1._Negro
La ciudad tenía centenares de edificios de color negro,gris y blanco. Los combinaciones de estos tres colores era infinita y daba al paisaje un aspecto de piedra. Cómo la escarpada ladera de una montaña, expuesta a un clima hostil.El cielo siempre estaba cubierto de nubes de tormenta que nunca llegaba a caer. Aún en esa abstenencia de agua fresca, las calles y callejones estaban húmedos. El olor de esa ciudad era como el de flores podridas en un jarrón y a dónde quieras que fueras,no podías escapar de ese olor, ni de la humedad que hacía de las basuras unas masas que ni el viento más fuerte arrastraría. Pero tampoco había viento. La gente se paseaba cubierta de grandes sombreros y largos abrigos,en los mismos tonos de los concretos que cubrían la tierra,besada por un mar tan negro que parecía petróleo o algo peor.De ese océano se sacaban pescados deformes,pero de buen sabor,cuyas entrañas estaban aquí y allá en el puerto,el mercado y un poco más allá.
Aquel sitio inmundo y dónde cualquier color que escapara a los tonos del cemento y la muerte era una ofensa,parecía la cloaca del mundo. Una ciénaga maldita a la que llegaban los infaustos en busca de algo que el mundo, más allá de ese mar,no les podía dar. Cada cierto tiempo al endeble puerto,llegaba un barco con pasajeros de atuendos que en nada eran diferentes a los de los habitantes,de tan peculiares ciudad. Pero esa tarde aparecieron dos sujetos de un aspecto singular,sin embargo, a nadie le llamaron la atención. Todos iban siempre con las cabezas gachas,apretando sus abrigos,sujetando sus sombreros y cubriendo sus rostros con bufandas largas que, en ocasiones,arrastraba por el piso.
Los forasteros caminaban enhiestos,con sus limpios semblantes descubiertos y con un ánimo bastante bueno. El más pequeño sonreía de forma gentil y el más alto,se mantenía un poco más serio,pero nada incómodo,pese a que aquel lugar no le era agradable.
-El olor de este sitio es insoportable,padre-le dijo el alto mientras se cubría la boca con un pañuelo,que saco de su chaqueta.
-Es el olor de la fornicación,del onanismo...-le señaló el más bajo con una sonrisa un tanto maliciosa.
-Vas a tener que recompensarme por esto de forma muy generosa.
Su padre cerró los ojos un instante y luego alzando la mirada hacia su acólito dijo:
-Aceptaste hacer esto conmigo Whiss,eso habla bastante de lo que escondes debajo del abrigo, querido hijo.
Un sutil rubor se apoderó de las mejillas del más joven y no volvió a hablar.
Después de una larga caminata, por la costa, llegaron a un bar sobre palafitos. Una construcción de madera medio podrida,cubierta de algas y percebes,que era azotada por las negras olas de blanca espuma. La mísera edificación crujía como una embarcación moribunda cada vez que el mar la tocaba. Un humo denso de cigarrillos y habanos inundaba todo el lugar,dónde los pisos inmundos de sangre,semen y mierda seca,eran cama de los borrachos que sucumbieron a la bebida. En medio de mesas cojas había una tarima en que cantaba una mujer. Fue lo único en que esos dos se fijaron al ingresar al deplorable sitio.
La dama era joven y tenía un pelo rojo,como tinta. No podía no destacar ese color entre tanto negro y gris,mas su piel no quedaba desprovista de atención. Era tan blanca como un papel. Invitaba a ser ensuciada,apretada, mordida y poseída de una forma irresistible. El vestido negro era ceñido a su figura de curvas,que en un mundo de atuendos rectos y planos,la hacía ver exótica. Además el negro de su vestido brillaba como el rocío a la luz del sol de la mañana. Cantaba un tango mezclado con jazz,
meneando sus caderas cual vaivén del mar. Algo hipnótico, pero frío y peligroso. Sus ojos de decoradas pestañas,se fijaron en los de ellos de inmediato. Eran muy diferentes a los sujetos que se paseaban por la ciudad.
