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V

— ¿Tienes claro el plan? —los dos chicos hablaban en el posible lugar de su muerte. Eran las tres de la madrugada en la carretera que iba de San Diego a San Francisco pasando por Los Ángeles. Se encontraban a la altura de un pequeño pueblo cercano a Los Ángeles y habían preparado el terreno lo mejor que habían podido. 

La idea que tenían era ambiciosa pero si lograban llevarla a cabo con éxito iban a ser capaces de detener totalmente las búsquedas policiales de Isaac, además de que serviría principalmente para despistar a su perseguidor haciéndole creer que había cumplido finalmente su cometido.

— Nos desharemos del coche y dejaremos que encuentren algunas pruebas que hayan sobrevivido a la caída— Isaac hizo comillas con sus dedos tratando de darle a entender que comprendía a la perfección que iba a ser una escena muy preparada y que debían dejar que todo se mostrase absolutamente perfecto. No podían dudar en un momento como ese, por muy tristes o nerviosos que pudieran estar, es más, como realmente estaban, pues Isaac aún se estaba recuperando por la pérdida de Agnes, de quien no tenían más noticias que las que el locutor de radio había dado de madrugada para informar de que una anciana había sido ingresada en quirófano mientras su nieto había sido secuestrado.

— ¿Y qué es lo que no vas a hacer? —quiso recalcar el ariano sabiendo lo despistado que podía llegar a ser y que necesitaban que todo saliera perfectamente pues de ello dependía que ese hombre les atrapara o no. 

—Liarla, cagarla, dejarme llevar o cualquier cosa que pueda terminar inevitablemente en un plan suicida o estúpido— contestó Isaac mientras repasaba por duodécima vez el plan que tantas veces habían formulado y pulido hasta lograr sacar algo decente.

El plan era bastante menos complicado de explicar de lo que parecía, sin embargo resultaba completamente complejo a la hora de pulir los detalles. La primera parte implicaba meter pruebas que incriminaran a gente poderosa de la que realmente no tenían ni idea y la segunda implicaba fingir sus propias muertes, y de esta parte no estaban tan seguros como de la primera, ya que para comenzar, ¿cómo finges tu muerte sin tener un cadáver? 

La primera idea que tuvieron fue hacer una llamada con un móvil de prepago a la policía simulando que habían logrado escapar de una red de tráfico de menores, después, fingirían que el coche se estaba saliendo de la carretera en una persecución por una carretera sin cámaras para al final, terminar cayendo al mar, donde simularían que un animal había cogido los cuerpos dejando sangre por el coche, cortando los cinturones y de esa manera atrayendo a los animales. Usarían una bolsa de sangre que se habían colado a sacar en un hospital apenas unas horas antes, a la entrada de la ciudad de Los Ángeles y la explotarían y arrastrarían hacia las ventanillas, que estarían convenientemente abiertas durante su caída, también dejarían ropa hecha girones por el interior del coche simulando un ataque de un tiburón o algo similar para dar una mayor sensación de realismo.

Ambos chicos se metieron en el coche para iniciar aquel plan que no sabían si iba a salir bien o mal y bajaron las ventanillas sabiendo que las cosas iban a ser más complicadas de lo que creían y que se estaban jugando muchas cosas que podrían perder con un solo paso en falso.

El viento entraba zumbando contra sus oídos y contra las ventanillas con la furia que tiene la brisa marina de madrugada en las carreteras cercanas a los acantilados en California, Isaac marcó rápidamente el número para que Marcus condujera simulando que estaban huyendo con el corazón en la boca por los nervios que le causaba toda esa situación, un timbrazo, dos, tres… La policía no tardó en contestar, estaban algo agobiados por la carga de trabajo extra que les había dado la desaparición de un chico en su estado por lo que su tono era cansado, pero aún así tenían la esperanza de escuchar noticias nuevas sobre aquel chico.

—Policía de Los Ángeles, ¿en qué podemos ayudarle?— la voz que resonaba al otro lado de la línea sonaba algo robótica, dejando ver claramente que el mensaje era algo que repetían continuamente y que ya estaban cansados de decir una y otra vez. Las horas tampoco ayudaban a hacer que el tono fuera más alegre, pues el turno de noche no era precisamente el favorito de los trabajadores.

—Necesitamos apoyo, acabamos de entrar en la ruta 101, camino a Los Ángeles— la respiración de Isaac sonaba agitada y Marcus dedujo que era mejor actor de lo que esperaba, cosa que le resultó realmente sorprendente puesto que era un chico que realmente parecía no tener filtro y ser incapaz de mentir, vio como su compañero se ponía en el papel durante unos segundos, dando realmente la impresión de que miraba a todas partes para asegurarse de que estaban a salvo y luego proseguía su charla con aspecto de estar al borde de un ataque de ansiedad, de una forma tan creíble que el mismo Marcus se sentía orgulloso. —Soy Isaac Hall, he escapado de una especie de… sótano en el que se traficaba con jóvenes, hombres y mujeres de unos doce a veinte años— comentó como si realmente dudase y tuviera recuerdos borrosos del asunto, como solían tener las víctimas de secuestros o agresiones— mi compañero es más mayor, está conduciendo, pero hay alguien siguiéndonos, no parecen darse por vencidos.

La mujer parecía estar fuera de sí al escuchar ese comentario, puesto que el nombre de Isaac era muy sonado desde hacía unas horas y la noticia que les aportaba no era realmente buena, si no que tiraba a más bien nefasta, incluso podrían llegar a pensar que si la banda que supuestamente los había secuestrado estaba bien organizada ya se los podía considerar muertos. Escucharon como el café de la mujer caía sobre la mesa llenando todos sus papeles de aquel líquido marrón oscuro y resonando como papel sobre la madera de la mesa. Apenas sabía qué contestar a eso, el shock casi se había apoderado de ella. Carraspeó para aclararse la garganta y decidió centrarse para poder ayudar al chico y no pensar en que la situación era tan peliaguda que no podrían salir de ella.

—¿Me puede repetir sus nombre y darme un punto de referencia en la autovía? Debo dar el aviso a los agentes de la zona para poder intervenir en el asunto— los jóvenes pudieron notar como el audio cambiaba y entendieron que habían logrado lo que querían, se había activado el altavoz y habían logrado llamar la atención de la policía, y próximamente de los medios, que facilitarían su misión de evitar al hombre que los perseguía y ya de paso detendría las búsquedas policiales de Isaac en el estado, que es algo que no les venía nada mal para poder ocultarse. Isaac se preparó de nuevo para poder contestar como un joven asustado y cuando la mujer finalizó su frase volvió a la carga con un numerito digno de un oscar.

—No conozco el lugar, tampoco veo demasiados puntos para guiarme, solo se que hay unos acantilados— comentó a punto de llorar como si estuviera pasando más miedo que en toda su vida, cosa que en parte era cierta, porque no era lo más divertido del mundo tener que fingir tu muerte así de buena mañana, pero bueno, desde que había descubierto su medio divinidad como celeste las cosas según había visto no eran nada fáciles. Sabía que debía cortar de una vez, que si extendía mucho la llamada las cosas se volverían más complicadas así que decidió comenzar ya finalmente con el grandioso y dramático resultado de aquella pantomima. Le hizo una señal a Marcus y este comenzó a dar volantazos, dejando que el sonido de las ruedas derrapando resonara en todo el coche, alarmando a la mujer que había al otro lado de la línea. 

—¡Nos han dado!— bramó Marcus tratando de crear la escena y dejar ver la situación que ambos querían transmitir, la caída y el accidente. Isaac golpeó el teléfono repetidas veces y ambos jovenes empezaron a soltar palabrotas hasta que finalmente el muchacho se decidió a lanzar el teléfono por la ventana mientras Marcus reducía la velocidad del coche para que ambos pudieran saltar sin sufrir ningún daño metros antes de que se saliera de la carretera y se despeñara, rompiendo los quitamiedos que guardaban la carretera de accidentes como aquel.

Ambos miraron instantáneamente alrededor en busca de el dichoso teléfono, que desconocían si seguía dando llamada o no, pero pese a que no lo vieron, decidieron mantenerse en silencio, sin atreverse a decir palabra alguna. Habían estudiado minimamente la zona y habían investigado en qué lugares podían esconderse, y uno de ellos era una cueva cercana que estaba rodeada de plantas y algunas rocas, con las que cubrirían la entrada para ocultarse y no ser vistos, dejando una ranura para introducir la cámara de un teléfono y poder observar el panorama exterior para descubrir en qué momento salir de su escondite. 

La cueva no estaba muy lejos, únicamente a unos metros del lugar donde había caído el coche, oculta en unos rincones a los que dudaba que alguien se atreviera a acercarse por el riesgo de desprendimiento que era constante en la zona que habían elegido. Lo cual en parte los ponía en peligro pero en parte los protegía de las posibles miradas de los curiosos. Se sentaron en el suelo y se concentraron en ocultarse sin llamar demasiado la atención, con algo de hambre pero manteniendo el tipo porque en unas horas podrían salir de ese cuchitril y comerse algo en condiciones en una de esas tabernas americanas en las que te servían una fuente de costillas con un litro de Coca cola. Si su país tenía alguna ventaja, esa era la comida, o eso pensó Isaac, ya que Marcus, en su condición de americano convencido, le veía infinitas ventajas que no tenía tiempo ni de pensar.

Los coches no tardaron en llegar, aunque lo que vieron en un principio no fue en absoluto lo que esperaban. El hombre que los había asaltado se detuvo frente al acantilado y bajó del coche para observar detenidamente el boquete que había generado el coche en el quitamiedos, su aura se sentía mucho más frágil y para nada poderoso, a diferencia de anteriormente, que con solo mirarlo ya transmitía una sensación de terror, de peligro. Pudieron ver como se aseguraba una y otra vez de que eso lo hubiera provocado un coche, y finalmente, tras vacilar unos segundos, llamaba a un número que ellos desconocían, haciéndolos agradecer el silencio en ese lugar que había por las altas horas de la madrugada ya que gracias a ello pudieron escuchar incluso los timbres de la llamada, que tenía el volumen ligeramente más alto que de normal.

—Se han convertido en comida para peces, ya tenemos dos fuera— comentó el hombre mientras una voz muy grave interrumpía su risa socarrona de suficiencia que hacía que a Marcus le entrasen ganas de matarlo.

—No cantes victoria tan rápido— los detuvo aquella voz misteriosa como pidiendo que no se emocionara ya que aquellos a los que perseguía normalmente no resultaban tan fáciles de matar— ¿te has asegurado?

—Están en el fondo del mar, su coche se ha despeñado— comentó triunfal el hombre mientras se sacudía las manos como anunciando que ese era un trabajo bien hecho y que no dejaba lugar a dudas.

—Bueno, parece ser que por una vez has hecho un trabajo bien hecho— lo felicitó aquella voz grave asintiendo pese a que su conversador no pudiera verlo.— Puede que fallaras hace diecisiete años, pero esta vez te has lucido, tendremos que celebrarlo cuando vuelvas a casa.

—Tendrás que esperar un poco— su perseguidor se apoyó en la puerta del coche mientras recuperaba el aliento y los chicos pudieron ver cómo sus manos temblaban y sus piernas se tambaleaban como si perdiera el equilibrio, viendo por fin una oportunidad de terminar con él que se vio opacada por las sirenas de la policía, que sacaron a todos de su estupor y provocaron que la misteriosa voz entrase en estado de alarma y se pusiera a maquinar a toda velocidad.

—Voy a abrir un portal, coge el coche, te dejaré en Estrasburgo, ya sabes, cuanto menos directo mejor— ordenó el desconocido haciendo que Marcus y Isaac se mirasen muy confusos en su escondite. ¿Qué narices había pasado hacía diecisiete años? Les confundían sus afirmaciones, y aquellas normas extrañas sobre portales y esas cosas de viajes dimensionales de los cuales no habían escuchado nunca, necesitaban respuestas, detenerlo quizás, pero cuando volvieron a mirarlo ya no se encontraba presente, se había esfumado con el coche, como si nunca hubiera existido. 

Los policías acordonaron la zona apenas unos minutos después y los chicos no podían decir muy claramente cuánto tiempo pasaron encerrados. Isaac se quedó dormido poco después de que los agentes llegaran y Marcus, pese a que no le gustara admitirlo, también echó alguna cabezadita sin poder evitarlo. El sueño tras una noche sin dormir podía con ellos y ciertamente se sentían tan exhaustos tras toda la acción que bien poco les importaba encontrarse en el interior de una cueva, los brazos de Morfeo los englobaron tirando de ellos hasta envolverlos en un pesado sueño.

Cuando despertaron, el cielo ya clareaba, totalmente despejado, lo que indicaba que ya estaba bien entrada la mañana, y los cordones policiales permanecían cubriendo el quitamiedos roto pero los agentes ya no estaban, habrían ido a anunciar la muerte de Isaac, probablemente, tal y como habían planeado. Se enfundaron una gorra y se colocaron una sudadera con capucha para cubrirse bien el rostro, pues Isaac aún era un tema candente en ese lugar y prácticamente en todo el país, por lo que debían esconderlo adecuadamente. Apartaron las rocas que cubrían la entrada con pereza y mucho esfuerzo (es resaltable el hecho de que Isaac casi se hernia una vértebra levantando una de las rocas para lanzarla fuera) y finalmente, una vez lograron deshacerse de todo, caminaron durante aproximadamente una hora por el borde de la carretera hasta alcanzar un bar de carretera para ponerse las botas como llevaban horas deseando. 

Lo mejor de los lugares como aquel es que eran discretos y sus camareros amables. Una amigable señora ya algo envejecida les sirvió una exagerada fuente de costillas a la barbacoa que acompañaron con otra fuente de patatas con bacon y queso y con Coca Cola, una perfecta comida de California digna de aparecer en crónicas carnívoras que los hizo revivir por unos segundos hasta el punto de que Isaac a ratos se olvidaba hasta de quién era, y es que la comida es un tema delicado cuando llegan ciertas horas del día y el hambre apremia. En ese momento los chicos incluso sentían que serían capaces de meterse en una pelea de barrio con navajas de ser necesario y pegarse con quien fuera solo para conseguir un poco de comida. 

—Es una pena lo del chico, eh— comentó ella mientras les invitaba a una taza de café sin que siquiera tuvieran que pedirlo, solo con la intención de ser amable, pues pese a las gafas de sol los veía muy cansados. —La familia de acogida estará destrozada, tan solo espero que la pobre mujer hospitalizada salga de quirófano en algún momento.

El recuerdo de Agnes pasó durante unos instantes por la mente de Isaac, con la incertidumbre de no saber si las cosas iban bien o no y la sensación de culpa por haber sido quien atrajo al misterioso Terminator hacia ellos, Marcus en cambio disfrutaba de la comida sin poder apartar las preguntas sobre el desconocido de su mente, interesado especialmente en el evento que había sucedido tantos años atrás, dándole vueltas y vueltas hasta que las palabras de la señora lo habían sacado de su estupor, haciéndole notar que no podía despistarse, que se esperaba algo de él.

—Sin duda— mencionó mientras dejaba algo de dinero en la mesa para que pudieran cobrarse y no los rondara demasiado, viéndose todo lo amable que podía y ganándose una sonrisa por parte de la camarera. —Debe de ser terrible adoptar a alguien y perderlo de esta manera, no puedo imaginarlo.

—Habrá concentraciones en la ciudad para rezar por el chico esta noche, deberíais pasaros— comentó la mujer antes de irse tratando de no ser pesada pero causando una clara preocupación en el rostro de Marcus, quien sabía que en esas condiciones no podría llevar a Isaac por demasiados sitios. 

—Hablaré con el monasterio— susurró en voz calmada y muy baja, tratando de no ser escuchado por nadie más en el bar, que estaba medio vacío, pero las precauciones nunca eran demasiadas. —Tienen que conseguirnos algo fuera de Los Ángeles porque aquí las vigilias serán el triple de grandes que en otros sitios del estado, por lo que cuanto más lejos de aquí y de San Diego estemos, mejor. Además— continuó haciendo una mueca mientras mordía ligeramente su labio inferior con indecisión— tienen que contestarme a unas preguntas.

—¿Qué dice la brújula?— su compañero lo miró con algunas dudas sobre su próximo destino, pues muchas veces las brújulas no eran exactas y se guiaban por ciertos avisos y rumores que había en determinadas zonas.

—Me habían comentado que alguien en San Francisco tenía algo de idea sobre otro celeste, la brújula apunta allí, así que pediré una habitación en un apartamento a las afueras, cuanto menos concurrido mejor, había pensado en un motel de carretera— el ariano jugueteó con su teléfono y tras un ligero asentimiento de Isaac que interpretó como una aceptación, llamó a un número que comenzaba a conocer demasiado bien, sin sorprenderse cuando una voz profunda y solemne le contestó al otro lado de la línea, Bashshâr. 

—¿Marcus? Dime que no has perdido al chico— le suplicó sin darle oportunidad de hablar él primero con miedo de que algún fallo en la huída les hubiera privado con uno de los signos de fuego.

—Necesito una suite en un motel de San Francisco— el muchacho ignoró la pregunta, yendo directo a la acción ya que no podía permitirse el lujo de perder el tiempo— ambos estamos bien, pero tenemos que salir cagando leches de Los Ángeles, cogeremos un autobús en una hora, llegaremos por la tarde o quizás por la noche, aún tenemos nuestras dudas. Lo importante es que nos consigas esa suite y la llenes de cualquier cosa que necesitemos para vivir, yo me ocupo del resto, mantendré con vida al cantamañanas este un poco más.

—Te mandaré los datos al teléfono en cuanto lo tengamos listo, ¿algún asunto más del que debas informarme?— su tono de voz neutral dejaba ver que ya tenía sus dudas sobre el hecho de que hubieran asaltado la casa de esa manera.

—Nos perseguía un ser muy extraño, parecía humano sin embargo… poseía los poderes del mismísimo señor de la lava, es él el que ha estado causando todo esto. Ha mencionado algo de hace diecisiete años.— Trató de colar la información pasandola desapercibida, pero el horror en la cara de la estrella dejaba ver que no era un tema adecuado y del que le gustara hablar precisamente mucho.

—Bueno, un ser como el que describes apareció hace diecisiete años, en un momento muy concreto, la verdad— susurró pensando en que finalmente, después de tantos años guardando silencio, había llegado la hora de hablar y de soltar todo lo que habían estado callando, la forma en que un humano que pudieron reconocer como el hijo del sumo sacerdote Omega cuando al verlo se metieron en su mente, les había robado sus poderes, despojándolos de ellos con la versión minimalista de la magia perteneciente a los hijos inmortales de las constelaciones, que de alguna manera le habían transmitido para ir a eliminar a sus enemigos mientras aún eran jóvenes. —El día en que nació Altair, se deshicieron de nuestro poder con una magia que solo habrían podido obtener con conjuros muy oscuros y prohibidos y trataron de deshacerse de él, desconozco por qué no lo hicieron, era como si alguien lo hubiera… protegido— su tono era indescifrable, pero se podía interpretar que había algo de confusión en él, como si no comprendiera lo que había sucedido realmente —. ¿Con quién lo mencionó? ¿Iba acompañado?

Marcus negó con la cabeza y trató de recordar su aquel hombre mencionó en algún momento el nombre de su interlocutor.

— Estaba hablando por teléfono —. Pasó una mano por su pelo con algo de nerviosismo —. Desapareció a través de un portal, deben tener el apoyo de alguna estrella como vosotros.

Bashshâr asintió despacio sin saber que responderle a eso. Se limitó a guardarse sus pensamientos para si mismo para dedicarse a comentarle a Marcus cuáles serían sus siguientes pasos teniendo en cuenta la precaria situación en la que se encontraban los dos jóvenes. Una vez terminó la llamada se levantó con pesadez, para salir de allí en busca de sus hermanos por ayuda y consejo.

No sabía qué estrella podría llegar a estar detrás de todos esos ataques, ni siquiera sabía si era una estrella de la que se trataba pero en aquellos momentos sentía preocupación, porque aquellos chicos que estaban ahí fuera buscando a sus compañeros se encontraban solos y en clara desventaja, y las cosas no parecían estar cerca de mejorar.

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