6-b
—Pero, señorita Sophía... —habló Vergil, refutando la decisión de la mujer de Esteban o, más bien, de la nueva reina de los Infiernos. Hacer equipo con un ángel, ¿dónde se había visto tanta locura junta?
—Su majestad Sophía, niño —corrigió Lucifer tan rápido y con tanta fuerza que las paredes del salón vibraron—. La Dama Dios es la nueva reina infernal y deberás tratarla con el mismo respeto que le muestras a tu madre —demandó el Diablo, mirando al bastardo de su primera consorte como si fuera una cucaracha que deseaba aplastar.
—Vergil—la diosa miró al peli blanco más joven—, llama a Mina y hazle saber que necesito comunicarme con el Rey de los ángeles —Luego, le habló a su ex consorte con ira—: Y tú te vas a calmar.
James no soportó más y, con un rápido movimiento, le lanzó a Lucifer una bola de fuego, quemando al Gran Demonio en el pecho y logrando que Lilith soltara un grito ahogado. El impacto hizo que tanto silla como ocupante golpearan la pared de atrás; la madera crujiendo mientras se quebraba contra la roca.
Necesitaba sacar a su mujer de allí. Es que no iba a permitir aquello; él no iba a permitir que la mujer que lo montaba cada vez que tenía oportunidad, se uniera al maldito rey de esa dimensión, no iba a permitir que sus pequeñas sufrieran el abandono que tuvo él y estaba seguro sobre todas las cosas que el idiota de Halle pensaba exactamente igual.
—No, ella es mi Reina NO tuya —De inmediato los ojos de la diosa miraron al demonio con furor.
Los cuatro gobernadores se levantaron de inmediato, gruñendo y formando esferas con su poder elemental, pero un grito gutural de su rey supremo, los detuvo en el acto.
—¡Que nadie se involucre en esto! —La voz de Lucifer se oscureció mientras se levantaba y una ráfaga de viento, la cual lanzó la larga mesa contra la pared contraria, salía de su cuerpo al transformarse a su apariencia demoníaca—. Ese bastardo es mío.
Al escuchar esto la reina de los cielos, quería matar al demonio oji verde, pues tenía claro que el castigo que le daría Lucifer no sería nada bonito.
—No lo vayas a matar, ahava nefesh —susurró Sophia con su poder hacia los oídos de su nuevo Rey.
—No te preocupes, yeara remir, no lo mataré —sentenció Lucifer con los irises blancos estriados de dorado reluciendo antes de plantar un breve beso en los labios de la diosa y formar un rayo de electricidad negra que luego lanzó hacia el joven rey infernal.
Aquel despliege amoroso destrozó al hijo de Lilith, quien se protegió, dejando su lado humano para también transformarse en un demonio, con un escudo de fuego; para luego atacar de nuevo con un rayo del mismo material.
Su oponente fue rápido para cubrirse con sus alas de murciélago, logrando que la piel de éstas absorbiera la mayor parte de la electricidad. Frías carcajadas hicieron eco en aquel salón antes que el Príncipe de las Tinieblas se teletransportara frente al demonio menor y le lanzara un puño que fue evadido en el último instante. James le regresó el golpe, el cual fue esquivado con una sonrisa, sintiendo como Lucifer le agarraba de su ala derecha y lo tiraba al piso. No iba a perder contra el antiguo Rey, tan fácil no. Por eso se estiró y saltó de una manera rápida para no ser agarrado por su contrincante de turno.
Vergil saca a tu madre, ordenó la mujer Diosa mientras sus dos amados demonios estaban enfrascados en su batalla y vió como sus órdenes fueron acatadas de inmediato por el joven trueno azul.
—¡Por mí! —Ella dió un grito, girando su rostro y unió sus manos creando un camino de luz, separándolos.
—No soy alguien que suele permitir ataques de tal magnitud hacia mi persona, yeara remir —dijo el rey demoníaco cuyo usualmente cabello blanco ahora lucía tan negro como la noche.
—Lo entiendo ahava nefesh; él está herido, pues me quedaré contigo.
De repente, Esteban agarró al gran demonio del cuello, mientras reía siniestramente. Su rival gruñó, mostrándole los colmillos y, reuniendo electricidad en su mano izquierda, hundió un rayo negro en el estómago del ojiverde. Los ojos esmeralda de Sophia se redondearon a la misma vez que un grito de horror brotaba de su garganta, quebrando las paredes de roca del salón. El joven toció, sangre derramándose por las comisuras de su boca a la vez que apretaba los ojos, tratando de mantener el dolor a raya. Lucifer, en cambio, sonrió y estuvo apunto de decir algo cuando los ojos de Esteban se abrieron y las garras que habían estado rodeando la garganta de su rival, se apartaron un segundo antes de enterrarse en la tráquea del infeliz.
—¡Ya basta! —gritó la reina celestial, haciendo que la tierra volviera a templar y que la luz propia volviera aparecer más fuerte. Se estaba transformando en Dios, perdiendo sus alas brillantes.
Por ende, Sophia miró a Esteban y Lucifer antes de que se mataran pues sabía de sobra que ambos no se rendirían tan fácilmente. Fue por eso que mandó a su ex consorte a una pared después de tirarlo varias veces por el salón, dejándolo colgado para tranquilizarlo; y al otro a su silla, devolviendo todo como estaba antes de la llegada de los hijos de Lilith.
Sintiendo su orgullo herido, el Príncipe de las Tinieblas le lanzó un rugido a su nueva reina y las rayitas doradas en sus ojos parecieron brillar con poder.
—Sophia...
—Faltaste a tu palabra. Ibas a matarlo —lo interrumpió ella de inmediato, su voz con un eco místico que le helaría la sangre hasta al más temerario de los demonios—. Y no te atrevas a negarlo porque me di cuenta que tus intenciones cambiaron a la mitad de la pelea.
Él lanzó un suspiro enojado y comenzó a tamborilear sus garras negras sobre la mesa. Pasaría un buen rato antes que se calmara lo suficiente como para volver a su forma angelical.
La Dama Dios apartó su mirada esmeralda del rey y volvió a llamar a la madre de Vergil, y a éste, de vuelta al salón. Una vez todos estuvieron presentes y calmados, aunque fuera un poco, ella habló con una superioridad divina que al príncipe oji azul no le quedó más remedio que obedecer. Estaba harta de las niñerias a su alrededor y molesta.
—Pásame ese aparato que llevas en tu bolsillo —alzó una ceja castaña —, y marca a Mina. Ya van a saber la razón del porqué estoy aquí.
Daniel, quien como un león en una jaula esperaba expectante, comenzó a sentir presión en sus sienes. Hacía unas horas estaba aguardando que su mujer apareciera de la nada con una bonita sonrisa para besarlo y hacerlo caer entre su cuerpo.
Era extraño para él no sentir la conexión entre ellos, tenía claro que su mujer estaba en los infiernos, por eso su preocupación era constante ya que cada vez los terremotos eran más seguidos y más placas tectónicas eran movidas con mayor fuerza. Además, los mortales morían más rápido por cuestiones del cambio del clima tan extremos. Todo eso eran indicios de que algo estaba pasando en el Infierno.
Daniel estaba en la sala de aquel sitio, de ese hotel: debía de haber ido con el maldito de James, pero no, ahí estaba él, cuidando a esa chica... la mujer de aquel idiota bastardo oji azul, la cuál tenía cierta razón para sentirse culpable de tenerlos allí.
Se encontraba sentado leyendo un libro sobre una chica que se había enamorado de un tipo de gran fortuna, el cual tenía algunas maneras sexuales que debía poner en práctica con su reina, cuando vio salir a Mina de la cama temblando. Parecía que tenía noticias no tan buenas del Infierno.
El hombre no tuvo que adivinar mucho de qué o quién se trataba porque la expresión de Mina era un poema que decía bastante.
—Es la Da... —dijo ella entregando su teléfono a las manos del celestial, su respiración estaba entrecortada, pues se habían escuchado un par de gritos. Y parecían ser de Esteban.
—Gracias Mina —Daniel le sonrió y ella se acomodó en un mueble de la sala; su curiosidad era bastante imprudente.
Al poner aquel aparato en su oído, de inmediato se materializó un espejo de agua frente a él. Era una señal que Sophia quería verlo y en un segundo apareció ella con su cabello suelto y sus marcas en el pecho visibles aunque borrosas; eso le dio mala espina al ángel.
—Su majestad —saludó él haciendo una pequeña venia, teniendo respeto a la mujer de su vida.
Ella sonrió, mirando a Daniel, quien inmediato frunció el ceño pues no reconocía el sitio donde su reina se encontraba. Era un sitio oscuro con candelabros en formas de demonios y las llamas Eternas hacían que la joven reina se viera más hermosa, el efecto de las sombras lucían hermosas en ella.
—Estoy en el Infierno —contestó la joven antes que él preguntará, hizo que el espejo mostrará a las personas que la acompañaban y al fondo un hombre de largos cabellos negros y alas membranosas del mismo color. Daniel supuso quien era al verle, haciendo que el corazón del ángel se diera cuenta de una verdad triste. Por otro lado se le erizo la piel al ver a su némesis eterno muy lastimado, colgando de cadenas—. Daniel, Rey de los Arcángeles y Ángeles; debo de contarte algo —comentó ella, acercándose al espejo para que quedara claro y no tuviera que llegar a las mismas consecuencias a las que tuvo que llegar con Esteban.
—¿Cuándo volverás? —preguntó con el corazón de príncipe celestial en sus manos—. Quiero ver a mis hijas. ¿Es cierto que ya encontraste la manera de volver a nuestro Reino? —Sophia colocó su mejor rostro, pues sabía sobre todas las cosas que el ángel la amaba y ella lo adoraba mucho, pero por primera vez en ese lugar se sentía libre—. Mi niña de ojos verdes, respóndeme.
Lucifer se acomodó como un buen espectador quería ver cómo su joven reina se deshacía de aquel estorbo emplumado de una buena vez.
—Primero quiero que entiendas que te adoro y que siempre serás mi ángel guardián —bajó la cabeza—, pero no volveré a nuestra dimensión. Ustedes si, yo no.
—Sophi, ¿qué quieres decir? —Daniel frunció las cejas y el aire del hotel se tornó muy frío.
—Dani, me quedaré —Giró el rostro pidiendo la compañía de su rey oscuro, quien de inmediato tomó la mano derecha de la hija de Dios con una sonrisa genuina y coqueta hacía la chica de la luz—, seré la madre del Anticristo. —Mina y todos hicieron un eco de sorpresa—. Soy la única que puede traerlo. Fue por eso que Mina Larsa me trajo aquí.
Aquella noticia hizo que la nueva corte de Sophia estuviera apremiante y que Lilith sacará un aullido de dolor pues ahora lo entendía todo.
El ángel no podía creerlo, haciendo que su aura brotara y una ráfaga de viento abriera las ventanas de la suite. Él se sentía morir y Esteban era traicionado por primera vez; el demonio James se puso en los zapatos de la reina.
—Ustedes volverán cuando vayamos a rescartar a la hermana de Vergil —Se limpio las lagrimas porque no deseaba que su ángel estuviera triste, pero era hora de decir algunas cosas.
El Rey Supremo sonreía al ver esa situación porque no le gustaba que Sophia sintiera compasión por los alados, pero entendía que eso era parte de su naturaleza. Al fin y al cabo ella era Dios.
—¿Por qué haces esto? —gritó el Alado. Las rodillas le tambaleaban a no más poder y el aire de los pulmones le faltaba.
—Porque puedo, no entendí mi grandeza hasta estar acá —Los ojos verdes de la reina brillaban con determinación—. Siempre estuve por debajo de ustedes, siendo nada más que un arreglo floral. Sin embargo, ahora haré lo que quiero y cambiaré algunas cosas —Observó los ojos azules de su ángel—. Dentro de unas horas, estaré contigo y Esteban. Iremos al mundo griego y traeremos a Ishmeth; es la única que puede mandarlos a nuestra dimensión.
—¿Acaso nunca fuiste feliz? —esa pregunta le resonó en la memoria a la Dama Dios.
Obvio que sí fue feliz, pero nunca fue ella misma, siempre se acomodó a la situación o a lo que necesitaban de ella. Daniel y Esteban eran parte de su felicidad, pero nunca la dejaron ser y siempre ellos dictaban lo que se hacía, la protegían encerrando su alma.
—A tu lado fui muy feliz y al lado de James, pero ustedes nunca me tomaron en serio —se mordió el labio—, siendo Dios, nunca han creído en mis capacidades y eso duele.
De la nada, Lucifer puso el brazo sobre su hombro, dando un cuadro siniestramente hermoso.
—Yo creo en tu poder, mi yeara remir —besó los labios de su nuevo vicio—, y serás la madre de mi heredero. De ahora en adelante Dios y el Diablo serán dos mitades de un mismo ser —declaró antes de inclinarse para susurrarle al oído en un tono meloso—. Cásate conmigo, Sophia de Nazaret.
La piel de la mujer roja se mostraba para mirar detenidamente a los ojos hechiceros de color dorado.
Sí, me casaré contigo ahava nefesh, Lucifer. Olvidándose completamente de la gente a su alrededor.
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N/A
Este es el nuevo apodo de Lucifer jajaja
Ahava nefesh: amado del alma
Canción: prometiste- Pepe Aguilar ❤️
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