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Capítulo 10

Asiel Wyatt:

¿Por qué sigo haciendo esto con Kendal? Oh, cierto, porque ella necesitaba a alguien al igual que yo. Lo nuestro es algo a corto plazo, hasta que queramos algo a largo plazo con alguien más.

Pero esto ya no tiene sentido. Se supone que esto debió haber terminado hace varias semanas.

Me alejo de sus labios y la sostengo con ambas manos para evitar que vuelva a besarme.

—Creo que es suficiente por hoy, Ken.

Kendal suelta una risa sin gracia y arruga la nariz.

—Nunca es suficiente, Asiel —intenta volver a besarme, pero aparto la cara. Frunce el ceño—. ¿Qué?

—Kendal, esto...

—Hablaremos después —zanja.

—Kendal...

—Después —dice, arrastrando la palabra.

La veo alejarse de mí, pero ignoro cualquier pensamiento sobre su forma extraña de irse.

Estuve ignorándola los siguientes días después de nuestro encuentro en el vestidor de empleados, pero hoy no logré verla a tiempo como para escapar. Solo me acorraló en este pasillo y empezó a besarme. Le devolví el beso por los viejos tiempos, aunque una voz en mi cabeza me decía que la apartara.

Hace unos minutos, mi corazón sufrió un encogimiento incómodo, pero no logré entender por qué, tal vez sea porque he estado pensando en terminar lo que sea que Kendal y yo tenemos.

Coloco mis manos en mi cabello, despeinándolo por completo.

—Tal vez por ese motivo Aisha se marchó —murmura Jerome.

Suelto mi cabello y lo miro con el ceño fruncido.

—¿De qué estás hablando?

—Aisha está hablando con Cleo. Y si Cleo no logra convencerla, creo que no asistirá al concierto

Frunzo el ceño más que antes.

Según las informaciones de Greis, los nuevos solo asistirán cuatro o tres veces a la semana al hotel, y nosotros, que ya tenemos experiencia, somos los responsables de mantener el orden y explicarles a los nuevos cómo funcionan las cosas.

—¿De qué estás hablando?

—Supongo que solo sabes hacer esa pregunta —mi amigo se cruza de brazos—. ¿Quién en su sano juicio besa a una chica en el pasillo? —me mira de arriba abajo—. Es obvio que juicio es todo lo que te falta, juguetito.

Pongo los ojos en blanco. Está claro que Jerome no es alguien que pueda hablar de decencia cuando él besa a Cleo en todos los lugares del hotel.

¿Cómo que Aisha va a devolver los boletos? Ayer me dio todas las señales de una chica entusiasmada, alegre. Algo debió pasar para que no quiera asistir al concierto.

—¿Cómo que devolver los boletos?

—Eso dije —bufa.

Dios. ¿Qué clases de preguntas estoy haciendo?

—¿Escuchaste algo?

—No, pero si quieres respuestas, deberías ir a hablar con ella.

Ni siquiera espero que termine de hablar, camino delante de mi mejor amigo, que no tarda en alcanzarme y colocarse a mi lado. Llegamos a la habitación en la que se encuentran las chicas, pero solo encontramos a Cleo, y está llorando.

—No irá —murmura, dolida—. ¿Acaso soy tan cruel que alejo a todos los que se me acercan?

Jerome se acerca a su novia y la abraza.

—Claro que no. Nos tienes a nosotros, cariño —expresa mi mejor amigo.

—No, cariño. Tú estás conmigo porque me amas y Asiel está conmigo porque es tu amigo. Nunca me ha sido fácil tener una amiga, y ahora sé que la del problema soy yo.

—Tanto drama porque no quiere ir a un concierto —murmuro.

Cleo se aleja de Jerome y agarra el cuello de mi camisa.

—¿No lo entiendes?

Desvío la mirada hacia Jerome para que controle a su novia, pero mi amigo está sonriendo, burlándose de mí. Es obvio que la elige a ella en vez de elegirme a mí.

Psss. Tantos años desperdiciados en un traidor.

—Lo que quiero decir, copia barata del cabello rojo... —murmuro, mirándola.

—No soy tu copia —gruñe.

Hago una mueca de desagrado.

—Sí lo eres —me zafo de su agarre—. Pero lo que digo es que no debes estar llorando porque tu nueva amiga devolvió las entradas. Ella irá al concierto —aseguro.

Cleo frunce el ceño.

—Ella me devolvió los boletos. No irá —se seca las lágrimas.

—Créeme, lo hará —sonrío—, pero dime con exactitud lo que te dijo.

—No me dijo nada —se encoge de hombros—, solo que lo siente mucho.

Asiento con la cabeza y le dedico una sonrisa reconfortante a la chica que se ha convertido en una buena amiga.

—Bien. Ella irá.

—¿Cómo puedes estar tan seguro?

Sonrío de lado.

—Me aseguraré de que vaya.

Sus ojos brillan, esperanzados ante la posibilidad.

—Tengo su número de celular, puede que la convenzas si la llamas.

Niego con la cabeza.

—Iré a su casa.

—Pero tú no... —sonríe al darse cuenta de lo que voy a hacer—. Te quiero —Cleo se lanza sobre mí y empieza a besar mi mejilla.

—Ya basta, copia barata. No me despeines.

Cleo se aleja de mí y frunce el ceño.

—¿Más que Kendal? Lo dudo.

Jerome suelta una carcajada, y su novia lo acompaña.

—Me voy de aquí —me giro y camino hacia la puerta.

—¿Eso significa que debemos esperarte en la entrada del estadio? —pregunta Jerome.

—Sí, les prometo que a las ocho Aisha y yo estaremos allá. Pero si se desesperan, pueden entrar —salgo de la habitación.

—¿Crees que lo va a lograr? —pregunta Cleo.

—Es obvio que no —se burla Jerome.

—Puedo escucharlos —me quejo.

—Y nosotros te estamos viendo.

Cierro la puerta y niego con la cabeza.

Hora de conseguir la dirección de Aisha.

***

No sé qué esperaba encontrar, pero sin dudas, una casa moderna de dos pisos no estaba en ninguno de mis pensamientos. La segunda planta posee un balcón en el que se puede observar una planta verde desde donde estoy. El color de la casa es blanco y sus diferentes diseños de color anaranjado. El césped está podado a la perfección, y solo hay un auto frente al garaje.

Por suerte, no hay ningún portón que me impida llegar a la puerta principal de la casa.

Me desmonto de la moto que mi padre me prohibió usar y camino hacia la puerta que me impide descubrir quién es Aisha en realidad.

Toco el timbre y esbozo una pequeña sonrisa. Si Aisha no es quien abre la puerta, espero causarle una buena impresión al que sí lo haga.

Unos segundos después, escucho pasos desde el interior de la casa y amplío mi sonrisa cuando la puerta empieza a abrirse.

La figura de un chico delgado y más alto que yo aparece frente a mí, su cabello es rizado y le llega hasta las orejas, su tono de piel luce idéntico al de Aisha. Sin duda, este debe ser su hermano.

El chico me mira de arriba abajo, saca un encendedor y una cajita de cigarrillos del bolsillo de su pantalón. Enciende uno, le da una calada y suelta el humo en mi cara. Antes de que pueda pensar algo respecto a él, el tipo cierra la puerta.

Suelto una carcajada y vuelvo a tocar el timbre.

En esta ocasión, una mujer alta y delgada aparece delante de mí. Su ropa grita diseñador, y el olor que emana de su cuerpo es de algún perfume caro, solo que con una mezcla de ingredientes de cocina. Tal vez estaba cocinando.

—Buenas noches —saludo.

—Hola. Disculpa a mi hijo —hace una pequeña mueca con los labios—. A veces es un poco... —ladea la cabeza, buscando las palabras exactas—. Peculiar.

—No hace falta que se disculpe, señora Fuller.

La madre de Aisha hace un gesto con la mano.

—Dime Brenda. ¿Y tú eres?

—Soy Asiel —extiendo mi mano, y Brenda no tarda en estrecharla—. Soy compañero de trabajo de Aisha.

Los ojos de Brenda se abren de par en par, y aprieta mi mano con fuerza.

—¿Qué?

—Soy amigo de Aisha.

—¡¿Qué?!

Espero que ese qué no simbolice que me vaya.

—¡Peter! —grita Brenda, haciendo que sean mis ojos los que se abran hasta más no poder—. Ven, Asiel. ¿Por qué no has entrado? —la mujer me agarra del brazo y empieza a caminar conmigo hacia el interior de la casa—. ¿Hace cuánto son amigos?

—Eh... bueno. Desde que empezó a trabajar. Supongo.

—Eso es mucho. Guao. Mi hija.

Un hombre alto con el cabello de color negro y una barba bien depilada hace acto de presencia. Su ceño está fruncido, y creo que me va a matar. Su mirada va a las manos de su esposa y regresan a mis ojos. Miro de un lado a otro, buscando refugio, pero no creo que Zack sea un aliado, teniendo en cuenta que me mira igual que como lo hace Peter.

—Deja ese estúpido cigarrillo, Zack —gruñe Brenda y regresa la mirada hacia su esposo—. Este es Asiel, es amigo de Aisha. Ella dijo que iba a ir a un concierto, pero no sabía que fuera a ir con un amigo.

—No irá —comenta Zack.

—Lo hará —gruñe su madre.

—Greg le dijo que no vaya —explica Zack.

—Greg terminó con ella hace meses —ataca Brenda.

—Pero tu hija no acepta eso, mamá.

Mi corazón sufre golpes de varias emociones. 1- Tristeza, por ese no irá. 2- Felicidad, por ese Greg terminó con ella. 3- Confusión, por ese ella no lo acepta.

—Ella sabe...

—¿Acaso vamos a tener esta conversación ahora?

Brenda suelta mi mano, pero no sé qué hacer o qué decir.

—¿Amigo de Aisha? —Peter, el padre de Aisha, me da una salida, aunque no estoy seguro de que sea buena.

—Sí, también soy compañero de trabajo de su hija.

—Trae los cuchillos de tu madre, Zack. Necesitamos hacer que diga la verdad —bufa—. Estoy seguro de que se trata de un cobrador de impuestos.

—Claro, padre, iré por ellos —acepta Zack, alegre.

Genial. Me metí en un lío y nadie me va a defender.

—Puede preguntarle a su hija —expreso, como si no estuviera nervioso por lo que se avecina.

¿Por qué vine a esta casa? Ah, sí, para que Aisha vaya al concierto. ¿Vale la pena morir para que ella asista a un concierto? Dios. Estoy loco, pero claro que sí.

—No, no verás a mi niña.

—Peter, es amigo de Aisha —murmura Brenda.

—¿Cómo estás tan segura, Brenda?

—El hecho de que sepa que Aisha está trabajando es una prueba suficiente.

Peter suelta un bufido y agarra mi mano. Hago una pequeña mueca de dolor, pero estoy tratando de mantenerme lo más sereno posible.

—¿Se puede saber qué...? ¿Asiel?

Gracias a Dios.

El padre de Aisha me suelta la mano y me atrae hacia sí, abrazándome.

—Hola —murmuro.

—Oh. Supongo que sí eres amigo de Aisha. ¿Por qué no lo dijiste antes? —susurra Peter.

Claro. Estoy en una casa de personas peculiares.

—¿Qué haces aquí? —pregunta Aisha, ignorando a sus padres.

—Abejitas —murmuro, sonriéndole a sus shorts de abejitas y miel. Los ojos de Aisha se abren con asombro, y estoy seguro de que está pensando en una forma sencilla de huir—. Vine a buscarte —comento para distraer sus pensamientos de huida.

—¿Qué? —su mirada se enfoca en su padre, quien no tarda en soltarme y alejarse de mí.

—Un segundo, Aisha —me giro para ver a los señores Fuller—. ¿Podrían permitirle a Aisha salir conmigo a un concierto?

Peter y Brenda se miran a los ojos. Supongo que están teniendo una conversación a través de las miradas.

—Claro —responden al mismo tiempo y vuelven a mirarme.

—Muchas gracias, señores Fuller —miro a Aisha—. Vámonos.

La chica que no conozco del todo suelta un bufido y se cruza de brazos.

—No. Que ellos digan que sí no significa que iré.

—¿Podemos tener esta conversación en mi moto?

Frunce el ceño.

—¿Tienes una moto?

—Sí. Y está esperando que te subas en ella. Además, heriste los sentimientos de Cleo.

Empieza a pestañear varias veces, como si no pudiera creérselo.

—¿Cómo que herí los sentimientos de Cleo? —descruza sus brazos y los deja caer a sus costados.

—¿Hay más de ustedes? —inquiere Brenda—. Más amigos de Aisha, quiero decir —especifica.

—Sí, somos tres. Y dos la están esperando en el concierto. Se supone que llegaríamos a las ocho, pero nos hemos demorado mucho en esta... presentación.

—Ah. ¿Escuchaste eso, Peter? Son tres. ¡TRES! —expresa, como si fuera lo más extraño.

Miro a Aisha y me encuentro con sus labios apretados.

—¿Podrían dejar de actuar como si les importara? —gruñe—. Ven, Asiel.

Aisha empieza a subir los escalones, se nota que está enfadada.

Les dedico una mirada a sus padres y veo vergüenza en sus rostros. ¿Qué habrá pasado para que se pongan así?

Zack entorna los ojos en mi dirección y sacude el enorme cuchillo que tiene en la mano. Suelto una pequeña risa y sigo a Aisha.

—Excelentes padres —murmura Zack, pero no me giro para mirarlos y tampoco me detengo para escucharlos.

Apresuro el paso y logro ver a Aisha entrar en una habitación. Ralentizo mis pasos y me detengo en la puerta. Me enfoco en la chica enfadada que está tirando toda la ropa de su armario al suelo.

Entro por completo a su habitación y sostengo su hombro. Todo su cuerpo se detiene ante la aparición de mi mano, y me asusta sentir cómo mi corazón se acelera.

—Yo lo hago —murmuro con suavidad.

Aisha asiente con la cabeza, y me acerco más a su armario. Sostengo unos jeans negros para mantener mi mano ocupada y miro de un lado a otro, buscando qué blusa podría usar.

Toda su ropa es hermosa, y estoy seguro de que cualquier vestuario le quedaría bien.

Afuera hay una brisa fresca, pero una vez que entremos al estadio, vamos a sentir más calor del necesario. O tal vez no.

Una sonrisa se forma en mis labios y sostengo un top amarillo, de mangas largas.

Bee.

Me giro y me doy cuenta de que tiene la mirada perdida en algún punto de la habitación. Le extiendo el pantalón y el top, y su mirada se enfoca en mis manos. Su ceño empieza a fruncirse con lentitud, y me mira a los ojos.

—¿En serio?

Asiento sin dejar de sonreír.

—Te quedará bien, Bee.

—¿En serio? ¿Bee? —arquea una ceja.

Suelto una pequeña risa.

—Sí, en serio —susurro.

Rueda los ojos, pero toma la ropa y camina hacia el que supongo es el baño. Me vuelvo a enfocar en su armario, admirando su ropa por unos minutos, y empiezo a recoger la que está tirada en el suelo. Suspiro cuando termino de acomodar su ropa lo mejor que puedo y me siento en la cama.

Su habitación está pintada de un rosado anaranjado, hay varias luces amarillas que decoran las paredes, hay varios posters de diamantes. Supongo que es fan de los diamantes.

Hay una pequeña mesa de noche en la que se encuentra una lámpara y una foto enmarcada. Me acerco a la mesita y sostengo la foto.

Tal vez este sea Greg.

Me sumerjo en las palabras que dijeron su hermano y su madre. ¿Acaso ella está aferrada a esa antigua relación?

Dejo de pensar en eso y me recreo en el día que me tocó explicarle cómo llevar bandejas. Mis planes eran molestarla durante unos minutos, pero dejé de lado mi plan inicial y decidí ayudarla.

¿Cómo podría molestar a alguien que se molesta solo?

—Si dejaste de tocar cosas que no te corresponden, es hora de irnos.

Una sonrisa se forma en mis labios y dejo la foto sobre la mesita. Me pongo de pie, admirando a Aisha. Su cabello está recogido en un moño alto y no hay mechones que tocar. Se puso unos botines sin tacón de color negro. El vestuario que escogí para ella le queda mejor de lo que imaginé. Solo se puede ver un poco de piel entre el top y el pantalón.

Trago saliva y miro sus ojos.

—¿Lista?

Aisha asiente con la cabeza.

—Solo sácame de aquí, Asiel.

Y es obvio que eso es lo que voy a hacer.

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