Capítulo 13
🐝Maratón 2/5🐝
Aisha Fuller:
Ha pasado una semana desde que renuncié. He estado fingiendo sonrisas, solo para que no me hagan preguntas que no tengo ganas de responder.
Greg tenía razón, desde que renuncié hemos vuelto a ser como antes: distantes.
¿Por qué sigo pensando que soy la única que siempre está disponible? ¿Por qué siento que solo somos dos desconocidos que están fingiendo estar juntos?
Fingir. Sí, él y yo no hemos regresado, solo estamos en el proceso de regresar. Supuestamente.
Debería estar feliz de que exista la posibilidad de que vuelva a existir un nosotros, pero no lo estoy. No del todo.
Suelto todo el aire que estaba conteniendo y atravieso la entrada de la escuela.
Hace unos días estuve buscando algo que hacer y encontré un pequeño grupo de ayuda mutua, así que, después de darle tantas vueltas al asunto, decidí asistir hoy.
Supongo que el no tener nada que hacer te obliga a entrar en cosas que ni siquiera tenías pensado.
Me pareció peculiar ver que el grupo de ayuda mutua se trata de personas que han sido traicionadas y heridas emocionalmente, personas que han dejado de confiar en sí mismas y en los demás, pero decidí entrar, no porque fuera inusual para mí, sino porque me sentí identificada.
Extraño poder hablar con la gente sin pensar en todas las formas en las que me podrían traicionar, extraño hablar con la gente sin miedo al qué sucederá después. Extraño ser lo que antes era.
Tuve una conexión sorprendente con las personas del hotel. Ni siquiera me esforcé para hablar con ellos. No, intenté mantenerlos alejados, aunque a Cleo le pedí que hiciera un trato conmigo. Era mi única opción para seguir asistiendo a ese empleo. Empleo que abandoné.
No le conté a nadie que vendría a este lugar, ni siquiera a Cleo. Ella y yo hemos seguido hablando, aunque no nos hemos visto después del concierto.
Vuelvo a soltar aire y atravieso la puerta del aula. Hay varias personas sentadas en un círculo, y una señora está diciendo algo referente a la confianza.
Cuento hasta tres y me siento en la silla más cercana, solo para evitar ser la única persona de pie. El corazón me late con fuerza, así que intento respirar profundo y aprieto mis muslos con mis manos.
—Es un placer tener nuevas personas la noche de hoy.
Levanto la cabeza y me enfoco en la misma señora que ha estado hablando. Es una mujer un poco llenita, su cabello castaño está recogido en un moño bajo y está vestida con una camisa azul y unos pantalones negros.
—Bienvenida...
—Aisha Fuller —murmuro.
Siento la mirada de las demás personas y aprieto un poco más mi agarre.
—Bienvenida, Aisha Fuller.
Escucho más palabras de bienvenida y miro a varias personas, pero solo la mirada de él logra atrapar la mía completamente.
Asiel.
Asiel está sentado justo frente a mí. Lleva puesta una sudadera roja y unos pantalones grises. Sus brazos están cruzados sobre su pecho, sus piernas largas están estiradas hacia adelante y sus ojos reflejan un vacío, como si no estuviera presente.
«¿Por qué estás aquí, Asiel?». Inquiero dentro de mí.
Como si pudiera entender la pregunta que quiero hacerle, niega con la cabeza. Lo que interpreto como un: déjalo.
Asiento con la cabeza, pero no dejo de mirarlo. Y él tampoco deja de mirarme a mí.
***
Podría mentir, pero nadie me creería, así que es mejor aceptar el hecho de que no entendí nada de lo que dijo la moderadora. Sé que hablaron de la confianza, de cómo se siente alguien que ha sido traicionado, alguien que tiene miedo de volver a confiar, pero no podría decir algo más allá de eso.
Veo cómo todos salen del salón, sin embargo, decido permanecer sentada para salir junto a Asiel, solo que él ya no está en su asiento. Asiel se fue.
Algo se encoge dentro de mi pecho, pero decido ignorar la sensación y me pongo de pie. Me despido de la moderadora con un casi imperceptible movimiento de mi cabeza y salgo del salón. Camino a paso doble y llego a la salida de la escuela.
El frío de la noche envuelve mi cuerpo y hace que mi piel se erice. Tal vez debí ponerme una chaqueta antes de venir, pero que me lamente no hará que cambie la situación. Bajo los escalones de la entrada, y mi mirada se encuentra con la de Asiel, y la sensación anterior se esfuma gracias a la conexión de nuestras miradas.
Sé que debería estar huyendo, buscando la forma de no hablar con él. Por el amor de Dios. Le dije hasta la mañana y no regresé. Pero hay una parte de mí que quiere hablarle, y no sé si eso es bueno o malo.
Además, no debo sentir culpa por no haber aparecido. Él tiene novia y, aun así, me besó. Me besó y yo no le dije nada. No, hice lo peor, le sonreí y lo abracé. ¿En qué estaba pensando?
—Hola —murmuro. Entrelazo mis manos detrás de mi espalda y me coloco frente a él.
—Hola —me hace un gesto con la cabeza para que me suba a la moto.
Lo dudo por unos segundos, pero no tardo en subirme en la moto. No tiene el casco, así que no tengo que deshacer mi moño.
Asiel conduce hacia no sé dónde, y decido no pensar, solo dejarme llevar. La última vez, eso me produjo varios problemas con Greg, pero esta semana ha sido tan estresante que solo quiero desconectarme como lo hice cuando estuve con Asiel.
Además, no es una traición, solo estoy acompañando a un... amigo. Amigo que me besó, amigo que tiene novia.
Decido mantener un poco de distancia de la espalda de Asiel, ya que dudo poder alejarme si me acerco como la última vez.
El viento golpea mi rostro, pero se siente un poco de paz en todo esto. Es como si estoy donde debo estar. Y esto es inaudito porque no estamos en ningún lugar en específico.
Nos detenemos, y no tardo en desmontarme de la moto. Miro a mi alrededor y aunque sabía que no nos dirigíamos hacia mi casa, me sorprende que estemos en un parque. Hay una inmensa fuente de agua frente a nosotros, y alrededor del parque hay varios vehículos en los que venden comida.
Las luces amarillas hacen que sea más sencillo visualizar a las personas que caminan de un lado a otro, las que están comiendo y las que están conversando.
Asiel se quita la sudadera, la coloca sombre mis hombros y me hace un gesto para que lo siga. Ahora solo lleva puesta una camiseta azul. Me pongo su sudadera, permitiéndole a su calor que elimine el frío y permitiéndole a su aroma que inunde mis fosas nasales.
Nos detenemos frente a uno de los vehículos, y Asiel y yo pedimos dos rebanadas de pizza y dos refrescos. Nos entregan nuestros pedidos, y caminamos hacia la fuente. Nos sentamos en un banco y empezamos a comer.
Me sorprende el silencio con el que nos movemos y lo cómodo que resulta, así que decido no hablar para no hacer las cosas raras o incómodas.
Nos sumergimos en la tranquilidad que nos rodea, observando cómo las gotas de agua se mueven de un lado a otro, cómo las luces azules y verdes iluminan el agua de la fuente y cómo varias personas arrojan monedas en ella.
Terminamos de comer, y Asiel toma los recipientes vacíos de nuestra cena y los arroja a un bote de basura y luego regresa a mi lado.
—Mis padres están divorciados —suelto. Podría haber empezado con explicaciones de por qué renuncié, pero solo quise decir en voz alta lo que se ha agolpado en mi pecho.
Miro a Asiel y me encuentro con su mirada. Noto sorpresa en sus ojos, pero también veo una determinación que me dice que él no dirá nada, que solo me va a escuchar.
Los recuerdos de ese día se reproducen en mi mente, y decido no apartarlos.
Recuerdo que estaba haciendo unas compras con mi antigua mejor amiga, Anne, y me despedí de ella cuando llegamos a su casa. Como si la vida estuviera jugando conmigo, decidí conducir hacia el nuevo restaurante que se estaba inaugurando.
Mi plan era entrar, comer e irme, pero me quedé helada cuando vi a mi padre besando a otra mujer. Pensé que se trataba de su secretaria, de la amiga de mi madre, sin embargo, solo fue una mujer que yo nunca hubiera visto en toda mi vida.
Cuando mi cuerpo reaccionó a la noticia, di media vuelta y regresé a mi coche. Aceleré como nunca lo hubiera hecho. Mientras las lágrimas humedecían mis mejillas y las apartaba como podía, estuve luchando conmigo misma. No sabía si contárselo a mi madre o guardar el secreto. A medida que avanzaba, me di cuenta de que tenía que decirlo, así que aceleré más, aunque mi lado razonable me gritaba que me detuviera o que bajara la velocidad.
Siempre he respetado las leyes de tránsito, pero supongo que la sorpresa, el miedo y la decepción se unieron para convertirme en una irresponsable.
Recuerdo que el restaurante solo estaba a treinta minutos de mi casa. Supongo que me tomó menos tiempo. Cuando llegué a mi casa, dejé todo lo que había comprado en mi coche y corrí hacia la entrada. Por unos segundos, el miedo se apoderó de mí, pero abrí la puerta lentamente. Solo que otra vez volví a congelarme cuando vi que mi madre se estaba besando con un desconocido en el sofá de la casa.
Sentí que toda la perfección que antes nos rodeaba se estaba derrumbando. No, me di cuenta de que todo lo que creí real era una cruel mentira. Retrocedí lo más lento que pude y regresé a mi coche, solo que esta vez no tenía un rumbo fijo.
Llegué a un terreno solitario y grité. Grité hasta que sentí mi garganta desgarrarse, grité hasta que mi voz desapareció. Lloré hasta que todas mis lágrimas se detuvieron. Lloré hasta que la oscuridad se hizo más intensa.
El reloj marcó la medianoche, así que tuve que enderezarme y maquillarme. En ese momento, solo quería que alguien se acercara y acabara con mi sufrimiento, pero ni siquiera los delincuentes de esa zona se acercaron a mí.
Era la chica que creía que todo era verdad y se enteró de que estuvo viviendo en una mentira.
Eran tantas las llamadas perdidas, pero ni siquiera sentí culpa por no responder.
Llegué a la casa, y mis ojos estaban hinchados, pero no miré a mis padres, solo corrí a mi habitación y me lavé el rostro. Mi madre se apareció en mi habitación, le dije que solo quería dormir, y ella me dejó sola.
En la mañana, estábamos todos en la cocina de mi casa. Esperé que dijeran algo, les lancé muchas indirectas, pero ellos siguieron actuando como si siguieran amándose. Hasta que exploté. Les dije todo lo que me estuve guardando, todo enfrente de Greg y de mi hermano. Ahora Zack me odia y dice que soy la culpable de que mis padres hayan decidido separarse oficialmente, aunque estaban divorciados desde antes. También es un adicto al cigarrillo y me dice que soy la culpable de su adicción.
Mi padre ni siquiera vive con nosotros, solo pasa gran parte del tiempo para no ser un padre ausente. De vez en cuando duerme en la casa, pero solo cuando se hace muy tarde o si el clima no es favorable.
—Lo siento mucho —dice, y siento que hay más sinceridad en esas tres palabras que más de las diez mil palabras que me han dicho más personas en toda mi vida.
Decir toda la historia en voz alta duele, pero no se siente tan mal estar contándoselo a él. Asiel pasa su mano por mis mejillas y seca parte de la humedad. Ni siquiera me di cuenta de que estaba llorando tanto.
Le dedico una pequeña sonrisa y asiento.
—Por esa razón no me gusta que mientan. Sé que parezco una hipócrita, pero también hay una historia detrás de esa —suelto una risa sin gracia.
—Renunciaste —comenta en voz baja, como si le doliera, aunque tal vez son solo pensamientos míos.