Padre e hijo se fueron a sentar a una mesa cerca de la tarima. Sus abrigos eran blancos y no parecían adquirir la suciedad que rosaban sin querer. Sus caras tan limpias y sus ojos tan claros,eran como dos flores en medio de un pantano,para esa mujer que al compás de aquella música,bajo hasta ellos como una gata melosa que fue a sentarse en las piernas del más alto,para cantar desde allí,a esa audiencia viciosa e indiferente; gris.
-Con este tango que es burlón y compadrito...-decía la mujer al dejó caer sus glúteos sobre esas piernas delgadas y un poco duras,que por poco se abrieron dejándola pasar al piso,algo que le saco una sonrisa-Se ató dos alas las emoción de mi suburbio.Con este tango nació el tango y como un grito,salió del sórdido barrial buscando el cielo...-continuo al hacerle una caricia,con la punta de los dedos, en la barbilla a Whiss.
El pobre tipo estaba rojo a más no poder. Frente a él,del otro lado de la mesa,su padre lo miraba con cierto desdén,es que sabía bien que ese rubor no era más que el reflejo de la vergüenza que sentía su hijo,por sus propios pensamientos. Esos que eran muchos más osados que los de él.
-Conjuro extraño de un amor hecho cadencia,que abrió caminos sin más ley que su esperanza-siguió la mujer y se giró para quedar sentada de frente al mayor. Abrió bruscamente las piernas para tirar la mesa que lo separaba de él y estiró hasta ese individuo su larga extremidad-...Mezcla de rabia,de dolor,de fe,de ausencia,
llorando en la inocencia de un ritmo juguetón...
Las miradas de los parroquianos se fijó en aquella escena,en que la mujer se deshizo de su zapato de tacón para subir su pie hasta las rodillas de ese sujeto peinado hacia atrás,que con una expresión de estar jugando póker,dejó que separan sus piernas y se quedó viendo como ese pie iba hasta su entrepierna para de forma juguetona, acariciar la cremallera de su pantalón.
-Por tu milagro de notas agoreras,nacieron sin pensarlo las paicas y las grelas.Luna en los charcos, canyengue en las caderas...-cantaba la mujer en cuyos ojos andaban ninfas de lujuria que invitaban a acercarse a esa piel,cuyos brazos se levantaron al cielo para hacer un aro por el cual hizo pasar la cabeza del sujeto que le servía de asiento-...Y un ansia fiera en la manera de querer...
Para cuando el último verso escapó de la escarlata boca de esa mujer,el tipo de baja estatura le sostenía el pie de una forma muy delicada y sensual. Siguió con la mirada la oscura media hasta la liga de encaje dónde la piel volvía aparecer blanca como el azúcar. Un beso tenue en la punta de los dedos de la muchacha, obligó a esta a apartarse de él y levantarse de las piernas del otro,para volver a la tarima en medio de algunos gritos de los borrachos y una lluvia de flores arrancadas de los floreros que decoraban el lugar. Flores vanas que se apilaron sobre las tablas,sin que alguien siquiera pensara en levantarlas después.
Unas horas después la gente debaja el lugar,pero esos dos se detuvieron en la puerta al ser llamados por aquella mujer. No había nadie más en aquel lugar. No había más luz que la de un bombillo trémulo que iluminaba una puerta detrás de la tarima, en que ella estaba sentada bebiendo una copa de vino. A fuera el mar,ese negro océano, azotaba la estructura sin piedad. Las olas cubrían el techo mientras iban rompiendo los palafitos.
-¿Quieres retractarte,Whiss?-le preguntó su padre viéndolo de reojo.
-No-contesto después de mirar a esa mujer un largo rato-Continuemos.
Ambos miraron al piso y a fuera. Había una espacio entre la estructura y la roca en la que se sujetaba. Ambos pusieron el taco de sus zapatos ahí y empujaron con fuerza,logrando separar el bar de la costa. Mientras él edificio era abrazado por el mar, padre he hijo seguían a aquella mujer hasta la habitación detrás de esa puerta que cerraron tras ellos.
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