Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 34

Hello amores ❤️ Espero que os guste el capítulo :)


Capítulo 34


14 meses después

El vuelo se había retrasado casi dos horas, por lo que cuando Krystian llegó al aeropuerto de Madrid eran casi las siete de la tarde. Aun así, Klaudia lo estaba esperando con su sonrisa más amplia en la terminal 2 de Barajas. Se lanzó a abrazarlo en cuanto distinguió a su hermano, llevando con él solo una pequeña maleta de mano.

—¿Pero, y el equipaje? —preguntó extrañada—. No me digas que al final no vuelves a España y que solo has venido de visita.

Krystian negó con la cabeza.

—Era demasiado, así que he preferido no venir muy cargado. Me ocuparé del equipaje en otro momento.

Besó a su hermana en el pelo, pues ella era bastante más baja que él. Su cabello castaño claro era liso, a la altura de los hombros, y su rostro era armónico y hermoso. Llevaba sin ver a Klaudia desde enero de ese mismo año y ya estaban en octubre. ¡Qué rápido pasaba el tiempo!

—La abuela te ha mandado pierogi —mencionó él, sonriendo—. Está en la mochila.

Klaudia compuso una sonrisa emocionada. Hacía demasiado tiempo que no visitaba su país natal y había muchísimas cosas de Polonia que extrañaba. En ocasiones le había dado envidia saber que su hermano había tomado la decisión de regresar, aunque solo fuera un año, sabiendo que ella estaba demasiado acostumbrada a la vida en España.

Durante varios minutos hablaron, tranquilamente, sobre las novedades que habían sucedido en los últimos tiempos. No eran muchas, pues Klaudia y Krystian hablaban por teléfono al menos una vez a la semana y mantenían una relación de amistad muy cercana. Siempre había sido así. Tras subirse al amplio coche familiar de Klaudia, Krystian se relajó en el asiento del copiloto mientras su hermana le hablaba de su prometido, Samuel.

—Entonces no sabemos si hacer la boda en julio o en agosto, porque es imposible encontrar un lugar disponible y asequible a estas alturas...

Algo llamó la atención de Krystian, que observó una señal de tráfico, confundido.

—¿No estamos yendo a tu casa en Madrid? —preguntó.

Ella hizo un gesto con la mano, restándole importancia a ese asunto.

—He pensado que lo mejor será ir a San Julián cuanto antes, ¿no? Has estado pagando más de un año de alquiler sin vivir en tu casa más allá de algún fin de semana en el que has regresado. Pensé que lo último que querrías sería quedarte en Madrid.

Krystian suspiró. Quería ir a San Julián, si era sincero, pero había intentado retrasar ese momento lo máximo posible. Si tenía que ser completamente honesto, no quería enfrentarse a sus demonios. Un año lejos de esa ciudad le había enseñado muchísimo a Krystian, pero había cosas que seguían siendo igual de difíciles que antes de que se marchara.

—Estaba pensando que podemos ir a cenar y luego tomar algo en el Palmeras, ¿te parece?

Como si realmente tuviera opción para elegir. Desde luego, Krystian quería pasar tiempo con su hermana. Y habría preferido que fuera en su casa, bebiendo un café y quizás cenando una pizza, pero sabía que también debía ceder ya que su hermana no le estaba pidiendo nada fuera de lo común.

Se preguntó cómo estaría San Julián, si habría cambiado algo en la ciudad, si habría cambiado algo en la gente.

***

El Palmeras estaba exactamente como siempre y eso le trajo demasiados recuerdos. Amplio y moderno, ese era el bar donde él había pasado todos sus años de universidad.

—Caray, ¡esto está igualito que hace diez años! —comentó Klaudia—, tenía muchas ganas de volver. Creo que llevaba sin pisar el Palmeras demasiado tiempo.

Klaudia tomó asiento en una mesa más bien apartada mientras Krystian acudía a la barra a comprar un par de cervezas para él y para su hermana. Sin previo aviso, los inconfundibles acordes de Jungle de Tash Sultana comenzaron a sonar a través de los altavoces. Tal y como había sucedido una noche hacía casi un año y medio, cuando él y Sandra habían tenido una «no cita».

—Joder —murmuró él, sin evitar escuchar la letra de la canción.

Porque tenía que reconocer que había muchas canciones que le recordaban a ella y esa, por desgracia, era una de ellas.

Tomó las dos cervezas y se sentó junto a su hermana, que volvió a su monótona perorata sobre bodas, anillos, caterings e invitados.

—Creo que te estás agobiando demasiado —opinó Krystian—, ya has dicho que tienes una wedding planner y aun así sigues queriendo ocuparte tú de todo. ¿Para qué la has contratado a ella?

—¡Porque Laia González es la mejor, Krystian! —exclamó ella, como si fuera obvio—. Mira, déjalo, no entiendes nada de bodas.

Él no pudo soltar una pequeña risa sarcástica al tiempo que bajaba la cabeza. Algo entendía, a decir verdad, en especial teniendo en cuenta que, a diferencia de Klaudia, al menos él ya había estado casado antes.

