Capítulo 11
Aisha Fuller:
Tal vez el hecho de que mis padres finjan que les importa lo que me pasa hizo que aceptara la invitación de Asiel.
Es agobiante. Ni siquiera sé si puedo confiar en ellos. Saben fingir tan bien que es difícil no creerles, pero después de descubrir sus mentiras, me resulta más sencillo saber que todo lo que dicen o hacen es falso.
Pero la razón por la que salí de la casa es para no pensar en ellos, es hora de apartarlos de mis pensamientos.
Asiel me prestó su casco, pero no pude usarlo a causa del moño alto, así que he tenido el casco en mi mano todo este tiempo.
Me aferro más fuerte al torso de Asiel y aprieto mi mejilla en su espalda. En cualquier otro momento, estaría corriendo lejos de él, pero entre él y mi familia, él es el único que no me ha mentido. Quizás eso le da un punto a su favor.
¿A qué se refería Asiel con que herí los sentimientos de Cleo? ¿Será que le dolió el hecho de que rechacé la invitación? ¿Por qué lo haría? Nos conocemos hace poco.
Asiel reduce la velocidad, y me alejo un poco de él, suavizando el agarre.
Supuse que vamos a sudar entre el tumulto de gente, así que solo me puse una ligera base de maquillaje y me pinté los labios.
La moto se detiene por completo, y el sonido de la música es el que llena el silencio. Me desmonto y le entrego el casco a Asiel, y él lleva la moto hacia el interior del que supongo es un aparcamiento. En menos de dos minutos, empieza a caminar hacia mí, y apenas soy consciente de lo bien que se ve. Lleva puesta una camiseta verde y unos jeans negros. Su cabello rojizo está desordenado, y todo eso le da un toque diferente a su estilo normal en el trabajo.
Tiene una pequeña sonrisa de lado, y juro que se ve bien, relajado, apuesto, ajeno.
Sí, ajeno.
Aparto la mirada y me centro en el exterior del estadio. Muchas personas están llegando y hay muchos autos estacionados.
—¿Nerviosa?
No quiero mirarlo, menos ahora que soy consciente del pequeño escándalo que hicieron mis padres, después de pedirle que me sacara de la casa y después de que me aferré a su espalda como si fuera lo único que me impedía derrumbarme.
Pero, aun así, lo miro.
—Sí, un poco.
La sonrisa de Asiel se amplía y estira su mano hacia mí. Aparto la cabeza, pero siento que su mirada me pide que me tranquilice, así que me relajo y me enderezo. Asiel lleva su mano a mi cabello y todos mis rizos caen por debajo de mis hombros.
Asiel empieza a tocar mi cabello, y me quedo observando su rostro, embobada. Termina de ordenar (o desordenar) mis rizos y guarda en su bolsillo la goma elástica que antes estuvo en mi cabeza.
—Listo. Ahora sí parece que vamos a ir a un concierto —expresa, y da un paso hacia atrás para observar su trabajo.
Suelto una pequeña risa (la primera en esta noche) y niego con la cabeza.
—¿Dónde están Cleo y Jerome?
Una sonrisa de lado hace acto de presencia en sus labios.
—Te mentí, esta noche es solo de nosotros dos.
—¡¿Qué?!
No es que me parezca una mala idea. Bueno, sí, me parece una pésima idea. ¿Cómo voy a estar a solas con él? ¿Cómo?
Empiezo a buscar la forma de escapar de aquí, pero no tengo idea de dónde estoy. Tendré que pedir un taxi. No, no puedo. No traje dinero, solo tengo mi celular. Podría pagarle al taxista cuando llegue a mi casa...
Las carcajadas de Asiel estallan a mi alrededor, haciendo que deje de buscar formas de escape y me centre en él.
—¿Qué? Ya sabes las reglas de no risas sin darme motivos.
El insoportable suelta una última carcajada y se seca las supuestas lágrimas.
—Es broma. Jerome y Cleo nos están esperando adentro.
Suspiro, tranquila y decepcionada, y asiento.
—¿Podemos entrar? —pregunto para cambiar el tema.
—Claro.
Caminamos hacia el interior del estadio y le mostramos nuestras entradas a los porteros, ellos retiran la cadena que impide el paso, y nos adentramos en el lugar en el que la aglomeración es mayor que la de afuera.
Mi corazón empieza a latir con fuerza por la gran cantidad de personas, y las ganas de salir corriendo son cada vez más intensas.
¿En qué estaba pensando cuando decidí dejar la seguridad de mi habitación?
Rayos. Me quiero ir.
Una mano se aferra a la mía, y miro hacia esa nueva conexión, levanto la mirada para conocer al osado que se atrevió a sostenerme sin pedir permiso, pero una sonrisa se dibuja en mis labios cuando me doy cuenta de que se trata de Asiel, que me aprieta la mano un poco más, como si me estuviera diciendo que no debo preocuparme.
Mi respiración empieza a estabilizarse, pero los latidos de mi corazón se descontrolan.
«Vamos, es solo un agarre, es para que no te pierdas, Aisha».
Sacudo la cabeza en mis adentros y me centro en el frente.
