Capítulo 22
Capítulo 22.
Cuando Roberto Jiménez abrió la puerta de ese apartamento, el olor a muebles nuevos llegó a su nariz de inmediato. Caminó un par de pasos, instando a sus acompañantes a que lo siguieran. Encendió todas las luces, que iluminaron la estancia al instante.
Como les decía, todos los muebles son nuevos. El edificio tiene solo cinco años y el piso tiene muchas posibilidades.
¿Qué quiere decir con «posibilidades»? —preguntó Sandra con una sonrisa inocente.
A su lado, Krystian fingió toser para ahogar una pequeña carcajada ante el tono usado por la joven. Sabía que con esa pregunta solo pretendía tomarle el pelo un poco al empleado de la inmobiliaria. Sin duda, tuvo éxito, pues Roberto se quedó pasmado unos segundos sin saber qué responder. Un «piso con posibilidades» era lo que se decía de todos los pisos en alquiler, básicamente.
—Posibilidad de... compra. Posibilidad de reforma, previo acuerdo con el propietario, situado en una zona en constante expansión, por lo que existe la posibilidad de que la localización del piso se revalorice en pocos años...
Sandra lo escuchaba con atención, asintiendo con la cabeza y haciendo preguntas que ponían al hombre en más de un aprieto. Mientras tanto, Krystian aprovechó para darse una vuelta por el apartamento de solo una habitación.
El edificio era bastante nuevo y eso se notaba tanto en el portal como en las escaleras, pero el piso en sí daba la impresión de haber estado muy cuidado en todo momento. Contaba con un salón amplio y amueblado con dos sofás y una mesa de cristal. Tendría que comprar un televisor. El salón se unía a la cocina a través de un mostrador de mármol tras el que había colocados tres taburetes blancos. El suelo de madera oscura le aportaba elegancia al apartamento.
—¿Y cuenta con un buen sistema de extracción de humos? —preguntó Sandra, de nuevo metida en su papel de exigente arrendataria—, porque la cocina está pegada al salón y el olor a pollo asado se pega muy fácilmente en los sofás.
Krystian escuchaba la dulce voz de la joven desde su posición, mientras miraba el baño en ese momento. Todo parecía correcto y el aseo, perfectamente limpio y brillante, daba una buena impresión.
—Eres demasiado graciosilla —susurró él, sonriendo.
El empleado de la inmobiliaria salió bien parado de las preguntas de Sandra, logrando dar respuesta a prácticamente todo lo que se le pasaba por la cabeza a la joven.
—Les enseñaré la habitación.
Roberto abrió la puerta y, sin encender la luz, se apresuró a subir la persiana de la inmensa ventana mientras comentaba la luminosidad excelente que podía encontrarse en ese cuarto.
—La cama es de matrimonio, alta y construida con madera sueca de la mejor calidad. El propietario conservaría aquí la mayoría de los muebles, aunque se prescindiría de ese armario de ahí.
Sandra se encogió de hombros, observando ese armario de madera oscura y antigua que combinaba más bien poco con el resto de los muebles de la habitación.
—La verdad es que es algo feo, así que mejor no tenerlo aquí.
Esta vez fue el propio Roberto quien le dio la razón con una sonrisa.
—Estoy de acuerdo, no es precisamente la joya de la corona del apartamento —comentó, después se dirigió a la puerta—, les dejaré unos minutos a solas para que piensen qué les parece el lugar.
Roberto abandonó la habitación y Krystian y Sandra se quedaron a solas. Ella se acercó lentamente a él y lo abrazó con ternura, alzando la vista para poder mirarlo a la cara, que se encontraba a unos veinte centímetros de la suya.
—Me gusta el piso —dijo ella—, es acogedor... y la alfombra de esta habitación es muy suave. —Indicó la enorme alfombra negra de pelo sintético con su dedo.
Él apartó un mechón de cabello rubio de su rostro, admirando una vez más lo bonita que era. Los ojos de Sandra parecieron alegrarse y sintió que él también la abrazaba.
—No puedo basar mi decisión en una alfombra, como comprenderás... —bromeó él.
Sandra se separó unos centímetros de él y señaló a la pared.
—Mira, ahí pones una televisión de esas enormes para pasarnos semanas enteras viendo películas y series, ahí pones un perchero para tus trajes...
—Si solo tengo dos —la interrumpió él.
—Bueno, pero queda elegante. Ahí, una vez hayan quitado el armario horrible, yo dejaré mi guitarra para despertarte todos los días con una canción distinta.
—¿Tocas la guitarra? —preguntó él, interesado.
—¿Ves? ¿A que no lo sabías? —Sandra se separó de él por completo y caminó hacia el otro lado de la habitación. Sus movimientos eran gráciles y su vestido de verano marrón claro se pegaba a su cuerpo con cada uno de sus movimientos—. En esta esquina puedes poner un escritorio y, de vez en cuando, hacemos el amor sobre él.
Sus palabras lo dejaron desconcertado un segundo. Krystian la miró.
—Está usted desatada, señorita Rubio.
—No ha visto usted nada aún —bromeó ella.
Krystian caminó hacia la cama. El colchón era nuevo y él lo palpó unos instantes antes de sentarse sobre él. Hizo un gesto de apreciación, pues era suave y mullido.
—La cama está bien.
—Es bueno saberlo.
Krystian se quedó mirándola unos segundos más. Percibía cómo «eso» entre ellos crecía a cada minuto que compartían juntos. ¿Quién le iba a decir hacía seis meses que estaría allí, mirando un piso en el que posiblemente acabara mudándose, y que Sandra se encontraría con él?
—Creo que deberías quedarte con este piso —le aconsejó Sandra—, está cerca del centro, es precioso y el precio del alquiler no es una auténtica locura.
—Cualquier precio me parecerá una auténtica locura si me despiden.
Ella alzó las cejas expresivamente al escuchar esas palabras.
—¿Qué quieres decir con eso? ¿Por qué iban a despedirte?
Krystian alzó las manos en un gesto de tranquila resignación.
—La he cagado mucho en los últimos meses en el trabajo, no me extrañaría que lo hagan. Mi jefe quiere hablar conmigo el viernes. Dice que no es nada importante, pero no las tengo todas conmigo.
En el rostro de ella se leyó una profunda preocupación que Krystian agradeció. Le sorprendía que no lo culpara con su expresión, de ninguna manera, y eso aún le sorprendía: Paula no habría reaccionado bien a una noticia como esa y probablemente le habría echado la culpa de sus problemas laborales.
—Bueno, pase lo que pase, todo irá bien. A lo mejor solo quiere ascenderte.
—Sí, claro —se rio él—, a lo mejor me cede su propio puesto.
—¡Eso sería una pasada! Pero no se lo pidas tú, espera a que él te lo ofrezca.
Krystian no pudo evitar reírse con las palabras de Sandra y con un gesto cariñoso la tomó de la mano, acercándola hasta donde él se encontraba, sentado sobre la cama. Ella se agachó ligeramente para encontrarse a su altura y Krystian la besó con suavidad en los labios.
—Me haces muy feliz —susurró Krystian, aún con los labios casi pegados a los suyos.
Sandra no respondió, porque en ese mismo momento Roberto Jiménez llamó a la puerta y, acto seguido, entró con una mano sujetando su teléfono móvil junto a su oreja. Les hizo una seña que significaba que debían dejar el piso. Una vez habían llegado a la cocina, el hombre colgó el teléfono.
—¿Y bien? —preguntó—, ¿qué les parece el apartamento?
Krystian y Sandra se miraron.
—Nos encanta. Creo que voy a quedármelo.
Mil gracias por pasar por la historia <3
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