Capítulo 9
Hola :)
Capítulo 9
—¿Sophie también se ha saltado una clase? Dios mío, esto sí que es grave, ¡vais a perder la triple matrícula de honor en todas las asignaturas!
Sandra no pudo evitar reírse a carcajadas ante el fingido dramatismo de su amiga Minerva, mientras tanto, Poncho trataba de hacer oídos sordos. No veía el chiste en el asunto, él también era capaz de saltarse una clase para pasarlo bien fuera de la universidad. A veces debía reconocer que estaba hasta las narices de que sus amigas lo hubieran encasillado como un niño bien, tanto que no se daban cuenta de que determinadas actitudes podían llegar a molestarle.
Sandra fue la primera en percatarse de su incomodidad y dejar de reírse.
—Es una broma, Poncho... —dijo, mucho más calmada ya—, cuéntanos, ¿cómo ha ido la cita?
—No ha sido una cita, Sandra...
—¿Cómo que no? —repuso esta—, a ti te gusta Sophie, a ella le gustas tú... os habéis saltado telecomunicaciones juntos para ir a tomar café...
—Es una cita, Poncho —opinó Minerva—, así que asegúrate de no negarlo delante de ella si no quieres cagarla.jar de retudes podsillado como e hacer od
Los labios de Poncho se curvaron en una pequeña sonrisa en el pecoso y anguloso rostro del joven. Lo había pasado bien con Sophie, hablar con ella era un placer: era sensible, inteligente y honesta y sentía que con ella podía tener conversaciones que con otras personas le resultaría casi imposible. Al despedirse, saliendo de la cafetería, le había dado un beso cariñoso en la comisura de los labios y, a pesar de que sí habría querido besarla, tampoco estaba seguro de hacerlo. No sabía si ella se molestaría, si le dejaría hacer o si también ella participaría. Estaba completamente perdido y, a pesar de que sus dos mejores amigas fueran mujeres, no pensaba exteriorizarles su preocupación, pues probablemente solo le serviría para ser el blanco de algunos chistes que le harían sentir bastante incómodo.
—Entonces, ¿venís a comer a mi casa? —preguntó, cambiando de tema por completo.
—¡Sí!
—Yo no puedo —se disculpó Sandra—, tengo que ir a la casa de Nando a llevarle unos documentos.
Alfonso alzó las cejas.
—¿Nada que ver con Krystian, no?
La sonrisa traviesa de Sandra lo dijo todo:
—Absolutamente nada que ver.
—Bueno, nos cuentas luego, preciosa —se despidió Minerva, adelantándose un par de pasos y plantando un par de sonoros besos en las mejillas de su amiga—. Si te lo tiras mándanos un wasap.
—Al ritmo en el que se desarrolla mi conquista... me quedan quince o dieciséis años para conseguirlo.
—Ya casi serás una madurita sexy para ese momento —se mofó Minerva—, seguro que ya no podrá utilizar el tema de la edad como una excusa.
Sandra alzó la mano y se despidió de sus amigos con una sonrisa. Después se dirigió a la parada de autobús para ir a la casa de Nando, mientras su mente no dejaba de imaginar y soñar despierta sobre cómo sería de verdad, poder besar y acariciar a Krystian, como tantas veces había imaginado antes.
***
El timbre sobresaltó a Krystian, que se encontraba sentado en el sofá del salón con su ordenador portátil sobre las piernas. Había dormido muy poco durante esa noche, tratando de preparar el desarrollo de una nueva aplicación informática para la semana próxima en su trabajo.
Sentía que últimamente no daba una. La cagaba de forma constante y eso era algo que no podía permitirse seguir haciendo. A Krystian le apasionaba su trabajo, la informática y el desarrollo de aplicaciones había sido su hobbie desde que sus padres le habían comprado su primer ordenador con trece años y ahora, casi veinte años después, podía decir orgullosamente que se dedicaba a eso profesionalmente... al menos de momento.
Desde su separación con Paula, más de un mes antes, lo único que hacía en la oficina era cagarla una y otra vez. Se estaba ganando un despido a pulso y lo sabía, lo cual era una auténtica mierda. ¿Cómo se suponía que debía perder a la persona más importante para él y proseguir su vida laboral como si nada estuviera sucediendo? Desde luego, eso sería muy profesional... a la vez que utópico. Todo esto se le estaba haciendo cuesta arriba.
—¡Abro yo! —dijo Nando, apareciendo de pronto desde la cocina, de la que salía un delicioso olor a carne asada.
Nando se acercó al telefonillo del salón y contestó.
—Sube.
—¿Quién es? —le preguntó Krystian sin siquiera levantar la vista de la pantalla de su ordenador.
—Mi hermana.
Para Nando no tuvo ningún misterio ni sorpresa decirlo, como se evidenció en su forma de anunciarlo y regresar a la cocina para seguir cocinando... pero para Krystian fue como si una mano lo agarrara con fuerza de la camisa y lo arrastrara hasta el exterior de sus propios pensamientos. De repente perdió el hilo de lo que estaba haciendo en su ordenador, del trabajo y de todas las ideas que estaba teniendo. Sandra estaba allí, la hermana pequeña de su amigo. La misma Sandra que un mes antes se le había declarado en su fiesta de cumpleaños después de besarle... lo que le faltaba.
Apretó la mandíbula, con ganas de levantarse del sofá y encerrarse en su habitación para seguir trabajando... pero supo que eso iba a ser sospechoso y a la vez se sentiría mal ignorándola. Ella le había ayudado mucho la última vez que había acudido a su apartamento a recoger las últimas cajas que Paula le había dejado llevarse. ¿Qué manera de pagarle el favor habría sido evitarla?
Apenas un par de minutos después la puerta principal de la casa se abrió y ella apareció. Podía sonar absurdo, pero Krystian sintió la atmósfera cambiando. Todo se hacía más vibrante y animado cuando ella aparecía, como si transportara alegría. El resto de las personas del mundo eran grises, algunas más claras y otras más oscuras, pero Sandra... Sandra era pura luz. Y pensar algo como eso le mordía la conciencia incluso más aún, ¿por qué alguien tan optimista y feliz como ella creía estar enamorada de alguien tan hundido como él?
—Hola.
Krystian ni siquiera levantó la cabeza, esta vez forzándose a escribir en el teclado de su ordenador, aunque le costaba incluso enfocar su atención en la pantalla de este.
—¿Cómo estás? —le preguntó a Sandra de forma rutinaria.
Ella sonrió al contestar.
—Mucho mejor ahora que estoy aquí —le dedicó—, te he echado de menos.
Un frío indescriptible recorrió la espina dorsal del hombre, que no pudo más que apretar los labios y fijar sus ojos claros y fríos en los de Sandra.
—Tu hermano está a diez metros, en la cocina. —Señaló con el dedo—. No hagas el tonto, por favor.
Eso no consiguió atenuar la sonrisa de Sandra ni un solo centímetro, pues la joven se acercó a él un par de pasos. Llevaba un vestido corto y colorido junto a una chaqueta vaquera y unas botas altas de tacón. Estaba guapa, estaba preciosa. Krystian se fijó en su mochila, a juzgar por la hora dedujo que venía directamente de clase.
—Estás muy guapo hoy —le susurró ella guiñándole un ojo, a pocos centímetros de él—, ¿no me das un beso para saludarme después de tanto tiempo?
Krystian se obligó a no gruñir. A Sandra le gustaba jugar y de eso ya comenzaba a darse cuenta muy bien... pero él no quería entrar en esos juegos, muy al contrario. Solo quería tranquilidad, seguir con su vida de mierda y carente de rumbo sin ninguna adolescente tratando de captar su atención.
A regañadientes cerró la pantalla de su ordenador portátil y se puso en pie, después se aproximó a Sandra, recortando la pequeña distancia que los separaba. Le dio un corto beso en la mejilla, sin poder evitar sentir su piel cálida y suave bajo los labios, a la vez que el olor dulce que desprendía ella.
—Hola, enana —saludó Nando desde la puerta de la cocina, sonriendo—. ¿Qué horas son estas de venir? Ahora tendré que darte de comer.
—Como buen hermano que eres.
Sandra se alejó de Krystian, dirigiéndose a Nando de forma efusiva. Krystian se quedó inmóvil unos segundos, pensando en que Nando había contemplado cómo besaba a su hermana en la mejilla, pero en los ojos de su mejor amigo comprobó que para él no había habido nada extraño en ese gesto, que era normal. Si él supiera que lo último a lo que Sandra se refería era a que le diera un beso amistoso... Sandra sacó un par de sobres de su mochila y se los tendió a su hermano.
—Esto es de papá, me ha dicho que trató de darte estos documentos en el hospital, pero que nunca coincidís en los turnos últimamente.
—Gracias, no tenías que haberte molestado en venir. Yo podría haber pasado a recogerlos, hoy estoy libre todo el día.
Sandra miró a Krystian de refilón.
—Prefería venir a saludar y así asegurarme de que Krystian está bien y que lo estás tratando como se merece.
La respiración del aludido se detuvo un instante.
—Estoy muy bien, gracias.
—Muy bien tampoco, pero un poco menos hecho mierda que la última vez sí. Me alegro.
—¡Sandra! —le llamó la atención Nando—, no seas tan brusca...
—No soy brusca, soy directa.
Las comisuras de los labios de Krystian se curvaron en una media sonrisa.
—No pasa nada, lo agradezco.
Sandra miró a su hermano como diciéndole: «¿Veeeeeees?»
—¿Ahora vamos a comer? La uni me está matando y hoy he salido con el hambre de un dragón...
Nando no dudó un instante y entró a la cocina para comenzar a servir la comida, animado por que su hermana hubiera acudido a hacerles esa visita tan inesperada. Sandra lo siguió, pero antes de entrar a la otra sala junto a él se dio la vuelta una última vez, dirigiéndose a Krystian:
—Esta noche he soñado contigo —susurró—, luego te cuento qué pasaba en el sueño.
Krystian suspiró. Definitivamente, prefería no saberlo.
Nos vemos en el próximo capítulo <3
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