Asiel aprieta un poco más nuestra unión y empezamos a caminar, apartando a cada persona que se interpone en nuestro camino.
Recibo unos cuantos pisotones y devuelvo unos cuantos. Y no me arrepiento de mis actos.
Lo que más me sorprende no es el hecho de que Asiel me esté sosteniendo la mano, sino que no ha hecho ningún comentario acerca de mi familia, tampoco me ha preguntado las razones por las que quise salir de la casa.
No quiero pensar en cómo inició el escándalo que armó mi familia, solo quiero olvidarlo todo durante las siguientes horas.
Respiro profundo y dejo que la música fluya dentro de mí. Siempre he amado escuchar música. Cuando la melodía y la letra se adentran en mis oídos, me siento diferente, siento que formo parte de la canción, vivo a través de la letra.
Es agradable que alguien exprese en una canción lo que siento.
Mi cuerpo empieza a moverse con lentitud, y sigo siendo consciente de que la mano de Asiel y la mía están conectadas. Y tal vez sea el hecho de que él es el único que conozco, pero me siento segura mientras caminamos juntos.
Asiel detiene sus pasos, y yo me detengo junto a él. Estamos en la primera fila. Las personas saltan a nuestro alrededor y animan a la banda que está en el escenario. Hay muchas luces iluminando el escenario.
La banda está compuesta por seis integrantes. Un chico está en la batería, una chica sostiene la guitarra, otro chico posee un bajo, hay otra chica con un teclado y una chica y un chico son los vocalistas. Tres chicos y tres chicas.
Empiezo a saltar a medida que el chico de la batería incrementa el ritmo y sacudo la cabeza, emocionada.
Guao. Mi primer concierto.
—Todavía no hemos llegado, guarda las energías, Bee —grita Asiel cerca de mi oído. Detengo todos mis movimientos, y un pequeño escalofrío se pasea por mi espina dorsal.
Supongo que seguirá diciéndome abeja solo por mi pijama. Y ni siquiera la suelo usar, solo me la puse hoy porque sí.
¿Que no hemos llegado?
Frunzo el ceño y miro a Asiel a los ojos. En vez de darme explicaciones, se irgue y me conduce hacia donde están los guardias de seguridad. Le muestra una tarjeta que estaba en su bolsillo, y el guardia nos permite pasar.
Varias personas empujan, pero los guardias no les permiten seguirnos.
Subimos las pequeñas escaleras del escenario y nos detenemos en una esquina.
Estamos en el bendito escenario.
No soy una gran fan de la banda, pero estoy más emocionada que cualquier otra persona.
Cleo corre hacia mí y me envuelve con sus brazos. Le correspondo en el abrazo, y mi sonrisa se amplía.
Sí la conozco, ella es mi amiga.
—¡Viniste! Gracias por venir —grita en mi oído.
Por suerte, nadie puede escucharnos, todos están enfocados en la banda.
—Lamento lo de hace rato —grito.
—Te perdono —vocifera.
Cleo tiene un top rojo, una falda corta de color negro, mallas y una chaqueta del mismo color. Su cabello rojo está trenzado de un lado y el resto cae hacia el otro lado.
Miro a Jerome, quien me saluda con un asentimiento de cabeza, y le dedico una amplia sonrisa.
Jerome tiene una camiseta roja, unos pantalones negros y una chaqueta que hace juego con la de Cleo. Su cabello está más desordenado de lo habitual, pero sigue luciendo bien.
Es extraño verlos sin sus uniformes.
—Yo lo vestí —me grita Cleo.
Unas manchas en la boca de Jerome captan mi atención. Y si no me equivoco, esas manchas son de un labial. Del labial de Cleo.
—Lo estabas besando, cochina —acuso, mirándola.
Cleo suelta una carcajada y se aleja de mí. Miro hacia donde está Asiel y veo cómo mi amiga le susurra algo al oído. La curiosidad florece dentro de mí, pero en vez de ir tras las informaciones, decido enfocarme en disfrutar el momento.
Lo curioso de todo esto es que solo estamos nosotros cuatro en esta esquina del escenario y tres guardias de seguridad.
Amo esto.
El vocalista empieza a sacudir la cabeza, y la vocalista se acerca al chico de la batería, dando saltos que van con el ritmo de la música.
Me anima bastante el ver la forma en la que fluyen ante tantas personas, la seguridad de sus movimientos, de sus voces combinadas. Son increíbles.
Cleo sostiene mi mano y empieza a moverse como una desquiciada, así que decido ignorar las voces que me gritan que no me gusta estar ante tantas personas, decido apagar esa yo que le gusta controlar todo a su alrededor para evitar malos ratos, y empiezo a saltar junto a Cleo. Si las dos bailamos mal, estamos pasando vergüenza juntas y estamos avergonzando a los dos chicos que están cerca de nosotras.
No sé cuántas canciones han cantado, pero sé que los he acompañado en todas, aunque no me sé la letra a la perfección.
La música se detiene y los dos vocalistas se acercan al borde del escenario.
—Hace tres años, seis personas con los corazones rotos crearon una banda. Esas seis personas son las que están viendo aquí. Cada uno con una historia diferente —expresa el chico.
—Somos conocidos por nuestras canciones de desamor, odio y rencor, pero hace un mes, todos nosotros nos unimos para escribir algo nuevo, algo que trata de cómo se siente poder sanar esas heridas y volver a amar —explica la chica.
—Porque hay corazones rotos, pero hay nuevas etapas que sanan.
—Hay momentos oscuros, pero pronto llegará la luz del día.
—Esperamos que les guste.
Un tono suave empieza a fluir, y las luces se tornan azules. La primera en empezar con la canción es la chica, su voz es tan suave, tan dulce. Unos segundos después, el chico la acompaña, y varias lágrimas se escapan de mis ojos. Sus voces son hermosas y mejoran cuando se combinan.
Miro hacia el público, y la mayoría tienen las luces de sus celulares encendidas, supongo que están grabando. Quiero sacar mi celular para imitarlos, pero decido no hacerlo, no quiero perderme de nada de esto y quizás encuentre un video en las redes sociales.
Me centro en la banda, dejando que la letra de su canción se adentre en mi corazón. Es más creíble lo que dicen, no solo porque son famosos, sino porque sus palabras parecen sinceras. Ellos saben lo que se siente que te rompan el corazón y, aun así, creen en las segundas oportunidades.
Miro hacia Asiel y le sonrío, espero que entienda que mi sonrisa significa un inmenso agradecimiento. Si él no hubiera ido a buscarme, me estaría perdiendo esto.
Asiel se acerca más a mí y seca las lágrimas de mis mejillas. Me está sonriendo, me gusta que sonría.
Miro a Cleo, ella está abrazando a su novio. Se nota que se quieren.
Una mano se entrelaza con la mía, y una sensación de paz, alegría y seguridad se apodera de mí. No hace falta que mire, sé que se trata de la mano de Asiel.
Un reflector cae sobre nosotros cuatro, aunque tiene más enfoque en Jerome y Cleo. Abro los ojos con sorpresa, miro a Asiel, que está sonriendo y me hace un gesto hacia sus amigos.
Miro hacia donde están los dos enamorados, y Jerome se está arrodillando. Dios. ¿Le va a pedir que sea su novia? No, no podría ser que sea su novia. Jerome acaba de sacar una pequeña caja y la abre para que veamos la sortija.
Cleo está dando saltos de alegría y está sacudiendo sus manos, la música sigue fluyendo, muchas personas gritando, y yo solo puedo observar y escuchar todo a mi alrededor.
Jerome vocifera algo, pero no se escucha muy bien.
La chica de la banda corre hacia nosotros y le pone el micrófono en los labios a Jerome.
—¿Te quieres casar conmigo, Cleo?
Mi amiga se arrodilla junto a su novio y lo abraza.
—Sí —se escucha gracias a la cercanía del micrófono—. Sí.
Más lágrimas se escapan de mis ojos, y varias chispas salen del escenario. La voz del vocalista se detiene y ahora solo los instrumentos están sonando, además de los gritos de la multitud.
Jerome le pone el anillo a Cleo y la empieza a besar como si estuvieran solos.
Dios. Que alguien los detenga.
Me giro hacia Asiel y no sé por qué, pero lo abrazo. Rayos. Estoy abrazando a Asiel.
—Esto es genial —digo cerca de su oído.
—Lo eres, Bee.
Rompo el abrazo y lo miro con atención.
—¿Qué?
—Que lo es, es genial.
Asiento con la cabeza y le sonrío. Es mejor fingir que no entendí. Es mejor así.
—Felicidades a los chicos —vocifera la vocalista, y ella y el otro vocalista le hacen unas señas a Asiel con la mano, seña que Asiel corresponde—. Y gracias a todos por venir. Es por todos ustedes que hoy estamos aquí, gracias.
Jerome y Cleo se ponen de pie y los abrazo, felicitándolos por su compromiso.
Minutos después, los de la banda se acercan a nosotros y saludan a Asiel. Incluso me saludan a mí. La banda desaparece de nuestras vistas, y chillo, emocionada.
Si antes no era la mayor fan, a partir de ahora lo seré.
—¡Dios! No me pienso bañar —le digo a Asiel.
Su sonrisa se amplía, y de una manera casual, se inclina hacia adelante y une sus labios a los míos.
Mi mandíbula cae al suelo, y miro cómo se aleja de mí. No fue un beso intenso, solo fue un choque de labios. Un choque que ha dejado un hormigueo extraño en mi boca.
—Y yo no me pienso lavar los dientes —bromea.
Podría correr, alejarme, pero en vez de hacer eso, le sonrío y lo abrazo.
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Hellowwwwssss. Bien, tendremos un maratón de cinco capítulos el sábado. Voy a dejarlos programados por si no puedo estar conectada.
Otra cosa: Esto se va a poner desesperante, pero piensen en cada situación. Algo importante: Tanto las reacciones como las emociones son canales de expresión para mostrar cómo nos ha impactado algo. No todos reaccionamos igual. 💙
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