Capítulo 2: Nunca esperé decir esto, pero te creemos.
Lana abre los ojos con pesar y en los primeros segundos le cuesta reaccionar, pero cuando lo hace, se da cuenta que está en una habitación extraña. No solo porque no la conoce, sino porque se ve antigua, como si estuviera en pleno período Regencia o la hubiesen metido en uno de sus libros de época favoritos. La habitación era mediana, pero más grande que la de su casa. Color crema, con un ventanal al lado de una pequeña chimenea frente a silloncitos también en la gama de los beige. En Córdoba no había ningún hotel con esa temática, todo le resultó extraño y juntó fuerzas para sentarse.
Luego tocó lo que llevaba puesto y vio exactamente lo mismo: ropa antigua. Era bonita y delicada, incluso de excelente calidad. Tomó impulso y pese a que le dolía un poco el cuerpo, posó sus pies sobre la alfombra floreada y caminó despacio hacia el ventanal.
Ahogó un grito cuando abrió las cortinas y vio el precioso paisaje que la estaba esperando: llegó a la conclusión de que definitivamente no se encontraba en Córdoba. Frente a su ventanal se veía cerca un gran río rodeado de árboles y una vegetación que no parecía propia del Nono, además de que las montañas no se veían. ¿Un sueño podría llegar a ser tan lúcido como este?
Lana no se percató de que alguien había entrado a la habitación.
—Has despertado —asumió el muchacho y Lana dio un respingo del susto y se escondió detrás de las cortinas del ventanal—. ¿Te encuentras bien?
Lo que llamó la atención de Lana, es que el chico le habló en un perfecto acento británico. Tragó saliva y luego respiró hondo para salir de su escondite.
—Sí, algo dolorida, pero me encuentro bien —respondió con cuidado y también en inglés. Su acento no era perfecto, pero lo entendía y creía poder comunicarse.
—Bien, es un alivio —contestó el extraño—. Seré directo porque la situación lo amerita; ¿quién eres?
—La-Lana Millar es mi nombre.
—Pero ¿quién eres? Porque déjame decirte que tus ropas y las cosas que la corriente trajo contigo son de lo más extraño que alguna vez pude ver en toda mi vida. Incluso tienes un libro con el nombre de mi hermana en su portada —exponía de manera que a Lana la intimidó de una manera que jamás nadie lo había hecho.
—Puedo explicarlo, pero... —vaciló porque no tenía ni idea de qué podía haber pasado. Mientras aquel chico le hablaba, Lana se había pellizcado el brazo e incluso pisó sus propios pies y nada daba como resultado despertarse. Todo parecía ser demasiado lúcido como para tratarse de un sueño.
—Pero ¿qué?
—No sé si me creerán, porque tampoco sé que está pasando —lanza Lana y mira a sus alrededores. Bonito todo, incluso quien está frente a ella, pero demasiado ilógico.
—Explícate de igual forma, no es nuestra intención recurrir a las autoridades, pero tampoco nos obli...
—¡Henry no! —Una muchacha entra a la habitación y mira a aquel chico de manera ofendida—. No vamos a llamar a nadie.
Lana miró a las dos personas frente a ella y llegó a la conclusión obvia de que son hermanos. Ambos tenían cabello oscuro y ojos marrones de igual intensidad. Sus rostros eran similares, solo que el de la muchacha era delicado, mientras que él poseía facciones más definidas y de rasgos más fuertes. Incluso la diferencia de altura era bastante notable entre ambos, ni hablar de las miradas.
—Soy Jane y permíteme disculparme en nombre de mi hermano Henry. La verdad es que me cuida mucho, entonces hace de cualquier evento una amenaza —suelta la muchacha, a la vez que Henry exterioriza un suspiro molesto—. Entenderás que la situación es extraña, no solo por cómo sobreviviste, sino lo que traías contigo y aquel libro con mi nombre. Me apellido Austen, soy Jane Austen.
Lana abrió los ojos de par en par e intentó pellizcarse de nuevo cediendo ante la duda.
—Dios mío, no estoy soñando... —dijo Lana más para ella misma, que para los dos presentes.
—En la sala nos están esperando con el desayuno listo, debes estar hambrienta —dice Jane—. Necesitamos hablar mientras comes, lo necesitas, tu rostro se ve algo pálido. Te prestaré uno de mis vestidos y te esperamos.
Henry automáticamente se voltea y camina fuera de la habitación, no sin antes soltar un "ten cuidado, Jannie", lo que hace revolear los ojos a su hermana. A su vez, una mujer entra a la habitación con un vestido color rosa viejo.
—Gr-gracias, Jane —Es lo único que Lana puede articular.
—Te esperamos abajo —suelta la señorita Jane y le sonríe.
Lana se sienta al lado del vestido tendido en la cama y lo mira de arriba abajo, es sencillo y hermoso. Vuelve a mirar toda la habitación tratando de encontrar una explicación lógica a todo lo ocurrido. No está soñando, eso está más que claro, así que ¿es posible viajar en el tiempo? ¿Es posible estar en Inglaterra y en la mismísima casa de Jane Austen, su heroína de todos los tiempos? ¿Por qué viajó hasta esta época y justamente con ella? Pero la pregunta que bailaba en su cabeza, pero no se animaba a hacérsela era cómo logrará volver a casa.
Se miró en el espejo que había en la habitación, el vestido le quedaba bien. Apenas un poco suelto, pero casi no se notaba. Decidió dejar su cabello suelto y muy ondulado, atándolo a una media cola, pese a que sabía que no era el peinado acostumbrado para la época, si total ella no pertenece ahí.
Al terminar de cambiarse, bajó hasta la sala donde una amable señora la había guiado. El resto de la casa parecía igual de amplia y hermosa, según lo que sabía de la familia de Jane, es que no eran de clase alta, pero si una bastante acomodada. Se preguntaba si los padres de Jane seguirían vivos o no, porque se sabía que habían muerto a sus 20 años y no tenía idea de qué año se encontraba.
—Señorita Lana, siéntese —ordenó Jane de forma amable y Lana obedeció automáticamente.
—Bien... —soltó Henry y suspiró. Lana sentía la mirada inquisitiva de aquel muchacho y ella no se atrevía a mirarlo o siquiera tragar saliva. Sentía que debía quedarse en modo estatua—. Come tranquila, pero necesitamos saber todo acerca de ti, tus pertenencias e intenciones.
Mientras más rápido terminara con esto, mejor. Si le creían o no, ella no podía hacer nada al respecto.
—Vivo en el año 2021 —soltó sin más y miró a los hermanos Austen; Jane abrió los ojos sorprendida y Henry ni se inmutó, de hecho, la mirada inquisitiva persistía en sus ojos oscuros—. Yo simplemente estaba caminando en la orilla de un río, de pronto comenzó a llover y estaba en medio de una tormenta que me hizo sentir rara, me mareó y me desmayé. Tampoco me dejaba respirar y cuando volví a abrir los ojos ya me encontraba en la habitación de arriba. Juro que no sé qué está pasando...
—¿Cómo explicas el libro con el nombre de mi hermana?
—Jane es la mejor escritora de todos los tiempos, sus libros han sido traducidos en casi todos los idiomas. Es una mujer muy respetada y sus trabajos fueron hechas obras de teatro, películas, series de televisión...
—¿Televisión? —cuestiona Henry.
—Sí, es como una caja donde se proyecta gente, como si fuese una obra de teatro en miniatura —responde Lana, dándose cuenta de lo raro que suena todo.
—Dios mío, no puedo creer que estemos escuchando esto —espeta Henry.
—Henry... —sisea Jane.
—Yo no les miento, solo vean por ustedes mismos la fecha de imprenta del lib... ¡Mi teléfono! ¿Ustedes también tienen mi celular?
Henry no dice nada, la mira fijamente y se levanta para traer consigo el bolso que había colgado a unos metros de ellos.
—Supongo que se trata de esto —masculla al pararse junto a Lana y le entrega el celular—. El libro se está terminando de secar. Esto no quise que nadie lo tocara.
—Esto se llama teléfono celular, en mi época todos tienen uno y es la mejor forma de comunicarnos, incluso si estamos al otro lado del mundo —intenta explicar Lana.
Mira su celular y obviamente esta completamente apagado y por razones obvias no puede cargarlo.
—E-estoy intentando procesar todo, incluso el hecho de que soy una escritora reconocida en el futuro —sisea Jane.
—La mejor —irrumpe Lana—. Puedo jurarte que eres la mejor.
—No sé qué decir...
—Nunca esperé decir esto, pero te creemos —suelta Henry para su pesar y se nota a leguas—, las pruebas están ahí y no hay manera de refutarlas. Incluso por esto —saca de uno de sus bolsillos, una foto que Lana suele usar para separa las páginas de los libros que lee. Era una de ella y Camila sacándose una foto en el reflejo de algún edificio de la ciudad, porque detrás de ella se veían autos, gente extraña y edificios. Algo que Henry no pasó desapercibido.
"Ay, Camila... ¿estarás muy preocupada por mí?"
—Mi foto...
Henry volvió a tomar asiento y miró a la extraña joven frente a ella, preocupado.
—La pregunta es, ¿qué haremos contigo?
Feliz domingooooooooooooo
Espero que les haya gustado el capítulo 2 de mi nueva historia. Lol, no sé que decir en la nota de autor porque hace mucho que no escribo una, así que voy a llenar el vacío con una foto de Henry para que lo conozcan jajakdjha
Como siempre, me ayudarían un montón si votan, comentan y comparten en sus redes. Nos leemos muy muy prontito, maybe martes o miércoles <3
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