—Y esa es la otra historia. Yo... He estado mintiéndoles a todas las personas con las que me relaciono. Les he dicho que estuve trabajando cuando en realidad Cleo lo hacía por mí. No quiero que piensen que soy un fracaso, pero eso es lo que soy —confieso en voz baja—. Y ya me cansé de mentir. No quiero obtener dinero cuando no he hecho nada para merecerlo.
Y es cierto. Todo lo que he dicho es tan cierto que siento cómo un peso es quitado de mis hombros. Nunca hubiera hablado con alguien de todo esto. Es la primera vez en todo este año que le digo a alguien parte de la historia de mi vida.
Los pensamientos de mis padres mintiéndonos en la cara a mi hermano y a mí siempre están en mi cabeza. Sus mentiras provocaron que desconfíe de los demás.
Dejé los trámites para ingresar a la universidad y me encerré en mi habitación, huyendo de las situaciones que pudieran exponerme a otra mentira, pero me cansé, me cansé de vivir encerrada, así que decidí trabajar. Decidí demostrarme a mí misma que puedo volver a mi antigua vida, no como la que está rodeada de personas falsas, sino la que intenta mejorar como persona.
Lo curioso de todo esto es que ninguno de mis amigos fue a buscarme cuando me alejé de la nada, ninguno se acercó a mí para preguntarme qué me pasaba. Solo Greg.
Y aunque fue Greg quien me pidió que renunciara, también lo hice por lo falsa que estaba siendo yo.
—¿Por qué empezaste a trabajar, Bee? —inquiere Asiel.
Detengo cada palabra que pueda salir de mis labios y rebusco en mis cajones mentales.
—Porque quería demostrarme que podía hacer algo por mi propia cuenta.
Una sonrisa se dibuja en sus labios, y termina de secar las lágrimas que humedecen mis mejillas.
—¿Qué? —inquiero.
Asiel aparta su mano de mi rostro y me sonríe con tanta devoción que me dan ganas de fotografiarlo para no olvidar esa sonrisa, esa mirada.
—¿No te has dado cuenta?
—¿De qué? —inquiero.
—Empezaste a trabajar por ti, no por ellos. No los engañas a ellos, te estás engañando a ti misma —niega lentamente con la cabeza—. Y aunque Cleo estuvo haciendo tu trabajo de mucama, lo hiciste sola como mesera. Date otra oportunidad, Bee. Demuéstrate a ti misma que sí eres capaz de hacerlo.
Frunzo levemente el ceño, pero le permito a sus palabras adentrarse en mi cabeza. Ojalá que esas palabras queden almacenadas en mi memoria a largo plazo.
—Asiel...
—Regresa.
Hay tanto dolor en esa palabra, que incluso creo que de verdad quiere que regrese al hotel.
—¿Por qué haría e...?
—Te extraño. Eras mi amiga —confiesa, interrumpiendo mi pregunta.
Coloca su mano detrás de su cabeza y empieza a rascar su nuca.
—Ese hasta la mañana se convirtió en muchos días, Bee.
Cleo me dijo que Asiel estuvo preguntando por mí durante toda la semana, incluso me envió una captura de pantalla. Me dieron ganas de decirle que le diera mi número, pero pensé que lo mejor sería guardar distancias, aunque ya no le veo mucho sentido ahora que estamos juntos.
Y no sé qué pasa con Asiel, pero es inusual que yo también lo extrañe. Todavía recuerdo el primer día que nos encontramos. La forma en la que algo peculiar se coló en mi pecho.
—Me debes tu historia, Minero.
Es mejor cambiar de tema para no llevar esto más allá. No podría decirle que también lo extrañé porque podría formarse un ambiente incómodo, estamos solos, en un parque. Por el amor de Dios, él tiene pareja.
Tampoco podría decirle nada acerca de regresar a trabajar, a Greg no le agradaría la idea. Y aunque Greg y yo no tenemos nada, siento que le debo esto.
Asiel sonríe y se pone de pie.
—¿Minero? —inquiere, inquisitivo, y yo asiento—. Pronto te la contaré. Vamos. Te llevaré a tu casa, Bee.
Me pongo de pie y lo sigo hacia su moto.
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