Capítulo 19
Asiel Wyatt:
Todas las sensaciones de derrota se disiparon cuando las vi permanecer en el parque de diversiones. No he dejado de pensar en eso desde esa noche.
Y las palabras de Aisha hacia mi padre...
Anteayer, pensé que William haría el papeleo para despedirla, pero todavía no lo ha hecho. Y no voy a permitir que lo haga.
—Ya no me funciona decirte que empiezo a acostumbrarme a que vengas a trabajar. Estoy feliz de que hayas desistido de tu plan —expresa Greis.
Me acerco a ella y ahueco mis manos en mis mejillas, colocando los codos encima del mostrador.
—Todo esto es porque me he dado cuenta de que necesito estar cerca de ti, hermosa —bromeo, sonriendo.
—Si crees que por tu coqueteo barato haré que tu padre te aumente el sueldo, estás equivocado.
Me enderezo y suelto un bufido.
—Tan aburrida como siempre, Gris.
—Ve a ponerte el uniforme, Asiel —gruñe, pero noto diversión en sus ojos.
Arrugo la nariz y niego con la cabeza.
—Necesitas un novio.
—Ya tengo un esposo —me recuerda.
—Y no he dicho lo contrario —le guiño un ojo, y ella suelta una pequeña risa.
Me dirijo hacia el vestuario y me pongo el uniforme. Camino a paso apresurado hacia la cocina. Si no me equivoco, a Aisha le toca trabajar como mesera.
Mesera que me toca supervisar.
Mi corazón empieza a golpear con fuerza mi pecho, como si quisiera liberarse, como si tuviera la intención de salir para entregarse a alguien. Suelto una pequeña carcajada ante la idea de tener un corazón y entro a la cocina. Mis ojos se mueven de un lado a otro, buscando a la chica que siempre lleva su cabello envuelto en un moño, pero no la encuentran.
Camino hacia Jerome, y él me sonríe en cuanto me ve.
—¿Qué? —pregunta.
—¿De qué? —frunzo el ceño.
—¿Por qué sonríes? —entorna los ojos.
—Porque te acabo de ver, bebé —parpadeo varias veces para agregarle drama al momento.
Mi mejor amigo suelta una carcajada y me golpea el hombro.
—Dime por qué sonríes.
Miro por encima de su hombro, pensando si es buena idea hacer la pregunta.
Suspiro, resignado.
—¿Has visto a Aisha?
El rostro de Jerome se enseria.
—Asiel... —advierte en voz baja.
—Jerome —sonrío con inocencia.
—No lo hagas.
—¿Hacer qué?
—Ambos sabemos que no quieres nada serio con nadie —hace una pausa—. Solo con ella.
Otra vez con eso. Supongo que los demás la tienen más pendiente que yo.
Sé que hace años le entregué mi corazón a ella, pero parece que estoy dispuesto a querer a alguien más.
—¿Y si ya no quiero nada con ella? —pronunciar esas palabras me dejan un sabor amargo en la boca, pero no digo nada más.
El rostro de mi amigo se suaviza y asiente con la cabeza.
—Es la primera vez que estás dispuesto a renunciar a ella.
Mi pecho se estremece ante la palabra renunciar, pero intento mantenerme lo más sereno posible.
Sin embargo, Jerome tiene razón. Nunca quise tener una relación porque la quiero a ella. Ella, la chica que me ha torturado con su existencia de día y de noche, la chica que se ha adueñado de mi corazón. Pero tampoco quiero pensar de más en la situación. Un paso a la vez. No hace falta que piense en todo lo demás si en estos momentos solo quiero estar cerca de Aisha.
—Lo sé —me limito a decir. No hace falta que alargue esta conversación más de lo que debería—. ¿Dónde está Aisha?
—¿La vas a dejar cuando llegue ella? —se cruza de brazos.
Aprieto los labios y clavo mis uñas en las palmas de mis manos.
—Solo necesito que me digas dónde está —comento, tratando de no gritarle a Jerome. Se supone que me conoce, que sabe que no estoy dispuesto a tener esta conversación, aunque es obvio que debería considerar sus palabras.
Jerome suspira.
—Está con el chef.
Frunzo el ceño, confundido, y empiezo a caminar hacia la oficina de Jeff. Toco la puerta y escucho un adelante de inmediato. La pequeña oficina de Jeff, el chef, está del todo iluminada, y hay varios postres encima de la mesa.
Mis ojos hacen contacto con los ojos de Aisha, y una opresión se hace notable en mi pecho. Noto un poco de entusiasmo y confusión en su mirada.
Bee lleva puesto su uniforme de mesera, camisa blanca y falda negra.
—Asiel. Un placer tenerte aquí —murmura Jeff.
—¿Qué están haciendo? —pregunto, cerrando la puerta detrás de mí.
—Resulta que Aisha tiene talento en la cocina. Su olfato, su gusto —Jeff besa su mano—. Hemos preparado todos estos postres juntos. Ahora no sabemos cuál escoger.
—No es...
—Silencio, niña —la interrumpe Jeff—. Puedes confirmarlo tú mismo, Asiel. Yo sé dónde hay talento. Ella podría ser mi aprendiz —hace un gesto de suficiencia, y yo sonrío.
Aisha agacha la cabeza ante ese cumplido. Aprovecho que ella está avergonzada ante los elogios del chef y le hago una seña significativa a Jeff para que se vaya y nos deje solos.
—Oh, me encantaría confirmarlo —murmuro, como si no acabara de pedirle a Jeff que se fuera.
El chef empieza a mover sus cejas de arriba hacia abajo, su sonrisa se amplía y me dedica un guiño. Casi se me escapa una carcajada, pero me controlo justo a tiempo.
Jeff es un buen amigo mío desde hace años. Lo conozco desde el primer día en el que empezó a trabajar en este hotel. Al principio, estuvo marcando su territorio, dando órdenes a todos los empleados, pero luego se relajó conmigo.
—Oh. Santo Dios —exclama demasiado alto. No sabe disimular—. Se me hace tarde para preparar la cena. Elije el postre, Aisha. Vuelvo cuando tenga la cena avanzada.
Bee levanta la cabeza y asiente, aceptando la excusa falsa que dijo Jeff. Tal vez ella no sabe que es una mentira. Jeff se pone el gorro de chef, cubriendo su cabello gris, y sale de la pequeña oficina.
Entro mis manos en los bolsillos de mi pantalón y me acerco a la mesa en la que se encuentran todos los postres. Aisha sostiene un pequeño plato entre sus manos, parte un poco del postre con el tenedor y lo lleva a sus labios.
La crema del pastel deja una pequeña huella en su labio inferior, y las ganas de caminar hacia ella y eliminar esa pequeña cantidad de dulce son cada vez más fuertes, sin embargo, me contengo y aprieto mis manos en los bolsillos de mi pantalón negro.
Los ojos de Aisha se cierran por unos segundos mientras degusta con entusiasmo el sabor del postre, y vuelve a abrirlos. Toma una servilleta y limpia la huella que yo quería limpiar con mis labios.
—¿Qué? —pregunta, mirándome.
Sonrío y me enfoco en cada rasgo de su rostro, tratando de fijar cada facción en mi memoria, aunque ya conozco cada una de ellas.
Posee un lunar cerca de la comisura izquierda de sus labios. Sus labios poseen la mezcla de dos colores, un poco de marrón por los bordes y rosado en el centro. Sus pestañas son largas, y tiene ojeras, pero las oculta con un poco de maquillaje.
—Supongo que me miras para seguir investigando cosas —especula.
Niego con la cabeza.
Lo cierto es que me está gustando mucho observarla, aunque no sea para hacer las investigaciones que, desde el principio, me impulsaron a querer mirarla con más atención.
—Con que a esto te referías el otro día con olfatear y saborear, ¿eh? —guio el tema hacia esa dirección. No podría decirle que todo lo que hace atrae mi atención.
No quiero asustarla.
Aisha aparta la mirada, pero la vuelve a centrar en mí sin demora.
—No es la gran cosa —se encoge de hombros.
Miro la variedad de platillos y luego la miro a ella.
—Deberías cubrir tu rostro para que tu talento te guie hacia el postre perfecto —propongo.
Aisha suelta una pequeña risa que se adentra en el interior de mi pecho, y solo me limito a sonreírle. Agarra una venda, que estaba en una silla, y cubre sus ojos. Parece que Jeff pensó en eso.
—Listo.
—Debo confirmar —comento.
Rodeo la mesa y camino hacia Aisha. Me coloco detrás de ella y ajusto un poco más la venda. No hacía falta que lo hiciera, pero una fuerza mayor que yo me impulsa a querer tenerla cerca, como si se fuera a desvanecer si no la toco.
—¿Está bien así, Bee?
—Sí —susurra.
Sus hombros se están moviendo como si le costara respirar, y me doy cuenta de que yo estoy igual. Es como si el oxígeno de este pequeño espacio se estuviera extinguiendo y ninguno de los dos hace algo para conseguir que el aire se quede.
—¿Cuántos postres has probado?
—Todos los que se encuentran hacia la derecha.
Miro hacia la mesa. Hay un hilo blanco que divide la mesa. Son más los postres que han probado que los que les faltan por probar. Me alejo de Aisha y observo con atención los dulces que se encuentran a mi izquierda. Sostengo un postre que posee una mermelada de color ámbar por encima. Y estoy seguro de que se trata de miel.
Bee.
—¿Hace cuánto tiempo llegaste?
—Eh... Desde el mediodía. Hablé con Greis para que me permitiera pasar tiempo extra con el chef.
—Entiendo. Cuidado. Voy a acercarte uno —murmuro. Y Aisha asiente.
Miro sus labios durante unos segundos y niego con la cabeza. Corto un poco del pastel con el tenedor y lo acerco con cuidado a su boca. Aisha separa los labios cuando se lo pido, e introduzco el tenedor. Bee saborea el postre que le di y sonríe.
—Este fue uno de los más sencillos. Jeff y yo nos aseguramos de que, a simple vista, luciera como si estuviera repleto de miel, pero no es así, es solo una mermelada parecida a la miel. Si te lo preguntas, tiene miel, pero no tanta —se detiene, retira la venda de sus ojos y me sonríe con timidez—. Deberías probarlo —aconseja.
—Se nota lo mucho que te gusta hablar de la comida.
—Es lo único que me sale bien —comenta.
Aisha toma el tenedor de mi mano y parte un trozo del pastel, un trozo más grande del que yo le ofrecí, y lo introduce en su boca.
Sigo el movimiento de su mandíbula mientras degusta la porción del dulce y trago saliva. Coloco el pequeño plato en la mesa para dejar de mirar a Bee, pero mis ojos vuelven a enfocarse en ella.
—¿Qué?
Mi pecho entero se sacude ante las ideas que invaden mi cabeza y nublan mi visión. Estoy en una lucha conmigo mismo y, el hecho de que sus ojos estén enfocados en mí, atravesándome como flechas, no colabora en tomar una decisión estable.
No.
Niego y asiento con la cabeza, movimientos que quizá me hacen ver como un demente, ya que Aisha frunce el ceño y tuerce los labios. Sus labios.
—Asiel...
Me inclino hacia adelante y uno mis labios a los suyos.
¿Mala idea?
¿Excelente idea?
No sé cuál de las dos es correcta, solo sé que no siento ninguna punzada de culpabilidad.
Todo su cuerpo está paralizado ante mi cercanía repentina, y la rodeo con mis brazos, incitándola a que se relaje y siga mis movimientos. Sus labios se aprietan con fuerza, impidiéndoles los libres movimientos a los míos, y una ola de decepción se agolpa dentro de mí ante esa barrera que Aisha acaba de crear.
Rayos. Otra vez haciendo el ridículo.
Estoy considerando la idea de apartarme, de soltarla, de liberarla, pero la separación de sus labios me da mayor acceso al dulce que quería probar, y la aparición de sus brazos rodeando mi cuello hace que me acerque más a su cuerpo.
Las manos de Aisha se aferran a mi cabello con fuerza, y dejo que sea ella quien profundice el beso. Me sorprende la forma en la que me sostiene y la forma en la que me besa con tanta devoción.
Acaricio su cintura con mis manos, dibujando un mapa mental de cada una de sus curvas, y me enfoco en el sabor a miel y limón que posee su boca.
Nos estamos besando. Y me encanta este beso. No solo por el sabor de sus labios, sino por la pasión y dedicación con las que me besa.
Bee rompe la conexión de nuestros labios y me enfoco en que sus ojos siguen cerrados. La dejo respirar durante treinta segundos y vuelvo a atacar su boca. En esta ocasión, decido poner el ritmo.
La beso con más urgencia, como si fuera la última oportunidad que tengo de probar sus suaves y dulces labios. Ella me sigue como toda una experta, como si conociera cada uno de los movimientos que haré.
¿Quién la habrá enseñado a besar así?
Una pequeña llama de celos se apodera de mi pecho, y tengo ganas de estrangular a aquel que poseyó sus labios primero que yo, pero decido enfocarme en que no está besando a ese otro, sino que soy yo quien está aquí con ella. Y esos estúpidos celos se apaciguan y desaparecen tan rápido como aparecieron.
Alejo mis labios de los suyos y pego mi frente a la de ella. Todavía tengo los ojos cerrados, y, por una extraña razón, no quiero abrirlos. Es como si tuviera el presentimiento de que, al abrir los ojos, esto va a desaparecer.
—Estoy seguro de que debería ser el postre principal de esta noche —afirmo sin aliento.
Los brazos de Aisha se alejan de mi cuello, y su frente se aleja de la mía.
Sí, es momento de despertar.
Abro los ojos y me encuentro con los de Bee, los cuales manifiestan sorpresa y arrepentimiento.
Rayos, no.
—Bee... —murmuro.
—No. Yo... —niega con la cabeza y mira de un lado a otro—. No —repite.
Coloca el tenedor encima de la mesa y corre hacia la salida. La puerta se cierra detrás de ella, y golpeo la mesa con fuerza, provocando que los platos tiemblen.
¿Qué podría decirle? ¿Disculparme? Eso nunca. No lamento haberla besado, incluso estoy deseando volver a hacerlo.
Solo fueron dos besos, y quiero más. Necesito volver a unir mis labios con los suyos.
Mis instintos me gritan que corra detrás de ella, pero mi yo razonable me detiene. Ella necesita unos minutos para pensar. Incluso yo necesito pensar qué fue lo que me sucedió.
Siempre he sido cuidadoso con las chicas, pero no pude controlarme en esta ocasión. No logré controlar las ganas de besarla. Es difícil controlarme cuando se trata de ella.
Y aunque actué por impulso, no me arrepiento.
🐝🐝🐝🐝
Creo que volveré a actualizar antes del jueves.
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