Su hermana se llevó la mano a los labios, preocupada de pronto por sus palabras.

—Ay, disculpa, Kris —dijo profusamente—, no he pensado al hablar. No quería ofenderte.

Él negó con la cabeza.

—En absoluto lo has hecho, de verdad. Solo me ha parecido un comentario muy irónico.

Por primera vez, en los ojos azules de su hermana se instauró una especie de lástima que a él no le gustaba percibir. Él ya no era digno de pena en ningún aspecto, había conseguido triunfar aún más con su trabajo y, aunque con algunas restricciones, se consideraba muy feliz consigo mismo en ese momento.

—Cambiando un poco el tema —dijo Klaudia, tratando de disimular su expresión anterior—. ¿Cómo va tu vida amorosa?

Krystian negó con la cabeza.

—No tengo. Ni quiero tenerla.

Su hermana le dio un golpe amistoso en el brazo.

—Venga ya, pero si estás guapísimo con esa barbita que te has dejado. —Señaló el rostro de Krystian, que ahora era algo más pálido que cuando vivía en España, pero que sin duda seguía igual de atractivo.

Los ojos rasgados del hombre se entrecerraron ante el comentario de su hermana.

—No he tenido nada de tiempo en estos meses, he estado centrado trabajando. Y me alegro mucho de haberlo hecho, estoy mucho más feliz ahora mismo.

—Venga ya, ¿ni un aquí te pillo, aquí te mato?

Esta vez fue él quien soltó una carcajada.

—Eres la reina de las conversaciones incómodas, Klaudia. —Después negó una vez más—. No, ni siquiera eso.

El silencio se instauró entre ellos durante unos segundos.

—¿Estás enamorado de ella aún? —preguntó Klaudia finalmente.

El ambiente pareció enfriarse de pronto, como si las risas se hubieran pausado de golpe. Incluso el bar dio la impresión de estar mucho más silencioso de repente y las personas que, hasta hacía un segundo bebían y charlaban con alegría, habían dejado de escucharse en la cabeza de Krystian.

—¿De quién?

—De Paula no —aclaró Klaudia—, de la otra chica: de Sandra.

Y solo un asentimiento tenue de cabeza fue suficiente para responder a esa pregunta. Porque que él hiciera ese gesto era tan poderoso como si de pronto hubiera gritado a pleno pulmón que sí, que aún lo estaba.

—Ella me ayudó mucho —murmuró Krystian al cabo de unos instantes—. Me sacó de un pozo muy profundo en el que me había caído. Solo me pidió una cosa a cambio y yo no pude dársela, así que ahora me merezco seguir queriéndola un poco más, ¿no? Es lo justo.

Ella posó su mano sobre el brazo de su hermano pequeño, cariñosamente. Había repetido ese gesto infinidad de veces durante los años, desde que ambos eran niños y él tenía miedo de la oscuridad. Entonces Klaudia entraba en su habitación y se quedaba sola en la negrura de la habitación junto a él, tan solo acariciando su brazo con suavidad para tranquilizarlo. Lo había hecho también el día en el que ambos se subieron a un avión para mudarse a otro país y Krystian había llorado porque no sabía si conseguiría hacer amigos en un lugar desconocido. Años después, Klaudia acarició su brazo cuando Krystian le dijo que Paula quería divorciarse y, ese día, lo hacía una vez más cuando su hermano de treinta y tres años le confesaba estar enamorado de una mujer a la que había tenido que renunciar.

—Creo que no era vuestro momento —le susurró.

—Lo sé, no lo era.

Ambos se miraron a los ojos y entonces Klaudia bajó la vista hasta su reloj. Tomó aire antes de hablar, dejando que el silencio se acumulara hasta que por fin decidió romperlo, no sin cierto nerviosismo.

—Te he organizado una encerrona. Una que, quizás no te haga gracia, así que te lo voy a decir desde ya mismo para que decidas qué quieres hacer —comenzó abruptamente—. En menos de diez minutos van a entrar por la puerta del bar algunos de tus amigos, entre ellos Nando. Nando quiere hablar contigo, lleva meses queriendo hacerlo, pero es un imbécil rematado y un orgulloso que no se ha atrevido a hacerlo hasta ahora, al saber que ibas a regresar a San Julián. No sé qué va a pasar, pero no quiero mentirte así que te dejo elegir: puedes levantarte y marcharte o quedarte aquí y afrontarlo. Es tu decisión.

Krystian tomó aire, asimilando la enorme cantidad de información que su hermana le estaba diciendo de pronto. No se esperaba algo así, si tenía que ser sincero, pero ni siquiera tuvo que pensar una respuesta.

—Me quedo aquí —afirmó sin atisbo de duda.

Y apenas unos minutos después, Sandra entró por la puerta del Palmeras.


AYYY, ¡Qué emoción! ¿Qué pasará? Nos vemos en el próximo ❤️✨

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro