Capítulo 36
Capítulo 36
Verlo acercarse hacia ella le provocó un vuelco en el corazón, pero Sandra se las arregló para permanecer en pie frente a la barra de ese bar. Poncho y Minerva se aseguraron de dejarles suficiente intimidad para que no se sintieran observados.
Sandra alzó la cabeza cuando él llegó hasta ella. Casi no recordaba lo alto que era, y, desde luego, había tratado de olvidar, día tras día, lo atractivo que resultaba.
—Sandra —dijo él.
—Hola —susurró ella.
Le llamó la atención que el cabello de la joven había crecido mucho, ya no era una melena corta como siempre, sino que ahora su cabello caía por su espalda, largo y ondulado. Su rostro era algo más anguloso, como si Sandra hubiera perdido un par de kilos en ese último año. Estaba preciosa, tanto como siempre, y eso no iba a cambiarlo nada, lo sabía.
—¿Has vuelto a San Julián?
Krystian asintió con la cabeza.
—¿Estás de visita?
—He regresado para quedarme, hoy mismo —anunció él—, esa de ahí es Klaudia, mi hermana. No sé si la recuerdas.
Mentiría si no dijera que saber que ella era su hermana le provocó un repentino alivio a Sandra. Porque durante unos segundos había llegado a la conclusión obvia: que Krystian estaba saliendo con alguien. Y eso le había dado miedo.
—Vaya —terminó articulando Sandra—, no sé qué decir. Creo que eras la última persona a la que esperaba ver hoy.
—Lo mismo digo. Ha pasado... bastante tiempo.
Se quedaron sin palabras, sin saber qué decirse. Sandra pensó que eso era bastante triste: dos personas que habían sentido algo tan fuerte el uno por el otro y, de pronto, se encontraban unos meses después y ni siquiera sabían cómo hablar entre ellos ya. Sandra abrió la boca para hablar, para forzar absolutamente cualquier cosa fuera de sus labios: «¿cómo has estado?, ¿por qué llevas meses sin hablarme?, ¿aún sientes algo por mí?». Pero no fue capaz de articular nada más desde el momento en el que, por el rabillo de ojo, no vio a otro más que a su hermano Nando entrando al Palmeras en ese momento, acompañado de Tania y de Óscar.
—Esto tiene que ser una broma —susurró.
Krystian se giró hacia la puerta, que quedaba a su espalda, y cuando lo vio entrar también se quedó congelado. Al menos con Sandra había hablado de vez en cuando mientras se encontraba en Polonia. A veces se mandaban mensajes espontáneos, amigables, o incluso se habían llamado por sus cumpleaños. Pero con Nando... la última vez que lo había visto u hablado con él había sido ese día en el hospital. Nando no había vuelto a dirigirle la palabra desde entonces. Y Krystian se había encontrado a sí mismo con el teléfono en la mano, a punto de llamarle, decenas de veces. Pero siempre se había arrepentido en el último segundo al pensar que, aunque ese hombre fuera como su hermano para él, sin importar nada, también había sido el culpable, quien lo había alejado de la mujer a la que amaba. Nando le había hecho elegir entre ellos dos, dejándolo completamente solo al final.
—Creo que Nando quiere hablar con nosotros—explicó Krystian al cabo de unos segundos—, no sé si lo he entendido bien, pero no es una casualidad que todos estemos aquí un martes por la noche. Esto es cosa de tu hermano.
Sandra enarcó una ceja al tiempo que negaba con la cabeza sin darse cuenta y el familiar aroma floral, procedente de su cabello, llegó hasta Krystian, que en ese momento recordó hasta qué punto había necesitado ese olor durante los últimos meses. En ocasiones, incluso, había soñado con él. Y esas habían sido las peores pesadillas a la vez que los mejores sueños que recordaba tener.
—No puedo creérmelo —bufó ella, incómoda.
Óscar saludó a Krystian con un gesto desde la distancia, pero no se acercó a él, sino que fue solo Nando quien caminó con gesto decidido hacia ellos. Krystian se sorprendió al ver que su amigo se había cortado el pelo y ahora llevaba un corte masculino típico, a la moda, en su cabello negro.
—Esperaba llegar antes que tú —comenzó Nando, señalando a Sandra.
Su hermana gruñó.
—No sé qué es esto —dijo Sandra, sus manos temblaban con nerviosismo—, pero la verdad es que tampoco me interesa saberlo. Me marcho.
Se dio la vuelta, pero su hermano le bloqueó el camino.
—No, espera —pidió Nando—, Sandra, déjame hablar contigo. Déjame hablar con vosotros.
Logró retenerla allí unos segundos más.
—Por favor, escuchadme. Tengo muchas cosas que deciros, cosas que llevo meses incubando en mi cabeza.
Nando miró a su hermana fijamente. Su relación con Sandra, antaño increíble y cercana, se había ido al mismísimo garete después de que Krystian se marchara del país. Y eso, en cierto modo, le había roto el corazón a Nando, que había comenzado a ver las cosas desde una perspectiva diferente en ese momento.
—Dejadme disculparme, antes que nada, porque me parece que os he jodido la vida a los dos en más de un sentido. Y no hay nada que yo deseara menos que eso.
—Yo esperaba tus disculpas en septiembre del año pasado, Nando, no ahora —le dijo Sandra—. Ahora ya no sirven de nada, ahora ya... ya no van a arreglar nada..
El joven médico tragó grueso.
—Quería esperar, teneros a los dos aquí cara a cara para poder hablar con vosotros. Asegurarme de que todo quede claro porque he sido un...
—Un gilipollas —terminó Sandra por él.
Nando no respondió al instante, pues sabía que su hermana tenía bastante razón.
—Yo iba a decir un intransigente.
—Y un egoísta —participó Krystian.
Sandra y Krystian se miraron y, por primera vez, intercambiaron una pequeña sonrisa de complicidad.
—Joder, sí, lo he sido. Ya sé que estáis enfadados, lo entiendo. Y quería pediros perdón de la forma más honesta posible. Porque no puedo volver atrás en el tiempo, desafortunadamente.
—Nando —dijo Krystian—, entiendo que tu reacción fuera la que fue. Para mí también fue chocante tener que enfrentarme a esa situación, pero... pero te pasaste de la raya.
—Y me arrepiento por ello. Por eso os he traído aquí hoy a los dos. Porque me gustaría poder arreglar un poquito de lo que rompí. Y no quiero ser un problema para vosotros.
Sonaba realmente arrepentido, pero si algo era cierto en ese momento era que las disculpas de Nando no iban a devolverles el tiempo perdido, ni tampoco lo que esto habría significado para ellos. Quién sabía qué habría pasado. Quizás, en esos catorce meses, habrían terminado rompiendo de todas formas. A lo mejor para ese momento se odiarían, o ya se habrían olvidado el uno del otro.
Pero no era el caso. No, en esos catorce meses, los sentimientos que ambos se profesaban tan solo habían crecido, alimentados por la soledad y el sufrimiento que habían tenido que soportar.
—Necesito que me perdonéis —pidió Nando—, porque me equivoqué a lo bestia tratándote a ti como a una niña, y a ti como un canalla. Pero un día, pensando en cómo ninguno de los dos tenía relación conmigo me vino a la cabeza... ¿y si alguien me arrebatara a Tania? Y en ese mismo momento supe lo que os había hecho a vosotros.
Los ojos de Nando brillaron cuando se fijaron en su hermana, que acababa de suspirar.
—Está bien, Nando. Lo entiendo. Has cometido un error y te arrepientes. Pero, aunque seas mi hermano mayor y quieras protegerme, no quiero volver a tenerte encima controlándome a mí ni a las personas que me rodean.
—No va a volver a suceder. He aprendido mi lección. Ambos sois adultos y no necesitáis mi consentimiento para tomar ninguna decisión. —Se giró hacia Krystian—. Y sobre ti... Me basta decirte que, para mí, eres y seguirás siendo mi hermano para toda la vida. Aunque no quieras volver a hablarme nunca, vas a seguir siéndolo.
Sus palabras, emotivas, le pusieron la piel de gallina a Krystian, que terminó asintiendo con la cabeza. Quiso abrazarlo, pero se controló de hacerlo. Quería perdonar a su amigo y sabía que, finalmente, lo acabaría haciendo... pero le costaría acostumbrarse a un cambio tan repentino.
—Ahora me voy a marchar de aquí, tanto yo como el resto: Klaudia, Óscar, Minerva... es cosa vuestra si queréis quedaros aquí, recuperando el tiempo perdido, o haciendo lo que os apetezca. —Se llevó una mano al pecho solemnemente—. Pero tened claro que yo ya no voy a meterme donde no me llaman nunca más.
Krystian suspiró.
—Me alegro de que veas las cosas así ahora, Nando. De verdad lo hago.
Los tres se mantuvieron la mirada y entonces, Nando tomó aire una vez más antes de darse la vuelta y caminar hacia la puerta, donde Tania ya lo estaba esperando. Apenas unos instantes después, Minerva y Poncho también se marcharon, despidiéndose de ellos con un movimiento de mano desde la puerta.
Nando ya no sería un problema, pero, ¿de qué servía haberse librado de esa preocupación? Sus disculpas llegaban tarde, tristemente, llegaban en un momento en el que ya no quedaba nada por hacer. Sandra apretó los labios, aún sintiendo que había algo dentro de ella que no se solucionaría con unas pequeñas disculpas. Noches enteras, sola, sintiéndose perdida y preguntándose si, en algún momento, dejaría de querer a Krystian.
¿En qué momento llegaba el olvido? ¿Cuándo se dejaba de tener esperanza, incluso sabiendo que había miles de kilómetros de distancia separándolos? ¿Cómo, ahora que Krystian había regresado, podría seguir adelante con su vida, como si nada hubiera pasado?
Ya casi hemos alcanzado el final de la historia. ¡Mil gracias por seguirla! Me hace mucha ilusión llegar a este punto, pues hace ya bastante tiempo que empecé a publicar esta novela en Wattpad.
Nos vemos en el siguiente capítulo, mil besos. ❤️❤️
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro