Día 4: Emma
No quiero pensar en este maldito día, pero es algo inevitable. Una nueva feria se llevará a cabo el día de hoy en “Candy Land”, y yo fui una de las elegidas para ser exhibida en el escaparate principal. Adrik dice que debería sentirme muy orgullosa de ser una de las mejores muñecas que ha llegado a su colección, pero yo no puedo evitar sentir náuseas y desesperación ante la idea de ser comprada o alquilada por alguno de sus compañeros. No es que me encante estar con él, ni tampoco estoy feliz de ser lo que soy, pero prefiero que sea siempre solo Adrik quien me tenga. Al menos estoy acostumbrada a sus gustos y a su manera de manejar los asuntos. Incluso puedo darme la libertad de pensar en otras cosas mientras él está conmigo y ya no lo nota. Sé muy bien cómo debo moverme y conozco bien cuáles son las técnicas más efectivas para satisfacerlo.
Me enferma la idea de tener que portarme como si nada malo estuviera pasando. Cada vez que una de nosotras es sacada de su vitrina para que todos esos tipos que vienen a vernos puedan probar la mercancía disponible antes de llevársela, casi me es imposible contener las ganas de gritar. Los grotescos espectáculos que nos obligan a presenciar están por acabar con mis nervios. Por suerte para mí, nunca he sido solicitada por ninguno de los posibles compradores. Al parecer, las rubias y las pelirrojas llaman mucho más su atención. Doy gracias de que mi cabello sea de color castaño apagado. Solo espero que esta vez sea igual que las anteriores. No quiero tener que pasar por lo que la mayoría de las demás chicas ha tenido que pasar. Creo que no podría soportarlo….
La puerta de mi habitación se abre de par en par. Adrik entra despacio, sonriendo de oreja a oreja. Hoy está vestido con uno de sus trajes enteros más elegantes. Y debo admitir que el blanco le favorece mucho. Si no lo conociera, podría pensar que es un hombre apuesto, respetable y decente. Detrás de esa fachada tan bien cuidada, se esconde un ser oscuro, despreciable y cruel. ¡Cuánto desearía ser capaz de regresar al pasado sabiendo lo que ahora sé! Jamás habría aceptado aquella oferta que marcó mi destino de esta espantosa manera.
Las palabras de los reclutadores sonaban muy convincentes. ¿Quién no querría convertirse en una modelo profesional? Yo era una simple chica de escasos recursos, sin estudios, al cuidado de una madre soltera a la que rara vez veía en casa. No podía creer que por fin saldríamos de la pobreza, y todo gracias a mí. Debí comprender que todas esas maravillas que me describían eran demasiado buenas para ser reales. Hasta me llevaron en una cómoda limosina para que asistiera a la supuesta entrevista con el dueño de la academia de modelaje. Jamás volví a ver la luz del sol ni a sentir el viento sobre mi piel después de ese día. Este pequeño cuarto se convirtió en mi cárcel.
Adrik me mira a los ojos y suelta una carcajada. Extiende su mano derecha para que yo la tome. Lo hago de inmediato, pues no quiero que se enfade conmigo por nada del mundo. Sé lo que me esperaría después de la feria si me atrevo a hacerlo enojar. Tan pronto como me toca, me sobresalto un poco, pero logro disimularlo bastante bien. Y es que el contacto directo con su piel siempre me produce escalofríos. Todavía me parece imposible que un hombre bien parecido, adinerado, de buen gusto para vestir, un joven que demuestra excelentes modales en público, pueda tener la mente tan enferma y retorcida.
No pongo resistencia alguna a sus movimientos, los cuales me indican que lo siga hasta la sala de vestuario. Cuando llegamos ahí, las otras nueve chicas que protagonizarán el espectáculo principal de hoy junto conmigo ya están acá. Todas traen puestos unos preciosos vestidos de falda amplia y enormes listones en la parte trasera. Él me indica con un movimiento de la cabeza que el vestido negro de encaje es el que me corresponde. Alargo los brazos para tomarlo, pero el fuerte agarre de Adrik me detiene en seco. Una risilla ahogada se le escapa y entonces empieza a desvestirme. Lo hace con mucha delicadeza, como si yo estuviera hecha de vidrio y él temiese que me rompiera. Una vez que termina de quitarme las ropas de dormir, se queda mirándome los pechos por unos segundos. Una media sonrisa lasciva se dibuja en el lado izquierdo de su cara mientras lo hace. Luego, pasa ambas manos por en medio de su cabello y suspira. Él entiende que no hay tiempo para sus juegos en este momento, ya que los compradores están en camino y la feria tiene que estar lista en una hora. Sujeta el vestido negro con el mismo cuidado que utilizó para desvestirme y comienza a colocármelo poco a poco. Nunca me había puesto una prenda tan elaborada como esta. Supongo que esto se debe a que este día es más especial, pero desconozco cuál pudiera ser la razón para ello.
Tan pronto como estoy vestida y maquillada, me sumo a la fila con las otras chicas. Ocho de ellas lucen tranquilas, aunque sé que ninguna de nosotras lo está en realidad. Solo una de las elegidas para la exhibición demuestra que está a punto de colapsar: Madeleine. Ser la nueva en “Candy Land” no es nada fácil, y mucho menos lo es si Adrik organiza una feria menos de una semana después de su llegada. Siento mucha pena por esta muchacha. No la conozco, pero entiendo perfectamente lo que está sintiendo. Yo también estaría igual de alterada si estuviese en su lugar. Y para colmo de males, la pobrecilla tiene una apariencia bastante llamativa. De seguro ella será el centro de atención de los compradores. No quiero ni imaginármelo…
Los escaparates están impecables, esperando a las muñecas que los adornarán. Adrik nos levanta una por una y nos coloca sobre unas sillitas mecedoras pintadas de blanco que están dentro de las vitrinas. No nos ata los brazos o las piernas, puesto que hoy debemos estar preparadas para salir rápido, en cualquier momento. A los clientes no se les hace esperar cuando están ansiosos por vernos de cerca. Todas sabemos que, de aquí en adelante, no podremos mover ni un músculo a menos que se nos solicite. Nos quedamos muy quietas, a la expectativa de que se abran las puertas de “Candy Land”.
En menos de un minuto, al menos treinta tipos están frente a nosotras, observándonos con atención. Algunos se relamen y otros sueltan pequeños gemidos disimulados. Mientras tanto, Adrik les menciona nuestros nombres, nacionalidades, edades y el tiempo que tenemos de pertenecerle. Explica con gran elocuencia cuáles son nuestros talentos particulares y no duda en decir quiénes son sus favoritas. Mis músculos se tensan más que de costumbre cuando empieza a pronunciar la lista de las preferidas. Ruego en silencio por no estar entre las predilectas. El nudo en mi estómago se afloja ligeramente cuando me doy cuenta de que él se refiere solo a dos chicas: Rei y Madeleine. Los compradores voltean sus cabezas de inmediato en la dirección de los escaparates asignados a ellas. Para desgracia de la pelirroja, sus rasgos son los que les parecen más bellos a estos hombres. Le piden a Adrik que la saque de la vitrina y les dé un vistazo cercano de sus atributos. Él accede sin problema alguno. Abre la cerradura de la celda de Madeleine y la toma de las manos, como si la estuviese invitando a bailar. Sus ojos están exageradamente abiertos, lo cual deja ver todo el pánico que siente, y no es para menos…
El anfitrión la desviste despacio, tal y como hiciera conmigo hace apenas un rato. Cuando la despoja de su enorme vestido blanco, deja las delicadezas a un lado y le arranca sus prendas interiores con rudeza. Ella está temblando de pies a cabeza, pero logra mantenerse en silencio. Una vez que él la ha desnudado por completo, la pesadilla comienza. Cierro los ojos por instinto. No quiero ser testigo de lo que viene a continuación. En menos de dos minutos, los gritos desgarradores de la chica nueva llegan a mis oídos. Las voces animadas y las risas de los compradores me revelan lo que está sucediendo. Todos están esperando su turno para comprobar por sí mismos si lo que les ha dicho Adrik acerca de Madeleine es cierto o no. El tiempo se me hace eterno cuando este tipo de cosas suceden, pero estoy segura de que hoy en particular están tardándose aún más. No quiero abrir mis ojos, pero no puedo evitar hacerlo. Quiero saber por qué no han dejado en paz a la pelirroja todavía…
Casi suelto un grito yo también cuando caigo en cuenta de que absolutamente todos los presentes abusaron de la chica. Un tipo tras otro, sin pausa, sin compasión alguna. El último de los tipos aun la tiene sujeta. Le indica a Adrik que le gustaría verlo a él en acción.
—Muéstrame tu manera de utilizar los lindos juguetes que te trae tu generoso padre, por favor —le dice el hombre.
Casi me desmayo al escuchar esas palabras. No puedo creer que un padre convierta a su hijo en la misma clase de monstruo que él es. Pero la siguiente frase que el tipo articula termina por destruirme.
—Quiero que tu hermanita entienda muy bien cuál es su deber en la vida. Ella nació para complacernos —anuncia él a voz en cuello, entre risas.
¡Esto no puede ser posible! Luego de esas horribles palabras, ya no logro recordar nada más…
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro