12
Cuando las parejas ya no estaban, Daniel tuvo un presentimiento que lo hizo volver al puente donde toda aquella locura había comenzado. Había sentido tres fuerzas sobrenaturales muy grandes llamándolo, algo así como si se tratara de su "ex". Al llegar pudo observar a un ángel, vestido con una túnica de color rosa palo, sentado en el puente de Nueva York cargando a dos niñas: una tenía pelo extremadamente negro y rizado, la otra poseía pelo castaño igual al de Sophía. Aún así, las dos llamaban la atención pues ambas poseían en los irises unas medias luna que las identificaban como seres especiales. En su adultez, ellas serían el poder de la luna y lo femenino en todo su esplendor.
Al ver al Ángel, Daniel suspiró y habló demasiado nervioso, por no decir preocupado. ¿Ahora que haría? No tenía ni idea, pues no podía olvidar lo que Sophía había hecho, como tampoco lograba liberarse del sentimiento de traición que ella había dejado marcado a fuego en su pecho.
—¿Qué haces aquí? —preguntó al guardián de esas niñas, quienes eran suyas como su corazón. Se acercó con cuidado pues quizás fuera una visión o una mala pasada de su cerebro humano, cuando una de ellas, aquella con los ojos verdes del idiota de Esteban, lo reconoció y lloriqueó un poco—. Catalina, mi preciosa —La nena le tomó de la cara al ser alzada en brazos mientras la otra guardaba silencio, observando cómo su melliza trataba de obtener información de su angelical padre.
—Mi señor, estábamos en peligro cuando algo... —el ángel hablaba bastante rápido ya que aún se encontraba nervioso. En lo profundo de su ser sentía que no había hecho su deber como debía—, una luz nos trajo hasta aquí.
Laura estiró los brazos queriendo ser cargada por su padre y, una vez Daniel las tuvo en brazos a las dos, algo hizo que sonriera como hacía unos días no le nacía; sus princesas estaban al fin con él, ellas eran su motivación y su existencia. Realmente no importaba si Sophía no quería estar junto a él, lo más importante para él era el bienestar de esas dos almas, de esa combinación fascinante y hecha para adorar.
—No te preocupes, Rosmery —Daniel le dio un ligero apretón de hombros a su hermano alado—. Las llevaremos al Paraíso y....¿Qué pasó con el falso Cordero? —Ese era nombre que le habían puesto al padre de Sophía.
El joven ángel suspiró para decir que no había visto a su Señora y esto traería un cambio bastante inminente en la futura discusión que sus Reyes tendrían.
—Mi señor, Robín y Emmanuel se unieron para matar a las princesas —El guardián lloró al recordar como su hermano había muerto por salvar a su protegida Laura—. Fernando murió en manos de Robín cuando éste iba atacar a la princesa de los cielos.
Daniel se abrumó; Robín era su mejor amigo y ahora su asesino se ganaría tres enemigos bastantes pesados. Puede que Sophía fuese una loca, una desalmada tanto con él y el Astarot, pero jamás permitiría que nadie les hiciera daño a sus estrellas.
Sophía, vuelve pronto, por favor.
—No quiero volver, Mina —comentó Esteban al despertar, siendo atrapado por unos brazos femeninos. Imitando la iniciativa de la Chispa de Dios, besó el cuello de ésta como una despedida obligada antes de continuar con la misión de encontrar a la chica dimensiones—, pero hay que cumplir con el deber —la apretó contra su cuerpo de nuevo—, y ya sabemos cómo son los Dioses, aún más ella.
Le quitó la sabanas para volver a "torturar" el delicado cuerpo de la mujer de Vergil mientras ella solo sonreía y se sujetaba de los brazos del moreno; cuando un cosquilleo en el alma, un poco extraño para él pues le recordaba el momento en que nacieron sus hijas, hizo que se levantara de un solo tirón.
—No puede ser... Chicas, ¿son ustedes? —levantó la voz, provocando que su amante abriera los ojos de repente—. Laura Lucia de Nazaret James y Clariz Catalina de Nazaret Halle, ¿están aquí? —Se paró nervioso—. ¿Qué putas está pasando?
Los ojos grises de Mina se agrandaron al escuchar al demonio y se sentó en la cama, subiendo las sábanas para tapar su pecho desnudo.
—¿Tus hijas están en esta dimensión?
—Si querida Mina y esto me preocupa —respondió, preocupado, pero aun así sonrió, girando su rostro para devolverle la mirada a la chica—, me preocupa lo que puede llegar hacer Lucifer cuando se entere o Hades, al descubrir que mis herederas están aquí.
Mientras tanto, Daniel pensaba y recorría de lado a lado el puente, buscando una solución pues su linda Catalina era un Demonio, por ende no podía llevarla al paraíso como lo hizo en su dimensión. ¿Qué diría Miguel y sobre todo que pasaría con los demás arcángeles si supieran que su ex consorte tiene una demonia por hija? Además, el estúpido de Uriel seguramente encontraría el talón de Aquiles de la Dama Dios, y, pues, eso no lo iba a permitir.
Iba a hablar cuando sintió la presencia de la mujer de Lucifer, Lilith, quien también le provocaba una pequeña sensación rara en el pecho, aparecer a unos pocos metros de donde él se hallaba. Las alas de la reina infernal se abrieron y cerraron mientras ladeaba la cabeza sin apartar la mirada de las bebés. Lilith estaba conociendo a sus nietas, las hijas de su querido Esteban, por primera vez.
—Suelta a esas pequeñas, alado. Aunque parte de ellas comparta tu sangre, eso no te hace digno de tocar a mis nietas —habló la mujer en un tono tranquilo, pero mordaz, con los brazos cruzados mientras trataba apaciguar el disgusto que nacía en su interior al ver celestiales tan cerca de sus descendientes. Aunque estas nietas provinieran de otra dimensión, ya las adoraba como cualquiera de sus nietos en ésta—. Serás su segundo padre, pero solo yo puedo protegerlas en éstos momentos. Déjame hacerlo.
Nuestro Ángel alzó las cejas, suspirando. No se iba a dejar ofender por la mujer pues de alguna manera tenía razón, estaba prácticamente solo y sabía que sus pequeñas no debían estar tanto tiempo en ese plano ya que corrían peligro.
—No voy a pelear contigo, tienes razón. Necesito que protejas —miró a los ojos verdes de su princesa oscura—, a Catalina. Ella es más demonio que ángel, y no sé qué haría si le llegara a pasar algo en el Paraíso. —Los ojos de las niñas no dejaban de mirarlo, como si entendieran lo que pasaba—. Laura será cuidada por su ángel en los cielos mientras espero a tus hijos y a las celestiales —Recordar que Sophía estaba revolcándose con Vergil Larsa le causaba náuseas. Camino hacia la reina infernal, cargando a su amada hija mientras, a su lado, Rosmery no podía creer su actitud con los brazos llenos de Laura.
¿Su señor tratando cordialmente a un demonio que no fuera su contraparte demoníaca? El celestial vestido de rosa negó estupefacto. Lo que estaba viendo era tan increíble como la creación de un ángel.
Es la madre del Astarot Esteban; en esta dimensión ella no es tan mala y sé que cuidaría muy bien a las dos, pero no me quiero arriesgar a tanto, además contando que Lucifer aquí está vivo; respondió el Rey de los ángeles ante el guardián a través de telepatía.
La reina infernal tomó la niña en sus brazos, le acarició su sedoso cabello y luego dirigió su mirada hacia el ángel de ojos azules. Por las memorias que había visto de Esteban, sabía que no era normal que fuera tan amable frente a un demonio, así que eso le decía lo mucho que estaba preocupado por sus hijas. Punto a favor para el pajarito.
—Si mi otra nieta es más ángel que demonio, entonces es cierto que estará más segura entre los tuyos —suspiró con amargura y le empujó el pecho con una afilada garra, rasgando un poco las ropas de Daniel—, pero, escúchame bien, si le llega a pasar algo a la niña bajo la custodia del Cielo, no solo castigaré impunemente a los responsables sino que te encarcelaré para jugar contigo por la eternidad como castigo por no tener malicia hacia los tuyos —dijo en un tono siniestro mientras le acariciaba el rostro con la garra, haciéndolo sangrar—. Y hace milenios que no tengo un ángel para entretenerme.
Rápidamente Daniel toma la garra de la demonia, para decir con la fiereza que le hacía doler el alma:
—Te advierto que si Lucifer o alguno de tus esclavos le hacen algo a mi Catalina —su sonrisa era codiciosa e hiriente, sin importarle mucho la verdad en los ojos de Lilith—, yo mismo me encargo de comenzar el Apocalipsis con la cabeza tuya en una bandeja de plata —Los ojos azules miraban directamente a la mujer—. No me hagas perder el poco respeto que te tengo Lilith —suspiró, besando la pequeña mano de su hija.
—¿Y tú, tímido flamingo, sabes si quienes persiguen a mis nietas pueden llegar a esta dimensión? O, peor aún, ¿ te siguieron? —preguntó la mujer, ignorando al Rey de los Arcángeles y dirigiéndose al ángel vestido de rosa.
—No lo sé, mi señora —era responder rápido o su muerte—, pero si aparecen los sentiremos inmediatamente, sobre todo mi señora Sophía y mi señor Daniel, —tomó aire—, quienes son los más cercanos al falso Cordero y a Robin, mi señora.
—Muy bien. Entonces esta pequeña no dejará mi lado en ningún momento.
La madre de los demonios rodeó a Daniel y se detuvo frente al flamingo asustadizo para posar un beso en la frente de la melliza de irises azules y apretar suavemente sus cachetes regordetes. Las niñas se abrazaron mientras balbuceaban entre ellas con los ojos aguados como si se estuvieran despidiendo la una de la otra y, antes que el Rey de los Arcángeles pudiera arrepentirse, Lilith desapareció con Catalina, el viento cargando una despedida en italiano.
Justo después de que la reina demonio se llevara a su hija, Daniel, con el corazón partido en dos otra vez, le pidió a Rosemary que lo acompañara hasta el Paraíso.
—Vamos, Rosmery, Laura y tú no están seguras aquí —Respiró, de verdad necesitaba proteger a Laura ahora que Catalina estaba en custodia de la Reina madre de James y que Sophía no se encontraba allí con él.
Al llegar, se encontraron con Miguel, quien se quedó estupefacto al ver a la pequeña de pelo oscuro; era hermosa, como ver un pedacito de cielo en forma de ángel humanizado. Rosmery se retiró detrás de su señor, pues la energía del mayor de las Huestes celestiales era particularmente parecida a la de Emmanuel y aquello le producía angustia, haciendo que la pequeña Laura llorara.
—Tranquilas, él no es Emmanuel —Miguel necesitaba una explicación para eso así que continuó—: Te cuento, estimado Miguel... Esta bebé es mi hija, Laura de Nazaret, ella es la princesa de los Cielos.
Cautivado por completo, Miguel iba a preguntar por la otra pequeña cuando sintió a su hija y, mirando a Daniel, le prometió que cuidaría de ella mientras solucionaba los problemas que se avecinaban.
La Reina Sophía y su amante sonreían en completa satisfacción, ambos luciendo algunas marcas en la piel. Vergil Larsa sostenía por novena vez a la nueva Reina de los Infiernos desde las caderas; se notaba que aquel modelito se había entregado a la lujuriosa divinidad.
La mujer caía en el pecho del príncipe infernal, pero al sentir dos lazos en su corazón, levantó su cuerpo apresuradamente y le preguntó a Vergil:
—¿Sientes? —el corazón de la mujer latía rápidamente y la conexión con Esteban y Daniel se fortaleció otra vez. Esto le quitaba la respiración por lo que Vergil se apresuró a sostenerla de los hombros, los cuales estaban aún desnudos y llenos de fluidos—. ¿Será cierto? ¿Chicas, por qué?
—Siento dos fuertes poderes que no existían antes en esta dimensión —contestó el príncipe infernal antes de soltar a Señora de los Cielos y ayudarla a ponerse en pie—. ¿Más de tus amigos llegaron hasta aquí? ¿Acaso Mina creó una grieta entre ambos universos?
—No son ellos —dijo con la voz entrecortada y se separó de Vergil, dejándolo frío pues el cambio de actitud no le agradó al príncipe. Y luego sonrió, afirmando ese sentimiento—. ¡Mis pequeñas, las princesas! Tengo que ir a verlas antes de acabar con el Hades. Además, Emmanuel no está preparado para estar aquí.
Cuando Sophia iba a partir Vergil la detuvo, no era conveniente que la Diosa se arriesgara y se fuera con el corazón a mil.
—¿A dónde piensas ir, Sophía? No pareces estar en condiciones de andar sola, pero si te piensas teletransportar al Cielo... bueno, hay lugares a los que no te puedo seguir —Sus ojos rojos se suavizaron y una mano con garras le acarició la mejilla a la diosa, sin importarle que ella mostrara un aura fría hacia su persona en esos momentos—. Debes calmarte.
La reina de los Cielos bajó la mirada y suspiró, entendiendo lo que Vergil decía. Aunque no fuese fácil y el corazón se le derritiera entre la preocupación y el amor por ellas.
—¿Sabes, pequeño...? —sonrió más calmada tocando el rostro de Vergil con calor y ternura—, tienes razón. Debo de comportarme como la Reina y Señora del Todo —vistiéndose con ropa humana, específicamente unos pantalones oscuros y blusa verde oscuro, le besó en la mejilla—, pero debemos de ir por tu hermanito y mi ángel, quien me debe de estar odiando por meterme contigo. Se que te gusta verlo sufrir, ¿no?
Vergil respondió con una media sonrisa mientras se encogía de hombros sin vergüenza alguna.
—¿Qué puedo decir? Seré híbrido, pero todas mis partes son oscuras y nada amigables con los angelitos del Señor —Su sonrisa creció hasta mostrar sus colmillos y luego toda esa maldad pareció desaparecer, dejando un semblante serio—. Pero usted lo necesita, así que guardaré mi desprecio por los alados y la acompañaré como es mi deber. Después de todo, sus deseos son mis órdenes, milady —terminó con un brillo en sus ojos escarlata mientras se inclinaba ante ella, ofreciéndole una mano, y su cabello caía en una cascada blanca sobre sus hombros.
La reina de los Cielos y el Infierno, era de estatura pequeña, viéndose sensualmente pequeña a su lado.
—Recuerda, querido Vergil, el Señor soy YO. Conmigo no deberías aparentar —le tomó de la mano—, pero si deseas llevar todo por las buenas, sabré cómo corresponder —En su cabeza apareció la corona de oro—. ¿Vamos?
—Por supuesto que sí, mi Dama Dios —respondió, guiñándole un ojo y ambos desaparecieron del hermoso paraíso que había sido testigo de su pasión.
Cuando llegaron al infierno, específicamente a la sala común del Palacio Oscuro, hallaron un escenario que no se esperaban. Lilith usaba su cola para agitar una maraca con espinas sobre una pequeña hermosura que alzaba sus bracitos para intentar tomar el "juguete" mientras reía a carcajadas.
El eco de la voz de Sophia hizo que la Reina y la Princesa se voltearan, mientras ella corría con los brazos abiertos hacia su pequeña.
—Catalina, princesa mía —gritó sin poder ocultar las lágrimas—. Te extrañé demasiado —confesó, emocionada; cosa que empeoró cuando la princesa balbuceó sus primeras palabras con una pequeña risa que hizo que los candelabros de fuego eterno se prendieran, logrando que Vergil y Lilith se se quedaran helados con el despliegue de poder inocente.
—¡Mamá!
—¿No eran dos? —preguntó el príncipe híbrido en voz baja mientras se acercaba a su madre—. ¿Qué pasó con el otro gran poder que percibí?
A su lado, Lilith suspiró e hizo un gesto con la mano.
—El pájaro de Sophía se llevó a mi otra nieta al Cielo pues la pobre es más ángel que demonio. No envidio a la pequeña, debe ser horrible tener más en común con los pajarracos que con nosotros.
Sophía escuchó esto y sonrió con malicia, haciendo de alguna forma que los monarcas pensaran antes de hablar.
—Laura Lucia tiene la misma personalidad de tu hijo. Será un dolor de cabeza para Daniel, mientras que Clariz Catalina es calmada y sonriente. —Miró a Vergil que estaba sintiendo llegar a Mina y Esteban—. Además son híbridas y están pequeñas. —Catalina guardó silencio mientras escuchaba silbar a su padre por lo que la diosa volcó su atención hacia la niña—. Sí, es papi.
—Y por fin llega el desgraciado con mi consorte. ¿Acaso pensabas quedarte con ella? —reclamó Vergil al ver a la pareja llegar y luego soltó bufido cuando su madre lo golpeó en el estómago, regañándolo por decir palabras vulgares frente a la pequeña.
Esteban también saludó amablemente a su querido hermano Vergil, justo antes de escuchar el "abuuu" de una dulce bebé con unos pequeños cuernos y el mismo color de sus ojos verdes.
—Hola, idiota—le dió un puño en la cara de su hermano mientras oía a Mina ahogar un grito—, pensaba que no podrías satisfacer a la Dama Dios aquí presente —le guiño el ojo a Sophia y después tomó a la bebé y le saludó—. Buenas noches, su majestad Catalina —De repente, a la Reina de los Cielos se le enterneció el alma—. ¿Dónde está Laura?
—Debe de estar gobernando los Cielos —contestó la Reina Sophia, sonriéndole a James—, o poniendo de cabezas el lugar.
—Su padre se la llevó y me entregó a Catalina para su protección. Aparentemente un tal Emmanuel intentó matarlas, pero ahora estarán a salvo —aclaró Lilith, yendo hacia Esteban y dándole un beso en la mejilla— ¿Pasaste una buena noche, cariño?
Emmanuel, si apareces por aquí, no dudaré en matarte. Sophia empuñó las manos con impotencia, después miró a Lilith y le agradeció mentalmente a su reina Superior.
Mientras, Mina se puso colorada por las palabras de Lilith hacia el Rey de los pecados y decidió acercarse a su marido, pero sin quitarle los ojos a la pequeña. Era tan hermosa, a pesar de poseer un par de cuernos como la mayoría de los demonios, que parecía una muñequita de porcelana... bueno, una muñequita gótica. Sin darse cuenta, comenzó a acariciarse el vientre mientras la observaba. Sophia y Lilith, fueron las únicas que lo notaron.
—Mina, Vergil, les presento a Catalina, mi primogénita —presentó Esteban a su hija a la mujer de Vergil, con orgullo. Era la hija de su amor eterno y había sido la primera—. Catalina nació primero, diez minutos antes de Laura.
—¿Mellizas? —preguntó la mortal con asombro—. Debe ser un torbellino de actividad en su casa con dos super bebés que quién sabe qué cosa son capaces de hacer. ¿No les asusta que se hagan daño?
—Son inmortales Mina. Tienen muchas niñeras y niñeros —Sophia se acercó a su pequeña, juntando la frente con la de una bebé somnolienta en los brazos de Esteban—, además de contar con Daniel y aquí a su majestad, quien es un gran consentidor —suspiró, diciendo también—, ¿cierto, Mina?
La aludida sonrió, sintiendo sus mejillas encenderse como dos tomates, y asintió sin atreverse a pronunciar palabras por miedo que la vergüenza también se reflejará en su voz.
—Tú modelito tampoco lo hace nada mal —sonrió con picardía, haciendo que apareciera un gruñido de la parte del Rey de los pecados, pero antes de que se saliera de control, decidió hablar—: Chicos, es hora de irnos —Miró a Vergil y a Esteban—. Mientras más rápido podamos traer a la hermana de Vergil, será mejor —declaró, acariciando la cabeza de la bebé y, al besarle la frente, hizo que de una luna oscura apareciera en una de sus manos—. James, entrégale a Catalina a tu madre, por favor.
—Tranquila, los cuidaré muy bien —Lilith recibió a la bebé, pues también se refería al diminuto Regis.
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