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VI

Septiembre:

Las paredes gruesas de ladrillo del internado resultaban imponentes ante la mirada asustada de la joven, que tras tanto haberle rogado a su padre que la permitiera quedarse en casa con él, aunque tuviera que buscarse sola la forma de mantenerse, había tenido que marchar hasta aquel internado para chicos problemáticos que en parte se trataba también de un centro de menores que albergaba a lo peor que podías encontrar en las profundidades de Rusia, aunque había que aclarar que a su padre eso le importaba lo más mínimo, pues su única intención era librarse de ella para no tener que ver a quien tanto le recordaba a la mujer que le vio la cara de estúpido. Realmente nunca había querido quedársela, y quizás eso habría sido lo mejor para todos. Su abuela le obligó a acogerla mientras aún vivía con ellos, incluso tuvo que darle su propio apellido, pues su padre no quería que usara su nombre para formar el patronímico, que debería ser Seryozha. No tardó demasiado en deshacerse de su abuela, la internó poco después en un asilo y ahora, dieciséis años después, se deshacía de ella en unas condiciones similares, metiéndola en un internado para no tener que verla.

Enfocó su mirada de nuevo hacia el coche de su padre pero ya se había esfumado, como era de esperar si conocías mínimamente a Sergei Romanov, que nunca se encariñaba con nada ni nadie, su hija no era una excepción, y comenzó a caminar hacia aquellos portones enormes y metálicos que junto a aquellos gruesos muros contenían a todo aquel que se encontraba dentro. La gente que se encontraba en los jardines que actuaban como patio la observaba muy atentamente, como si fuera un bicho raro, cosa a la que ya estaba acostumbrada desde que empezó el instituto y se limó los colmillos al más puro estilo vampiro para llamar la atención de su padre, cosa que realmente no funcionó, pero que atrajo a su mejor amiga Natasha, una joven extremadamente parlanchina y con una gran afición al ocultismo, no eran muy normales, pero al menos se tenían la una a la otra, no como en aquel inhóspito lugar en el que todos eran de complexión más bien grande y parecían estar deseosos de destrozarla en cuanto tuvieran ocasión.

No tardó demasiado en coger el horario que entregaban en secretaría al empezar el curso, tampoco en recoger el uniforme, trataba de pasar todo lo desapercibida posible entre aquellos gigantes que a saber que habían hecho. "Si al menos tuviera a mi gato..." Divagó durante unos segundos para después terminar apartando la idea. "No", pensó, sabía que debía pasar por ello sola y tratar de no ser muy resultona para no parecer una presa llamativa, aunque precisamente a ella no le resultara demasiado fácil. Su primer altercado no tardó en abalanzarse sobre ella, concretamente con un desafortunado incidente que parecía salido del Wattpad más clásico (Spoiler: ni había libros de por medio ni un atento caballero que le ayudase a recogerlos). Su andar rápido y despistado le había encaminado hacia unas pequeñas escaleras que daban a una parte lateral del patio en la que estaba el edificio destinado a las clases que le tocaban, y pese a sus intentos por no ser una torparrona, un tropiezo la lanzó directamente a los brazos de un chico desconocido al que antes no había visto pero al que accidentalmente arrastró al césped con ella.

Levantó la vista algo desorientada y vio a un chico bastante alto de tez morena, algo muy raro en esa zona del país donde todos eran más blancos que un folio, y cabello negro, con unos ojos que parecían una galaxia y una cara muy seria que no sabía descifrar si era de enfado o porque simplemente no iba sonriendo de normal, esperaba lo segundo. El chico alzó una ceja divertido mientras la observaba ponerse en pie y alisar su falda murmurando un "lo siento" sin mirarlo directamente por miedo a hacer enemigos, vio cómo evaluaba su aspecto mientras se ponía en pie y finalmente, se dignó a mediar palabra, cosa que dudaba de si era buena o mala.

-¿Has salido de una especie de película de terror? ¿Vienes a hacer algún sacrificio a Satán? Tengo varios candidatos para entregarlos como ofrenda- su voz era monótona pero podía apreciarse un deje de diversión que molestó a Avril, no exactamente por sentir que era una burla sino más bien porque ya estaba enfadada de antes por su padre, lo que la hizo suspirar y cerrar los ojos, como cargándose de energía.

-A tí si que deberían sacrificarte a Satán, porque seres como tú no deberían reproducirse. -El chico solo alzó aún más la ceja, como si le divirtieran sus intentos de plantarle cara.

-Seres como tú tampoco, por eso has acabado en este maravilloso lugar- abrió sus brazos como señalando todo aquello y prosiguió, en tono calmado pero amenazante- la diferencia es que a ti te van a comer en dos días, mota de polvo- se notaba claramente que iba a proseguir pero fue interrumpido por otras voces que daban la impresión de tener más músculo que cerebro.

-¡Viktor! ¡Pasa de la gótica y ven con nosotros!

Avril odiaba ese tipo de personas, todos la miraban mal por vestir siempre de negro, por llevar los colmillos al estilo vampiro y por apoyar incondicionalmente la comunidad LGTB en un país homófobo. Odiaba que la juzgaran sin conocerla, que presupusieran cosas que no sabían, pues ella no era gótica, simplemente le gustaba el negro, y no disfrutaba con las cosas satánicas, ella era pacífica pero todos se empeñaban en creer lo contrario.

Un rato después caminó a clase y se sentó en una esquina al fondo, mientras el resto de compañeros seguía observándola, sacó su cuaderno y se puso a dibujar, lo mismo de siempre, motivos hindúes y personas desconocidas pero que por alguna razón no dejaba de ver por todas partes. Unas cuantas personas más entraron para acomodarse en el lugar, pero ella continuó dibujando.

Detrás de los últimos en llegar entraron los del grupo de chicos de antes, haciendo ruido como si fueran animales, el último en entrar fue el chico con el que se había chocado, en silencio y caminando tranquilo mostrando la educación y clase que sus amigos no tenían, ya que ellos más que personas civilizadas parecían más una jauría de perros rabiosos.

Avril levantó la vista para mirarlos de refilón y la volvió a bajar para fijar su mirada en su dibujo, donde se podía ver a la chica con la que solía soñar. Serezade. Uno de los chicos, nombrado por ella como tonto número uno le agarró el cuaderno donde dibujaba, para luego mirar el dibujo con detenimiento. Decidiendo soltar una pequeña carcajada para luego mostrárselo a su amigo.

-Yakov, mira esto- le incitó mientras agitaba el cuaderno frente a él para mostrarselo como si fuera todo un descubrimiento- no sabía que ahora los vampiros se dedicaban al arte.

-Quizás deberíamos leernos Crepúsculo, se ve que el mundo es una caja de sorpresas, hay que actualizarse- contestó el tal Yakov siguiéndole el juego mientras le daba un suave codazo a su amigo- deberías soltar eso antes de que se te pegue lo raro.

Avril trató de interceder por su cuaderno, pidiendo que se lo devolvieran sin mucho éxito, pues el chico lo alzaba y bajaba para hacerla saltar como si el juego le entretuviera, pero pese a saber que eso era justo lo que quería no podía evitar desear recuperarlo, pues era el cuaderno que Natasha le había regalado antes de despedirse y no quería perder aquello que tanto la conectaba con su amiga.

-Vamos a ver si vuela para recuperarlo- se carcajeó el chico con una media sonrisa mientras su compañero abría la ventana, totalmente coordinado, cosa que llegaba a ser un tanto tétrica pero que ni de lejos llegaba a ser ni la mitad de sorprendente que la reacción del chico de las escaleras, que hizo que la misma Avril abriera los ojos como platos al interceder.

-Eh, ya está bien, ¿no?- la seriedad en su voz resultaba lo menos intimidante en su conjunto mientras se levantaba, con su cuerpo esbelto y su rostro mirándolo con una clara desaprobación que no sabía bien cómo hacer sentir a la chica, que aún estaba anonadada. -Estás siendo odioso, ¿si te crees tan valiente jugando a divertirte molestando a alguien más pequeño que tú por qué no vienes a intentarlo conmigo?- en su gesto podía apreciarse que el acoso escolar era algo que realmente le repugnaba, pues no habían sido pocas las veces en las que su hermano pequeño había vuelto a casa abrumado por el tema, su solo recuerdo le dio ganas de partirle la cara ahí mismo, pero se contuvo porque aquello no era elegante ni era el momento de hacerlo. -¿Eso ya no te hace tanta gracia?

El tal Yakov trató de interponerse entre ambos para evitar una pelea inminente, pues Viktor, así llamado el chico de las escaleras, no tenía fama de perder en ninguna pelea, y pese a parecer siempre tranquilo su presencia tenía la capacidad de intimidar a los más intrépidos de aquel correccional.

-Venga chicos, somos todos amigos, ¿no? No vamos a discutir por una tontería, pelillos a la mar- dijo alzando los brazos dando sin querer un ligero golpe a su amigo en el brazo, cosa que fue suficiente para arrojar el cuaderno de Avril por la ventana y lanzarlo directo a un charco de barro a varios metros del aula, cosa que causó diversas reacciones en la sala, la primera, la cristalización de los ojos de Avril, que parecían estar viendo como lo único que le quedaba de su amistad se destruía enlodádondose completamente, la segunda, la cara de circunstancias de Viktor, que parecía estar maldiciendo en cinco idiomas la torpeza de su amigo, y por último las expresiones de miedo de los muchachos que no sabían como gestionar aquel fallo sin mancharse las manos. -Bueno, que la paz empiece ahora... no deja de ser un cuaderno. En fin, no vamos a dejar que una chica se cargue nuestra amistad, no es más que una estúpida emo.

La afirmación no hizo más que más daño a la chica, que no pudo ocultar un sollozo al sentir como se despreciaba todo lo que le importaba como si no fuera relevante, cosa que a Viktor no le agradó un pelo, pues esperaba haber suavizado el comportamiento de sus amigos y lo único que había logrado era que hicieran el idiota con una muchacha llorosa.

- Tienes la caballerosidad en el culo, creía que el Homo Neardenthalensis se había extinguido pero ya veo que no -lo miró fríamente, como si pudiera congelarle, y eso solo hizo que su acompañante se pusiera aún más alerta- está llorando déjala tranquila, animal.

- ¿Prefieres que te moleste a ti? -contestó ya harto de las clases de moralidad, recordando lo que le había dicho a su otro amigo mientras lo retaba con la mirada.

- Si quieres acabar en la enfermería te animo a intentarlo -se sentó en una mesa como si no temiera en absoluto sus amenazas y la tranquilidad en su rostro llegó a abrumar a Yakov, quien enseguida pasó su fase valiente.

- A veces no te aguanto -Dominic, el muchacho que había comenzado la pelea, resopló poniéndose de pie para irse siendo seguido por Yakov, con su ego destrozado porque sentía que ahora iban a verlos como unos miedicas.

-Ni yo a vosotros -murmuró el joven suspirando mientras los veía irse, para luego dirigir su mirada a Avril viéndola tan afectada que no pudo evitar sentir un poco de pena por ella, que tras solo cinco minutos de clase ya había tenido sus primeros problemas y se veía llorando en el pasillo, junto a la puerta, sin que nadie se atreviera a consolarla por miedo a meterse en problemas con los matones que eran a veces sus amigos. - Oye... ¿Necesitas algo?

-Solo quiero irme de aquí- contestó ella con la voz quebrada. Él suspiró y se acercó a ella, sin saber demasiado bien qué decirle. No se le daba bien consolar a la gente y mucho menos hablar con ella cuando estaba triste, no en esa situación, era algo que escapaba a su control.

- Habla con tus padres -dijo con un tono bastante suave ofreciéndole unos pañuelos como todo un caballero del siglo pasado, cosa que ella no dudó en aceptar, pues no le resultaba divertido ser la comidilla de la clase por tener la cara empapada. Ella tomó uno y se secó el rostro, tratando de calmarse un poco antes de sincerarse.

-A mi padre le da igual. Las cosas son así en todos los sitios -miró al suelo sin meterse en detalles pero Viktor pudo comprender casi al instante que al progenitor de la chica le importaba tan poco como para meterla en un lugar como ese por voluntad propia.

-Comprendo, debe ser duro -su tono continuaba siendo comprensivo mientras se sentaba a su lado. Ella cerró los ojos y se encogió de hombros, como si no pudiera evitar estar afligida, aunque realmente le tranquilizaba su voz de alguna extraña manera, como si le recordase a alguien a quien ya había conocido.

-Es culpa mía -dijo simplemente intentando restarle importancia para no dar pena, pues aunque ya lo estaba haciendo realmente era lo último que quería.

-Dudo que tu tengas la culpa de que te traten mal, oye perdón por lo de antes, cuando nos conocimos digo. Aunque no me creas no iba a malas, lo primero, lo segundo si que fue a hacer daño. -Realmente le afligía haber sido grosero, el realmente solo pretendía bromear, hablar con calma, pero la reacción de la chica lo dejó tan descolocado que se lo tomó un poco como un insulto.

-Solo te portaste como todos- él asintió algo apenado y dirigió su mirada al suelo, arrepentido de haberse rebajado al nivel de gente como Dominic o Yakov, que andaban insultando a diestro y siniestro.

-Sólo me comporté como todos -repitió sin saber que otra cosa decir, no logrando encontrar palabras para expresar lo avergonzado que estaba. Avril se tapó la cara y rompió a llorar de nuevo, cosa que lo pilló tan de sorpresa que realmente lo abrumó.

Viktor la miró preocupado, odiaba que la gente llorara delante de él, le era incómodo, sobretodo porque no sabía como actuar en esos casos.

Optó por elegir lo más simple, acunó a la chica que lloraba en sus brazos esperando que así se calmara un poco y rezando porque no le manchara mucho de mocos el jersey. Avril se dejó abrazar y cerró los ojos, Viktor respiró hondo y le acarició el pelo esperando a que ella dejara de llorar. Continuaron así un rato hasta que finalmente se calmó y se separó un poco secándose la cara, cosa que Viktor agradeció enormemente, pues no le gustaba demasiado ver a la gente llorar, menos porque los hubieran tratado con desprecio.

-Gracias, yo... también siento lo de antes -el chico negó con la cabeza restándole importancia.

-No es nada, tranquila. Siempre se puede empezar de nuevo -ella se levantó y se alisó la falda dedicándole una pequeña sonrisa que el inesperadamente devolvió.- Sobre Dominic y Yakov... Son idiotas, pero créeme, todo tiene un motivo, aunque no lo justifique -Avril asintió un poco y miró al suelo, como si no le agradase mucho hablar de ellos. -Cuando dejan ese rollo de chicos malos para parecer mejores descubres que son buena gente en el fondo. Buena gente con una mala vida, por eso se han vuelto así, una pena sin duda.

-Supongo- se encogió de hombros, nuevamente incomodada con el tema -creo que debería irme.

-Supongo que sí, debes estar cansada -dijo él repitiendo alguna de sus palabras mirándola sin saber si realmente la había ayudado.

-Te veré en clase, supongo -susurró empleando de nuevo esa maldita palabra mientras asentía con la cabeza, abrumada por un pequeño cúmulo de nervios que la habían abordado de repente.

-Si, buena suerte con los demás. -Viktor le habló muy despacio tratando de no insistirle demasiado- Esto... ¿Quieres que te de un consejo?

-Si quieres.- Le concedió con ganas de escucharlo ya que, por nerviosa que estuviera tras el abrazo a un desconocido, sabía que sus intenciones eran buenas.

-En vez de encogerte para pasar desapercibida, mantente firme, se arrogante, mira al frente sin dudar o temer, no dejes que piensen que eres una presa. Te ven poca cosa y te tratarán como poca cosa.Si ven que no te afecta pasarán de ti, si no lo hacen te echaré una mano.

-Lo intentaré. Gracias otra vez. -No pudo dejar de sacudir su cabeza lentamente en un asentimiento y en su rostro se extendió una ligera sonrisa.

-No es nada, de nuevo -Viktor se levantó y suspiró fingiendo estar algo cansado por el primer día, que bueno, pese a solo haber tenido la última clase de la tarde, que no era demasiado, había sido intensito-buenas noches vampirita -dijo con una sonrisa disimulada mientras le relvolvia un poco el pelo -nos vemos mañana -se marchó tranquilamente hacia el pabellón donde se situaban los dormitorios de los chicos y Avril se dirigió a su dormitorio caminando y sin dejar de pensar en lo sucedido.

Diciembre, en la actualidad:

- No, no hay indicios que nadie haya podido sobrevivir a esa caída -escucharon como el interlocutor de la radio hacía una pequeña pausa y la radio dio una pequeña interferencia, sin demasiada señal por la carretera apartada por la que circulaban. Isaac miraba al techo del coche recostado en su asiento mientras observaba a Marcus conducir por el rabillo del ojo, muy atento a la noticia -. Es un final muy triste pensando en lo que tuvo que pasar ese chico, estuvo a punto de ser libre de esa red de tráfico de personas.

-¿Y cómo logró el chico escapar de dónde se encontraba retenido?- comentó el co-presentador en un tono incrédulo que a cualquiera le resultaría comprensible, no tenía sentido, era cierto.

-Los padres adoptivos son un matrimonio acomodado y han dispuesto bastante dinero para aquella persona que le encontrara, se supone que el chico que iba con Isaac Hall le ayudó a escapar alentado por la recompensa de casi un millón de dólares. Mientras tanto, nos han llegado noticias de la abuela adoptiva del chico no ha parado de preguntar por él desde que salió de quirófano- informó de nuevo ese tal Charles, haciendo que Isaac emitiera un suave sollozo. Apenas había pasado un par de días con Agnes, pero lo había cuidado con mucho cariño, y Marcus comprendía cómo se sentía al perder a su primer familiar oficial. -Han llegado nuevas noticias, Mike, el ayuntamiento ha decretado un minuto de silencio por la muerte del chico y de todos aquellos menores que sufren por la trata de blancas. Las hermanas de la orden franciscana de San Diego, han puesto en la entrada de sus instalaciones velas y fotos del joven para que la gente pueda llevarle flores y sus buenas voluntades- Marcus extendió la mano y apagó la radio, sin estar dispuesto a torturar a Isaac con eso ni un minuto más. Sus amigos y seres queridos estaban sufriendo y no era algo demasiado agradable, conocía la sensación, sabía cómo Carlos y Mattiah se habían creído la denuncia de su madre y habían pasado noches buscándolo por todo el pueblo, bosques incluídos, claramente sin éxito. Aparcó el coche tras tantas y tantas horas de conducción, más de siete para ser exactos, y echó otro vistazo al lugar al que la brújula los había guiado, San Francisco, una de las mayores y más populares ciudades de California.

Después de pasar la noche en aquel motel de carretera, el monasterio había visto conveniente apartar la idea de que ellos dos llegaran a San Francisco en autobús, sobre todo teniendo en cuenta el revuelo que había causado el "caso Hall" en el estado de California.

