8
El 27 de agosto aparece rodeado en el calendario de la cocina. Es una fecha especial puesto que, al lado del número, escribí y subrayé con varias bolígrafos de colores la frase "cumpleaños de Kai". En efecto, hoy es el gran día cuando me invitas al Mc Donald's así que me visto según lo pide la ocasión.
— ¿Dónde está el pintalabios, mamá?
Ella levanta los ojos de la revista acerca de las vidas de celebrities que estaba leyendo. Suele imaginarse que es como esas mujeres estadounidenses, multimillonarias y con físicos envidiables. En cambio, la realidad es que mi madre vive en el peor barrio de la capital —es lo que se puede permitir con su sueldo de auxiliar en una residencia de ancianos— y su cuerpo, tal vez descomunal, se desformó a a los veintiuno, cuando se acostó con mi padre sin utilizar precaución y quedó embarazada de mí.
— ¿Para qué lo quieres? —me pregunta, con la boca torcida.
—He quedado con Carla.
Mamá sabe cuándo estoy mintiendo puesto que, según ella, me tiembla el párpado del ojo izquierda. Y ahora creo que me tiembla, ella lo nota pero, afortunadamente, lo pasa por alto.
—Está en mi neceser.
— ¿Dónde? —me sudan las manos.
—En el baño, joder. ¿Dónde va a estar?
Todavía me pregunto cómo es que no soy una fumadora compulsiva ni hablo sin depreciar a mis interlocutores.
—Vale, gracias.
Cenar contigo es una ocasión especial, por ello maquillo mi rostro hasta que mi propio reflejo me resulta irreconocible. Luzco el peto de color negro que tanto te gusta y, debido a tu extraño fetiche sexual, me he calzado con tacones de aguja. Espero que sepas apreciarme cuando estemos en la hamburguesería porque de momento, en tu entrenamiento de fútbol, ni siquiera te has girado para verme.
Me he sentado en las gradas, en la tercera fila, desde donde obtengo una panorámica del campo increíble. Tú estas en el centro, portando una camiseta de color negro y esperando a que alguien te pase el balón. Pero cuando alguien se digna a hacerte caso, el balón escapa entre tus piernas.
El equipo rival te roba el juego, te enfadas contigo mismo y te propones recuperar un protagonismo que alcanzas en cuanto meter la pelota dentro de la portería. Celebras el gol corriendo por el alrededor del campo con tus brazos levantados. Tu equipo se abalanza sobre ti, felicitándote, pero tú te los quitas de encima y caminas hacia las gradas donde, en la segunda fila, se ha sentado mi amiga Carla.
¿Carla?
Tú subes un escalón, a diferencia de mí, que bajo otro porque necesito escucharos.
—Nena —así la llamas.
Le ofreces tu mano. Ella la toma. Tú la pones en pie. Ella se abraza a tu cuello. Tú le tocas el culo. Os besáis. Y yo grito en protesta a sabiendas de que nadie me escucha pero vosotros seguís haciéndoos el amor con la boca.
—Estoy muy orgullosa de ti —te contesta ella, al coger un poco de aire.
Carla se agarra a tu pelo como si eso le fuera a salvar a ella y sus problemas mentales. Mi amiga se merece algo mejor que tú, Kai; mira cómo le manoseas las tetas en público y la llamas puta delante de tus amigos. Todos se ríen contigo, excepto Rubén, quien escapa del pabellón con cara triste.
Sigo a Rubén hacia la calle, apoya la espalda contra el muro y se dobla por la mitad, descansando sus manos en sus rodillas. Está cansado de ver cómo usas a Carla porque tú, Kai, no eres su novio, y yo me acerco a tu amigo.
Levanta la cabeza al escuchar mis pasos, le saludo agitando mi mano en el aire y él estira sus labios.
— ¿Cómo estás? —curiosea.
Me encojo de hombros.
— ¿Y tú?
Imita mi gesto.
"Perdedor."
8 letras.
La naturaleza introvertida de Rubén es un atributo que le diferencia de ti. Él siempre anda callado puesto que las conversaciones le aburren, sin embargo, tú siempre participas, sobre todo, cuando se trata de discusiones. Supongo que gracias a tu rasgo violento sedujiste a Carla... ¡pobre ingenua!
—Vaya desastre, ¿no crees?
— ¿A qué te refieres? —se incorpora y arruga la frente.
—Os han dado una paliza —mi intento de broma le hace resoplar. Me pongo a su lado y le toco el hombro a modo de disculpa—. Pero tú has estado genial.
— ¿Gracias?
— ¡Oh, venga! —le golpeo el brazo fingiendo estar ofendida—. Te estoy piropeando.
—Y yo te lo he agradecido.
La sonrisa que compartimos termina entrelazando nuestros dedos. La caricia en el dorso de mi mano con su pulgar, da pie a que incline mi cabeza y cierre los ojos. Sus labios se hacen de rogar y, cuando me besa, sonrío sobre su boca. A diferencia de ti, él suave, delicado, ¡incluso tierno! Me hace sentir querida cuando sus manos acobijan mi rostro y, al finalizar, besa la punta de mi la nariz.
Su respiración es envuelta por su voz que deja caer un susurro:
—Gracias, Zenda...
Gracias a ti.
—Tengo que buscar a Carla...
Él esperaba otra respuesta, lo sé, aún así mueve su cabeza en señal afirmativa.
—Ve con cuidado...
Está hablando de ti, Kai, que has estado observando cómo Rubén me hacía el amor.
"Amor".
4 letras.
Cuando me marcho de su lado, el primer lugar donde busco a mi amiga es en el vestuario masculino. Escucho su llanto entremezclado con los golpes que le propinas.
— ¡Zorra! —le gritas tú—. Me has estado engañando con Rubén en todo momento.
—Kai...
— ¡Cállate!
Tu golpe en su mejilla le rompe el labio inferior.
—Yo solo te quiero a ti...
Los sollozos de mi amiga rompen mis sentimientos hasta tal punto que las lágrimas huyen despavoridas de mis ojos.
— ¡Vete a la mierda, joder, Carla!
Otro bofetón. Otro sollozo.
— ¡He visto cómo le comías la boca!
Mi cerebro me ordena cerrar las manos pero, en lugar de atizar tu estómago, avanzo hasta ti y me abalanzo contra tu espalda. Voceo, pataleo, lloro, peleo y te desvaneces en el aire junto a Carla.
No.
Mierda.
No.
Sabía que era inútil pelear contra tu recuerdo pero, te prometo, que si hubiera estado contigo, te habría matado.
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