Capítulo 28
Hola de nuevo <3
Capítulo 28
Era de noche cuando regresaron a San Julián, casi las doce. Sandra dormitaba intermitentemente en el asiento del copiloto y Krystian se sentía tan tranquilo y relajado como no había estado en años.
La observó, dormida, y algo en su interior pareció derretirse. Era adorable, esa muchacha llena de vida y optimismo contagioso parecía haberlo salvado de ese oscuro agujero en el que él mismo se había dejado caer en los últimos años. En la radio sonaba suavemente la melodía de Prayer in C.
Cada vez que se paraba a pensarlo comprendía que, joder, había perdido mucho tiempo. A la edad de Sandra, tenía mil sueños y esperanzas. Siempre le gustó la informática, sí, pero con veinte años se imaginaba que en un futuro quizás podría dedicarse al cine, o al menos a algo relacionado con él. Pero al final se había conformado con la solución más lógica que se le presentaba a su vida: estudiar algo que se le daba bien, que le brindaría un trabajo, casarse, comprar una casa... lo típico. No era un mal plan, por supuesto que no. Pero no había funcionado y, como consecuencia, él se había encontrado en un callejón sin salida. O eso había pensado hasta hacía bien poco. A decir verdad, en ese momento no se sentía mayor que ella, en absoluto. No creía que esos doce años que él le sacaba le hubieran brindado mucha sabiduría, precisamente.
Sandra se retorció en el asiento y abrió los ojos. Estaba cansada; después de saltar en paracaídas, todos los que habían compartido la experiencia habían decidido ir a cenar a un pequeño mesón de Toledo. Allí, entre patatas bravas, tapas y cerveza, la tarde había transcurrido como un sueño. Sandra y Krystian no habían tenido que esconderse ni un solo segundo y eso había sido... la gloria.
—¿Dónde vamos? —preguntó ella, medio dormida aún.
—A tu casa —respondió Krystian, como si fuera obvio.
—Vamos a la tuya —susurró ella, ahogando un bostezo—, Nando está de guardia en el hospital y no volverá hasta mañana.
Krystian dudó.
—No sé si...
Tenía ganas. Quería dormir con ella, despertarse y mirarla. Estaba completamente embobado por esa chica y no le quedaba otra que reconocerlo de forma abierta.
—Venga, vale.
Tomó un cruce y condujo hasta la casa de Nando, donde aparcó su Audi en su sitio habitual. Sandra salió del coche y subió al piso en un estado casi de sonambulismo. Krystian pensó que era muy tierno, en realidad también él estaba cansado pues la descarga de adrenalina que provocaba practicar paracaidismo, y más por primera vez, le era ajena al cuerpo.
Abrió la puerta del apartamento y supo inmediatamente que, como ya sabía, Nando no estaba allí. La cerradura se encontraba cerrada con varias vueltas de llave. Ambos entraron y se dirigieron hacia la habitación sin decir nada.
—¿Me dejas algo para dormir?
Él asintió con la cabeza, al tiempo que buscaba una de sus sudaderas anchas para prestársela.
—Creo que tu hermano tiene cepillos de dientes de sobra en su baño. Te buscaré uno.
—Gracias.
Sandra se recogió su cabello rubio en una cola de caballo que apenas le llegaba a la nuca a causa de su melena corta. Calculó que la sudadera de Krystian tan solo le llegaría hasta la mitad del muslo, pero sería suficiente. Se quitó la camiseta que llevaba, dejando a la vista un sujetador verde de encaje. Krystian, que acababa de volver a la habitación, la miró de reojo, mientras él mismo se deshacía de sus vaqueros para ponerse unos pantalones de chándal más cómodos.
—Qué sexy, ¿no? —comentó Sandra con aire divertido.
—Déjame en paz —bromeó él, sacándose la camiseta por la cabeza y mostrándole por primera vez su torso bien torneado y los brazos definidos.
—Bueno, ahora mucho mejor.
Ella se levantó de la cama sobre la que se encontraba sentada y se deshizo de sus pantalones cortos, quedando en ropa interior frente a él. Krystian tragó saliva, observándola. Sandra dejó la camiseta que él le había dado, sobre las sábanas, y se acercó a él. Su respiración comenzaba a entrecortarse, especialmente en el instante en el que se hallaron frente a frente. Él dio un paso hacia delante y posó una mano sobre su mejilla, acto seguido redujo la distancia que había entre sus cuerpos y la besó en los labios. Sandra gimió al instante con el contacto y se puso de puntillas para tratar de acercarse un poco más a la altura de su cuerpo.
Tocó su ancha espalda, por fin, y los músculos de él se contrajeron a cada movimiento. Sus lenguas se entrelazaron y Sandra sintió que le faltaba el aire... pero, Dios Santo, no cambiaría ese momento por nada del mundo. Ella entrecruzó sus brazos en el cuello de Krystian, que la besó más profundamente, sintiéndose muy grande ante su pequeño cuerpo. Sandra era delgada, pero tenía curvas en lugares en los que él jamás había reparado antes. Pero en ese instante lo veía todo, la percibía como la mujer más perfecta que jamás hubiera imaginado.
Krystian se acercó a su cuello y depositó un par de besos húmedos y dulces. Acto seguido mordió con picardía el lóbulo de la oreja de la joven, que clavó las uñas en su espalda. Él era consciente de que debían parar, pues comenzaba a excitarse demasiado y más tarde le costaría detenerse. Bajo sus pantalones se adivinaba una erección inmensa.
—Ven —le susurró ella, cogiéndole de la mano y conduciéndolo hacia la cama.
Tardó unos segundos en reaccionar y se detuvo antes de llegar.
—No, Sandra... ahora no.
Ella entornó los ojos.
—¿Por qué?
Él se obligó a respirar profundamente antes de poder hablar y soltó su mano. Un momento más tarde, señaló a su alrededor.
—La casa de Nando... no. Nuestra primera vez no puede ser aquí, ni así. ¿Vale?
Ella asintió con la cabeza, resignándose a acatar sus palabras, aunque no quisiera hacerlo. Con un suspiro se acercó de nuevo a él. Se tumbaron sobre la cama y Sandra se acurrucó contra su pecho, esta vez de un modo mucho más inocente que antes.
—Qué bien hueles —le susurró él, aspirando el olor de su pelo.
—No mientas. He saltado de un avión a cuatro mil metros de altura y me he asado de calor durante más de catorce horas hoy. Deberíamos ducharnos, pero con el sueño que tengo, me muero ahogada bajo el grifo.
Él se rio. Definitivamente, la imagen de ella duchándose desnuda en esos momentos era lo peor que podía imaginarse para dejar de estar tan excitado. Depositó un tierno beso sobre la naricilla puntiaguda de Sandra y se levantó de la cama, poniéndose de pie.
—Voy al baño. Ponte la sudadera, ¿de acuerdo?
—Como usted ordene, su majestad —bromeó Sandra con tono adormilado.
Él apenas tardó unos dos minutos en volver a la habitación con el cepillo de dientes de sobra que había encontrado en una mano y una pequeña toalla en la otra. Supo al instante que no las necesitaría esa noche, pues Sandra ya dormía a pierna suelta sobre su cama. Él suspiró, regresando al baño para asearse antes de dormir.
La imagen de Sandra tumbada sobre su cama solamente le recordaba que la realidad había cambiado muchísimo en los últimos meses. Pero no había nada que lo hiciera más feliz en ese momento.
Krystian cerró el grifo del baño y caminó hasta su cuarto. Allí se tumbó en la cama, junto a ella. Sandra pareció reconocer su presencia instantáneamente, pues lo abrazó de la forma más tierna que él podía imaginarse. Krystian cerró los ojos y aspiró una vez más el aroma de su cabello.
Estos dos son tan monos <3 Espero que os esté gustando la historia y, si es así, no olvidéis votar, comentar y seguirme para que la historia pueda crecer poquito a poquito. ¡Mil besos!
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