Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

III

Hace 17 años

— ¿Sabes cuánto falta? —Bashshâr caminaba de un lado a otro del pasillo, las enfermeras caminaban por su lado, mirando con atención a aquel hombre que aparentaba ser uno de los padres que esperaban fuera la llegada de su hijo.. —No podemos retrasarnos tanto, cuanto antes volvamos al monasterio mejor para todos, sobretodo para los niños.

—Podrían tardar varias horas, el tiempo del parto no es exacto— Nadîm hizo una pausa para peinarse el pelo con los dedos, como si buscara las palabras para explicarse y a los pocos segundos prosiguió su charla, ya con los ejemplos adecuados que proporcionarle a su compañero— recuerda el parto de Kristen, duró casi un día mientras que el de Danielle duró doce horas.

—No voy a estar doce horas aquí —Akram se levantó negando con la cabeza, su mirada no dejaba lugar a réplicas, al menos no a cualquier persona. Se llevó las manos a los bolsillos, ignorando las miradas de sorpresa de sus tres hermanos que hicieron gestos de desaprobación —. Esto no requiere que estemos los tres encerrados en este hospital, no hay posibilidades de que ocurra algo está todo bajo control.

—Akram, siéntate ahora mismo— lo advirtió Bashshâr— debemos custodiar a los celestes hasta que se encuentren a salvo en el monasterio, es nuestro deber y vamos a cumplirlo. —La fría mirada azul de el joven parecía ser capaz de cortar más que cualquier daga— Ni siquiera tú estás por encima del deber.

—No podemos emplear la magia para que nazcan antes— añadió Nadîm de forma conciliadora— debemos esperar el tiempo que sea necesario. Los nacimientos son algo importante, debemos respetarlos y más si son de nuestros Amigos —. Sonrió a sus dos hermanos y dio palmaditas a los dos asientos vacíos que ahora había a su lado —. Esperemos.

—Odio esperar— masculló Akram— llevamos aquí diez horas, no lo soporto ni un minuto más.

—Podrías intentar distraerte, despejarte un rato— su hermano pequeño tomó el mando de la conversación nuevamente— hay una máquina expendedora al final del pasillo, puedes ir a comprarte algo.

—¿Ah sí? Quizás me anime a comprar algo para callarte la boca ¿Me recomiendas algo en especial? —Estuvo a punto de decir algo más cuando se dieron cuenta de que ya ningún personal sanitario se paseaba por ese pasillo, no habían familiares ni amigos de las mujeres que estaban dando a luz en esa misma planta. Todo estaba demasiado tranquilo para estar en un hospital.

Akram, ya más alarmado que enfadado dirigió su mirada a todas partes en busca de una explicación, sin éxito, únicamente logrando escuchar algunos pasos lejanos que resonaban por el pasillo de manera rápida y confiada.

— Quedaos aquí —. Ordenó en voz baja y prosiguió a caminar por el pasillo, en busca de aquel que rondaba el hospital en el que ellos se encontraban

El muchacho caminaba como alma que lleva el diablo, sin ver aún ni un solo sanitario que pudiera explicarle el por qué de tanto silencio, de tanta calma. A lo lejos divisó una figura que hacía años no veía, ese cabello de color miel, liso y de una longitud considerable se le hizo inconfundible, le recordaba a alguien muy querido a quien había perdido hacía tiempo.

Imposible pensó Akram, Lyanna lleva muerta alrededor de mil años. Pese a lo obvio que resultaba que aquella mujer no podía ser Lyanna, Akram la siguió igualmente, como si se encontrase hechizado ante solo el pensamiento de que su antiguo amor pudiera estar ahí, de que no hubiera muerto.

La mujer aceleró el paso y él sin quererlo también, hasta casi alcanzarla.

—¡Lyanna!— gritó, sin poder contenerse, no logrando calmarse hasta que ella se volteó y pudo ver su rostro.

Con lágrimas en los ojos se acercó hasta ella despacio, como si temiera que al hacerlo se fuera a desvanecer como un sueño, tomó sus manos y notó un frío mortal, pero no le importó, Lyanna le sonrió y en ese momento dejaron de importarle los celestes, la situación y cualquier cosa que pudiera pasarle por la mente, tal vez por eso no se preguntó qué hacía ahí.

—¿Qué haces aquí? Quiero decir Santas zodiacales, esto es increíble— le dedicó una sonrisa cálida y se acercó para acariciar su mejilla— te he echado tanto de menos— susurró, notando como la mano de Lyanna ascendía para tomar su barbilla y obligarlo a mirarla a los ojos, esperando alguna palabra de su parte, sin que esta llegara nunca. Sintió como una fría punta de metal se clavaba en su pecho como una aguja, debilitándolo de golpe y devolviendolo a la realidad de la peor forma que existía, con una traición.

La imagen de la chica comenzó a cambiar completamente en cuanto su mente dejó de jugarle esa mala pasada, sus labios se amorataron y su piel se volvió más pálida, pudo ver la marca de una cuerda en su cuello, la misma que la sostenía cuando la encontró ahorcada tantos años atrás. Sus venas se marcaban alrededor en un tono ennegrecido y toda ella se veía como lo que era, un cadáver.

—Veo que le tienes aprecio a la muerte— escuchó una voz masculina detrás de él— te he hecho un favor, así puedes despedirte de ella, creo que en su momento no lo hiciste.

El cuerpo de Lyanna se desvaneció y, pese a que él tratara de sostenerla, no pudo evitar que desapareciera. Akram se llevó la mano al pecho y pudo ver el dorado líquido brotar de su pecho, trató de emplear sus poderes para sanarlo, en vano, parecían no querer acudir a él. Tomó la daga de su pecho y pudo ver el aura negro brillante que rodeaba el filo, similar a un veneno. No le hacían falta sus poderes para saber lo que era, magia negra. Alguien había estado jugando con los planes que las constelaciones tenían para él, le habían robado los poderes y no sabía si también la vida.

Reconoció los poderes de Kailani, la onceava de los Omegas, nada más verlos, sin embargo, aquella voz masculina no le pertenecía a ella, claramente, y tampoco era la voz de ninguno de los otros Omegas, la habría reconocido instantáneamente, la única opción era una que realmente no le agradaba demasiado, mucho menos si sus hermanos tenían que lidiar con ella.

Alguien, probablemente el sumo sacerdote Omega, había hablado con sus dioses y estos, a cambio de un precio que aún desconocía, habían dotado cada uno con parte de sus poderes a alguien para que les hiciera el trabajo sucio. Su razonamiento desgraciadamente fue bueno, pero no pudo llevarlo mucho más lejos. La daga resbaló de su mano izquierda y la derecha dejó de presionar la herida, cayendo a uno de sus costados llena de aquella sangre dorada, la sangre de los dioses, o en este caso, de las estrellas. El joven cayó al suelo sin poder mantenerse en pie, la sangre brotando a borbotones de su pecho, apenas se mantenía consciente cuando vislumbró a sus hermanos corriendo hacia él, debían haberlo escuchado gritar el nombre de la joven y habrían decidido acudir a comprobar que todo estaba bien.

Nadîm corrió en su ayuda al verlo desangrado mientras que Bashshâr miraba a un lado y a otro en busca del atacante, sus jóvenes manos presionaban la herida a la par que su hermano buscaba a alguien que ya no estaba. El hermano mayor, Bashshâr, la estrella de ojos azules y cabello como el carbón que destacaba sobre su extrema palidez, escuchó un pequeño ruido en una de las salas de espera, apenas perceptible para cualquier humano, una trampa, pensó, pues quien había atacado a su hermano no podía ser un humano, o al menos un humano cualquiera. Alguien tan poderoso no cometía esos errores, eso lo tenía claro.

—Nadîm— dijo en voz tranquila, seria y lo más fría que pudo poner— no podemos separarnos, levanta, Akram es inmortal, se recuperará, pero quien le haya hecho eso ha debido robarle sus poderes, y ya sabes lo único que puede significar eso.

—Inmortales— su voz sonaba sorprendida e incluso algo sobrecogida ante esa información, a la que Bashshâr negó.

—O inmortales operando a través de humanos— una mueca de desaprobación se formó en el rostro del chico— de otra forma no habrían podido vencer a una estrella.

—Vienen a por ellos— Nadîm apartó su cabello castaño de su rostro y chocó sus verdes ojos con los de su hermano, como si supiera perfectamente lo que estaba sucediendo, aún así, hizo una última participación antes de ponerse en pie— debemos entrar a la habitación ahora mismo, Giorgia nos necesita.

El moreno asintió y emprendió una carrera hacia la puerta del paritorio, mientras que Nadîm lo seguía ligeramente rezagado, buscando al culpable de aquello para deshacerse de él antes de que llegara a la sala.

Bashshâr fue el siguiente en caer, no llegó a alcanzar la puerta cuando un espejismo trató de distraerlo, algunos de sus pupilos de la antigua generación celeste aparecieron ante sus ojos, Edmond y Aslan se alzaban pálidos ante él, tan honorables como antes de que murieran en batalla tras una imperdonable traición.

—Tu nos mataste— le escupió Edmond como si fuera veneno— no lograste evitar que nos traicionaran, ¿realmente eres tan bueno?

—Eso es lo que quiere creer, cuando en el fondo sabe que fue culpa suya— lo acompañó Aslan— no sé cómo puede considerarnos amigos después de lo que hizo.

—Vosotros no sois ellos— Bashshâr alzó las manos y lanzó a ambos contra la pared, sin compasión, sabiendo que era imposible que esos hombres hubieran podido culparlo de alguna manera de su fracaso. Los cuerpos se recompusieron del golpe como si no fuera nada y se aproximaron a él de nuevo, fieros, llenos de una furia que nunca había visto en sus ojos.— Si fuerais obra de Kailani ya habríais usado vuestros poderes, ¿cierto? Pero no podéis porque no es un inmortal el que está detrás de esto.

—Vas a morir, Bashshâr— exigió Aslan— te haremos lo que nos hicieron a nosotros.

—Si ni siquiera el verdadero Mikhail no pudo con Nadîm cuando se conocieron unos simples cadáveres no van a poder conmigo— una bola de poder de color azul se formó en sus manos y derribó a Edmond, que sacaba una espada ennegrecida de su vaina.

—Nosotros tenemos algo que Mikhail no tenía— contestó el hombre mientras se recomponía— terminaremos con tus dos mil años de vida en un segundo, puedes agradecernoslo, quizás te reencuentres con tus seres queridos en algún lugar, oh, espera, a tí no te quería nadie— Edmond se aproximó a la vez que Aslan, tratando de rodearlo.

—Espera Edmond, ¿las estrellas van a alguna parte?— se cuestionó el hijo de Leo, o al menos el ser que se le asemejaba con una sonrisa torcida en el rostro, diferente al flamante gesto que solía realizar al sonreír.

Bashshâr esperaba la llegada de Nadîm, preocupado de ser incapaz aún de haber entrado al paritorio, se concentró y alzó ambos cadáveres a la vez, preparado para lanzarlos bien lejos, cuando sintió el frío metal atravesar su costado por la espalda. Un hombre joven, que al igual que él aparentaba alrededor de veinte años, le sonreía con sadismo mientras liberaba a su cuerpo de aquella hoja envenenada. Los cadáveres se disolvieron a la vez que caía al suelo y mientras Nadîm trataba de atacarlo, horrorizado por lo que acababa de ver nada más alcanzar a su hermano, el gigantesco cadáver de Mikhail, que pese a no ser ni la mitad de lo que él era tenía la capacidad de dejar sin respiración a cualquiera, con su ropa vikinga y sus más de dos metros de altura, tomó un arma envenenada y se la clavó en el cuello por detrás, de forma traicionera, terminando con la última esperanza de Giorgia, que ya podía oír un suave llanto de bebé en el interior del paritorio.

En la actualidad

— No, Altair, esto es serio debemos comenzar ya la búsqueda —. Marcus caminaba frustrado mientras Mackenna recogía los cristales rotos del suelo.

Su pecho subía y bajaba con rapidez, con el susto en su piel, metido en lo más profundo de su cuerpo. Sus rodillas le dolían y sus manos vendadas le escocían debido a los cortes que tenía, pero no podía quedarse quieto, no mientras tenía en su otra mano uno de los papeles que había escrito, uno en el que ponía "Ya están aquí".

—Bashshâr dice que aún no estamos preparados para salir a buscar gente —. Altair hablaba con tranquilidad.

Marcus le había encontrado comiendo y su humor mejoraba considerablemente con un buen plato de lasaña encima de la mesa.

—Quiere que vengas primero a entrenar, lo han pensado mejor y creen que es lo mejor —. Se metió un buen trozo de lasaña en la boca y masticó con rapidez para seguir hablando—. Luego de que entrenes con ellos y conmigo nos separaremos como teníamos previsto.

—No, él no lo entiende y tú tampoco ¡Joder! —. El hijo de Aries se llevó una mano a su sien para masajearla —. Esto es muy serio, de verdad, no podemos esperar más.

Hizo una ligera pausa y se mordió con suavidad el labio, pensando que decir para que no se le tomara como a un lunático. No tenía argumentos reales que darle a Altair, solo un mal presentimiento, una corazonada que le hacía querer salir huyendo de ahí. El hijo de Géminis quería respuestas, claro, como cualquier persona al recibir una llamada como aquella, pero él solo tenía unos papeles escritos por él mismo y un espejo roto. Ah, y una mujer asustada que esperaba que llegara su marido pronto del trabajo, no podía olvidarse de ese detalle.

— Si es tan grave como afirmas no deberías hablarlo conmigo —. Marcus hizo una mueca de disgusto al oír aquella contestación por parte del italiano —. Voy a pedir una reunión con las estrellas para comentarles lo que me estás diciendo pero no bastará con que yo lo pida, deberás hablar tú con ellos y exponer tu propuesta.

— Haré lo que sea necesario —. Comentó el hijo de Géminis, cuya tranquilidad estaba comenzando a enfadarle, no podía estar tan tranquilo cuando él estaba a punto de colapsar.

— Te cuelgo, acabo de ver a Nadîm. Apúntate esto en la guía de supervivencia del celeste: si quieres algo, Nadîm es tu hombre —. Dicho esto colgó sin darle tiempo a Marcus a despedirse.

Altair se quedó mirando su plato, pensando que aquella llamada había logrado quitarle el hambre. Hizo una mueca, odiaba tirar la comida pero no podía llevarse la comida a su habitación, como decía Stephania, una de las señoras que se encargaban de cocinar allí, la comida no sale de la cafetería. Hizo un esfuerzo y se terminó la comida, Marcus, solo tú puedes estropearme el día de lasaña pensó para su adentros mientras se levantaba de su asiento y se encaminaba a dejar el plato sucio en su sitio.

Ahora tendré que buscar a Nadîm se llevó las manos a los bolsillos y se dirigió a aquel despacho donde su mayor protector se solía encontrar. Por un momento, pensó en lo que le estaba pidiendo Marcus, lo que no sabía el hijo de Aries es que el hijo de cáncer también estaba localizado, pero era solo chico de catorce años -bueno, los cumpliría en verano- y, Altair mismo solo tenía dieciséis, no se sentía preparado para salir a buscar celestes por el mundo y tampoco está dispuesto a que el hijo de cancer hiciera lo mismo.

Sintió el deseo egoísta de no decir nada pero, supuso que no estaba en posición de hacerlo, no si aquello que decía resultaba ser cierto, se masajeó la nuca mientras abría sin pedir permiso para entrar, quizás si no fuera quien era, aquel acto llegaría a suponer un castigo por parte del viejo astro, aquel que con ojos cansados le miraba como si no esperase nada importante, cada día más anciano que el anterior.

—¿En qué lío te has metido? ¿Te han castigado sin postre?— cuestionó, quitándose las gafas y apoyando sus manos sobre la mesa, entrecruzándolas en un gesto reflejo.

El hijo de géminis le miró preocupado, y tardó unos segundo en buscar las palabras para dirigirse a ese astro que lo había criado y que cada vez parecía más perjudicado pese a ser inmortal, algo que sorprendió a Nadîm, pues Altair no era un hombre precísamente cortado, era alguien franco y lanzado que decía las cosas muchas veces sin pasar a pensarlo dos veces.

—Marcus ha llamado— murmuró, aún con ganas de callárselo para sí mismo— dice que deberíamos empezar la búsqueda, que estamos en peligro y que hay algo que ya está aquí, no sé muy bien el qué, sonaba como un lunático.

—Creo que puedo llegar a imaginarme a qué tipo de algo se refiere— contestó el hombre mientras frotaba la cicatriz de su cuello, una que siempre había tenido y que Altair desconocía el orígen. Su cabello canoso solía cubrirla cuando se encontraba largo, pero cuando se encontraba en su estado habitual permitía percibirla claramente, cómo era el caso.

l— Entonces ...—Altair le miró atento, esperando alguna orden por su parte.

El hombre le miró con una sonrisa en su rostro, una sonrisa que buscaba tranquilizarle. Su rostro se encontraba ligeramente arrugado, sobretodo en la parte de los labios, signo de que era una persona que acostumbraba a sonreír y a reír, a disfrutar de cada momento, pero en aquel momento Altair no sintió la tranquilidad que solía trasmitirle la vieja estrella. Sus ojos indicaban otro sentimiento más oscuro.

—Debes tener cuidado, pero quizás Marcus tenga razón, es el momento. Creo que estás preparado, solo necesitas un par de cosas que van a ayudarte a completar la misión, además de por supuesto tener mucho cuidado.

—¿Estás seguro de eso? —Preguntó sin creerse preparado, pero con una sensación diferente comenzó a inundandole ante la sola idea de salir de aquellos muros gruesos que lo separaban del exterior —. Si tu lo dices

—Te aseguro que todo irá bien— prosiguió Nadîm, con la calidez que le caracterizaba— tendrás aliados en todas partes para ayudarte en lo que necesites.

El hijo de Géminis asintió, fingiendo una preocupación que había dejado de sentir, la idea de la libertad se le hacía cada vez más tentadora, sin horarios que seguir, siendo prácticamente su propio jefe, porque no tendría a nadie encima siguiéndole los pasos. Quizás no iba a ser tan malo el hecho de comenzar la búsqueda antes de tiempo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro