Capítulo 32
¡Hola, reinas ❤️! Mil gracias a @AguePinkFloyd por este edit preciosísimo, ¡os lo he dejado en multimedia! ¿Os gusta?
Capítulo 32
Era un día soleado de verano. La ciudad parecía lenta, perezosa, y los parques estaban repletos de gente que tomaba el sol, se bebía una cerveza y charlaba con sus amigos.
Krystian recordó cómo ese había sido él hacía unos años, sentado en el césped junto a Nando, Óscar, Tania, Paula y la novia de turno que Óscar tuviera en ese momento. Recordaba pensar que esa era la mejor compañía que podía haber tenido en esos años y ahora... ahora las cosas habían cambiado demasiado.
Entró a la cafetería tres minutos tarde de la hora a la que había quedado, aunque eso no le perturbó en absoluto. Krystian vestía unos pantalones vaqueros informales y una camiseta negra que se ajustaba, involuntariamente, a sus hombros y su pecho. Llevaba las llaves del coche en la mano y tardó unos segundos en distinguir a la figura femenina con la que tantísimas veces antes se había encontrado en esa cafetería del centro de San Julián. Caminó hacia ella con tranquilidad y ella se puso en pie para darle dos besos como saludo amistoso. Krystian se mostró distante y ella lo notó inmediatamente.
Paula no había perdido ni un ápice de su elegancia habitual. Vestía unos pantalones de raya diplomática por encima de los tobillos, tacones altos negros y una blusa fina que desprendía un agradable aroma a perfume caro. Krystian, que meses antes había implorado ese olor, se sintió indiferente por completo ante él. Paula llevaba los labios pintados de rojo y se había dejado el cabello oscuro y suelto.
—Estás muy guapo —le dijo.
Krystian asintió con la cabeza, tomando asiento frente a ella.
—Gracias. Tú también estás bien.
Paula señaló dos cafés sobre la mesa.
—Te he pedido un café con leche, espero que no te importe. Sé que no eres muy complicado en las cafeterías.
—Está bien.
Krystian nunca había sido la persona más expresiva del mundo, pero Paula lo encontró más cauteloso que de costumbre. No esperaba que él estuviera tan tranquilo, especialmente teniendo en cuenta que cuando ellos habían roto, ella se había negado a quedar con él de nuevo bajo ninguna circunstancia. Y ahora, sentados juntos en esa cafetería, Krystian parecía querer marcharse segundos después de haber llegado.
—¿Cómo estás?
Él sonrió tenuemente.
—Estoy bien, algo cansado por el trabajo. ¿Tienes mis cartas ahí?
Ella asintió con la cabeza rápidamente y sacó de su bolso unos diez sobres de correspondencia que le pertenecían a Krystian y que habían llegado a su antiguo piso en los últimos meses.
—Aquí tienes.
—De verdad que podría haberlas recogido yo mismo en tu casa —dijo él—, o si me las hubieras dejado en la portería habría...
—Está bien, Krystian —respondió Paula—, quería verte. Asegurarme de que todo te va bien.
Sus palabras le parecieron casi sarcásticas. A buenas horas Paula quería comprobar que él estaba bien.
—Lo estoy. No era necesario, de verdad.
La mujer tomó aire y cruzó las piernas, algo nerviosa. Tardó unos segundos en lograr articular palabra.
—También quería disculparme. Sé que no he actuado nada bien contigo en los últimos meses y lo siento mucho, Krystian. Te he tratado fatal y... he sido una tonta, me he dejado llevar por Icíar hasta el punto de no saber distinguir cuándo estaba siendo yo misma y cuando era ella.
Debía reconocer que esas palabras lo sorprendían mucho. Krystian alzó las cejas ante esa disculpa inesperada.
—¿Ya no eres amiga de Icíar?
—Nos hemos distanciado últimamente —confesó Paula—, durante mucho tiempo creí que se preocupaba de verdad por mí, ¿sabes? Que era como... como Nando para ti. Pero creo que al final te he fallado muchas veces por no ser yo misma.
Si tenía que ser sincero, no se creía demasiado sus palabras. Paula era una mujer con una personalidad fuerte, no era la típica que se dejaba llevar ni convencer por alguien más, a pesar de que Krystian era consciente de hasta qué punto Icíar podía ser una persona cruel y estar desequilibrada. De todas formas, su ex no tenía doce años y, definitivamente, no podía escudar sus errores en alguien más. Tomó aire y lo dejó escapar suavemente.
—Todo olvidado, no te preocupes —dijo al final.
Si algo había aprendido en los últimos meses era a darle muy poca importancia a Paula. Y estar enfadado con ella era justamente hacer eso, considerarla parte de su vida aún.
—He pensado mucho en ti últimamente. Quería saber cómo te encontrabas, pero no me atrevía a escribirte porque temía que... no sé —susurró, después se quedó callada un instanate—, temía molestarte.
—El último mes ha sido un poco una locura.
—¿En qué sentido?
Krystian se mordió el labio, sin saber hasta qué punto quería tener esa conversación con su exmujer.
—Me voy a Polonia en dos semanas.
Paula sonrió, casi como si estuviera emocionada de verdad.
—¿Sí? ¡Qué suerte! ¿Irás a visitar a tu familia?
Él negó con la cabeza, calmado.
—Es por trabajo. Me quedaré unos meses allí. Me dieron varios lugares para elegir y, finalmente, me decidí por la opción más lógica. Hace muchos años que no regreso a casa.
Paula no pudo disimular la sorpresa que eso le producía, sabiendo que Krystian estaba más que acostumbrado a su vida en España y apenas tenía contacto con su país natal.
—Me alegro por ti, un cambio de aires. ¿No?
—Precisamente eso necesito.
Paula se quedó observándolo unos segundos con sus ojos claros y finalmente compuso una media sonrisa.
—¿Estás bien? Te noto raro.
—Estoy bien.
Paula enarcó una ceja.
—Hemos estado juntos demasiados años, Krystian. Créeme, si algo puedo distinguir es cuando te pasa algo.
Él alzó la mano, como restándole importancia al asunto.
—No es nada. Es solo que... —Tomó aire, sin saber ordenar sus palabras con claridad, finalmente lo consiguió—. Nando no me habla. Estamos pasando por un mal momento, imagino.
Paula suspiró y se quedó mirando a ese hombre del que un día había estado locamente enamorada. Recordaba cuando empezaron a salir, la magia que había sentido. Veía con claridad que esos días jamás volverían a repetirse ya.
—¿Es por su hermana? —preguntó.
Esta vez fue él quien no supo esconder que, que ella acabara de asumir algo así, había sido inesperada por completo.
—¿Por su hermana? ¿Cómo sabes tú que...?
Y entonces ella solo pudo reírse. Como quien se acuerda de un viejo chiste en el que no había pensado en mucho tiempo. Su risa era musical, pero ya no provocaba en él el efecto de hace tiempo. Era como si esa llama que tanto había ardido por Paula, se hubiera consumido por completo, quedando sustituida por el más puro de los incendios: Sandra.
—No lo sé, he atado cabos. Vino a casa a ayudarte con las películas, doy por hecho que sigue loquita por ti, a juzgar por cómo me habló ese día. Y no la culpo, eres el mejor amigo de su hermano: mayor, guapo, simpático... —Paula volvió a reírse, aunque con un deje de ternura en la voz—. Diablos, cómo me molestaba esa cría cuando era pequeña. Te seguía a todas partes, mirándote embobada. Y yo pensaba: «Eres muy inocente si crees que algún día él se va a fijar en ti». Doy por hecho que la inocente ahora soy yo, ¿o me equivoco?
Krystian se encogió de hombros. Le seguía sorprendiendo comprobar que, al parecer, los únicos que no se habían enterado jamás de los sentimientos de Sandra eran él mismo y Nando.
—Nando no lo acepta y yo... he elegido tomar el viaje a Polonia. Así que tampoco queda nada más que hacer ya.
—¿Vas a huir? —Paula enarcó una ceja.
—No es huir, precisamente...
—¿No lo es?
Suspiró. Sí. Lo que iba a hacer era huir, sin ninguna duda. De pronto se sintió extremadamente incómodo por estar manteniendo esa conversación precisamente con Paula.
—Sí. Está bien, voy a huir.
Paula lo miró durante lo que parecieron minutos. Sus ojos se clavaban en él como si pudiera ver lo más oscuro de sus pensamientos en ese momento.
—Quizás ahora no sea vuestro momento, entonces. No sé, ¿quién soy yo para darte consejos amorosos, si lo he hecho todo mal?
Y Paula reconocía que, lo último que había esperado antes de verle ese día, era tener que consolar a su exmarido porque su nueva novia postadolescente le hubiera roto el corazón. En ese aspecto, ella se encontraba totalmente perdida, no sabía qué podía decirle para ayudar.
Krystian suspiró.
—Eso es precisamente lo que más miedo me da —susurró—, que este sí sea nuestro momento... actuar como un tonto y dejar que se nos escape la oportunidad. Me da miedo ser yo quien destruya la posibilidad de poder estar con ella y no ser capaz de recuperarla después.
Y tras pronunciar estas palabras, Krystian bebió una vez más de su taza de café.
Paula lo observó con pena una vez más, después posó su mano sobre la de Krystian. Esta vez no lo hizo de un modo romántico, sabía que no había nada que pudiera hacer por la relación que una vez habían tenido. Pero Krystian alguna vez había sido su amigo, su confidente y ella le había hundido al dejarlo, el modo en el que Paula había actuado había sido sucio y ahora lo veía muy claramente. Lo mínimo que podía hacer era apoyarlo en ese momento, aunque no supiera cómo.
En esa cafetería, Paula estaba haciendo la última cosa que habría imaginado que haría ese día.
¡Hola! Quería escribir este capítulo porque creo que Krystian es un amoooor ❤️ y no se merece acabar mal con nadie. ¿Estáis de acuerdo?
Nos vemos en el próximo, ¡mil besos!
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