Bajó del coche y entró al motel de carretera en el que había parado, que estaba lo bastante alejado como para alquilar una habitación para esa noche sin que nadie se diera cuenta, acto seguido fue a hacer la compra, trajo varios artículos para lograr pasar desapercibidos y alquiló un apartamento en la ciudad, con lo que perdió casi la mitad del día sin darse cuenta. cayendo en la cuenta de que su teléfono ardía en mensajes del monasterio y de Mackenna cuando ya era demasiado tarde, exactamente a las siete de la tarde en hora de California. Había oído que Altair seguía sin encontrar pistas de ningún celeste, vagando totalmente sólo por Alemania tras un falso aviso. Si alguien le preguntaba diría que no se preocupaba por él ya que era una persona entrenada y preparada para poder desarrollar cualquier tipo de misión, pero sabía lo que era encontrarse solo y lo peligroso que podía volverse en un momento. Isaac y él aún estaban arrastrando las consecuencias de su última complicación. Así que decidió llamar a su amigo por correspondencia, al menos para asegurarse de que seguía estando bien.

El teléfono dio un timbrazo, luego otro, luego dos más y finalmente su compañero se dignó a cogerle el teléfono, con una cara de sueño que habría resultado muy cómica de no ser por la cara de mala leche que tenía Altair.

-¿Tienes idea de la hora es? -espetó. Sin duda no era el recibimiento que esperaba por su preocupación. Altair se encontraba mirándolo con una mirada más somnolienta que enfadada pero que aún así dejaba ver a las claras que tenía unas ganas inmensas de estrangularlo.

- ¿Las ocho? -contestó Marcus tratando de sonar lo más inocente posible. Era divertido picar al italiano sobre todo cuando se encontraba recién levantado, era algo que había descubierto desde que comenzaron su búsqueda. Él solo se dedicó a rodar los ojos e imitarlo infantilmente, sabiendo que nada de lo que dijera iba a serle útil para hacer sentir culpable al hijo de Aries.

-Son las cuatro de la mañana, genio -un suave suspiro se escapó de sus labios y a través de la pantalla Marcus pudo apreciar como el hijo de Géminis se recostaba en el cabecero de la cama para verlo mejor- estoy seguro de que no me has llamado a estar horas para cantarme una serenata ¿Qué tienes para contarme?

- La serenata no me parece mala idea... -bromeó en un intento de cargarse la tensión del ambiente- Pero tienes razón no te he llamado por eso. He encontrado a uno.

- Primero, no sé si felicitarte o no porque siempre esperé ser yo el primero en encontrar a alguien-el nombrado puso los ojos en blanco y ocultó una sonrisa para mantener su expresión seria, aunque Altair lo ignoró y continuó hablando olvidando por completo el enfado profundo que sentía hacía cinco segundos- segundo, me van las mujeres, Marcus, quizás si fueras una y no tuvieras esa cara podría haber algo entre nosotros, pero ya sabes, tú eres tú, no puedes cambiar eso. Ninguna serenata podría hacer que un bombón como yo sé fijara en ti.

Después de aquel pequeño receso que tan divertido le estaba resultando decidió ponerse completamente serio de nuevo, recordando el tema que los abordaba y sin ganas de perder el tiempo para poder volverse a la cama. Miró al ariano con ojos penetrantes y formuló las palabras que debía haber dicho en un principio.

- ¿Cuál de todos? -. Preguntó con curiosidad mientras se recostaba un poco más y acomodaba su teléfono en busca de una postura más cómoda.

-Es el hijo de Sagitario, te caerá bien- espetó el ariano a la vez que veía cómo Isaac irrumpía a la habitación recién salido de la ducha, únicamente con la ropa interior puesta y dejando ver su torso desnudo mientras comía patatas de una bolsa de Lays, una imagen que a Altair le resultó un tanto extraña a esas horas pero que decidió ignorar por completo debido a su necesidad de dormir pero que a Marcus le resultaba ya de lo más normal, pues a Isaac una vez que le conocías por más de cinco minutos perdía totalmente la vergüenza y se dedicaba a hacer eso por la habitación a cada momento del día.

-Yo caigo bien a todos, Marcus. Hola majo -dijo saludando con la mano en la que aún sostenía una patata que segundos después se llevó a la boca mientras Altair los observaba con una mueca de diversión en su rostro.

- Marcus no puedo creer que me hayas superado tan rápidamente -el castaño fingió limpiarse una lágrima con el dedo índice de manera teatral, provocando que su compañero el exhibicionista rompiera en carcajadas-. Ni un día de luto me diste, stronzzo.- Suspiró y miró a Isaac con una sonrisa, su mirada de dolor ya se había esfumado por completo y Marcus comenzó a preguntarse si debían mandarlo a Hollywood por sus dotes escénicas- Soy Altair, el amore platónico de Marcus.

-Isaac, el objetivo de sus fantasías.- le contestó el sagitariano a modo de presentación.

-Idiotas -Marcus volvió a poner los ojos en blanco, cosa que hacía constantemente y se apoyó en la mesa que sostenía el ordenador como si esperase a que terminara toda la tontería de sus jóvenes compañeros. Minutos después añadió de nuevo unas palabras.- ¿Tú has tenido suerte?

-No demasiada, la brújula no apuntaba a ningún lugar cercano, iba a marchar hacia Francia porque la flecha me indicaba dirección noroeste pero al final me han dicho en el monasterio que mañana cojo un vuelo directo a San Petersburgo, no me hace mucha gracia ir porque me mandan a un centro de menores, pero por lo visto hay un chico allí que quemó absolutamente toda su casa sin portar ni un solo objeto inflamable encima- el chico frotó sus ojos con cansancio y se colocó de costado en la cama, mirando aún más de frente la cámara de su móvil que descansaba sobre su mano apoyada en la mesita de noche- ya que tu tienes a Sagitario he de suponer que este es Leo, en fin, todo se verá, reza porque no sea simplemente un pirómano asesino.

Marcus asintió y se preparó para hablar pero antes de emitir alguna palabra fue interrumpido por Isaac.

-Es una duda... no tiene nada que ver pero... también hay chicas de esto ¿no? Me refiero... yo solo... -su compañero le tapó la boca y lo miró mal, ordenando con la mirada que se mantuviera en silencio. No tenían tiempo para idioteces como aquella por mucho que a él le preocuparan.

-Entonces no tardarás mucho ¿no? Mantenme avisado.- añadió esquivando el tema y fingiendo no tener a un chico bajo el brazo como si le estuviera poniendo cloroformo.

- Si, informaré con la regularidad se siempre-. Contestó con una expresión seria que luego suavizó para proseguir un tinte irónico-. Y a horas decentes no como tú, maleducado. En cuanto a tu duda, Isaac. No voy a desvelarte la sorpresa -. Comentó con una media sonrisa sin intención de darle esperanzas.

Isaac trató de hablar con la boca aún tapada, ante lo que Marcus no pudo evitar que se le escapara una sonrisa, complacido de tanta maldad. Notó algo húmedo rozar la mano de su palma y nada más saber lo que era, cosa que no era muy difícil de deducir, apartó la mano asqueado.

-¡Me has chupado!

-Tampoco te creas que lo he hecho queriendo -Isaac lo miró con aspecto triunfante y se metió una patata en la boca -. Era un sacrificio de guerra.

-Algún día voy a matarte- Marcus suspiró mientras se limpiaba la mano con un gesto de asco sintiéndose como su madre cuando Thomas y el peleaban y volvió a centarse en Altair- ¿Algo más que decir?

- Sí, desde luego ¿Qué otras cosas te chupa, Marcus?-soltó un pequeña risa que denotaba un frescor y una claridad increíbles. Marcus hizo lo único que se le ocurrió para evitar que el bullying a su persona continuara, colgarle.

Al segundo le llegaron unos mensajes de Altair al WhatsApp, sin apenas darle tiempo a reaccionar o a darle tiempo de proseguir su vida olvidando sus idioteces, pero que pese a todo ello le sacaron una pequeña carcajada por lo absurdo de todo eso, cosa que a Isaac le hizo sentir un poco más cómodo tras tanta seriedad durante los días pasados.

"Eres un aburrido"

"No se pueden hacer bromas contigo, Oveja desquiciada"

"Ya bueno, buenas noches, Mr All American"


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