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IX

—Así que Capricornio te dejó una foto— comentó Isaac mientras se dejaba caer exhausto en el suelo, con los brazos temblorosos de la caña que les daba Marcus los días que tocaba físico, sin apenas poder sostener su propio peso ni un minuto más.

—¿He oído mil más?— le advirtió el ariano mientras colocaba el pie en su espalda para aumentar ligeramente el peso. —Aún te quedan veinte, no quiero vagos en mi equipo.

—Pero si fantasmas— refunfuñó Skylar llevándose una mirada de reproche de su “alucinación de verano”, que alzaba ambas cejas como insinuando: pues por qué no mi ciela. Skylar trató de ignorarla.

—Tú por graciosa vas a hacer las veinte de Isaac, y tú, Hall, levántate y enciende aquella bombilla— señaló el chico con una voz grave y profunda que tenía bastante fuerza en su tono, como si fuera algún sargento o algo similar. El chico se puso en pie con pereza sintiendo que le faltaba la vida y la chica dió un suave suspiro mientras continuaba con sus flexiones malhumorada, rogándole a la tierra con lo poco aún que sabía sobre su poder que se moviera arriba y abajo para ayudarla a terminar sus tareas, no funcionó por el cansancio, por cierto, pero al menos se entretuvo. Isaac caminó hacia su lugar de siempre, una especie de esquina en el jardín con unas mesas llenas de farolillos y comenzó el ejercicio que le hacían repetir una y otra vez, encender las bombillas de los farolillos sin tocarlas, cosa que cabía decir que ya le salía bastante bien y usaba más bien como calentamiento. Marcus se enrabietó ligeramente y bajó de la barra de dominadas acercándose a su posición tratando de buscar algún tipo de truco para dominar el impulso eléctrico, cosa que de nuevo le falló al hacer los cálculos, pues apenas con mucho esfuerzo lograba encender tres de las cinco bombillas. Dio una patada al suelo y se apartó mosqueado, haciendo explotar a una pobre hormiga de la que Isaac se compadeció con su habitual santiguación, eficaz para cualquier tipo de evento o situación. Sorpresa, miedo, alegría o incluso ruego, un gesto muy común y natural en el hijo de Sagitario.

—¿Aún no?— preguntó Isaac colocando la mano en su hombro mientras trataba de apoyarlo sin que esto le hiciera especial gracia al hijo de Aries.—No lo entiendo, llevas el doble que yo en esto, deberías ser un experto.

—Las cosas no van así— trató de justificarse él algo frustrado y se sentó junto a uno de los farolillos, apoyándose en la mesa casi al completo. —No todos los signos tienen la misma facilidad para unos elementos que para otros, ciertamente es algo que puede verse a simple vista— indicó él mientras alzaba la mano hacia uno de los globos que tenían colgados rellenos de harina para utilizar como blancos y lo explotaba con una sorprendente facilidad que a ninguno dejaba indiferente. —Hace mucho tiempo, cuando el mundo apenas se había creado las fuerzas de la naturaleza se manifestaban de dos formas, en su forma primordial, la más fuerte en la que desataban todo su poder y en su forma corpórea, en la que tomaban la forma de seres mitológicos que rara vez se dejaban ver. Cuando los dioses, nuestros padres, eran jóvenes, se decidieron por amaestrar estos seres, aprovechando la conexión con los elementos que dichos seres también poseían. 

—Es decir, que los poderes de los dioses provienen de aquel elemento que domaron, ¿es por eso que a unos les cuesta más utilizar un poder que a otros?— preguntó Skylar dejando de hacer flexiones para sentarse en el suelo mirando a Marcus con ojos curiosos, decidida a saber más del tema, pues las mitologías eran algo que siempre le habían fascinado. El ariano asintió, contento de que comprendieran su punto, y después, calmadamente prosiguió, con el tono imperturbable de quien cuenta una historia.

—Sagitario fue el primero en domar el rayo, esperando pacientemente mientras este bebía agua de un estanque mostrándose en su forma animal, la de una yegua blanca de estilizada figura y largas y sedosas crines que habían hecho de aquellos pastos su hogar. El dios colocó su carcaj con silenciosa maestría, pues el arco era la mejor de sus cualidades, y sin preocuparse demasiado de su puntería tensó su arco oculto entre la maleza apuntando al tranquilo animal y disparó su dorada flecha que lejos de matar al rayo, lo durmió.— Marcus se detuvo un segundo con su tono sepulcral y pudo ver la mirada sorprendida e impactada de su amigo, que parecía no poder creerse que su padre fuera alguien tan increíble y poderoso. El muchacho se miraba las manos como si le resultara impensable la simple idea de que alguien que tenía un hijo como él pudiera ser la misma persona capaz de domar al mismísimo rayo, apenas entendía cómo él podía ser un semidiós o algo similar, no procesaba la idea de que el sucesor de un dios pudiera ser tan patoso, ¿y si su padre era una especie de Zeus que esperaba que su hijo super forzudo lo sacara de un aprieto? Lo decepcionaría mucho. Skylar pareció captar su línea de pensamientos y le puso la mano en el hombro para apretárselo un poco, su compañero en cambio no sabía bien cómo reaccionar, nunca había pensado en su padre biológico, más bien lo veía como algo demasiado ajeno a su persona. Decidió proseguir con su historia, para dar la impresión de que no era más que un simple mito, que su padre no eran más que leyendas a las que tampoco debía poner demasiada atención. —Durante diez días y diez noches el rayo se resistió, se mantuvo firme para seguir siendo un espíritu libre, pero la undécima mañana, cuando Júpiter alcanzó su cenit en el cielo, el rayo sorprendentemente terminó por inclinarse ante Sagitario y le permitió cabalgar en él por los campos de su reino celestial, concediéndole inesperadamente el título de señor del trueno, y sinónimos. —Finalizó en una intentona por no darle demasiado bombo aunque evidentemente el mito ya le daba importancia de más a la historia.

—Así que cada signo tiene un poder que está como potenciado aunque pueda utilizar el resto de poderes de su elemento— trató de esclarecer Skylar con verdadera curiosidad, ya que era la más nueva de todos y aún no había podido estudiarse el libro de historia y mitología Signa al completo, de hecho aún esperaba que Marcus le prestase su ejemplar para poder ponerse al día lo antes posible.

—Exactamente— asintió Marcus concediéndole la razón, agradeciendo que lo hubieran entendido tan rápido ya que él se tomó algo de tiempo en procesarlo bien todo, pues en un principio le interesaba más el entrenamiento en sí que el tema de la religión y la mitología. Nunca había sido religioso en exceso, iba a misa todos los domingos como buen americano arraigado, escuchaba la misa protestante como hacían los Simpsons y luego seguía con su vida sin poner demasiada atención a ninguna de las enseñanzas que daba el pastor, aunque de vez en cuando recordando alguna para no parecer tan desapegado. —En parte por eso me resulta tan gracioso que tu hayas nacido tan cerca de la falla de San Andrés, supongo que no se me habría ocurrido un sitio mejor para ligar con la diosa de los terremotos, ha sido un puntazo.

—No como Leo o Aries, que eso del calor se les ha desubicado un poquito— trató de bromear Isaac también para seguirle el juego a su amigo, habiendo captado su intento por ser algo gracioso que no podía dejar de valorar, teniendo en cuenta lo mucho que le costaba a veces.

—No seáis bobos— soltó Skylar seguido de una pequeña carcajada al tiempo que se ponía en pie para proseguir con el entrenamiento, con mucha curiosidad aún por conocer más de las viejas historias y poner en práctica ese poder que aún empezaba a aprender a usar. —Todo el mundo sabe que si fueron al frío fue porque ahí precisamente es donde la gente necesitaba que los calentasen. —Les siguió el juego a la vez que se colocaba frente a un espacio de césped vacío en el que Marcus había colocado una torre hecha con piedras y piezas de madera bastante pequeña pero lo bastante resistente como para notar si el suelo temblaba o no. La chica chocó ambas manos y luego las frotó con impaciencia, sin poder esperar ni un segundo para empezar a pasar a la diversión, dejando a un lado las flexiones que ya le dejaban los brazos tan entumecidos que temblaban cuando los levantaba un poco de los costados. 

—Tienes que relajar un poco los hombros, te ayudará a canalizarlo, tu que puedes estar en continuo contacto con el suelo intenta como dejar fluir la energía— le aconsejó lo mejor que pudo sin saber demasiado bien cómo entrenar a un signo de tierra, pensando en pedirle consejo a Altair o a las estrellas que eran quienes más experiencia tenían con la parte mágica del entrenamiento. —intenta concentrarte en sentir un temblor y cuando consigas algo trata de  amplificarlo todo lo que puedas, como hace Isaac cuando siente la energía de la bombilla.

La hija de Capricornio asintió a sus palabras tratando de sentirse motivada a hacer temblar la tierra como hizo accidentalmente cuando entró en pánico la noche que los conoció pero las construcciones de Marcus parecían estar reforzadas con titanio o bañadas en el mismísimo Estigio como bien había hecho el famoso héroe mitológico Aquiles, que era invencible en todo el cuerpo salvo en su único punto débil, el talón, por el que su madre lo había sujetado para evitar que se ahogara en el río cuando apenas era un niño y lo sumergió. Sus compañeros la miraban absortos, como esperando que sucediera algo, pero nuevamente y tal y como había sucedido en los días anteriores de la semana, lo máximo que había conseguido era un ligero atisbo de temblor que si bien en un principio daba la impresión de llegar a ser algo tras unos segundos de incómoda tensión la sensación de tirantez de la tierra desaparecía nuevamente, haciendo que la chica perdiera la paciencia una y otra vez e incluso llegara a irritarse, cosa que con su poca paciencia y sus muchos intentos no dejaba de ocurrir.

—Lleva su tiempo, no puedes hacerlo todo en un día— comentó Isaac despreocupadamente al captar como la chica empezaba a agobiarse ante al falta de respuesta de su empeño. —Yo tardé casi dos semanas en dominarlo, tu solo llevas una.

—Es mejor que descanses por hoy— apoyó Marcus sin querer insistir demasiado en el ejercicio ya que no veía progreso alguno y solo captaba como su mandíbula comenzaba a apretarse por la mala leche acumulada. —Vamos a probar con un ejercicio más sencillo, el de mover las piedras lo has hecho bastante bien, lanzaste varias a la diana. —Trató de motivarla sin convencerla demasiado de su idea, ya que más que a seguir avanzando sonaba a que le insinuaba que no era capaz, Skylar frunció el ceño aún más empecinada en el ejercicio y vio como los dos chicos se miraban conversando sin llegar a decir ni una palabra. “Ya la has cagado” insinuaban los ojos de Isaac mientras miraba a su amigo con miedo de quedarse ahí hasta la noche. Sabía que sus compañeros podían llegar a ponerse muy cabezotas y no sería la primera vez que lo torturaban toda la tarde porque se empeñaban de más en algo que al final no lograban hacer, como cuando Marcus se encabronó por intentar meter un sofá que claramente no entraba por la puerta. El ariano iba a contestarle con otra mirada de ceño fruncido pero el timbre básico del teléfono lo sacó de su duelo de miradas para ponerle directamente a Altair en la pantalla, que lo miraba esperando encontrarlo ya en casa y no en mitad de un entrenamiento.

—Veo que sigues igual de soso y mandón que el martes— hizo referencia a una de sus últimas llamadas, en la que lo había pillado volviendo de correr después del entrenamiento. —¿Dónde te has dejado a los polluelos, mamá pato?

—Mamá pato y el polluelo mayor me están torturando con el entrenamiento, no hay quien los haga entrar en razón— se quejó Isaac mientras dejaba de lado su nuevo puesto de entrenamiento, en el que ahora trataba de invocar un rayo para hacerlo caer en un punto determinado que Marcus había colocado algo aislado. —Llevamos aquí desde la una.

—Mirad que sois crueles— se carcajeó Altair mientras pasaba una mano por su pelo con algo de diversión por la cara del pobre chico, que siempre pillaba en las pataletas de Marcus y en sus caprichos de loco del ejército. —El pobre Isaac no va a sobrevivir al alistamiento, capitán— se burló con diversión y mordió ligeramente su labio inferior— tampoco la nueva, eres demasiado estricto.

—Es mejor que sea estricto a que nos deje morir— se encogió de hombros la chica mientras se volteaba a mirar la pantalla con curiosidad por ver de una vez quién era ese del que tanto hablaban Marcus e Isaac— tu debes de ser Altair.

—Y tú el pato mayor— bromeó él tratando de ser amable con aquella desconocida— ¿la hija de Capricornio?

—Yo la vi primero así que yo me gané el derecho a conquistarla, tu tienes tu propia chica— contestó Isaac fingiendo un tono de broma pero en el fondo con cierta sinceridad ya que aún se sentía exaltado y con las hormonas revueltas por tener contacto estrecho con alguien del sexo opuesto, cosa a la que aún no estaba demasiado acostumbrado. Sabía que su amigo solo estaba siendo amable pero una pequeña parte de él le hacía sentir inseguro, insignificante, si ni su propia madre lo había querido, ¿cómo iba a elegirlo una chica habiendo chicos tan guapos cerca? Sus amigos estaban en muy buena forma y no eran para nada feos, Isaac si que se sentía algo pato comparado con ellos. —Y si llegan más también las habré visto primero.

—Veo que sabes cómo conquistar a una dama— la chica alzó una ceja con clara diversión ante el comportamiento de aquel chico casi dos años menor que ella y luego miró hacia la pantalla negando ligeramente, incluso Marcus se veía entretenido con las reacciones del hijo de Sagitario.

—¿Y si te robo a las pretendientas? —trató de picarlo su amigo mientras se acercaba rodeándolo con el brazo.

—Nadie puede robarle al rey— se hizo el digno con un falso tono de orgullo que hizo divertirse a todos sus compañeros por su comportamiento algo infantil e inexperto, que a su vez les causaba cierta ternura.

—Pues yo creo que son bastante guapos— siguió ella el juego mientras le sacaba la lengua entretenida por su encaprichamiento de un día que le recordaba al que había tenido esa misma mañana por una chica que había visto en el super. —Ya sabes, uno por mayor y el otro por extranjero.— Prosiguió tarareando la canción de “Mamma mia he´s italiano” como Isaac solía hacer a cada situación, ambientando cualquier escena con una canción.

—No es culpa mía ser tan irresistible— asintió Altair, guiñandole un ojo con complicidad a sus compañeros, cosa que no provocó más que un sonrojo por parte de Isaac, que se sentía atacado por todos sus mayores, aunque no de una mala manera, claro, pero si que era cierto que le frustraba no saber coquetear con ninguna chica, y no era precisamente por vergüenza o falta de intentos, porque probar, había probado con cualquier chica guapa.

—En ese árbol parece haber unas bragas, es cierto— Marcus sonrió de forma algo imperceptible, sorprendiendo a todos por la naturalidad con la que se estaba comportando y de alguna manera, en aquella absurda situación, todos ellos de alguna forma u otra comenzaron a sentirse un poco más cerca de casa, sin saber que su nuevo hogar estaba un poco dentro de ellos mismos.

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