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Capítulo 37 ❣ Final

Hola <3 Estoy muy emocionada de haber llegado hasta aquí. Me encanta esta historia y me da mucha pena que se acabe, pero también creo que Krystian y Sandra necesitan un final.

Os dejo con ellos ♡.


Capítulo 37.

Óscar se acercó al cabo de un momento. Él era, con toda probabilidad, la persona que más tiempo había pasado con Krystian en ese último año, pues había ido a visitarlo varias veces a Polonia. Había dejado su trabajo en el bufete de abogados unos meses antes y, por fin, se estaba dedicando durante un tiempo a sí mismo. Tanto estrés lo estaba matando y respirar la libertad por fin era una gran cura.

—He de confesar —comenzó—, que yo solo he venido a mirar cómo se disculpaba Nando. Llevaba un año esperando este momento y ya puedo decir que he sido testigo de algo que solo pasa una vez cada cien años.

Estrechó a Krystian en un abrazo y después tomó la mano de Sandra entre las suyas con una sonrisa.

—Me alegra veros —dijo—, y ahora, si no te importa, me llevo a tu hermana a dar una vuelta. —Óscar le guiñó un ojo a Krystian.

Él no pudo evitar reírse ante el gesto de su amigo.

—Ten cuidado con mi hermana, está un poco estresada últimamente. Quizás incluso se ponga agresiva si le hablas de bodas.

—Lo tendré en cuenta.

Óscar se acercó hasta Klaudia, que había observado la escena apartada desde la esquina del bar, sentada frente a una de las mesas. Los dos intercambiaron unas cuantas palabras y al final Klaudia se levantó y se puso su chaqueta ligera antes de caminar hacia la puerta junto a Óscar. Ambos se despidieron de Krystian y Sandra desde la distancia y, cuando la puerta del bar se cerró, a pesar de encontrarse en un lugar bastante lleno de gente, fue como si de pronto se hubieran quedado solos.

Decidido, Krystian buscó los ojos de ella.

—Escucha, no quiero que aceptes solo porque tu hermano nos ha metido en este lío pero... ¿te gustaría que habláramos?

En el rostro de Sandra se dibujó aquella sonrisa qué Krystian tanto había extrañado. Se había ahogado a sí mismo en horas interminables de trabajo durante meses evitando pensarla, sabiendo que, tarde o temprano, tendría que volver a San Julián y verla cara a cara. Desde luego, no había previsto que ese momento llegaría tan pronto y tan solo podía pensar que, si hubiera sabido que Nando cambiaría de opinión, habría vuelto mucho antes. Krystian tenía miedo de volver a San Julián y encontrarse con el mismo problema de siempre... pero no había sido así.

—Sí, me gustaría —contestó ella.

—¿Nos quedamos aquí?

—Mejor demos un paseo.

Salieron del bar unos segundos después y fuera les recibió una agradable brisa nocturna. Comenzaba a hacer un poco más de frío en San Julián, aunque no iría a más en esa pequeña ciudad costera. Aun así, el viento fresco pareció ayudar a aclarar sus ideas.

—Siento que ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos —comentó Sandra—, todo esto ha sido tan... tan raro.

—Lo sé —coincidió él—. ¿Cómo te ha ido últimamente? Me dijiste que ahora estabas viviendo con Minerva y Poncho.

—Sí, hace unos meses ya. Al final resulta que tenías razón, se gustaban.

Una sonrisa se dibujó en los labios de Krystian, que comenzó a caminar junto a ella por una de las principales avenidas de la ciudad, con grandes edificios de varias plantas a ambos lados de la calle. Todo estaba tranquilo, como podía esperarse para un martes por la noche. Algunos coches pasaron por su lado, alterando el silencio.

—¿Ves? Algo me olía. ¿Cómo ha surgido todo entre ellos?

—Uff... es una historia muy larga. Te la contaré en otro momento.

Krystian sonrió.

—¿Y qué sucedió con el bebé y con Gracia?

—Taylor está bien. La familia valoró la opción de darla en adopción, pero decidieron no hacerlo al final. Minerva ha estado trabajando duro en un restaurante y Poncho también las ha ayudado bastante, ahora da clases particulares a algunos niños y entre los tres nos apañamos para pagar el piso.

—¿Y el padre de Minerva?

Sandra se encogió de hombros ante esa pregunta.

—Sigue como siempre. Apenas trabaja y me temo que no es de gran ayuda para nadie, pero bueno. Minerva y Gracia no pueden hacer nada al respecto, siempre ha sido así. Si vieras mi casa... —No pudo evitar reírse—. Está llena de juguetes por todas partes, al final siempre acabamos cuidando del bebé cuando Gracia tiene alguna clase importante o un examen.

Era triste pensar que las dos muchachas tenían que convivir con un padre tan disfuncional, pero a la vez se alegraba de que ellos se apoyaran tanto entre ellos. Sandra alzó la cabeza, mirándolo.

—¿Y tú? ¿Alguna novedad en tu vida?

—No muchas, la verdad. Ahora estoy aquí, imagino que eso es bastante nuevo.

—Después de más de un año sin verte lo es, sí.

Krystian no supo si ella lo decía como un reproche, pero cuando la miró a los ojos, Sandra sonreía como antes.

—No he tenido la fuerza suficiente de regresar antes, si soy realmente honesto contigo. Cuando me fui, creí que era como poner en pausa todos mis problemas aquí y que, en algún momento, tendría que afrontarlos.

—¿Y ha sido así?

