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2._Rojo


La mujer caminó hasta que sus piernas tocaron el borde de esa cama amplia y,a simple vista,
cómoda que estaba cubierta de mantas blancas como el armiño. La construcción crujía mientras el mar la arrastraba a su interior, con una violencia moderada. Como lo está un puño enarbolado en amenaza. No había otro sonido que el de las putrefactas tablas sujetas por oxidados clavos resistiéndose a soltarse.

-¿Cuál es su nombre?-le preguntó Whiss,después de mirar esa espalda descotada en que los rojos cabellos de la mujer,parecían hilos de sangre fresca.

-El nombre es lo de menos. No estás aquí para conocerme ¿O si?-le preguntó al mirarlo por encima de su hombro,con una sonrisa como la tendría la lujuria de tener un rostro humano.

-En efecto. No estamos aquí para eso-intervino el padre de Whiss, que se quitó el abrigo y lo colgó sobre un endeble perchero.Al hacer eso fijo su atención en Whiss a quién le hizo un gesto con la mano para que se pudiera adelantar.

Con un recato medio mojigato, el más jóven avanzó hacia aquella mujer que de espaldas a él,
parecía invitarlo a hacer de ella un instrumento de sus caprichos y deseos. Algo que causaba un poco de temor en Whiss,que puso sus largas manos sobre los blancos hombros de ella,con un  imperceptible temblor. Fue como posar los dedos en el pomo de una puerta que te revelará la verdad de ti mismo. Se estremeció por completo.

A fuera el mar rugía como una fiera que tiene atorado algo entre los dientes y agita su lengua para extraerlo.

Los delegados tirantes de ese vestido fueron deslizados por aquella pristina piel,hasta hacerles imposible el sujetarse y ceder, cayendo con todo el atuendo al piso de forma pesada. Cómo una lona que descubre un objeto precioso hace mucho oculto de los ojos de los hombres. La negra lencería quedó expuesta como las fronteras de vírgenes tierras,por las que los exploradores trasarian senderos que burlarían tan débil resistencia. Ninguna objeción surgia de parte de esa mujer,cuyo cabello rojo parecía resplandecer como las brasas de un incendio. En el interior de ese cuarto hacía calor. Un calor húmedo,como ese beso entre los labios glaciales de él y de fuego de ella.

Esas bocas eran como dos geyser. Cavidades de fluidos calientes dónde dos lenguas se encontraban como dos serpientes, que intentan enroscarse la una sobre la otra. Su estatura era un problema para si mismo,pues lo obligaba a inclinarse de una forma incómoda,razón por la cual, mientras se quitaba ese pesado abrigo decidió tenderla sobre esa cama,que parecía hecha de la consistencia de una nube imaginada por un niño. Whiss era delgado,pero su cuerpo era pesado y al quedar sobre ella, le dificultó respirar a aquella mujer,que pese a que se estaba sofocando por la ausencia de aire limpio,no abandonó la contienda que libraba con cada músculo de su lengua,al interior de esa boca calurosa. La membrana mucosa de aquel órgano secretó una saliva más pegajosa que al separar las bocas, dejo un hilo cristalino entre los dos. Una tela de araña que se sintió helada en el beso que siguió.

¿Qué clase de conjuro había en esa mujer,para sucumbir de esa forma con sólo un beso,que partió como una llave oxidada nada más? Se preguntó Whiss, mientras se aferraba a ese cuerpo cinuoso y suave como terciopelo. Quizá el hechizo no estaba en ella sino en él,que se sentía hecho de una materia inconsistente,que parecía estarse moldeando a ese cuerpo bajo el suyo,del que no quería desprender la boca. Era como un colibrí maldito que no podía parar de beber el nectar de una flor exótica. Hasta olvidó la presencia de su padre y sobretodo su remilgado carácter, para entregarse a un anhelo totalmente nuevo y demasiado vehemente,para intentar dominarlo.

Esa ropa que tenía a cuestas era un estorbo. Era molesta y procurando no apartarse,por mucho,de esa boca que parecía inyectar un afrodisíaco en su cuerpo,Whiss se fue abriendo la parte superior de su atuendo. La camisa blanca se fue pintando de escarlata,como un papel húmedo en que se deja caer una gota de acuarela.

El mar negro como el hollín, arrastraba la construcción hacia una tormenta de nubes más negras que esas aguas. Blancos relámpagos podían verse en la distancia y un viento huracanado bramaba sobre las olas.

Por comodidad, aquella mujer terminó sobre él con la piel caliente y la respiración agitada. Se separaron un instante. Uno breve,para poder liberar esas esferas suculentas que ella escondía detrás de un brasier de encaje,que era como un trapo espinoso para Whiss,que desprendió el broche con forma de mariposa entre los pechos que saltaron de sus jaulas,como dos pequeños polluelos regordetes ambrientos de tacto. Toques que no llegaron de las manos de Whiss,sino de otras que aparecieron desde atrás de aquella espalda que se dobló con  la elasticidad de un orosus,para ir a quedar suspendida sobre el padre del tipo que quedó bajo sus piernas. Las manos de ese, que decidió unirse eran más pequeñas,pero dotadas de una curiosidad mucho más atrevida que la de su acólito,que se quedó viendo con disgusto como su padre le robó ese segmento del cuerpo de aquella mujer,que pareció olvidarse de él.

Los pálidos brazos de esa fémina,se extendieron a los costados como dando libertad sobre el resto de su cuerpo,que tenía una delicada capa de sudor que le daba un brillo como de glaciaso.

La techumbre de la casa se azotaba contra las tablas entre el viento de la tormenta. Se desprendió todo de una sola vez dejando caer,sobre esa cama,una lluvia salvaje;pero incapaz de robar la atención de esos tres. Las maderas de los muros empezaron a quebrarse y pedazos de tablas,salían volando mientras la vieja construcción se enfilaba a las crestas de las olas que la tormenta levantaba,con voracidad por la tierra todavía lejana.

Mientras con la diestra exprimía uno de esos pechos,como si de una naranja madura se tratace,la otra mano de su padre bajo, por el abdomen de la mujer,hasta el declive de la pelvis. Pasó por debajo de la sensual prenda con motivos de rosas y desapareció al interior de esa cavidad que en ocasiones es sólo otra boca hambrienta. Whiss observó aquello con dificultaded,pues la lluvia le deshizo el peinado y su cabello cayó sobre sus hombros y su rostro. Lo apartó para ver cómo aquella muchacha soltaba un suspiro con mezcla de gemido y al hacerlo mordía su labio inferior,al tiempo que la parte superior de su cuerpo, de ese cuerpo curvilíneo y vertiginoso,subía para dejarse caer sobre esa mano que era como un candelero en su interior.

La recta e impecable conducta de su padre cambió por una de osada investigación. Cómo la de un científico que tiene entre sus manos un espécimen para pruebas que no obedecen la moral. El ensordecedor sonido de los truenos,no le permitían oír los susurros de su progenitor en ese oído cubierto por una oreja que soportaba besos, con finales entre dientes y una lengua que derrapaba por aquel cuello que se abría a un costado, para crear una pista al atrevido conductor.

Sintiendise desplazado Whiss,se sentó para alcanzar aquel cuerpo del que lo estaban apartando. Su desnudo pecho choco contra el de ella y por un instante le pareció ver surgir un vapor de aquella colisión,pero lo ignoró para buscar esa boca otra vez,dejando sus manos ir a la espalda de aquella mujer. Estaba húmeda por algo más que la lluvia. El abdomen de su padre,contra el torso de la mujer,dejaba poco espacio a sus dedos;pero pudo alcanzar esos glúteos que reposaban sobre sus piernas entre las cuales,su sangre se estaba agolpando.

Los relámpagos daban una cegadora luz blanca que amparo los movimientos más bruscos en busca de reclamar la tierra acabada de explorar. Cuál de lo dos pondría allí su bandera primero,se volvió una contienda desalmada. Pero el terreno estaba ya lo suficientemente blando y húmedo,después de un tiempo que no se pudo medir,en que las caricias de padre e hijo, sobre esa mujer, fueron como el viento que arrancó las tablas a lo que alguna vez fue un bar. La balsa precaria en que sólo sobrevivía aquella cama,que desafiaba la negra tormenta, estaba por llegar a la cresta de la hola y lo hizo cuando ambos entraron en la carne que decidieron compartir entre los dos.

Las puertas de enfrente y posterior fueron abiertas.

La mujer cayó sobre Whiss y dada la postura que tenía que sostener,aquella boca quedó demasiado lejos así que sació su apetito con aquellos pectorales despoblados de vellocidad,en que hundía sus dientes como en sus costados sus uñas,para desquitarse de las acometidas de esos dos. Torció uno de sus brazos hacia atrás,para llevar su mano hasta los caballos de ese que le dijo en un susurro podía llamarlo Dai. En un momento tiro de aquella cabellera y acabo con un montón de pelos blancos entre los dedos, incapaz de contener sus gemidos. Pero la tormenta lo silenciaba todo. Las palabras dulces de obsenidades anunciadas,las blasfemias producto del éxtasis;todo quedaba silente.

La cadencia fogosa de tres cuerpos a la deriva en el vendaval de la lujuria,terminó con un relámpago que dió sobre la cama,arrojando al trío a las aguas oscuras en la que entrelazados,como un monstruo de seis brazos y seis piernas, continuaron su ritual completamente mojados y sin aliento.

La luz del día los encontró tendidos en una playa de blanca arena y cielo cubierto de nubes. Whiss miraba arriba,ahora vestiendo un pantalón y camisa rojos como la sangre. A su lado estaba su padre vestido con las mismas prendas del mismo color. Un poco más atrás, estaba esa mujer enfundada de negro, pero con su cabellera infernal. Se levantó y poniendo sus zapatos de tacón sobre el hombro de forma sensual,paso entre los dos rumbo a la negra ciudad cuyos edificios se desintegraban como niebla, ante la mísera luz de un tímido sol detrás de las nubes. Dai y Whiss se arrodillaron sobre la arena para verla desaparecer entre los vapores y humos negros de la ciudad.

-Que sería de mí sin los sueños humanos-le dijo Dai a su hijo, poniendo su mano sobre el hombro.

Un resplandor los envolvió y ambos estaban dónde partieron. Un mundo en que se reunieron para realizar un peculiar viaje.

-Por eso los ángeles no dormimos,Whiss. Soñar es peligroso-le dijo el Gran Sacerdote, antes de volver con Zen oh sama a sus obligaciones.

-Ahora lo entiendo-murmuro Whiss y con una mano en la espalda y otra en su centro, partió de regreso a su mundo, con las sensaciones de la lujuria palpitando en su piel.

                          Fin.

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