Asiel Wyatt:
Zack.
Su nombre se ha estado repitiendo en mi cabeza desde que salí de la casa de Aisha. Su hermano. Su hermano manipuló a mi hermana. Zack le rompió el corazón a Beth. Rayos.
He estado conduciendo desde hace una hora y todavía no sé qué hacer. La pequeña zona rural está lejos y ni siquiera ha sido una opción para encontrar la calma.
Sigo conduciendo mi moto hasta que las luces de un club capturan mi atención. Hay una fila larga, pero ni siquiera me importa, solo quiero entrar y buscar paz en el ruido, en el alcohol, como en los viejos tiempos.
Veo dos personas correr hacia la calle, pero no me enfoco en ellos. Dejo mi moto en una esquina, camino hacia la fila y me coloco detrás de la última persona. Intento dejar de pensar en Beth, Zack y Aisha, pero son el enfoque central de mis pensamientos.
Necesito olvidar lo que está sucediendo, necesito... no, necesito golpear al estúpido hermano de Aisha. Sé que ella me va a matar, pero primero mataré a su hermano.
Salgo de la fila, furioso, y camino hacia mi moto.
Las siluetas de dos personas golpeándose captura mi atención, pero tampoco es de mi incumbencia. Siento envidia, me gustaría desahogarme golpeando a alguien. Con exactitud a...
—¡Zack!
Exacto, a Zack.
Estúpido nombre que todos tienen.
—Ya hablamos de Aisha.
Detengo todos mis movimientos y frunzo el ceño.
Zack, Aisha.
No es una casualidad. Es el Zack que estoy buscando.
Pongo la llave de la moto en mi bolsillo y camino a paso doble hacia ellos, notando y escuchando cada golpe que ambos se dan. No me importa recibir un puñetazo de por medio, solo quiero desahogarme con Zack.
Sostengo al otro chico por el cuello de su camisa y lo empujo hacia atrás de mí. Escucho el sonido de su cuerpo golpear el suelo, pero no me importa. Estoy enfocado en herir al hermano de Aisha.
Tiene líneas rojas recorriendo su rostro y su camiseta está hecha un desastre. Sus ojos se abren de par en par al notarme, pero eso no impide que le dé un golpe en la mandíbula. El hermano de Aisha da dos pasos hacia atrás, y yo lo sostengo de la camiseta para darle otro golpe.
Cae al suelo y sacude la cabeza, pero después de unos segundos, se levanta y me da un puñetazo en la mandíbula. Doy un paso hacia atrás, sintiendo las vibraciones extrañas que provocó su puñetazo, y después de estabilizarme, avanzo hacia él. Su rodilla interfiere en mi avance, y me sostengo el abdomen a causa del dolor.
—Esto no se trata de ti, imbécil —gruñe, y empieza a correr.
Me giro para ver qué rayos está pasando y noto que el otro chico está huyendo, pero Zack se abalanza sobre él y lo derriba. Se sienta a horcajadas sobre el chico y empieza a dejar golpe tras golpe.
Noto el sabor oxidado de la sangre y escupo. Me irgo y corro como puedo hacia ellos. El chico está intentando zafarse de Zack, pero el hermano de Aisha no se lo está poniendo fácil. Golpeo a Zack, y cae al lado del otro chico. El rostro del desconocido tiene líneas brillantes en su rostro, y lo ayudo a ponerse de pie. Parece tambalearse un poco, pero no tengo tiempo para cuidarlo.
Me alejo del chico que me resulta conocido y camino hacia Zack.
—Asiel, te juro que, si no te apartas, te obligaré a hacerlo.
Resoplo y lo golpeo en el abdomen. Zack me devuelve el golpe, y continuamos golpeándonos. Siento mi boca llenarse del sabor oxidado y escupo varias veces para deshacerme de ese sabor. Zack también escupe, pero sigue mirando detrás de mí, como si el más importante es el otro chico.
—Asiel, no lo voy a repetir.
Tenso la mandíbula y siento el dolor más intenso, pero no me importa, mi hermana sufrió más, y quiero herir a Zack.
—Mi hermana —murmuro.
—¡Rayos! Yo no tengo la culpa de lo que le sucedió a tu hermana.
Frunzo el ceño y golpeo su mandíbula.
Zack da unos pasos hacia atrás, pero no me devuelve el golpe. Es como si ha decidido dejar de luchar contra mí.
—Yo no lo hice —informa. Y sé que miente.
—Ah, ¿no?
Camino hacia él, pero esta vez me agarra, impidiendo que me mueva con libertad.
—El idiota que está volviendo a huir es el culpable.
Miro al chico que está corriendo y frunzo el ceño.
—Aisha dijo...
—¡Aisha no sabe nada! —grita, hastiado—. Ni siquiera aceptaba que ese idiota no valía la pena.
—¿Ese es Greg? —mi respiración sigue agitada, y la furia no ha disminuido.
—Sí, es el estúpido de su ex.
Los recuerdos de lo que estuvo a punto de hacerle a Aisha saturan mi mente, y me zafo del agarre de Zack.
—No te vayas —le digo al hermano de Aisha.
Me alejo de Zack y empiezo a correr hacia Greg. Los golpes del hermano de Aisha han dejado un intenso dolor en mi cuerpo, pero no puedo permitir que Greg se vaya. Lo sostengo como puedo, y el ex de Aisha se gira hacia mí, dejando un gancho derecho en mi mandíbula. Me tambaleo un poco hacia atrás, pero le devuelvo el golpe con la misma fuerza.
—¿Quién es el cobarde? —gruño, golpeando su rostro.
Greg me da un puñetazo, y Zack lo sostiene por el cuello de la camisa y deposita varios golpes en su rostro. Agarro al hermano de Aisha y dejo varios golpes en sus costillas. Zack suelta a Greg y me golpea, y Greg aprovecha la oportunidad para golpearme junto a Zack.
No sé cómo nos vería otra persona, pero en mi cabeza todo esto es como un revoltillo sin sentido, aunque tengo claro que estos dos son mis enemigos, chicos que han herido a dos de las chicas más importantes para mí. Y estoy dispuesto a golpearlos todo lo que pueda.
Los golpes en mi cuerpo se detienen, y abro los ojos para encontrar a Zack golpeando a Greg sin piedad. Me pongo de pie como puedo e intento volver a golpearlo, pero su puño llega primero que el mío.
—Basta —gruñe Zack, mirándome—. Habla con tu hermana. Yo no soy el Zack que buscas. Llama a tu hermana.
Aprieto los labios en una fina línea.
—¿Por qué lo golpeaste?
—No tengo que darte explicaciones.
Aprieto el puño, queriendo llevarlo hacia el cuerpo de Zack, pero hay algo en sus ojos que me hace pensar que no debo golpearlo. No por ahora.
—¿Se supone que debo hacerte caso?
—Que llames a tu hermana —grita.
Tenso la mandíbula, ignorando el intenso dolor que reposa en ella. No quiero molestar a Beth con esto, pero saco el celular de mi bolsillo y la llamo.
Después de unos segundos, responde la llamada.
—Describe a Zack —ordeno, y me odio por haber dicho las palabras con tanta brusquedad.
—¿Qué?
—Quiero que me envíes una foto. Ahora, Beth.
—Asiel, no vayas a...
—Luego te explico —suspiro—. Solo envíame la foto, por favor.
Cuelgo la llamada y me enfoco en Zack, que me mira con atención y sigue sosteniendo a Greg. Mi celular suena ante una notificación, y el hermano de Aisha me mira expectante.
Entro al chat de mi hermana y ahí lo veo. No es Zack, es Greg. Tiene los ojos cerrados y parece estar acostado en una cama. Quizá Beth le tomó esa foto cuando se fue con él.
—¿Cómo...
—Si me disculpas —me interrumpe Zack—, tengo que seguir golpeando a este idiota.
Me da la espalda y deposita un puñetazo en el rostro de Greg. Sostengo su codo antes de que vuelva a golpearlo.
Le pagó a mi hermana después de... La manipuló y luego la hirió. Él le dijo a Aisha que es una cobarde y estuvo a punto de golpearla. Rayos. Un solo chico ha arruinado la confianza de dos chicas, quizá más.
Los recuerdos de las palabras de Beth y de las de Aisha inundan mi mente. Ambas tienen dificultades similares. Falta de confianza, miedo, ganas de estar solas...
Pensé que el miedo de Aisha se debía al divorcio de sus padres, pero algo me dice que todo tiene que ver con Greg. Tal vez él controlaba su mente más de lo que ella pensaba, tal vez él intensificó el dolor de esa separación.
Golpeo su rostro con tanta fuerza que Greg cae al suelo. Me coloco a su altura y deposito más golpes en su rostro ensangrentado. En cada golpe que le doy, más odio siento, no solo por lo que él les hizo a las dos chicas que son importantes para mí, sino porque, de algún modo, me estoy igualando a él.
Dejo un último puñetazo y noto que mis mejillas están humedecidas y no solo por la sangre, sino por lágrimas. Me quedo quieto por unos segundos y siento unos puñetazos en mi abdomen, pero ignoro el dolor y me pongo de pie con dificultad. Seco mis lágrimas, aparentando que se trata de sudor, y me doy cuenta de que Zack no iba a impedir que siguiera golpeando a Greg.
El hermano de Aisha bufa y se encarga de la situación, golpeando a Greg más que yo. Me dejo caer en el suelo y lloro en silencio. Lloro por mi hermana, por Aisha y por mí.
Me pongo de pie y después de unos minutos, me interpongo entre Zack y Greg. Miro al ex de Aisha, quien ya no está tan consciente como para devolverle los golpes a Zack.
—Tenemos que ir al hospital —dice Zack.
Sus palabras me envían una descarga que me recuerda que sus golpes duelen más de lo que pensé.
Asiento con la cabeza y lo miro.
—Los tres —comento.
—No. Él se queda —suelta una gran cantidad de aire por la nariz—. Que se muera.
Yo también quiero dejarlo aquí para que muera, pero estoy seguro de que a mi madre no le gustaría la idea. Ella siempre decía que la mejor paga para alguien cruel es ser bueno con él.
No perdono a Greg. Necesito golpearlo un poco más antes de perdonarlo por lo que le hizo a mi hermana y a Aisha, pero lo llevaré al hospital porque no quiero quedarme con la memoria inundada de culpabilidad.
—¿En qué viniste? —le pregunto a Zack.
—En mi coche.
—Tenemos que ir al hospital. Y llevarlo a él también.
Zack suelta un bufido, pero me hace caso.
Levantamos a Greg, y el susodicho gruñe de dolor. Me gustaría decir que es porque lo estamos moviendo, pero en realidad se trata de que Zack le está retorciendo un brazo. Y si no me equivoco, el sonido extraño significa que se lo acaba de quebrar.
No estoy de acuerdo con lo que Zack está haciendo, pero no hago nada para que se detenga. El hermano de Aisha me hace una seña para que abra la puerta, y dejo que sostenga a Greg. Hago lo que me pidió, y el hermano de Aisha arroja a Greg hacia el interior del auto como si fuera un objeto sin importancia.
Nos subimos en el auto negro de Zack y emprendemos el viaje hacia el hospital.
Dejé mi moto oculta, así que tendré que regresar por ella luego. No podía dejar a Zack con Greg, podría matarlo. Y no es que me importe mucho, la verdad.
—¿Le vas a decir a Aisha que no eres un adicto al cigarrillo?
Zack se mantiene en silencio, y lo miro. Su mandíbula está tensa, y hay huellas de sangre en su rostro. Supongo que el menos afectado ha sido él.
—¿Por qué lo haría?
—Porque ella cree que lo eres. Deberías dejar de hacerla sufrir con tus actos, y cuidarla.
—Lo dice el que no notó que su hermana estaba saliendo con un manipulador imbécil.
—Lo dice el que siguió aceptando a ese manipulador imbécil incluso después de que terminara con su hermana.
Zack frena en seco, y Greg choca con nuestros asientos y suelta un quejido.
—No digas cosas de las que no sabes nada.
—Ah, ¿no? —me enderezo—. ¿Por qué rayos seguiste siendo amigo de este trozo de carne si no estabas de acuerdo con la relación?
—Dos cosas, Asiel. Primero, no pises terreno minado. Que estés aquí no significa que no puedo golpearte. Segundo, no es de tu incumbencia —gruñe.
—Lo es —aseguro.
—No, no lo es. ¿Por qué lo sería? Solo eres otro imbécil más.
Pone el auto en marcha y dejo de mirarlo, enfocando mi vista en el parabrisas.
—Pero soy el imbécil que de verdad quiere a tu hermana —digo con firmeza, sin mirarlo.
Zack continúa conduciendo en silencio, y llegamos al hospital. Sin embargo, el hermano de Aisha no abre la puerta para salir, sino que sigue en silencio.
—No voy a dejar que nadie lastime a mi hermana —murmura con firmeza—. Solo yo puedo hacerle daño, pero si me entero de que llora por culpa tuya, te prometo que no te soltaré hasta que tu corazón deje de latir. Lo que ves en Greg es solo el inicio de lo que podría hacer contigo.
Asiento con la cabeza.
—No espero menos.
—Los voy a demandar —murmura Greg con la voz ahogada—. Y no descansaré hasta que ambos estén en prisión.
Miro a Zack, que se gira hacia Greg y empieza a golpearlo en algún lugar de su cuerpo.
—Suerte con las pruebas, imbécil.
—No te tengo miedo, Zack —asegura Greg.
—Tranquilo, pronto lo harás.
Me mantengo en silencio, pensando en Aisha. Tengo ganas de llamarla y decirle que estamos en el hospital, pero supongo que lo mejor será dejarla descansar. En vez de llamar a Aisha, decido que es mejor idea llamar a Jerome, así también va en busca de mi moto.
—¿Qué vamos a decir que sucedió?
Zack deja de golpear a Greg.
—Diremos que nos asaltaron.
—¡NO! —gruñe el ex de mi novia.
Mi novia... como si eso fuera cierto.
Zack le vuelve a pegar, y Greg vuelve a gruñir.
—Ya. Sí —acepta Greg—. Pero iré a buscarte.
—¡Dios! —gruñe Zack—. Aisha tiene el peor de los gustos en chicos.
Carraspeo.
—Estoy aquí.
Zack se endereza y me mira, serio.
—Por eso lo digo.
Abre la puerta del coche, sale, y Greg y yo imitamos su acción.
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