—Eso es lo más irónico de todo. Que después de lo que ha pasado hoy con Nando, parece que mi vida aquí no estaba pausada y que mis problemas ya se habían solucionado.

—Entiendo... ¿entonces tu único problema era Nando?

Krystian se giró hacia ella. No sabía cómo formular sus frases, pues no quería ser demasiado directo con ella ni hacer que se sintiera sentir incómoda. Ya había tenido bastante de eso.

—¿Sabes por qué me fui, Sandra?

Ella tomó aire.

—Porque creías que Nando te odiaba, ¿no?

—No —negó él—, me fui porque era un cobarde, quizás lo sigo siendo, y tenía tanto miedo de perderlo todo que decidí renunciar a ello yo mismo. Y tú eres una gran parte de ese todo.

El corazón de Sandra se detuvo al escuchar esas palabras. No sabía cómo reaccionar, ya que probablemente eso era lo que siempre había querido escuchar de boca de Krystian. Ella también había sentido hasta ese día que todo estaba perdido.

—Hay una cosa que he aprendido en este año —dijo ella—, bueno, he aprendido muchas. Pero respecto a ti... he conseguido llegar a la conclusión de que no era nuestro momento. No habría funcionado.

—¿Tú crees?

—Todo estaba en nuestra contra y, al final, esto no es una película, esto es la vida real. Forzarnos nos habría acabado matando.

En sus palabras vio que Sandra había cambiado, ya no parecía ser tan impulsiva como un año atrás, sino que, para su sorpresa, la joven parecía haberse convertido en una persona más reflexiva. Era extraño pensar en cómo había comenzado todo, cuando ella había tratado de acercarse a él por todos los medios posibles.

—¿Puedo preguntarte una cosa? —comenzó Krystian.

—Claro que sí, dispara.

Él aún se tomó unos segundos antes de hablar.

—¿Por qué me dejaste irme? —preguntó—. Es decir... no intentaste detenerme. No quiero decir que no te lo agradezca, eso no, ya que probablemente todo habría sido un desastre si me hubiera quedado aquí, pero siempre fuiste tú la que me despertaba, la que tomaba la iniciativa cada vez que yo era demasiado cobarde como para hacer lo que realmente quería hacer.

La sonrisa que afloró en ella fue distinta esta vez. Como si Sandra estuviera recordando con lujo de detalles la razón por lo que lo había hecho, y esta fuera un recuerdo agridulce.

—Alguien me dijo una cosa... una cosa que se me quedó grabada sobre ti. —La mirada azul de Krystian se tornó expectante cuando ella habló de nuevo—. Fue un consejo, esa persona me dijo que era mejor esperar a que tú quisieras darme una oportunidad y no tomarla yo misma por la fuerza y destrozarlo todo. Y esas palabras fueron... justamente lo que yo necesitaba escuchar. Porque tenían mucha razón.

Krystian dejó escapar todo el aire que sus pulmones habían acumulado. Llevaba meses llegando a casa por las noches, destrozado por las incontables horas de trabajo. Y a veces se encontraba a sí mismo tumbado en la cama, con su móvil en la mano y viendo fotografías de Sandra. Se preguntaba mil veces qué estaría haciendo ella, si habría rehecho su vida y si sería feliz. Y viéndola en ese momento se daba cuenta de que sí, ella era feliz. Y eso era todo lo que él quería.

—Lamento que todo haya salido así —susurró Krystian—, si pudiera volver atrás en el tiempo yo...

—No —lo interrumpió Sandra—, todo está como tiene que estar.

Sandra tomó la mano de Krystian entre las suyas y la apretó suavemente. Después le dedicó una dulce sonrisa.

—Me tengo que marchar. ¿Me llamarás?

Por supuesto que lo haría. Todo eso era tan raro, era tan fácil... el problema era que Krystian tenía una duda inmensa que no dejaba de asolarle: ¿Sandra habría dejado de quererle? No había forma de preguntárselo, no sin arriesgarse a que todas esas esperanzas que él había albergado durante tanto tiempo quedaran reducidas a cenizas.

—Lo haré —dijo él.

Y, de pronto, una chispa de la vieja Sandra brilló en los ojos de la joven, que se acercó un poco más.

—¿Me dejas besarte? Solo una vez.

Esas palabras fueron como un bálsamo para su corazón, pues vio en ella, sin lugar a dudas, a la Sandra que le había robado la cordura más de un año antes... y que aún lo hacía.

—¿Ahora eres de las que pregunta antes de hacerlo? —se rio él.

Ella le golpeó el brazo con suavidad y después, sin más dilación, se puso de puntillas como una vez había hecho el día de su veinte cumpleaños y robó un beso de esos labios que tantos años había deseado. Aunque «robar» no era la palabra que lo definiría esta vez, pues Krystian la acercó contra su cuerpo, respondiendo con pasión a eso que ella había comenzado inocentemente. Se separaron pocos segundos después, como si ese beso hubiera sido casi un viaje en el tiempo, y se miraron a los ojos, convencidos de que, después de ese año, ninguno de los dos había cambiado sus sentimientos hacia el otro.

Y eso, por primera vez desde que su historia había comenzado, les daba la seguridad de que todo saldría bien.


Mil gracias por haber estado aquí junto a Sandra y Krystian. Sé que he tardado muchísimo subiendo esta historia, pero estoy super feliz de haber llegado al final

Nos vemos en el epílogo, ¡lo subiré el miércoles!

Mil besos ♡


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