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24. Cúrame tú

Alec, por supuesto, ya no pudo dormir. Así que optó por la ducha y después salió a la cocina para preparar algo. Al salir, ya que su recámara y la de Magnus estaban una frente a la otra, y seguramente Magnus dejó la puerta abierta, pudo oír el agua correr y el pasillo se llenó del olor a sándalo, ese olor que siempre acompañaba a Magnus. Tal vez era su shampoo, pensó Alec mientras seguía su camino.

Escuchó un maullido de Presidente, pero lo ignoró, todavía tenía la absurda idea de que el gato lo odiaba.

Alec estaba cocinando cuando, minutos después, Magnus salió de su habitación. No anunció su llegada ni dijo nada, simplemente se quedó mirando al cazador revolver alguna mezcla mientras tarareaba alguna canción que él no conocía.

🎶 Desearía nunca haberte visto. Desearía nunca haberte tocado. Desearía poder parar de amarte tanto, porque soy el único que está intentando mantenernos tanto cuando todas las señales me dicen que debo olvidarte.

Desearía que no fueras lo mejor, lo mejor que he tenido. Desearía que lo bueno sobrepase lo malo.

Pero esto nunca terminará hasta que digas que se acabó. Estas cicatrices de batallas no parece que estén desapareciendo, no parece que se irán... 🎶

Sonaba triste, sin embargo, y Magnus avanzó hacia Alec casi sin darse cuenta. Queriendo envolverlo en sus brazos, ni siquiera lo pensó, sólo llegó a su espalda, deseando envolver sus brazos a su alrededor. Alec se sobresaltó antes de que llegara a tocarlo, por la sensación de un cuerpo tras el suyo, el calor emanando al suyo, y el inconfundible olor de Magnus. Un poco de la mezcla, de lo que estaba cocinando, se derramó sobre una de sus manos cuando saltó en su lugar.

Alec no se quejó, no gritó, simplemente dejó las cosas en su lugar y fue por agua o algo para ponerse en la mano.

Magnus empezó a disculparse insistentemente, incluso cuando Alec dijo que no era su culpa y no dolía tanto, fue sólo una pequeña quemadura.

-Espera -Magnus lo detuvo-, ¿por qué no usas un iratze? Tienes tu estela, ¿cierto? Puedo traertela, ¿está en tu habitación?

-¡No! ¡Espera!

-¿Qué pasa? Si por mí fuera, te curaría con mi magia ahora mismo, pero entiendo tu aprensión. Una cosa es que haga magia cerca de ti y otra en ti. Con el tiempo, cuando haya más confianza entre nosotros, tal vez...

-Hazlo tú -Alec no podía creer que lo estaba diciendo, que le estaba pidiendo curarlo con magia, aceptando la magia de un poderoso brujo en él. Pero no quería una runa, además de que no las necesitaba porque no salía a batallas, eso le recordaba que él ya no servía como cazador, recordaba cada runa pero no podía saber si la hacía bien, ¿y de qué servía hacerse runas que no le serían útiles?

Pero Magnus pareció no escucharlo. Sólo siguió hablando. -...pero, por ahora, es mejor una de sus runas, así no te estará doliendo largo rato o ardiendo...

-Hazlo tú -repitió Alec.

Eso detuvo completamente a Magnus. Dejó de hablar, de tocar suavemente el brazo de Alec, sus ojos muy abiertos. -¿Qué?

-Hazlo tú -Alec le sonrió-. Confío en ti, ya te lo dije, sé que nunca me harías daño. Cúrame con tu magia, Magnus.

-¿Estás seguro, Alexander? -cuando Alec asintió, Magnus empezó a dejar salir chispas azules de sus dedos, acercándolos a donde la piel de Alec ya estaba enrojecida. Alec respiró profundamente, conteniendo la respiración después, temblando un poco cuando sintió no sólo cerca, sino directamente la magia de Magnus.

Fueron sólo unos segundos, después el ardor desapareció y el cosquilleo de la magia de Magnus también. Los dedos del brujo dejaron de volver su brazo.

-¡Listo! Y, de nuevo, perdón, Alexander. No sé en qué estaba pensando al acercarme así mientras cocinabas, fue imprudente. En mi defensa, nunca había vivido con nadie más que Presidente, no estoy acostumbrado y...

-¿No has tenido parejas? -preguntó Alec, distraídamente, mientras acariciaba su mano que ya no ardía más y su piel se sentía suave-. Alguna de ellas debía cocinar.

-Con ninguna, o ninguno, llegué a vivir. Soy muy receloso de mi espacio. Y además con ninguno realmente tuve esa conexión y confianza suficiente para permitirle estar a mi lado.

-Y lo hiciste conmigo -Alec no preguntó, lo afirmó con un tono no sólo de sorpresa, también de amargura.

Lo hiciste y, cuando me vaya, nunca volverás a confiar en nadie.

-Lo hice -respondió Magnus feliz, creyendo que la expresión de Alec era sólo de sorpresa-. Porque serías incapaz de abusar de mi confianza o dañarme, Alexander. No porque no puedas, pero no lo harías. Y las cicatrices -dijo, recordando la canción que lo había iniciado todo-, tal vez no se van, pero son heridas que sanaron y demuestran lo fuertes que somos como para sobrevivir a ello.

Claro, eso con las físicas, pensó Alec, ¿qué pasa con las que no se ven? En el alma, en el corazón. Ahí donde voy a herirte yo.


CONTINUARÁ...

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