Capítulo 7
Aisha Fuller:
—...eso haré. ¿Tú qué opinas?
—¿Qué? —pregunto.
Greg me tomó por sorpresa mientras estaba preparándome un sándwich de jamón. Le pedí que me dejara sola, pero me miró con esa mirada tan dulce que no me pude resistir. Luego de aceptar hablar con él, nos subimos en su coche, y condujo hacia la plaza en la que suele comprar sus trajes.
Acepté acompañarlo, aunque una parte de mí está enojada por mi decisión.
Hoy mi turno es vespertino, así que no hay problema en pasar toda la mañana haciendo compras con Greg. Y sí, es del tipo de persona que elije su vestimenta con mucho cuidado, siempre le ha gustado destacar entre los demás. Siempre lo hace.
Su cabello negro azabache es bastante llamativo, y el verde esmeralda de sus ojos siempre captura la atención de aquellos que los miran. Es como si sus ojos fueran una especie de hipnotizantes, no te das cuenta de que has sido atrapado hasta que él desvía la mirada.
—¿En qué has estado pensando, Aisha? —se nota lo enfadado que está.
Yo estaría disponible para mi novia siempre que me necesite.
Carraspeo y me enfoco en Greg, buscando con la mirada aquello de lo que me ha estado hablando. ¿Será de algún nuevo negocio o de la ropa que va a escoger?
Suspiro, rendida.
—No te he estado prestando atención, Greg —confieso—. Lo siento, pero debiste traer a mi hermano contigo. Ustedes son más unidos que tú y yo —un poco de dolor se cuela en mi pecho al recordar que dos de las personas más importantes de mi vida se han alejado de mí—. Además, tengo mi mente enfocada en mi nuevo trabajo —el dolor desaparece y una ráfaga de alegría toma su lugar.
En cierto modo, he estado pensando en mi trabajo. No es necesario que le diga que la principal razón de estar pensando en el hotel es por un chico que posee el cabello rojizo.
Su ceño se frunce un poco, pero lo desfrunce de inmediato.
—Sabes que puedes renunciar —dice, sereno, desabrochando un botón más de la camisa blanca que está debajo de la chaqueta del traje azul marino.
—¡NO! —grito y me aclaro la garganta—. No —digo en un tono más bajo.
—Dame una fecha, Aisha —pide, tranquilo.
—¿Una fecha? —frunzo el ceño—. ¿Qué quieres decir?
—Quiero saber cuándo dejarás este jueguito en el que te has metido, cielo —expresa con suavidad.
Parpadeo varias veces y aprieto mis manos.
—No es un juego.
Greg camina hacia mí, sonriendo. Pasa el dorso de su mano por mi mejilla, y su toque provoca que mis ojos se entrecierren.
—Vamos, cielo. Ya tienes toda mi atención. Dime con exactitud cuándo vas a renunciar. ¿En una semana?
—Greg... —murmuro.
—Eso es un sí —sonríe de lado—. Te dejaré seguir jugando durante una semana. Soy bueno. ¿verdad? —pasa su pulgar por mi labio inferior—. ¿Estás de acuerdo, cielo?
Asiento con la cabeza.
—Necesito escucharlo de tus labios —murmura sin dejar de acariciar mi labio.
—Sí, Greg. Eres bueno.
—El mejor.
—El mejor —concuerdo.
Aparta su mano de mi mejilla y sus labios se apoderan del lugar en el que antes estuvo su mano. Por unos segundos, pienso que besará mis labios, pero solo deposita dos besos en mi mejilla y se aparta.
Abro los ojos por completo y me encuentro con esa sonrisa de orgullo que siempre esboza cuando obtiene lo que quiere.
—Créeme, sé lo que es mejor para ti, cielo —explica.
—Lo sé.
Suelta una pequeña risa y se gira para ver su reflejo en el espejo.
—Bien, te decía que escogeré este traje y los otros dos. Voy a resaltar ante los demás.
—Siempre resaltas, Greg —le recuerdo.
—Ya sé.
Una empleada camina hacia nosotros. Siendo exacta, camina hacia Greg. Y empieza a quitarle las inexistentes pelusas al traje. Está claro que está coqueteando con él.
Me quedo observándolos, esperando que él diga algo, sin embargo, solo sonríe y le permite a la chica sostener su torso, como si estuviera midiendo el traje, aunque todos sabemos que no es así.
Me permito observarla con atención, admirando el tono bronceado de su piel, el rubio dorado de su cabello, la definición de su cuerpo. Cada parte de ella está tonificada a la perfección. La camisa azul de su uniforme hace que su piel brille, sus pantalones se adhieren a sus piernas. En fin, todo está bien en ella.
Pero no es su físico lo que captura mi atención, es la confianza con la que se acerca a Greg. La confianza con la que sonríe.
¿Es tan fácil confiar en sí mismo? ¿Es tan fácil confiar en los demás?
Carraspeo, incómoda, y la chica se gira hacia mí, como si acabara de notar mi presencia. Vuelve a mirar a Greg y le susurra algo que lo hace reír. Luego se marcha, dejándonos solos.
—Greg —intento llamar su atención, pero soy todo lo que él no está mirando—. Greg —repito su nombre un poco más alto.
—¿Sí? —dice, pero no me mira.
—Creo que esa chica...
—No —me interrumpe y por fin dirige su mirada hacia mí—. Deja de hacer eso, Aisha. ¿Por qué quieres ver cosas donde no las hay?
—Sentí...
—Sentiste, pero no es cierto, Aisha —se acerca a mí y acuna sus manos en mis mejillas.
Dejo de mirarlo a los ojos y me enfoco en el piso.
—Mírame —pide, y levanto la cabeza para que nuestros ojos hagan contacto—. Siempre habrá más chicas, Aisha.
—Lo sé —susurro, avergonzada.
Y no debería enojarme ni ponerme celosa, él y yo ya no somos novios.
—Debes poner más esfuerzo en esa confianza. Casi armas una escena de celos —su tono de voz es bajo, pero firme—. Dime que no lo volverás a hacer.
—No lo haré.
—Bien. La chica va a regresar para facturar el traje. Recuerda. Nada de escenas inútiles. Además, debes esforzarte si quieres que regrese contigo.
Asiento con la cabeza, y Greg vuelve a enfocar sus ojos en su reflejo.
La chica regresa y le dedica varias sonrisas, pero intento no mirarlos. Greg tiene razón, todavía no ha regresado conmigo. Y por una extraña razón, me siento un poco mejor así.
Aunque lo extraño.
***
—A veces me pregunto qué tan horrendo se puede ser. Por cierto, ¿conoces a Jerome? —indaga Cleo.
Es sorprendente la facilidad que tiene para cambiar de tema. En menos de cinco minutos, me ha hablado de tantas cosas que me es imposible seguirle el paso. Sin embargo, es cómodo estar con Cleo.
Después de comprar los trajes, Greg me dejó en la plaza, ya que no tendría tiempo para traerme al hotel. Casi llego tarde, pero el taxista decidió ignorar los límites de velocidad.
Me enfoco en Cleo y niego con la cabeza.
—No, no lo conozco.
—Bien, lo vas a conocer. Viene hacia acá. Y su mejor amigo con él —expresa sin disimulo.
Mi cuello se gira hacia la dirección que Cleo señaló. Por desgracia, hacer uso del disimulo es algo que no se nos da bien a ninguna de las dos.
Mis ojos se encuentran con los de él, Asiel. No hemos hablado tanto desde la noche en la que fue mi capacitador, y una parte de mí quiere volver a estar junto a él. Tal vez porque no le agradecí de la forma debida.
—Hola —saluda el otro chico, capturando mi atención.
—Hola —respondo.
Jerome es de la misma estatura que Asiel, pero su cuerpo está más fornido. Su cabello es de un rubio brillante y está despeinado. Si me lo preguntan, diría que ese desorden fue a propósito. Y le queda bien. El uniforme de mesero se amolda a su cuerpo, y tres botones de su camisa están desabrochados, dejando un poco de la piel de su pecho al descubierto. Su piel es un tono más bronceado que el de Asiel, que tiene la piel un poco pálida.
Ambos tienen el mismo uniforme, ambos con las mangas remangadas hasta los codos, la única diferencia es que la camisa de Jerome tiene tres botones desabrochados y la de Asiel solo uno.
Jerome camina hacia Cleo y le sujeta ambas manos, impidiéndole a mi amiga los movimientos bruscos, pero ella ni siquiera está forcejeando para que Jerome la suelte. Ni siquiera pone resistencia mientras el chico se inclina hacia abajo para estar a la altura deseada y ni siquiera aparta la cara para evitar que los labios de Jerome se apoderen de los de ella.
Claro que no está poniendo resistencia, ella está correspondiéndole en el beso.
Mis ojos se agrandan a más no poder y miro de un lado a otro, con la esperanza de que nadie los vea besarse así aquí. Solo que mis ojos deciden desobedecer mis órdenes de vigilar el área y se centran en los de Asiel, que me miran con atención.
—Ya estoy disponible para ese almuerzo —dice, recordándome ese día en el que lo vi besar a la chica esa, y me guiña un ojo.
Me permito mirarlo sin disimulo, admirando la forma en la que esas pocas pecas decoran su perfilado rostro, emocionada por ser el centro de atención de esos ojos castaños que han decidido no ignorarme.
¿Qué?
Aparto la mirada, ignorándolo a él, a sus palabras y a mis pensamientos, y me enfoco en los dos desvergonzados.
—Supongo que la necesidad de oxígeno abandonó este pasillo —murmuro.
Jerome se aparta un poco de los labios de Cleo, pero mi amiga se inclina hacia adelante y logra hacer que un gruñido bajo abandone los labios de su ¿novio?
Después de unos segundos más, Jerome suelta las manos de mi amiga y se coloca a su lado.
—Soy Jerome —comenta como si no acabara de devorar los labios de su novia frente a mí.
Este hotel no debería llamarse Greenfield, sino El hotel de los desvergonzados devora labios. La falta de vergüenza sobreabunda en este lugar.
¿Desde cuándo la gente se besa frente a otros? ¿Eso no se hace en privado? Bueno, no es que yo sepa mucho del área.
—Soy Aisha —me presento.
Jerome lanza una mirada rápida hacia donde está Asiel y sonríe. Ignoro el significado de esa efímera conexión y me centro en otra cosa.
—Entonces —murmuro, tratando de encontrar la forma de preguntar sin parecer una metiche. No, no se puede—. ¿Son novios?
Cleo empieza a reírse como si acabara de contar la mayor broma del mundo. Sin embargo, Jerome solo está sonriendo.
—Somos amigos —responde Cleo entre risas.
Frunzo el ceño, confundida.
—¿Amigos? No entiendo.
—Significa que no tienen una relación. Solo pasan el rato —responde Asiel, obteniendo mi atención. Su rostro no refleja sorpresa, es como si ya hace tiempo que lo sabe y no le sorprende. ¿Qué cosas digo? Es obvio que no le sorprende, Cleo dijo que Jerome es el mejor amigo de Asiel.
Sigo observando a Asiel, podría decir que estoy esperando que se retracte, que diga que está bromeando respecto a la relación de Cleo y Jerome, pero en realidad estoy mirando las pequeñas y pocas pecas que decoran su rostro.
¿Alguien le ha dicho que se ve tierno con ellas? ¿Alguien alguna vez se ha atrevido a contarlas?
Una, dos, tres, cuatro...
—¿Qué? —pregunta Asiel.
Niego con la cabeza y arrugo la nariz.
—Nada —gruño. Sí, estoy enojada porque acaba de interrumpir mi conteo.
A veces tengo unos momentos en los que digo todo lo que pienso, pero que odie las mentiras no significa que iré por la vida diciéndole a las personas todo lo que pasa por mi mente.
Además, si le digo que estaba contando sus pecas, puede que piense que soy rara.
—Eres rara —confiesa.
Perfecto. Sí cree que soy rara, aunque no sabe lo que estaba haciendo.
—No es rara —me defiende Cleo. Y aprovecho para dejar de mirar a Asiel—. Tal vez es un poco rara. Bueno, las cosas son como Asiel dijo. Jerome y yo somos amigos —sonríe.
Asiento con la cabeza y levanto el pulgar en un gesto de que entiendo a lo que se refieren, aunque ni loca lo haría. Yo soy más de las relaciones cerradas, esas en las que sabes lo que son, con etiquetas, con límites, solo esa persona y yo.
¿Lo de ellos es algo sin etiquetas, pero cerrado?
—Por eso dijiste que no nos va a delatar. Porque obligarás a tu... a tu Jerome para que lo silencie —expreso. Es la única razón por la que ella estaría tan segura de que Asiel no es un soplón.
—En realidad, no. Puede que lo veas como un idiota, pero él...
—Por el amor de Dios —se queja Asiel, interrumpiendo a Cleo—. Dejen de hablar como si no estuviera. Además, que alguien calle a la pelirroja teñida.
—¿Ves, cariño? Asiel no me respeta —se queja Cleo, haciendo pucheros.
Jerome se gira hacia Cleo y la besa. Y mi compañera de trabajo le dedica un pulgar arriba a Asiel.
Bien, no entiendo nada.
Jerome deja los labios de Cleo y se coloca detrás de ella, dejando pequeños besos en el cuello de mi amiga. Cleo sonríe, y una sonrisa se forma en mis labios al verla feliz.
Amiga. Hacía tiempo que no tengo una de esas.
—Ya, Jerome, ya —dice entre risas, pero ni siquiera lo aparta.
Desvergonzados.
Su... amigo la gira, y ahora ambos se miran frente a frente.
—Quiero invitarte a un lugar —murmura Jerome, mirando a Cleo con atención.
—¿A mí? —pregunta mi amiga, un poco sorprendida.
—No —Jerome niega con la cabeza—. A Greis —se ríe, y Cleo le da un leve golpe en el hombro, sonriendo—. A ti, cariño —confirma, sin dejar de sonreír.
—¿Adónde?
—A un concierto.
Los ojos de Cleo se abren de par en par.
—¿Qué? No puede ser —chilla, y abraza a su algo. Se nota su alegría. Se nota que no son desconocidos, se nota que hay amor entre ellos dos. Que digan lo que quieran, pero esa amistad peculiar luce como algo más formal.
—Mañana en la noche. ¿Te parece bien?
—Obvio —le da un beso corto en los labios—. Gracias.
—Sabes que haría cualquier cosa por ti, cariño.
—Al igual que yo por ti, cariño.
Ambos se están mirando con tanta pasión que me siento como un extra aquí. Sin embargo, me siento feliz por ellos. Ni siquiera sabía de la existencia de Jerome, y ya me cae bien.
—¿Quieres ir al concierto, Aisha? —inquiere Asiel, sorprendiéndome.
Abro los ojos de par en par y me giro hacia él. Está expectante, tal vez un poco anhelante, pero no sé si podría salir a solas con ellos.
—No podría. Lo siento —confieso, y dejo de mirarlo.
Mentiría si dijera que no quiero ir, pero no puedo hacerlo.
—¿Por qué? —pregunta Cleo, haciendo un puchero.
—Tengo novio —miento, y escucho un bufido proveniente del chico que está a mi lado, pero decido ignorarlo—. No podría ir sin él.
—Solo tenemos un boleto disponible. Tu novio no podría venir —explica Jerome, y hace una mueca triste.
—Gracias por invitarme. Ta vez los acompañe en otra ocasión.
Podría decirles que la razón por la que no quiero ir es porque no los conozco del todo, pero eso sería de mala educacion. Supongo.
—Ten la mía —la voz de Asiel me sorprende y me giro hacia él. Tiene su mano extendida hacia mí, y el boleto está en ella.
—No podría... yo no...
—Tenla —insiste.
—Asiel... —murmura Jerome, pero Asiel le dedica una mirada significativa que hace que el amigo de mi amiga se mantenga en silencio.
—Yo...
Asiel sonríe, agarra mi mano y pone el boleto en ella.
Me quedo observándolo, pero no tarda en dar media vuelta y alejarse de nosotros. Jerome me entrega el otro boleto y sigue a su amigo.
¿Por qué me dio su boleto?
Una sacudida en mis hombros provoca que la niebla se disipe de mis pensamientos. Asiel y Jerome desaparecieron de mi vista. Asiel me dio su boleto. Asiel no asistirá al concierto solo porque quiere que yo vaya.
No podría quedarme con su boleto.
—Iremos al concierto —grita Cleo, emocionada.
Y aunque estoy sonriendo, en mis pensamientos solo está Asiel y su actitud tan rara.
***************
Puede que a veces actualice dos veces a la semana. Ya veremos más adelante. ❤
Crystal. 🐝💎
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