Capítulo 27
Aisha Fuller:
Voy a una velocidad no recomendable, pero tampoco me importa mucho. No me importa nada. Solo Zack.
Mi hermano les dijo a mis padres que está en el hospital y, aunque estoy enojada con él, la preocupación es más fuerte que cualquier otro sentimiento o emoción. Mis padres vienen detrás de mí, en el auto de mi padre, pero no hay rastros de ellos, supongo que vamos a distintas velocidades.
Llego al hospital y me desmonto de mi coche. La brisa fresca hace que mi piel se erice, pero corro hacia el interior del hospital, ignorando el pánico y el frío.
No hace falta que me detenga en la recepción, Zack dijo en qué planta se encuentra y en qué habitación. Subo las escaleras de dos en dos y no tardo en llegar al tercer piso. Pude haber utilizado el ascensor, pero necesito estar en movimiento.
—¿Aisha?
Todo mi cuerpo se detiene ante el reconocimiento de esa voz, y me giro en dirección hacia la persona. Sus labios están apretados, y hay una expresión de tristeza en sus ojos. Su cabello negro está atado en un moño bajo, y se nota que está un poco cansada.
Doy un paso atrás y trago saliva.
—Anne —digo su nombre en voz baja.
Hace tanto tiempo que no la veía, que no hablaba con ella... y duele, duele porque ella era todo para mí, ella era mi mejor amiga. Solíamos salir de compras, solíamos hacer todo juntas.
¿Cómo es posible que alguien que era parte importante en tu vida desaparezca de la nada? La necesitaba. Ella me apoyó un día, pero nunca más lo hizo. No la busqué, no le pedí que regresara. Ella también aprovechó mi momento de desolación para alejarse por completo, así como lo hicieron los demás.
—Aisha.
Es obvio que la tensión y la incomodidad es notoria en esta extraña conversación. Y pensar que antes nuestras conversaciones eran fluidas. A veces nos manteníamos en silencio, pero no era incómodo, todo era perfecto.
—Em... tengo que irme —me giro para correr hacia Zack, pero Anne me detiene, sosteniendo mi mano.
—¿Sabes? —me suelta—. He estado enojada contigo todo este tiempo —expresa, seria. Sus ojos brillan por lágrimas que quieren salir, y sus labios tiemblan ante el resentimiento y la tristeza.
Frunzo el ceño y la miro de arriba abajo.
—¿Qué?
—Lo que oíste —me señala con el dedo índice—. Solo te detengo porque tengo un nudo que quiero desatar. ¿Sabes cuánto me dolió recibir esos estúpidos mensajes? ¿Cómo te atreviste?
La furia y la confusión están luchando entre sí para saber cuál toma el control.
¿Mensajes?
—No sé qué pretendes, Anne, pero no hace falta que vengas a hablar del pasado.
—No, escúchame —mira de un lado a otro, ya que habló demasiado alto, y hay una imagen que dice: silencio—. No debiste hacer lo que hiciste, Aisha. Te he odiado desde entonces. ¿Decirles a mis padres que estaba embarazada solo para vengarte de mí? —niega con la cabeza—. Es lo más bajo que has hecho.
—¿Qué?
—Sabes qué. Y solo porque te dije que iba a ir a tu casa.
Mi corazón se rompe en mil pedazos y doy un paso al frente.
—No sé de qué me estás hablando.
Las lágrimas que antes estuvo conteniendo ruedan por sus mejillas. Anne saca su celular del bolsillo de su pantalón de enfermera y me muestra la última conversación que tuvimos. Hace casi dos años.
Hay una discusión que no recuerdo, donde "le digo" a Anne que no la quiero volver a ver, que les contaré a sus padres lo de su embarazo, que no la quiero cerca...
Saco mi celular de mi bolsillo y le muestro nuestra última conversación. Yo nunca le envié ese mensaje. Incluso el último mensaje que le envié fue para decirle que necesitaba hablar. Ella fue a mi casa al día siguiente, pero nunca volvió.
—Yo no envié esos mensajes —confieso—. Es lamentable que, después de tantos años juntas, me creas capaz de traicionar tu confianza de esa manera.
Doy media vuelta y corro hacia la habitación en la que se encuentra mi hermano. Seco las lágrimas que no pude contener y giro hacia el pasillo de la derecha.
Detengo mis pasos cuando vislumbro a Asiel. Él me está dando la espalda, pero veo a una chica frente a él. Me acerco un poco más y me detengo cuando noto que se trata de Kendal.
¿Qué rayos hacen aquí?
¿Será que Asiel fue quien golpeó a mi hermano? ¿Se pelearon?
Dios.
Tengo ganas de ir hacia ellos, pero mis pies están fijados en el suelo. Tal vez sea porque verlos a ellos dos así, tan cerca, tan íntimos, me hace recordar el día en el que los encontré besándose en el vestidor. Incluso el beso que se estaban dando cerca del ascensor, el día del concierto.
Los ojos de Kendal se encuentran con los míos, y una sonrisa aparece en sus labios.
La chica estira sus manos hacia los hombros de Asiel y lo atrae hacia sí. Inclina su cabeza para besarlo, pero Asiel desvía la cara, haciendo que algo dentro de mí se emocione.
—Vete de aquí, Kendal —gruñe Asiel.
Kendal da un paso hacia atrás, su ceño está fruncido, está furiosa.
—¿Qué?
—Estoy con Aisha ahora —zanja Asiel, haciendo que mi estómago se caliente.
Kendal suelta una carcajada.
—No —niega con la cabeza—. No es por Aisha, es por ella.
—Quiero que te vayas de aquí. ¿Cómo fue que llegaste? —hay una furia en sus palabras, como si lo que Kendal dijo es algo que no se debe mencionar.
Kendal suelta otra carcajada y me mira sin disimulo. Asiel se gira hacia mí. Sus ojos demuestran sorpresa, pero también miedo. Su rostro está golpeado e hinchado y hay un poco de sangre.
Estira la mano para impedirle a Kendal que se acerque, pero ella se zafa de su agarre y se detiene frente a mí.
—Tú tampoco eres ella. También te va a cambiar, así como hizo conmigo —murmura cerca de mi oído. Golpea mi hombro con el suyo, y escucho la disminución del sonido de sus pasos mientras se aleja.
¿Ella? ¿Quién es ella?
Me quedo observando a Asiel, está estático, solo su pecho se mueve al ritmo de su respiración.
Kendal casi lo besa, pero él la rechazó. No por mí, sino por ella.
Ella.
—Aisha —murmura.
Mi corazón está agitado por la sorpresa.
Ella. Ella. Solo eso se repite en mi cabeza.
Yo he estado pensando en él, pero él ha estado pensando en ella.
—¿Ella? —pregunto.
Los labios de Asiel se fruncen, y da varios pasos con dificultad hacia mí. Está tan cerca que puedo ver esas pecas que no he dejado de tocar durante toda esta semana.
Suelta un pequeño suspiro y hace una mueca de dolor.
—Aisha...
—¿Hay alguien más? ¿Quién es ella?
Asiel aparta la mirada y hace un movimiento con la cabeza, mitad asentimiento, mitad negación.
—Es complicado.
Un pequeño sollozo se escapa de mis labios, pero logro detener las lágrimas y los demás sollozos que quieren escapar.
Ama a otra.
¿Qué fui yo? ¿Un pasatiempo? ¿Una chica del momento?
Greg tenía razón, nunca debí creer en estas personas. ¿Por qué rayos todos me traicionan? ¿Por qué las cosas tienen que ser así?
Siempre algo sucede, siempre alguien termina mintiéndome en la cara, confirmando que soy una estúpida que le entrega su confianza al primero que aparece.
No te voy a lastimar.
Lo dijo, pero lo hizo.
Estoy esperando que diga algo más, que haga el intento de explicar lo que considera complicado, pero no lo hace, y duele. Doy media vuelta y mis ojos se encuentran con los de mi familia, Cleo, Jerome y Beth.
Mi familia no sabía nada al respecto, pero los cercanos a Asiel sí. Ellos sabían que él ama a otra y no me lo dijeron. ¿Por qué lo harían? Ellos no me deben nada, solo soy una chica que llegó hace poco a sus vidas. ¿Por qué arruinar la amistad con Asiel cuando la intrusa soy yo?
Siento mi corazón salir de mi pecho y avanzo hacia la salida.
Escucho la voz de Beth, tal vez también la de Cleo, pero no me detengo, solo sigo mi camino, ignorándolos a todos y sin mirar atrás.
¿Cómo sucedió? ¿Cómo pude entregarme tan fácil a alguien a quien apenas conozco? No sé cuándo me enamoré, pero lo hice, y me odio por eso.
¿Fue cuando lo vi rechazar a Kendal en ese vestidor? ¿Fue cuando me miró? ¿Fue cuando se rio de todo lo que yo decía? ¿Fue cuando se acercó a mí y empezó a rebuscar de dónde me conocía? ¿Fue solo porque confió en mí cuando nadie más lo hizo? ¿Fue cuando me ofreció su apoyo? No sé qué lo provocó ni cuándo sucedió, solo sé que estoy enamorada de alguien que no siente lo mismo por mí.
Soy una estúpida.
No siento fuerzas en las piernas como para usar las escaleras, la única salida es usar el elevador.
Sí, soy una estúpida.
Casi logro entrar al ascensor, pero una mano me detiene. Me giro y me encuentro con los ojos de mi hermano. Su rostro tiene varios moretones y está un tanto hinchado, pero no hay sangre en los golpes, aunque sí en su ropa.
Sin pensarlo dos veces me lanzo hacia él, lo abrazo con todas mis fuerzas y siento sus manos rodear mi cuerpo. Lloro entre sus brazos porque no sé a quién más acudir, porque es lo único que me queda.
No sé en qué momento sucedió, pero al abrir los ojos, noto que estoy sentada en el regazo de mi hermano, como si fuera una niña pequeña y él fuera mi ancla. Mi hermano es mi ancla en estos momentos.
Pestañeo varias veces para aclarar mi visión y veo que no estamos solos mi hermano y yo, sino que mis padres están sentados a nuestros lados. Y solo con sentir sus manos en mi piel no me siento tan sola. Ellos están aquí, en silencio, consolándome, apoyándome. Y vernos aquí como una familia, hace que mis ojos se vuelvan a llenar de lágrimas.
Pero todo esto es una mentira, solo están fingiendo.
Me aparto de Zack y me pongo frente a ellos.
—Pueden decirlo. Digan que no valgo la pena, que siempre me equivoco, que sigo siendo una niña y que nunca lograré nada por mi cuenta —me duele el corazón, me siento cansada.
Solo quiero que digan lo que siempre piensan, solo quiero que dejen de fingir ante mí. Quiero que me digan la verdad, aunque me duela.
—Solo díganme que lo arruino todo. Que soy un desastre. Que nunca voy a madurar —sollozo—. Que no soy buena para arreglar las cosas, que todos se van porque no valgo la pena. Tienen mi permiso para decirme la verdad. Dejen de mirarme y guardar silencio, dejen de hacerlo —pego mi espalda de la pared—. Por favor, dejen de hacerlo.
Las lágrimas empañan mi visión, y el dolor es cada vez más intenso. Cierro los ojos con fuerza, tratando de hacer que las lágrimas cesen, y seco la humedad de mis mejillas con mis manos.
Abro los ojos y los veo a los tres de pie, más cerca de mí.
Solo quiero que digan las palabras que ocultan detrás de su silencio, solo quiero que dejen de mirarme con lástima.
—No eres un desastre —expresa mi madre. La miro y noto manchas negras en su rostro, como si ha estado llorando y las lágrimas arruinaron su maquillaje.
—Ya no eres una niña —murmura mi padre, y aprieta sus labios.
—Y sí eres un desastre.
—Zack —regaña mi madre.
Mi hermano suelta un bufido.
—Puede que no seas buena arreglando cosas y que seas un desastre, pero sí vales la pena —dice Zack.
Mis labios tiemblan ante sus palabras, pero niego con la cabeza.
—Mienten, ustedes nunca...
—Siempre te hemos estado apoyando, Aisha —expresa mi madre—. Estábamos felices cuando decidiste empezar a trabajar. Estábamos felices cuando decidiste ir a un grupo de ayuda mutua. Solo te hemos dado el espacio que nos pediste, porque ninguno quiere que te alejes más.
No puede ser cierto. No, eso no es posible. Greg dijo que...
—Lo volví a golpear —murmura Zack, interrumpiendo mis pensamientos—. Si quieres, lo agarro para que lo golpees tú.
—Nadie va a golpear a nadie —advierte mi madre.
—Tampoco estaría mal —murmura mi padre.
Una especie de risa ahogada se escapa de mis labios, pero eso no evita que me sienta mal. ¿Ellos me han estado apoyando en silencio? ¿Ellos han estado felices en las decisiones que he tomado?
Mi madre da un paso hacia mí, pero se detiene. Asiento con la cabeza, accediendo a su forma tácita de pedirme permiso para acercarse. Sus brazos no tardan en rodear mi cuerpo, y cierro los ojos, dejando que su aroma y su calor me brinden paz. Más brazos me envuelven y sé que se trata de mi padre y de Zack.
Parece que, a pesar de todo, sí puedo contar con ellos.
🐝🐝🐝🐝
Todo se explica en el siguiente. 🤐
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