Capítulo 9
Aisha Fuller:
He estado sonriendo como una idiota desde ayer, pero no tengo claro las razones. Tal vez sea por el hecho de que voy a asistir a mi primer concierto. Sí, es por eso. No existe forma alguna de que esa efímera conversación que tuve con Asiel haya logrado hacerme sonreír por varias horas.
Greis me dijo que por ahora estaré trabajando un día sí y un día no. Así que es oficial, solo trabajaré tres o cuatro veces a la semana. Salvo que se presente una situación complicada.
Ahora que no estoy en mi área de trabajo, soy más consciente de que no tengo nada que hacer. Y es agobiante. No llevo ni un mes trabajando y ya siento que soy parte de ese hotel.
Es gracioso, todo esto es una locura.
No llevo un mes, y Greg me pidió que renuncie. ¿Qué haré cuando tenga todos los días libres? Sé que tengo la opción de irme a la universidad, pero supongo que unos meses más no le hacen daño a nadie.
Espero que lo de hoy te ayude a entender que no eres un desastre como quieres creer.
Las palabras de Asiel han estado resonando en mi cabeza desde que las dijo y hacen que mi corazón se agite. ¿Acaso él confía en mí? Eso no puede ser posible. Él no me conoce, no tanto como para que pueda decir que soy capaz de hacer algo por mi propia cuenta.
Mi madre me deja cocinar (a veces), pero nunca he ordenado una casa completa, nunca he ido a un concierto... ¡Dios! Hoy iré a mi primer concierto.
Me incorporo y salgo de mi habitación. La forma desenfrenada en la que mi corazón está latiendo me hace pensar que quiere salir de mi pecho y saltar de alegría junto a mí.
Llego a la cocina y me detengo frente a mi madre.
—¿Sí? —me sonríe.
—Tengo una invitación —expreso con la voz temblorosa.
Se mantiene en silencio durante unos segundos que me parecen eternos.
—¡Tengo boletos para un concierto! —digo para llenar el silencio.
—Eso es genial, cariño. Me alegro de que salgas.
Sonrío y asiento con la cabeza.
No la culpo por estar incómoda, esta cocina es la zona en la que todo se desplomó. En esta misma cocina me di cuenta de que siempre arruino las cosas. Sin embargo, no me arrepiento de lo que hice. Solo me arrepiento de la persona en la que me convertí después de eso.
Ojalá todo fuera como antes, cuando solía encontrarme con mis amigas, cuando solía tener salidas diarias..., todo era tan diferente.
A mi madre siempre le ha encantado hablar, es del tipo de personas que no tiene filtro. Supongo que el estar en la cocina le pone ese filtro que necesita.
Estar en la cocina junto a mí.
Antes de que todo se vuelva más incómodo, salgo de la cocina y corro hacia el pasillo del segundo piso. Termino de subir, y una mano atrapa la mía, deteniéndome. Me giro, y mis ojos se encuentran con ese verde esmeralda que siempre me atrapa.
—Hola —saluda, serio, y me abraza—. Explícame lo del concierto —pide en voz baja.
Tuerzo los labios y rompo el abrazo. Vacilo por unos segundos, pero quiero hablar con alguien.
—Tengo nuevos amigos —expreso, alegre—. Y me regalaron dos entradas para un concierto que se llevará a cabo esta noche.
Amigos. Hace mucho que no llamaba a los demás mis amigos. Y tres personas lo han logrado.
Estoy intentando sonar casual, lucir como si fuera algo normal, pero no puedo hacerlo. Hace un año y varios meses que no salgo con amigos.
Es sorprendente el cambio que he dado en menos de un mes. He salido de casa sin sentirme tan agobiada. El primer día fue frustrante, pero ya no, ahora me siento cómoda caminando hacia la parada del autobús.
—Cielo... —murmura Greg, sosteniendo mi mano—. No creo que debamos ir.
Mi corazón es atravesado por el filo de sus palabras.
—¿Qué? —doy un paso atrás.
—No los conocemos, cielo.
—Los conozco. Además —trago saliva—. Además, yo no te invité, Greg —expreso.
No le he dicho que le daré la invitación. Estoy pensando en cómo devolvérsela a Asiel sin dar muchas explicaciones.
Ir con Greg nunca fue una opción.
—No necesitamos ir a un concierto —ignora mis anteriores palabras—. Podemos encender la televisión y verla desde aquí, en la seguridad de nuestra casa, cielo. El mundo es peligroso. Las personas mienten, engañan... te traicionan —explica con lentitud—. No quiero que alguien cercano te vuelva a traicionar, a mentirte. Mira lo que pasó la última vez, mira el daño que te hicieron. Si hubieras estado conmigo ese día...
Mis ojos se nublan por las lágrimas que están a punto de salir de mis ojos. Aparto la mirada y pestañeo varias veces, tratando de disipar la tristeza.
—Te voy a proteger de todos los que puedan hacerte daño, cielo. No permitiré que vuelvas a sufrir —murmura Greg, acariciando mi mejilla.
¿En qué estaba pensando? ¿Cómo se me ocurre pensar que puedo confiar en tres desconocidos? ¿Cómo fue que acepté que entraran a mi vida tan fácil?
Está mal, está demasiado mal.
Greg tiene razón, ellos podrían herirme, traicionarme, ellos podrían dañar lo que con tanto esfuerzo he estado arreglando.
Greg besa mi frente y continúa acariciando mi mejilla.
—¿Por qué estás con ellos, cielo? ¿Por qué permites que esos desconocidos se acerquen a ti?
Un sollozo ahogado sale de mis labios, y miro a Greg a los ojos. Su mirada refleja comprensión, tristeza, tal vez un poco de decepción.
—Es que no te siento... no te siento presente, Greg. Siento que estoy presente para ti, pero nunca estás presente para mí.
Greg aparta su mano de mi rostro y me mira con atención. Una mueca extraña aparece, pero se marcha en cuanto pestañeo. Tal vez las lágrimas me hacen ver cosas que no son.
—Cielo —murmura—, no sé de qué estás hablando.
—Tu ausencia me duele, Greg. Extraño lo que solíamos ser. Ahora solo me quedan los recuerdos de lo que fuimos, y no sé si quiero que volvamos a ser así.
Me siento liberada al decirle cada palabra, aunque me duele su expresión de dolor.
—Siempre haces lo mismo, Aisha. Me echas la culpa de todo y eres incapaz de ver tus propios errores —aprieta los labios—. Estoy dispuesto a regresar contigo, pero no si sigues siendo tan egoísta.
Egoísta.
Los sollozos que he estado reprimiendo empiezan a sacudir todo mi cuerpo, las lágrimas humedecen mi rostro, y el arrepentimiento y la culpa azotan todos mis pensamientos.
Abrazo a Greg con fuerza, murmurando palabras de disculpas. No podría reñirle a alguien que se preocupa por mí, no podría reñirle a Greg. Greg es el único que no me ha mentido, el único que no me ha engañado.
—Lo siento tanto —murmuro entre sollozos.
—Esto es lo que pasa cuando dejamos que más personas entren en nuestro circulo. No necesitamos que esas personas falsas nos hagan pasar un mal rato.
Me alejo de Greg y seco mis lágrimas con el dorso de mis manos.
—Les devolveré los boletos.
Greg asiente y sonríe.
—Bien. Excelente decisión, cielo.
Fuerzo una sonrisa.
—¿Qué haremos hoy?
Greg ladea la cabeza y tuerce los labios.
—Estoy ocupado. Quizá mañana pensaremos en algo.
—Mañana tengo que ir a trabajar —le recuerdo.
—Sobre eso, cielo...
—Me quedan unos días más, Greg. Dijiste una semana.
Greg aprieta los labios en una fina línea y asiente.
—Tengo que irme —dice al fin.
—Lo siento —murmuro.
—Espero que así sea, cielo.
Dicho eso, da media vuelta y se va, dejándome sola en medio del pasillo. Solo que mi soledad no dura mucho, ya que es extinguida por una nube de humo que me hace toser más de lo normal.
Zack se coloca frente a mí y suelta humo por la nariz, saturando el aire a nuestro alrededor. Unos segundos después, el humo se disipa.
Arrugo la nariz con desagrado. Él sabe lo mucho que odio el olor del cigarro y, aun así, sigue fumando cerca de mí.
Una sonrisa descarada se dibuja en sus labios, es obvio que es feliz cuando me enojo.
—¿Qué? ¿No te gusta que arruinen las cosas que consideras perfectas? —sé que es una indirecta hacia todo lo que hice en el pasado. Según él, arruiné su burbuja de comodidad. Me duele que no acepte que todo lo que hice fue para ayudarnos a nosotros dos, para acabar con las mentiras.
—Algún día...
La mandíbula de mi hermano se tensa y niega con la cabeza.
—Es decepcionante que sigas aferrada a algo que debiste soltar hace tiempo.
Abro la boca para pedirle explicaciones, pero Zack se aleja de mí, dejándome sola y con dudas.
***
He estado pensando en las palabras exactas para hablar con Cleo, pero ninguna parece ser la correcta. Mientras estuve hablando con Greg, la idea de devolverle las entradas a Cleo lucía perfecta. Ahora que Greg no está a mi lado, siento que voy a herir esa parte de ella que estuvo demasiado feliz cuando le confirmé mi asistencia al concierto.
Ayer me sacudió tantas veces cuando su novio y Asiel desaparecieron de nuestras vistas. Y hoy me envió más de diez mensajes preguntándome qué voy a usar para el concierto.
Sí, se va a decepcionar. Va a pensar que soy de las personas que no tienen palabra, que cambia de opinión con facilidad. Y puede que también me odie.
Suelto un bufido y sigo caminando.
Por favor. No llevamos ni un mes conociéndonos, así que no se va a decepcionar, tampoco se va a enojar.
Tuerzo los labios y entro al ascensor.
Hoy no me toca trabajar, pero es necesario que les entregue los boletos a sus dueños.
No me quedan muchos días en este hotel, y me voy con la decepción de no haber trabajado. El único trabajo que hice fue ordenar una habitación que quedó hecha un lío.
No. Sí trabajé el día que Asiel fue mi capacitador. También he estado ayudando a Cleo con pequeñeces.
Una diminuta risa se escapa de mis labios, y niego con la cabeza. Las puertas del ascensor se abren, y la sonrisa que antes tenía esbozada desaparece.
Asiel y la chica del otro día se están besando en el pasillo del décimo piso.
Un pequeño quiebre aparece dentro de mi pecho, pero lo ignoro y sigo caminando. Para mi dicha, Asiel y Kendal (creo que así se llama) no se dan cuenta de mi presencia.
¿Pero por qué me siento tan incómoda?
Sacudo la cabeza y me acerco a la habitación en la que se encuentra Cleo. No me sorprende encontrar la puerta cerrada, así que agarro mi llave maestra y la abro.
—Lamento interrumpir —murmuro, y Cleo y Jerome dejan de besarse.
Besos y más besos por todos lados.
Jerome tiene el sillón levantado en alto para que Cleo pueda limpiar la zona que el sillón cubre, pero aprovechan para besarse.
Perfecto.
—¿Aisha? Pensé que no vendrías hoy —confiesa mi... confiesa Cleo.
—Sí, eh... Solo vine a devolverles esto —saco las entradas de mi bolso y se las extiendo.
—Las dejaré solas —informa Jerome, bajando el sillón, y sale de la habitación.
Cuento hasta diez, esperando calmarme, pero el silencio de Cleo no colabora.
—¿Qué pasó, Aish?
—Yo... yo solo cambié de opinión.
—Aish...
—Lo siento mucho.
Pongo los boletos en su mano y salgo de la habitación a paso doble. Estoy a punto de girar hacia el lado de los ascensores, pero corro hacia el otro lado, hacia las escaleras.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro