuego como Viktor o el aire, como yo?

— ¿Y qué se supone que hacemos ahora? Porque según nos cuentas corremos peligro.— Interrumpió Viktor cortando la bonita charla entre ambos sobre normalidades biológicas.

— Fácil, ir a Milán, donde se encuentra el monasterio, los viejos os explicarán mejor todo. Aunque también podéis acompañarme a buscar a los otros.— Propuso el hijo de Géminis sin recordar realmente el protocolo pero intentando sonar profesional y convencido para no perder credibilidad.

— Pero no podemos irnos así... ¿no? –dijo Avril mirándolo con recelo, sin creerse que algo de eso fuera legal.

— Si que podemos, nosotros nos encargaríamos de absolutamente todo. —Ella asintió un poco. 

— ¿Cuándo tenemos que irnos? Pero desde ya te digo que no nos dejarán salir.— Añadió el hijo de Leo cruzándose de brazos con seriedad por el recelo que aún guardaba.

— ¿O parece bien está tarde? –contestó Altair ignorando el ultimo cometario de Viktor mientras sacaba el teléfono móvil –puedo avisar a Mike y el se encarga de dar la orden.

— Que no nos dejarán salir –repitió Viktor rodando los ojos, ya algo cabreado por lo que creía una tomadura de pelo.

— No sabes el poder que tenemos –dijo Altair con voz misteriosa– a tu madrastra le quitaron tu tutela, contigo no tenemos problemas –dijo mirando a Viktor –pero de la chica no sabemos nada –miró a Avril, ya que era la que más misterio guardaba a su alrededor por la falta de conocimientos sobre ella– háblame de ti.

— Vivo con mi padre... me trajo aquí porque no soportaba tenerme en casa. —Reconoció dolida y al sentir eso el chico decidió no profundizar demasiado en el tema.

— Tendríamos que hablar con tu padre entonces –dijo más para sí mismo que para los demás, sin muchas ganas de tener más problemas con sus compañeros matrioskas.

— ¿Vas a ir a verlo? ,–dijo Avril sorprendida, escuchándolo de refilón pero llegando a entender lo que decía, sorprendida de que alguien fuera a tomarse las molestias de hablar con alguien al que no le importa nada el tema.

— ¿Quien? ¿Yo? No, que va, supongo que mandarán a algún secretario, mi trabajo es buscaros a vosotros, nada más.

— ¿Entonces que vamos a hacer ahora?— Viktor asintió y miró a Altair fijamente, sin dejar de analizarlo, como si aún dudase porque no le gustaba un pelo que supiera tanto de él.

— Pues... Nunca había llegado tan lejos, realmente no lo sé. —Reconoció nervioso. En ese momento el timbre de un teléfono sonó en el bolsillo de Altair, haciéndole ver la luz ya que si sus suposiciones eran correctas, el que llamaba era su amigo el "experto". —Ya están molestando -suspiró fingidamente para verse profesional y contestó la llamada– ¿diga?

—Marcus quiere llevarme al cuarto de juegos esto es grave —Isaac contestó al otro lado cortando de lleno el aura de misterio y profesionalidad.

—¡Marcus! Amor mío ¿Ya estas violando al pobre Isaac? —casi vió como Marcus ponía los ojos en blanco al otro lado de la línea al escucharlo decir eso. Viktor lo miró espantado al escuchar eso y se empezó a acercar a la salida lentamente siendo seguido por Avril, ya que por un momento los había perdido de vista.

—Me siento violable —Isaac gimoteó dramáticamente. A lo que Altair rió un poco para luego aclararse la garganta dándose cuenta de que no se encontraba sólo en la habitación y de que con esas frases solo estaban empeorando las cosas.

—He encontrado a dos, uno es Leo, la otra es... No lo sé, quizás es hija de una constelación menor —dijo intentando sonar lo más profesional posible, sin mucho éxito, ya que su reputación había quedado por los suelos tras el numerito anterior.

—Yo me ofrezco voluntario para registrar si tiene la marca— gritó el hijo de Sagitario, que a veces estaba más salido que el pico de una mesa, ganándose una colleja de parte de Marcus.

—Pon la cámara— añadió este último con expresión seria. Altair asintió y alejó el teléfono para poner la cámara y poder mostrar todo. Marcus analizó la sala y posó los ojos en Avril, quien no estaba más asustada porque no le cabía más miedo en el cuerpo. —No creo que sea una constelación menor, sus ojos brillan mucho, si fuera una constelación menor serían más suaves, tirarían más a un color fijo, se vería menos la constelación.

—Avril ¿tienes alguna marca? —preguntó Altair asintiendo a lo que Marcus había dicho y mirándola directamente a los ojos. Ella asintió un poco.

—Yo propongo que se vaya quitando capas hasta que lo veamos —intervino Isaac de nuevo, entretenido de ver que entre los celestes había algo más que chicarrones como Marcus, volviendo a ganarse una colleja de Marcus.

—¿Nos la puedes enseñar? Por favor — Marcus contrastaba con su compañero como el fosforito con el negro, intentando sonar lo más educado posible. Avril miró a los lados incómoda y luego levantó un poco su camiseta, dejándo ver el símbolo de Libra que había a un lado de su cintura. El americano la miró durante unos segundos y luego habló, como confirmando lo que había visto. —Libra.

—Vaya Marcus, que perspicaz, no me había dado cuenta —contestó Altair rodando los ojos, ya que todos habían llegado a esa respuesta, típico de los estadounidenses, pensó, ir por la vida creyéndose los salvadores del mundo.

—Así es él. Parece superdotado y todo —añadió Isaac tratando de burlarse y ya sintiendo casi la colleja de nuevo en su nuca, aunque esta vez Marcus solo lo fulminó con la mirada.

—Todo un prodigio —suspiró el hijo de Géminis algo frustrado de no hacer más que quedar mal, intentando cambiar de tema— ¿te has dado cuenta? De no encontrar ninguno a encontrar dos de golpe. Que suerte la mía —dijo sonando un poco más alegre, con la típica bipolaridad de los géminis.

—La suerte del principiante. Tu encuentras dos y Marcus me encuentra a mí que valgo por dos.— Presumió el sagitariano intentando no restarse importancia.

—Tu vales por medio. El mediohombre te llaman —intervino Marcus en un vano intento de quedar bien con los nuevos, aún serio pero con un toque de diversión.

—Marcus, esta claro que Isaac vale por dos. Bueno por tres. Por lo mucho que habla.— Trató de ayudarlo su amigo, el hijo de Géminis, sintiendo algo de piedad por el joven.

—Y por lo que molesta —concordó Marcus con él volviendo a irse del tema, haciendo que Isaac alzara una ceja.

—Aún así os encanto —les siguió el rollo sonriendo se forma orgullosa pero solo haciendo que sus compañeros rusos sintieran ganas de tirarlos de los pelos a los tres.

—Vale, os amáis mucho, bonito triángulo amoroso, pero la vampira y yo seguimos sin saber que coño vamos a hacer —gruñó Viktor exasperado, seguía confundido con todo y ellos se dedicaban a bromear, cosa que no hacía más que cabrearlo y darle ganas de largarse de allí. "Menudo equipo preparado" pensó para sus adentros, guardandose el comentario pero ganándose la atención de los tres "cotillos". Marcus los miró y luego miró a Altair, recordando por unos instantes su misión inicial.

—¿Te los has llevado ya?— preguntó analizando el asunto y dudando un poco de la eficiencia de su compañero italiano, que no parecía tener la confianza de sus nuevos amigos, especialmente del chico que los miraba como si pudiera matarlos.

—Seguimos en el internado —negó en respuesta con la cabeza, algo avergonzado de tener que decirlo en voz alta.

—En ese caso recomiendo que salgáis por patas— asintió el chico mientras echaba una mirada a sus correspondientes rusos— vosotros tenéis pinta de haber escapado de muchos sitios, ¿Me equivoco?

—Han robado en un videoclub así que yo no me sorprendería— se le escapó a Altair involuntariamente, haciéndolo llevarse una mirada de indignación que sin embargo no llevaba negación alguna, porque, según el punto de vista de ambos. ¿Para qué negar lo evidente?

—No se que influyen nuestras correrías en vuestros asuntos de secta— reclamó Viktor haciéndose el digno con su orgullo de Leo herido y alzando la cabeza ligeramente, divirtiendo un poco a Altair, quien no se llegaba a creer lo surrealista de todo el asunto.

—Influyen porque estoy casi seguro de que podéis salir del internado cuando os de la gana sin ser vistos, ¿O me equivoco?— los retó Marcus, causando que los chicos se miran dudosos de si decir algo o no para que finalmente la chica se decidiera a decir algo.

—Puede ser, pero no os saldrá barato, un solo movimiento raro y no volvéis a vernos el pelo— pese a que Viktor tratara de ponerles condiciones, los chicos no podían evitar sonreír, en especial Altair, que se sentía como un triunfador por haber conseguido su primera partida de celestes, y pese a que no les inspirase mucha confianza, sabía que al menos tenerlos, los tenía en su equipo, y eso de una forma u otra le bastaba, o al menos por ahora.

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